El Sevilla no ha fichado un entrenador, ha fichado un armisticio. José María del Nido Carrasco dijo el 9 de abril: “Es momento de estar cerca del entrenador”. Cuatro días después, Francisco Javier García-Pimienta era despedido. En el corazón de Nervión, por donde el pasado Miércoles Santo procesionaron San Bernardo y La Sed, donde la devoción se entrelaza con la identidad de una ciudad, el Sevilla Fútbol Club atraviesa su propia semana de pasión.
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Cuatro derrotas consecutivas -Athletic, Betis, Atlético y Valencia- han dejado al equipo en la 14ª posición y a 7 puntos del descenso. El cambio de entrenador ha sido más que una decisión deportiva, es el reflejo de una grieta emocional entre la afición y la entidad. Por eso, en un clima de tensión, en una enmienda a la totalidad por parte del sevillismo a la gestión del club, la directiva ha recurrido a una figura emblemática: Joaquín de Jesús Caparrós Camino (Utrera, Sevilla; 1955), que asume, por cuarta vez, el mando del equipo, con la esperanza no sólo de mejorar el rendimiento en el campo, sino también de reverdecer la marchita emotividad del equipo nervionense.
Caparrós, a sus 69 años, regresa con la misma ilusión de sus inicios, o así se expresa, apelando a los afectos, a la pertenencia y al coraje. En su presentación, destacó la importancia de la unidad y el orgullo de portar ese escudo: “Nosotros llevamos el nombre de la ciudad, que quede bien claro”. Su retorno, y así se lo ha tomado el técnico, va mucho más allá de las estrategias y de la táctica, es un intento casi desesperado de buscar la paz. La gestión económica y deportiva es opaca, está llena de preguntas sin responder y buena parte de la afición, que no es nueva en esto y ha visto de todo, ya sabe que un mando convulso, que una administración chapucera, puede llevar a su equipo a Segunda.
Hay una desconexión palpable entre la afición y la directiva, evidenciada por los cánticos y protestas en los últimos partidos. La elección de Caparrós pretende ser un bálsamo para estas tensiones, apelando a la nostalgia y al respeto que la afición le profesa. Su experiencia y conocimiento del club serán claves para reconectar con la esencia sevillista. Además, su fútbol es pragmático, físico y directo, lejos de las probaturas romas de García Pimienta. La plantilla necesitaba sensatez y claridad. Sacudirse la presión. Empezar de nuevo.
En este contexto, el desafío de Caparrós no es fácil. Con siete partidos por delante, el primero hoy frente al Deportivo Alavés, el objetivo es asegurar la permanencia y, más importante aún, reconstruir la confianza de un bloque derruido. Su liderazgo se basa en la cercanía y la recuperación de la estima. En los entrenamientos pide “música”, ritmo, fluidez, espontaneidad. Un guiño a los orígenes. El fútbol de siempre como refugio y sentimentalidad.
En el análisis de la crisis que atraviesa el Sevilla FC, es imposible ignorar la gestión de Víctor Orta al frente de la dirección deportiva. Desde su llegada, las decisiones en materia de fichajes, especialmente en la delantera, han sido objeto de críticas y han contribuido a la situación actual del equipo.
Ninguno de los nueves incorporados por Orta en sus dos temporadas ha logrado marcar en LaLiga. Mariano Díaz, Alejo Véliz, Kelechi Iheanacho y Akor Adams han sido delanteros transparentes, acumulando minutos sin aportar goles. Mariano disputó 260 minutos sin anotar, Véliz apenas jugó 31 minutos, Iheanacho ha sido un fracaso y Adams, lesionado desde que llegó, tampoco ha contribuido al marcador.
Esta falta de acierto en los fichajes ofensivos ha dejado al equipo sin una referencia clara en ataque, especialmente tras la salida de Youssef En-Nesyri. La responsabilidad de liderar la delantera ha recaído en Isaac Romero, quien, a pesar de su esfuerzo y de su brega, no ha logrado llenar el vacío dejado por sus predecesores.
La planificación deportiva ha sido cuestionada aún más esta temporada, por la escasa participación de los nuevos fichajes en el once titular. Más allá del criterio de García Pimienta, muchos futbolistas no estaban a la altura de lo exigido en el Sevilla. De este curso, sólo Lucien Agoumé ha tenido una presencia significativa. Lukebakio, que es el futbolista que sustenta al equipo, es el único éxito que se le reconoce a la actual dirección del club.
Otro retorno
El retorno de Joaquín Caparrós marcará una nueva, y breve, etapa al frente del Sevilla FC. Su historia comenzó en el año 2000 con el equipo en Segunda División y atravesando serios apuros financieros. Bajo la batuta del técnico de Utrera se logró el ascenso a la élite del fútbol español y el Sevilla se consolidó en Europa. Aquellos cinco años al mando fueron su mejor época como míster, aunque su carrera posterior lo llevaría a destinos tan diversos como Deportivo de la Coruña, Athletic Club, Neuchâtel, Mallorca, Levante, Al-Ahli o la selección de Armenia, jamás consiguió lo que consiguió en Nervión.
La primera resurrección sevillista a cargo de Caparrós se produjo en 2018, tras el despido de Vincenzo Montella. Su sprint final permitió al Sevilla terminar séptimo y asegurar plaza continental. Al año siguiente aceptó el cargo de director deportivo, pero en los despachos nunca se sintió demasiado cómodo. En una mala temporada, y tras la destitución de Pablo Machín, Caparrós volvió a dirigir desde el área técnica los once partidos que quedaban por disputarse. El equipo acabó sexto.
Caparrós vuelve a las pantallas. La luz de Batman se ilumina de nuevo en la noche sevillana. Su primera gran tarea será intentar calmar los ánimos con victorias y cauterizar las heridas abiertas entre el corazón del sevillismo y los encargados de gestionar ese patrimonio. Que el césped sea más importante que las oficinas. Y que el futuro del club se decida con el balón parado y llegado, por fin, el verano.