Defiende que entre el público aún recibe comentarios machistas. Se apuntó a boxeo a los 16 años con su padre. “El boxeo no es una pelea en la calle. Hay que cambiar esa visión”, reivindica
Recuerda Laura Fuertes que a los 16 años quiso empezar en el boxeo y tanto apoyo recibió en su casa, tanta comprensión, tanto aliento que su padre, Manuel, se apuntó con ella. “En mi gimnasio, el Asturbox, en Gijón, había una oferta que duraba tres meses y fuimos los dos. Él lo dejó rápido, pero yo me quedé”, rememora en conversación con EL MUNDO la primera boxeadora española clasificada para unos Juegos Olímpicos. Antes que ella, desde los Juegos de París 2024, hubo 48 púgiles hombres en competición y hasta tres medallistas –Enrique Rodríguez, Faustino Reyes y Rafa Lozano por partida doble-, pero ninguna mujer. No se puede hablar de igualmente, precisamente.
- ¿El boxeo es un deporte machista?
- Depende cómo lo mires. Como te decía, yo he tenido la suerte de recibir el apoyo de mi familia y en mi gimnasio siempre he estado valorada. Diría que ningún boxeador piensa que las mujeres somos inferiores porque ven lo que entrenamos, lo que sufrimos. Pero entre el público hay de todo. A veces sí tienes que aguantar comentarios machistas: me dicen que el boxeo no es algo femenino o me preguntan por qué peleo con esta cara de niña.
De Monteana, una pequeñísima pedanía de Gijón, al lado de los altos hornos de ArcelorMittal, una zona trabajadora, Fuertes lo había probado todo antes del boxeo. Practicó natación hasta que se quemó, como tantos y tantas, dedicó un par de temporadas al baloncesto y el tenis, descubrió el karate y finalmente se subió al ring con toda la intención de competir, de hacerse un nombre. “Sé que ahora hay mucha gente que boxea de manera recreativa, solo como entrenamiento, pero yo soy muy competitiva. No hay nada que te dé la adrenalina que te da la competición. La verdad es que antes del boxeo probé muchas cosas, pero hacía tiempo que me llamaba la atención. Veía vídeos en Youtube e Instagram, lo seguía en televisión. Un día mi madre me llevó a una velada y ya lo tuve claro”, comenta Fuertes.
En su camino hubo una mudanza, al Centro de Alto Rendimiento de Madrid, en 2019, y una decepción. Antes de los Juegos de Tokio 2020, ya estaba preparada para ser olímpica, ya tenía los movimientos, ya tenía la experiencia, pero la pandemia del covid anuló un Preolímpico y no pudo ni tan siquiera optar a la plaza. Por eso esta vez, a la primera oportunidad, en el pasado Europeo de Cracovia, ¡bingo!
“Si ganaba el combate por el bronce tenía billete para París 2024 y en el segundo asalto ya sabía que ganaba. Cuando acabé me puse a llorar, bajé del ring llorando y no paré de llorar incluso cuando me entrevistaron. Fue muy emocionante”; relata. Necesitaba esa clasificación. Porque quizá era su única oportunidad de ser olímpica. Pese al ‘boom’ del boxeo recreativo, el deporte está en crisis y no llegue a los Juegos de Los Ángeles 2028. Sus líos federativos y el estigma de la violencia le persiguen. “Hay que cambiar esa visión, pero no va a pasar de un día para el otro. Peleamos con protecciones y con mucha seguridad. El boxeo no es una pelea en la calle”, defiende Fuertes que cree que su deporte aún puede volver a los tiempos en los que creaba estrella y llenaba pabellones. No en vano, las veladas organizadas por Ibai Llanos son un éxito año tras año.
- Estas veladas son un problema o una oportunidad para el boxeo.
- Las dos cosas. Nos dan mucha visibilidad y estoy segura que hay gente a la que le pica la curiosidad. Quizá haya quien se apunte a un gimnasio después de ver una velada de Ibai. Por otro lado, dan un poco de rabia. Los influencers que pelean apenas le dedican cuatro meses y, pese a ello, llenan estadios y tienen millones de espectadores en Twitch. Estaría bien intercalar combates de famosos con combates de profesionales para que el público, sobre todo los jóvenes, vean qué es el boxeo de verdad.