Una vida huérfana de sobresaltos fácilmente será feliz, pero a veces hay derrumbes y reconstrucciones y la felicidad espera igualmente después. Que se lo digan a María Pérez. En 2018, cuando era una niña, fue campeona de Europa y el futuro era suyo. La marcha, a sus pies. Las medallas, los contratos, incluso la fama. Pero luego vinieron los problemas estomacales, el cáncer de su mujer y varias descalificaciones porque su técnica ya no le valía a los jueces. Y tuvo que reinventarse. Hasta este domingo. Cinco años después de su primer éxito, Pérez se proclamó campeona del mundo de los 20 kilómetros marcha y entregó a España su segundo oro en Budapest.
Sus lágrimas sobre la mismísima línea de meta mostraban que el proceso fue duro, también que tuvo sentido. Tan rotunda fue su superioridad que Pérez pudo dedicar los últimos 500 metros a celebrar; a chocar la mano de todo el público; a escoger qué bandera española ondear; a besar a su mujer, Noe Morillas, presente en Budapest; a dar las gracias a su entrenador, Jacinto Garzón; a entrenar en meta lenta, muy lenta. Una gozada. Luego rompió a llorar como una niña, tanto que había pasado. Sólo cuando ya entraron la australiana Jemima Montag, plata, y la italiana Antonella Palmisano, amiga suya, la española se recuperó y cumplió con el protocolo: las fotos, las preguntas.
Al acabar, JoelEmbiid bailaba solo en mitad de la pista el Freed from Desire para provocar el abucheo del público de la Arena de Bercy, miles de aficionados franceses que le detestan porque abandonó a su selección para irse a jugar con Estados Unidos. El Dream Team hacía como si no hubiera pasado nada, gestos triunfantes, golpes en el pecho, gritos, muchos gritos, pero en realidad había vivido su peor trance en unos Juegos Olímpicos desde las finales que le enfrentaron a España. En las semifinales de París 2024, Serbia empujó al conjunto yankee ante el precipicio a base de triples y para salir de allí éste tuvo que trabajar, que sudar, que ponerse a currar (95-91).
LeBron James, que vivió el gran desastre en aquellas semifinales de Atenas 2004 ante Argentina, estuvo cerca de pasar por lo mismo: un fracaso en su debut y otro en su despedida. Pero esta vez está mucho mejor acompañado. Pese a que su desventaja llegó a ser de 17 puntos, pese a que entró en el último cuarto 13 puntos por debajo, Estados Unidos defendió con uñas y dientes en el tramo final y sacó adelante la situación. Quedarán en el recuerdo los 35 puntos de Stephen Curry, tirador superlativo -nueve de 14 en triples-, pero fue incluso más importante como leyendas como él mismo, James o Kevin Durant encogieron a un rival crecidísimo.
Los triples de Serbia
No era el plan porque nunca es el plan. Las estrellas yankees no vienen a los Juegos Olímpicos a esforzarse como si estuvieran disputando unas finales de la NBA y sólo lo hacen si están obligados. Como siempre, Estados Unidos salió a jugar un All-Star: sin defensa, sin una idea de juego, espectáculo, puro espectáculo. Lo ofreció Curry, con 17 puntos en los primeros ocho minutos y algún baile de los suyos. Al quinto triple, de hecho, se giró antes que entrara para chocar la mano a sus compañeros del banquillo. "¡Oooooooh!", se asombraba la afición parisina, que iba contra el USA Team, pero que no podía dejar de maravillarse con alguno de sus movimientos. El problema para el firmamento NBA era que delante tenía un equipo de verdad.
Desde la seriedad atrás, Serbia fue construyendo una ventaja que llegó a los 17 puntos (25-42, min.14) a base de mucho acierto exterior. Era una idea brillante, otra más de su entrenador Svetislav Pesic: sólo Nikola Jokic podía chocar por dentro que Embiid o Anthony Davis así que todo iba por fuera. Triples, triples y más triples, de Bogdan Bogdanovic, Aleksa Avramovic, de cualquiera. Al descanso, Serbia se fue con un 10 de 19 desde la línea de 6,75 metros y en consecuencia con una ventaja considerable (43-54). Desde la primera línea de sillas, Pau Gasol miraba el partido con su mujer, Catherine McDonnell, y su hija, Elisabet Gianna, y posiblemente pensaba: "Esto ya lo he vivido yo".
El despertar yankee
Estar por delante de Estados Unidos en cualquier momento no garantiza el éxito, pero el conjunto balcánico sostenía y sostenía la distancia (63-76 al final del tercer cuarto). Con su carácter, tan propio -Bogdanovic pasó todo el partido encarándose con LeBron James-, mantenía su plan hasta el final. Si Curry volvía a entrar en trance, ningún problema. Si Embiid empezaba a hacerse fuerte en la zona, ningún problema. Serbia incluso resistía al mareo de su líder, Jokic, que apenas encontraba el camino al aro. Para seguir con la racha en los triples, siempre alrededor del 50% de acierto, aparecían Vasilije Micic, Marko Guduric o Ognjen Dobric y así se llegaba al último cuarto.
Después todo cambió. En los últimos 10 minutos, los mitos se hicieron terrenales y empezaron a aislar, a empujar, a frenar a los tiradores balcánicos. Con los veteranos en la cancha, James, Durant y Curry, Estados Unidos, ¡Qué defensa! Serbia, que hasta el momento había sido letal, dejó de meter los triples y estuvo tres minutos sin anotar (del 77-84 al 84-84). Ahí ya lo tenía muy difícil. Ahí ya lo tenía imposible. Sus dos referentes, Jokic y Bogdanovic, lo intentaron, pero con 93-91, Curry sentenció con dos tiros libres. Después todos los jugadores estadounidenses vacilaban y Embiid lo llevaba más allá, bailando en mitad de la pista, pero el susto había sido serio.
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JAVIER SÁNCHEZ
@javisanchez
Actualizado Domingo,
15
octubre
2023
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17:44Ver 25 comentariosCreado en Estados Unidos, alcanza los 20.000 practicantes en España...