LaLiga Santander
Mallorca 0 Barcelona 1
El delantero polaco, que lleva ya nueve goles en la Liga, resuelve el triunfo del Barcelona (0-1) ante el inflexible Mallorca de Javier Aguirre
Hay días en que la estética es una mentira y el fútbol un tormento. Ocurre cuando no se busca el éxito, sino el alivio.
Le gusta decir a Javier Aguirre que los futbolistas son como sus hijos. Y que más allá de las tácticas y los datos, el barroquismo y el espectáculo, el fútbol no es más que un ejercicio de supervivencia. Su Mallorca, así, comprometió cuanto pudo a un Barcelona sin más arabescos que el orden y la pierna. Un plan que en otros tiempos pudo haber sido perfecto, pero que los jugadores especiales convierten en garabato. Robert Lewandowski corrompió el escenario desde la nada, con un recorte y un zapatazo en el primer tiro a puerta de su equipo. En noches así, nada como un jugador capaz de convertir el barro en oro. [Narración y estadísticas]
No extrañó que Xavi Hernández asomara por Son Moix con el gesto torcido, temiéndose una batalla dura y a destiempo, a tres días de jugarse media vida continental en San Siro. Con cinco futbolistas azulgrana lesionados, la defensa hecha unos zorros, y obligado Pedri al descanso, identificar al equipo fue un sindiós. Le tocó al bisoño Balde ejercer de lateral derecho. Hizo cuanto pudo ante el incisivo Kang In Lee. Piqué y Jordi Alba, mientras, recuperaron un hueco como titulares. Aunque sólo fuera para evidenciar un crepúsculo que ellos se niegan a asumir. Por el centro del campo asomó el fútbol de punto final de Kessié, más pendiente del martillo que del pincel. Y en ataque Ansu, aún minimizado, estrenó titularidad en la Liga.
El Mallorca no tenía por qué cambiar nada, ni en cuerpo ni alma. Resguardado en su estructura de cinco defensas y con el tallo Muriqi preparado para la caza, insinuó rápido sus armas. Qué más da que la pelota apenas se moviera y que los futbolistas se amontonaran en parcelas convertidas en celdas de castigo. Los de Aguirre se las apañarían para enhebrar buenas ocasiones, aunque ninguna de ellas atacadas con convicción.
Aunque nada de eso inquietó a Lewandowski, en quien pocos habían reparado hasta que Ansu mareó a Maffeo y le ofreció el balón. El polaco, pese a avanzar por el vértice del área, engañó a Valjent. Simuló con la mirada que buscaría un centro, cuando su cuerpo hizo todo lo contrario. Retorció la cintura del central con un quiebro, y propinó un certero puntapié al balón. Rajkovic, el portero serbio del Mallorca, se lanzó sabiéndose ya condenado. Son ya nueve los goles de Lewandowski en la Liga.
El nirvana de Ter Stegen
El Barcelona, consciente de las dificultades, volvió a la paciencia, al juego a dos y tres toques, y a las soluciones que pudiera ofrecer Lewandowski. Mientras que el Mallorca, dispuesto a resistir tejiendo telarañas, penó su mala pata. A Jaume Costa se le abrieron los cielos antes del descanso después de que Balde no le siguiera y Piqué no acudiera al rescate. Pero Ter Stegen, clavado en el centro de la portería, cerró la puerta. El meta continúa en su nirvana.
La hipnosis nocturna apenas la interrumpió un tumulto que acabó con la expulsión de Òscar Hernández, asistente y hermano de Xavi, y ese desenlace en el que el Mallorca se quedó a un palmo de empatar. Kang In Lee golpeó demasiado cruzado ante la desesperación de los sufridos hinchas de Son Moix.
El Barcelona, con las pulsaciones disparadas, tragó saliva.