La plaga de lesiones ha propiciado que el equipo de Cleveland busque reforzarse y para ello acabaría con el contrato del base español
Ricky Rubio, durante un partido de la pasada temporada con los Cavaliers.EFE
El pasado 5 de agosto, Ricky Rubio dijo basta. El base abandonó por sorpresa la concentración de la selección española en Madrid y confirmó su ausencia en el Mundial: “He decidido parar mi actividad profesional para cuidar mi salud mental”. Desde entonces, poco se sabe del jugador del El Masnou, que tampoco comenzó la temporada NBA con los Cavaliers, que, sin embargo, respetaron su contrato y le apoyaron con sus problemas.
Pero ahora la plaga de lesiones en la franquicia de Ohio ha precipitado los acontecimientos. Entre otras cosas, según informa The Athletic de fuentes de la Liga, porque hay “serias dudas” de que Ricky vuelva a jugar alguna vez al baloncesto de forma profesional. Y en ningún caso sería ya esta temporada cuando el español regresara. Por eso los Cavs negocian con él un ‘buyout’ o acuerdo de rescisión de su contrato, que esta temporada asciende a 6,1 millones de dólares (y 4,25 garantizados para la próxima campaña). También se baraja un posible traspaso del que fuera canterano de la Penya.
El equipo de J. B. Bickerstaff ha perdido por lesión a dos de sus referentes en el perímetro. Su base titular, Darius Garland, por una fractura de mandíbula, Ty Jerome y el alero Evan Mobley (operación en la rodilla) han dejado un agujero en la dirección de los Cavaliers, que, desesperados, buscan resquicios para poder reforzarse aliviando primero su masa salarial.
Y para eso, negocian con Ricky, siempre desde el respeto total por su figura y sus circunstancias personales. Ya al comienzo del curso le dieron permiso para permanecer en Barcelona y todo su apoyo cuando decidió no presentarse en el campus de entrenamiento: “Seguimos apoyando plenamente a Ricky y sus esfuerzos. Por ahora, es mejor que continúe fuera del equipo y hemos excusado su ausencia. Seguimos en comunicación y con consulta periódicas con él y seguiremos ayudándolo de cualquier forma posible”. Porque el español es un referente en los Cavaliers, donde recaló tras un vaivén de traspasos y donde jugó a su más alto nivel como líder veterano de un proyecto pujante, hasta que el 28 de diciembre de 2021 se volvió a romper los ligamentos de su rodilla izquierda. Traspasado a los Pacers y renovado ya libre en el verano de 2022 (18 millones de dólares por tres temporadas), regresó en enero de 2023 y alcanzó a jugar 36 partidos, el último, el pasado 23 de abril durante los playoffs contra los Knicks.
Vuelta a España
Etapa 17: Ribadesella - Angliru
LUCAS SÁEZ-BRAVO
@LucasSaezBravo
Actualizado Miércoles,
13
septiembre
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18:00El esloveno puso su nombre en la...
«¡Yaaa, Lexus, amigo mío!». Juan Matute (Madrid, 1997)chasquea la lengua, palmea con tanta firmeza como cariño el cuello de su caballo, al que monta en una danza hipnótica bajo el sol primaveral. «Tiene nueve años, es el Lamine Yamal de esto», presume el jinete español, hace un momento a lomos del tordo Navaltocón, otro ejemplar de una belleza sublime. Fue una mañana como esta, en el cuadrilongo cubierto del Centro Ecuestre Sun Point, cuando hace poco más de cinco años Juan volvió a nacer. «El regalo», le gusta llamarlo al jinete.
«El 5 de mayo de 2020 estuve al borde de la muerte. Desde entonces tengo dos cumpleaños. Esa fue mi segunda oportunidad de la vida».
Aquella era la primera vez que, en pleno confinamiento por la pandemia, Juan pudo acudir a entrenar con sus caballos a la finca de Arroyomolinos. Los Juegos de Tokio habían sido pospuestos por el coronavirus, pero seguía latiendo el anhelo de imitar al padre, una leyenda Juan Matute senior de la doma clásica española, olímpico en Barcelona, Atlanta y Sidney (en Pekín, con Juan ya nacido, acudió como suplente). Bajo su mirada ejecutaba el movimiento estrella, el passage piaffe, encima de Guateque IV. «Estábamos ya terminando. Le di un respiro al caballo y estábamos descansando, cuando me empecé a marear, a perder el campo de visión. Una sensación de náuseas. Gracias a Dios mi padre estaba a pie de pista y me dijo que me bajara del caballo. El accidente hubiera sido fatal. Según me senté en el suelo, el dolor de cabeza fue brutal. Grité: '¡Mi cabezaaaa!'. No recuerdo absolutamente nada más». Había sufrido un gravísimo derrame cerebral.
Matute, con otro de sus caballos, en Arroyomolinos.Angel Navarrete
Lo que siguió, en palabras de Juan, al que se lo contaron mil veces porque lo olvidaba, que todo lo repasa con una sonrisa y todo lo apoya en una fe que el proceso despertó -«antes del accidente era más bien tibio, de ir a misa de vez en cuando. Después, llegó mi conversión al camino de la verdad. Obró el milagro el Jefe»-, fue de «película de terror».
Ambulancias, policía, un helicóptero que lo trasladó al Hospital La Paz. «Todo por un chavalín sano de 22 años que hacía su deporte». Que venía sufriendo desde días atrás intensos y extraños dolores de cabeza, «punzantes en el ojo izquierdo». Asomaba una malformación de nacimiento, arteriovenosa congénita. Le operaron de urgencia pero no funcionó y quedó en estado crítico. «A mis padres les llegaron a preguntar si yo era donante de órganos. Ellos pensaban que me habían dado por muerto. Pidieron a un sacerdote que me diera el último sacramento, la extremaunción», pronuncia con frialdad, antes de relatar, ahora sí con emoción, el siguiente milagro, «la llamada de Estela, una conocida del mundo de la hípica». Que les habló del doctor Claudio Rodríguez y su equipo, de la Fundación Jiménez Diaz, de su experiencia en operaciones intravenosas. «Había visto las imágenes y creía que podría conseguirlo. Mis padres se agarraron a ese clavo ardiendo. Me pudieron trasladar dos días después, cuando bajó la presión intracraneal. El 9 de mayo fue la segunda operación». Cuatro horas en el quirófano a vida o muerte. 25 días en coma.
La mañana que volvió a la hípica, meses después, sus caballos se asustaron. Pesaba 55 kilos y sufría hemiparesia. «Fue emocionantísimo. Los caballos me miraban raro. Olía a medicina. Emitía un aroma extraño para ellos, que son tan sensibles. Y andaba como un robot, no me reconocían». No tardó en volver a subirse, en volver a caerse también. «Mi lado derecho estaba paralizado. Si en nuestra disciplina ya es complicado, ahora me faltaban recursos. Habilidad. Mi padre me gritaba: '¡Juan, levántate, inténtalo de nuevo!'».
Juan Matute, con Lexus, en Arroyomolinos.Angel Navarrete
No iba a ser la última caída para un chico de 22 años, 10 de ellos viviendo en Florida, que había visto cómo todo se truncaba sin previo aviso. El niño que desde los seis practicaba la hípica -«empecé en la categoría de ponis, en la disciplina contraria, los saltos de obstáculos»-. Que fue campeón de Europa juvenil en 2015. Y que descubrió «el trallazo» de que lo cotidiano se convirtiera en pesadilla, de sufrir hasta «en la tontería más absurda». «No podía peinarme por mí mismo, no podía sonarme los mocos. Tenía que ir en silla de ruedas, me tenían que dar de comer, me duchaban...». Llegaron las nubes negras, la depresión. «Cada mañana me despertaba queriendo tirar la toalla. Estaba rendido, deprimido. 'Que me deje todo el mundo en paz, que ya he sufrido suficiente. Adiós'. Mi madre me decía: 'Hazlo por todas esas personas que no lo han podido superar como tú'». Trabajó con psicólogos, se refugió en la familia y en la iglesia, hasta apreciar lo que él llama «la belleza de la superación diaria».
Juan cuenta todo esto, tan reciente, con una naturalidad que contagia. Sonríe a la vida y persigue con ahínco su sueño olímpico, cada día más de ocho horas con sus caballos. Con sus cuidados, con su entrenamiento. «Todo en la doma es arte, tacto ecuestre. Es un talento, poder compenetrarte con otro ser, con otro animal. Que no es depredador, es más bien presa, un animal de huida. Por lo que tiene que confiar en el jinete. Y eso lleva a la compenetración. Al resultado», cuenta de sus compinches equinos, como «amigos íntimos» con los que quiere triunfar. Y eso que... «Al 100% nunca se recupera uno. Es mucha herida la que me causó el derrame. Hay una facetita que me obliga a superarme cada día, desde la humildad», desvela, sin querer dar más detalles.
Un año después del accidente, aún en plena recuperación, ya se quedó a las puertas de los Juegos de Tokio. Como tres años después a las de París. Y ahí sigue el escudo que llevó su padre, que pretende bordarlo en su propio frac olímpico, porque «a la tercera va la vencida». Los resultados ilusionan. Matute ganó a finales de 2024 en Frankfurt con Lexus, un Gran Premio Internacional Cinco Estrellas, "mi mayor hazaña hasta el momento". También de su récord (69,8% y victoria) con Navaltocón después en el Jarama. Y del Campeonato de España, hace unos días, donde estuvo al borde de otro triunfo. Fue plata en el segundo día de la competición en la prueba de la Intermedia 1 con Formentor (otro de los caballos de su equipo de competición). Con Lexus fue sexto en la final de la prueba grande. «Con margen de mejora y mostrando grandes cualidades y potencial. Recibí comentarios muy optimistas por parte del jurado», relata. Lo siguiente, este mismo año, será el Campeonato de Europa. Y en 2026, el Mundial.
Valladolid 2 Atlético 5
LUCAS SÁEZ-BRAVO
@LucasSaezBravo
Actualizado Domingo,
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2023
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