La odisea contra las orcas del velero que resiste en la Copa del Rey

La odisea contra las orcas del velero que resiste en la Copa del Rey

«Haber llegado hasta aquí ya es para nosotros como ganar al menos media regata». Álvaro González Camacho revisa su velero de 37 pies desde el pantalán del Club Náutico de Palma, donde un calor sofocante incendia la mañana. Mientras habla, señala la contra botavara, una pieza que ayuda a ajustar el velamen. Aunque no se aprecia a simple vista, todavía está dañada tras el incidente. El incidente: el encontronazo que su embarcación tuvo con cuatro orcas mientras la tripulación trasladaba el velero por mar hasta Mallorca desde su base en Puerto Sherry, Cádiz.

“Ya estaba anocheciendo, eran en torno a las 21.30 horas; el viento soplaba con fuerza, a unos 28 nudos y había mucha ola, era una tarde complicada en el mar”, explica tras posar frente al Kapote III, el velero que las orcas atacaron cuando navegaba a tres millas de la costa malagueña de Estepona. De pronto, la tripulación sintió en popa un golpe seco, sordo, un impacto llegado como una burbuja desde las profundidades del Mediterráneo. El velero acusó el porrazo, cabeceó en su rumbo y quedó con poco gobierno. No a la deriva, pero con seria dificultad para mantenerse estable en su singladura.

Sus tripulantes, la mayoría veinteañeros, no sabían qué había sucedido. Hasta que las vieron emergiendo a unos metros: un grupo de cuatro orcas se alejaba sigiloso del barco tras haber dado el golpe. Sólo entonces fueron conscientes de que habían sufrido en su casco el misterioso fenómeno que lleva años atemorizando a navegantes del Estrecho y sumiendo en el desconcierto a la comunidad científica. Los ataques de orcas y su fijación con inutilizar el timón de veleros de mediano tamaño. En este caso, había una novedad, ya que el ataque se había producido en el Mediterráneo, una zona habitualmente inexplorada por los cetáceos.

El timón del velero roto por las orcasMUNDO

Los navegantes del Kapote III mantuvieron la calma. Llamaron a Salvamento Marítimo y el barco pudo llegar a puerto con sus marineros a salvos. Pero el daño era visible: dos terceras partes del timón habían quedado inutilizadas, con la fibra rasgada y abombada, partida en dos a causa del violento frentazo propinado por uno de los animales. Faltaban 10 días para el arranque de la Copa del Rey Mapfre de Vela, la competición para la que el Kapote III llevaba meses preparándose y a la que se dirigía por el Estrecho.

La regata mallorquina ha sido durante todo el año una de las grandes ilusiones de Álvaro y su primo, Ignacio Camacho, ambos armadores del barco, que por primera vez se habían inscrito en la competición. “No esperábamos que eso nos pasara tras haber cruzado ya las aguas del Estrecho de Gibraltar, pero no íbamos a rendirnos, no íbamos a renunciar, la Copa del Rey era nuestra aventura”, explica ahora con la satisfacción de haber salvado la odisea y haber logrado llegar a tiempo para regatear en Palma.

Amigos y ‘amateurs’

Estos dos primos gaditanos, junto con otro hermano de Álvaro, Javier, llevan toda la vida navegando, aunque no son profesionales. Son una tripulación de amigos, amateurs que confirman el carácter híbrido que caracteriza a la regata que se celebra en el Real Club Náutico de Palma, donde cada mes de agosto desde hace 41 años se cita la élite de la Vela.

Álvaro trabaja en el sector de la arquitectura, como project manager, y la vela es para él una vocación, una válvula de escape y una aventura con la que se cita contra viento y marea. O, como en esta ocasión, contra orca y marea. «A pesar de lo que nos ocurrió, en ningún momento dudamos de que intentaríamos hacer lo posible por llegar, costara lo que costara, no tiramos la toalla», añade.

Al volver a puerto gaditano tras el incidente, el panorama no era nada halagüeño. Los fines de semana los astilleros de la zona cierran, el reloj jugaba en contra. Los armadores del Kapote III recurrieron al ingeniero naval Pablo Torres, amigo, gran experto en el trabajo con la fibra. La Fundación Vela Clásica de España, con sede en el Puerto de Santa María, prestó sus instalaciones para poder realizar los trabajos de reparación. El domingo pintaron el nuevo timón reparado y retomaron el rumbo, pudiendo llegar a Palma justo a tiempo para los entrenamientos reglados.

Finalmente, el pasado lunes 31 de julio largaron amarras para competir en la categoría ORC 3, donde el barco ocupaba anteayer la decimocuarta posición, parte media baja de la tabla, integrada por 21 embarcaciones. El miércoles por la mañana, al atender a EL MUNDO, los tripulantes aparejaban el barco para afrontar la regata costera, una novedad en la competición de este año. «Con terminar y no romper más el barco ya estaríamos satisfechos, esta es una competición de gigantes», explica Álvaro, el patrón.

La odisea del Kapote III no ha sido una excepción. Otros dos de los 100 veleros que participan en la famosa regata mallorquina, el Corsario y el Tiro han sufrido ataques de orcas (o interacciones, como prefiere llamarles la comunidad científica, que no tiene una explicación clara de las causas) mientras se dirigían a la isla desde sus puertos base del Atlántico. Dos de los barcos accidentados son andaluces y uno portugués. Todos ellos han podido reparar a tiempo, y participan con resultados similares, de momento honrosos, en la parte media o baja de la clasificación, ninguno destacado, pero tampoco ninguno como farolillo rojo.

La Copa del Rey reúne estos días a más de 1.300 regatistas de 16 nacionalidades diferentes. El Rey Felipe VI ha alcanzado el ecuador de la regata en tercera posición a bordo de su Aifos 500 en su categoría, ORC1. La prueba finaliza este sábado.

kpd