El jugador está a punto de romper la barrera de los 38.387 puntos que acumuló el mítico jugador de Milwaukee y los Lakers en los años 70 y 80, mientras su equipo se encuentra fuera de los playoffs
LeBron James será desde esta semana el máximo anotador de la historia de la NBA. Solo le separan 36 puntos de los 38.387 que acumuló Kareem Abdul-Jabbar. Si mantiene sus registros podría lograrlo en la madrugada del miércoles contra Oklahoma o la del viernes contra Milwaukee, la primera franquicia con la que Kareem, entonces Lew Alcindor, fue campeón. Un récord eterno en una cotidianidad diminuta: al mismo tiempo, los Angeles Lakers apuran los últimos días de mercado buscando cómo mejorar un equipo que muy a duras penas lucha por meterse en playoffs.
El último varapalo llegó este domingo cuando Kyrie Irving, el mejor jugador con cartel de transferible, fue traspasado a los Dallas Mavericks. Tan favoritos se veía a los Lakers, tan favorito se veía LeBron que, cuando se supo que Irving quería salir de Brooklyn, publicó un tuit anticipando lo que no ha pasado. Cuando se anunció que el base sería compañero de Luka Doncic y no suyo, LeBron volvió a coger el teléfono para tapar la decepción con un poco de ironía. “Quizá soy yo”.
De haberlo conseguido, los Lakers habrían reunido, incluso en un decorado raquítico, a LeBron con el mejor compañero interior que ha tenido -Anthony Davis- y el exterior con el que mejor ha encajado -Kyrie. Por supuesto Kyrie no habría sido garantía de nada. Ya rompió sin previo aviso su relación con James en Cleveland; plantó a los Celtics después de jurarles amor eterno; y la sociedad con su amigo Kevin Durant en los Nets ha estado marcada más por sus salidas de tono (el contenido antisemita, las teorías antivacunas, la espiritualidad de mercadillo) que por el inmenso talento que atesoraba.
Por supuesto, Kyrie Irving no es garantía de nada. El jugador que decidió las Finales de 2016 con un triplazo ante Stephen Curry parece hoy tan capaz de convertir un equipo en candidato al anillo como reventarlo desde dentro. Como ya hizo en Cleveland, en Boston o en Brooklyn. Pero parecía la mejor opción de estos Lakers, y eso ya dice suficiente del decorado en el que LeBron James hará historia esta semana. Llegado ya el último tercio de la temporada, los angelinos son 13º del Oeste con un balance de 25-29.
Está siendo la tónica, más que la excepción, en el paso de LeBron James por los Lakers. De sus cuatro primeras campañas, solo en dos jugaron los playoffs -aunque ganaron el anillo en 2020. En la primera el proyecto aún estaba en pañales, esperando esa segunda estrella que, pronto se supo, sería Davis. Y en las dos últimas las lesiones y las urgencias mal llevadas han ido arrinconando el equipo hacia esa nada en la que está hoy: lejos de ser candidato y con muy poco margen de maniobra.
“Romper récords o superar a leyendas mientras estamos perdiendo nunca ha estado en mi ADN”, declaró hace unas semanas a la ESPN, en uno de los dardos que ha lanzado a la directiva de la franquicia. “Ya sabéis qué cojones tendría que estar pasando”, añadió después en The Athletic, impaciente por las derrotas y la falta de movimiento.
James fue tan responsable del fichaje de Anthony Davis, que encumbró al equipo, como del de Russell Westbrook, que lo ha hundido. Y al mismo tiempo es la principal razón para que a pesar del mal juego, la plantilla escasa, y de que quizá tengan que seguir con lo puesto, no se entierren del todo las opciones de los Lakers de entrar en playoffs.
Con 38 años, en su 20ª temporada en la NBA, LeBron James sigue siendo una estrella. A una edad y con un kilometraje (casi 65.000 minutos entre fase regular y playoffs) que justificaría cualquier declive, sigue tirando hacia arriba de su equipo. Aunque en el caso de los Lakers el techo esté tan bajo que apenas dé para asomarse a las eliminatorias por el título. Es tentador pensar que los angelinos están desaprovechando una de las últimas grandes temporadas de LeBron, aunque el final todavía no se intuya.
LeBron James promedia 30 puntos, 8.5 rebotes y 7.1 asistencias por partido. Es uno de los jugadores que más anotan en la zona restringida, con el desgaste extra que supone (solo por detrás de Antetokounmpo y Zion Williamson, también portentos físicos, pero 10 y 16 años más jóvenes respectivamente).
Que supere el récord de Kareem Abdul-Jabbar es un prodigio de talento y durabilidad. No habría sido posible sin un físico privilegiado, pero tampoco sin un talento -inteligencia, visión, habilidad- que debería haber despejado los prejuicios que enfrentó en sus inicios. Que ocurra en medio de otra temporada desastrosa de los Lakers es un accidente. Un infortunio del que es al tiempo responsable y una de las pocas vías de salvación.