No podían aguantarse en el banquillo. Álvaro Morata no quería mirar al campo. Se llevaba las manos a la cabeza, se abrazada con el utillero, lloraba, miraba a su familia… No había manera de contener la tensión mientras llegaba el pitido final. Entonces estalló todo. «Nadie daba un duro por nosotros y lo hemos logrado», decía Le Normand sin poder contener el llanto. «Dijimos desde el principio que éramos un equipazo y no nos creían», decía Nico Williams, que abrió el marcador para avanzar a España en sociedad con su bro Lamine Yamal, que se lo regaló.
El navarro fue el MVP de la final y el catalán el mejor joven del torneo. Olmo la Bota de Oro a pesar de haber rescatado ese remate bajo palos de Inglaterra. Ellos han hecho historia, pero también otros secundarios como Mikel Oyarzabal, a quien buscó Remiro tras el gol al filo del pitido final. Su compañero sabe lo que ha sufrido. «Han sido meses muy difíciles por la lesión, por todo lo que he pasado», explicaba entre lágrimas el donostiarra. Mientras, Gavi saltaba con Lamine y Williams, que se habían marcado otro bailecito. Ambos se han regalado una Eurocopa, la cuarta para España, por su cumpleaños.
Mientras buscaban las camisetas con el 4 de cuatricampeones a la espalda, Morata se preparaba para su momento. Salió del campo el minuto 67, después de vaciarse, como en cada partido, y Luis de la Fuente buscó la frescura de Oyarzabal. Otro acierto del seleccionador. Morata pudo haber jugado sus últimos minutos con la camiseta de España, pero el destino le iba a deparar el mejor premio: recoger la copa del campeón. También fue justo con Rodri, que fue proclamado mejor jugador del campeonato. España era campeona después de masticar el hueso inglés y reponerse de golpes futbolísticos y anímicos.
En una de las últimas jugadas del primer tiempo, Rodri buscó un despeje y arrolló a Laporte. Se temió por la rodilla del central, pero la lesión la sufrió el pivote. Se llevó las manos a los isquios de la pierna izquierda, advirtió a Unai Simón de que no iba a poder seguir y, cuando el colegiado señaló el descanso, encaró el túnel de vestuarios con lágrimas en los ojos y diciéndole a sus familiares que se había roto. Un contratiempo fue perder a la pieza que da equilibrio a España, perseguida por Foden todo el partido. Saltó Zubimendi y, antes de que lo ubicaran los ingleses en el campo, las dudas las solventó Nico Williams. Luego hubo que afrontar el zurdazo de Cole Palmer hasta que apareció la contra que remató Oyarzabal para batir a Pickford. Las lágrimas de Rodri lo decían todo.
El Rey y la Infanta, felices
Si en el césped se sufrió, en el palco también. Presidiendo el partido junto a Alexander Ceferin estuvieron Felipe VI, acompañado de la futbolera Infanta Sofía, y el Príncipe Guillermo, que acudió a Berlín con su hijo George. Las confidencias entre ambos acabaron en cuanto arrancó el partido. Mientras el monarca español ha visto a la selección campeona de Europa dos veces y campeona del Mundo, la Casa de Windsor se tiene que conformar con las imágenes en blanco y negro del Mundial de 1966, cuyo trofeo entregó la fallecida Reina Isabel en Wembley.
«Es un partido muy igualado, estamos dominando el juego, ahora tiene que haber ocasiones y que las aprovechen. Pero tengo fe», confesaba Felipe VI al descanso. Acertó y tanto él como la Infanta Sofía posaron con los campeones.
Estuvieron en el palco representadas las dos coronas, pero también los jefes de Gobierno. Pedro Sánchez, junto a la ministra Pilar Alegría, compartió un saludo con el recién estrenado Primer Ministro británico, el laborista Keir Starmer, y departió durante con el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. Pedro Rocha, como la presidenta de la Federación inglesa Debbie Hewitt, estuvieron en la primera fila, pero esta vez les tocó guardar un discreto segundo plano.
A los poderes fácticos se unieron también los futbolísticos, con muchos quilates. Estaban campeones de la Eurocopa 2008 y 2012, algunos también campeones del Mundo. Estaba Andrés Iniesta, David Villa y Xavi Hernández. Imposible de igualar la calidad en un palco donde los británicos más reconocibles eran Ashley Cole y el galés Gareth Bale. Al partidazo se apuntaron neutrales como Patrick Kluivert o Giorgio Chiellini, encargado de entregar la Copa Henri Delaunay.