Tour de Francia
Annemasse – Morzine
El esloveno se quejó de la moto tras su segundo ataque: “Ha sido como tirar un cartucho al agua”. El español brilló en la bajada hasta Morzine gracias a su formación.
El amanecer de los Alpes, el escenario llamado a resolver otro Tour, fueron cinco puertos enlazados, el último de categoría especial, más de 4.000 metros de desnivel acumulado tras 12 días de batalla sin respiro, un ritmo endiablado del Jumbo Visma desde que, tras la lluvia inicial, la montonera del arranque y media hora de parón, la etapa al fin se reanudó. Fueron ataques y respuestas, parones, juegos psicológicos y bonificaciones como tesoros. Fue otro mano a mano antológico entre Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar, para ver en bucle. Y todo, agotador, para un mísero segundo.
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Ahí se mueven los dos colosos, en una insoportable igualdad, en el conocimiento propio y mutuo. ¿Quién cederá? Tras la Joux Plane y sus 14 kilómetros al 7,1% para rematar el día, y el alarde de Carlos Rodríguez, el invitado especial, el español más joven en ganar una etapa en el Tour (superó a Pedro Torres, con 24 años y 80 días en 1973), les separan 10 segundos en la general al primero y al segundo. Pogacar y Vingegaard entraron juntos en Morzine: sólo las bonificaciones marcaron diferencias.
«No sé quien ha salido ganando, al final es sólo un segundo. Y sigo pensando que este Tour no se decidirá por segundos, en algún punto uno de los dos conseguirá más tiempo», reconocía el todavía líder, que buscó su «propio tempo» en el ataque con todo de Pogi y que, después de resistir y de remontarle, le sorprendió en la cima de Joux Plane. El danés firmó el mejor tiempo de la historia en la ascensión, según los datos de Strava. Lo completó en 33:51, más de un minuto más rápido que la marca que tenía en su poder Jack Haig.
En ese arreón final, Vingegaard le dio un golpe moral, pues el punch es territorio de Pogacar, y le arañó tres segundos (ocho para él, cinco para el esloveno de premio). Después, en meta, cedió dos (cuatro para uno y dos para otro, segundo y tercero). Y todo, al fin, se quedó en 10 segundos, tan parejos que asustan. Entre los precedentes a estas alturas de Tour, Cadel Evans y Fränk Schleck en 2008 (un segundo), Raphael Geminiani y Vito Favero en 1958 (tres), Rinaldo Nocentini y Alberto Contador en 2009 (seis)…
Aunque quizá algo pudo ser diferente el sábado. La polémica del día tuvo que ver con el segundo ataque de Pogacar, a 500 metros de la cumbre. Ahí, dos motos, en especial una con un fotógrafo de prensa, frenó su progresión y le hizo abortar, parar en seco y desesperar. «He tratado de atacar una última vez, con las últimas fuerzas que me quedaban, pero las motos no han podido quitarse. Ha sido como tirar un cartucho al agua. Es así, volveremos a intentarlo», se quejó el del UAE, rabioso al no coronar en cabeza, después incapaz también de atrapar a Carlos Rodríguez cuando el español les sorprendió en el descenso hacia Morzine.
En esas curvas salvajes el de Almuñécar tiró de sus recursos, de su formación en el BMX, sus acrobacias de niño en la bici de cross. «Me he centrado en seguir yendo deprisa, mi batalla no era con ellos. Me gusta bajar, se me da bien. El BMX lo he usado a mi favor, seguro que me ha ayudado», admitía sereno el español, aún incrédulo, todavía cauto, comiendo entre pregunta y pregunta para no trastocar la alimentación y sus tiempos: «No me obsesiona ser tercero». Carlos Rodríguez llegó a perder 1:08 con la pareja, pero fue capaz de alcanzarlos en solitario: «Se han empezado a mirar, no me lo esperaba». Con el tiempo arrebatado a Jai Hindley y las bonificaciones, es ya tercero con un segundo sobre el australiano. «Fui a hacer la mejor etapa posible, podio o no, no sé cuanto le habrá afectado la caída a Hindley, pero es algo que no me gusta. Si le he sacado tiempo porque estaba tocado no me gusta. Ojalá tengamos una buena lucha hasta París. Estoy muy contento y espero que siga así», contó. El último podio español en el Tour fue Alejandro Valverde en 2015.
Este domingo, otra durísima etapa alpina, otros cinco puertos y final en alto en Saint Gervais Mont-Blanc. Por un segundo. O quizá no.