La historia de Marcelo Lusardi, el skater ciego: “Patinar me hizo recuperar la ilusión por vivir”

La historia de Marcelo Lusardi, el skater ciego: "Patinar me hizo recuperar la ilusión por vivir"

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Perdió la visión a los 18 años y, pese a ello, volvió a subirse a la tabla. Hoy tiene un documental, sponsors y a Tony Hawk como seguidor.

Lusardi haciendo un truco en Santiago.JAVIER SAAVEDRA

«Empecé a perder visión del ojo derecho en junio de 2015, en las fiestas de San Juan veía una mancha. Me hicieron pruebas y no encontraban la razón hasta que en noviembre me afectó también al otro ojo, entonces me hicieron un análisis genético y salió que sufría neuropatía óptica de Leber. Es una enfermedad hereditaria, pero en mi familia no había casos. En abril de 2016 ya no veía nada. Acababa de cumplir 18 años y no hacía nada, no iba a clase, estaba destrozado. Sólo me animó el skate. De hecho, me esforcé a bajar a la calle, a utilizar el bastón, a salir con mis amigos porque quería volver a patinar».

Marcelo Lusardi tiene 25 años y es skater. Nacido en Argentina, pero emigrado de crío a Santiago de Compostela junto a su familia, vive de patinar como siempre soñó y, al mismo tiempo, como nunca soñó. «Cuando era niño el skate era mi vida. Todos mis amigos eran skaters, vestía ropa de skate, veía vídeos de skaters, jugaba a videojuegos de skate… Ahora es incluso más que eso. El skate me hizo renacer, me hizo recuperar la ilusión por vivir», confiesa quien se ha convertido en una celebridad en el mundillo. Con el sobrenombre de The blind skater tiene un documental propio en Youtube, más de 100.000 seguidores en Instagram -entre ellos, Tony Hawk, el mejor skater de la historia-, ha participado en varias exhibiciones y cuenta con el apoyo de marcas de las que vive. Entre su pensión por discapacidad y los anuncios no necesita otra cosa que el skate.

Pero… ¿Cómo lo hace?
Tengo la ventaja de haber visto y haber patinado con visión. Antes de quedarme ciego no era muy bueno, pero ya sabía andar encima del skate y hacer algunos trucos básicos. Eso me ayuda a entender qué pasa. Cuando me quedé ciego aprendí a andar y a patinar con bastón al mismo tiempo. Ahora me hago un mapa mental de todos los elementos que tengo por delante y con el bastón voy palpando. Aunque adaptarme fue un proceso lento.

De hecho Lusardi pensó que no volvería a patinar. Cuando empezó a perder la visión, a los 17 años, en la ONCE le enseñaron a utilizar el bastón, pero no sabía que podría compaginarlo con su pasión. «Al principio lo intentaba sin bastón, sin nada, y me daba mucho miedo. Recuerdo la primera vez que me tiré de una rampa, con todos mis amigos al lado. O la primera vez que salté un escalón. Un amigo me gritó ¡Ya! y yo lo hice, pero era muy impreciso, muy loco», recuerda sobre el proceso. Luego llegó la agudeza visual, cuando empezó a orientarse en el skate park a través del ruido de los coches o de los gritos de los niños, los trucos completados, el hábil manejo del bastón, las escaleras, las tarimas o los bordillos superados.

JAVIER SAAVEDRA

«Hasta que un día hice un truco que no había hecho cuando veía. Fue la hostia. Eso sí que no me lo imagina: patinar mejor siendo ciego», rememora Lusardi, el único patinador ciego de Europa o, al menos, el único que se conoce. «Aquí en España conocí a un surfero, un chico ciego, que tomó algunas clases de skate y compitió conmigo. La experiencia fue muy guay. En Estados Unidos sí hay varios, siete u ocho, e incluso están intentando hacer un tour juntos», comenta.

¿Le gustaría competir? El skate ahora es deporte olímpico y el paraskate puede ser paralímpico.
Me gustaría, claro, pero es difícil. Yo igualmente ya me siento realizado. Aprecio lo que hago, aprecio lo que la vida me ha puesto en el camino. Viajo con mis amigos, conozco sitios nuevos en los que patinar, y siento mucho cariño en las exhibiciones. Me he encontrado con gente que me dice que se ha emocionado, que ha llorado. Cuando hice el documental hubo un pequeño boom y ahora simplemente disfruto.

En los últimos tiempos, Lusardi ha ofrecido varias charlas en escuelas e institutos de Galicia en los que el mensaje está claro: los obstáculos están para saltados. «Los niños me dicen si no es peligroso patinar siendo ciego y les contesto que como mucho me llevo una rascada o un moratón. Me gusta si soy ejemplo de algo, aunque yo lo que les intento transmitir es que se tomen las cosas con calma y que así acaba saliendo hasta lo más difícil. Es cuestión de ganas», finaliza Lusardi antes de volver a subirse al skate que antes era su vida y ahora ya es «incluso más que eso».

kpd