Barcelona 3 Wolfsburgo 2
La centrocampista azulgrana Patri Guijarro, con dos goles en dos minutos, lidera una increíble remontada coronada por la sueca Rolfö
Para vivir hay que creer. Creyeron las futbolistas del Barcelona, entregadas a la revuelta porque ellas más que nadie saben que siempre habrá quien quiera negarlas. Quien quiera borrarlas. Y creyeron los 10.000 hinchas azulgrana que poblaron el Philips Stadion de Eindhoven, entregados a viajes en coche de más de 20 horas, con padres y madres llevando de la mano a niños y niñas. Familias que nunca podrán pagar entradas ni en el Camp Nou ni en el exilio de Montjuïc, y que sienten haber recuperado el orgullo de pertenencia del fútbol de siempre, el que ya no existe en el masculino. Porque ahí manda la industria, no la gente.
Conquistó el Barcelona la segunda Champions de su historia, tras el éxito de 2021 en Göteborg, porque tuvo las agallas y la calidad para levantar el 0-2 con el que el Wolfsburgo le había castigado en el primer tiempo. Patri Guijarro, el motor silencioso de este equipo, disfrutó del día de su vida marcando dos goles en dos minutos. En ambos episodios buscó El Dorado desde la segunda línea, dejando siempre atrás a Huth, y coronando lo creado desde la banda por Graham Hansen, desquiciante para sus rivales, y Aitana Bonmatí, determinante cuando debía. El 3-2 definitivo, bendita justicia poética, lo tomó Fridolina Rolfö, la misma jugadora que, aun en las filas del Wolfsburgo, hundió a las azulgrana en las semifinales de 2020, cuando el Barcelona comenzaba a comprender que Europa acabaría siendo suya.
Alexia Putellas, la doble Balón de Oro que se ha pasado nueve meses de baja, pudo jugar los minutos del tiempo añadido. El tormento vivido merecía el premio por parte de su entrenador, por mucho que el Wolfsburgo negara su rendición hasta el mismo ocaso. Las alemanas han perdido sus cuatro últimas finales de Champions.
Practicidad, orden y efectividad en las zonas calientes del campo. El fútbol, en ocasiones, puede ser mucho más sencillo de lo que parece. Jonatan Giráldez, técnico del Barcelona que estrenaba paternidad hace sólo ocho días, y con el bebé en la grada, retorció su alineación. Sorprendió que se quedara fuera del once titular la brasileña Geyse, más aun ante la ausencia por lesión de Oshoala. Fue Salma Paralluelo quien tuvo que ejercer de ariete, cuando su fútbol requiere de espacios y campo para que funcione.
A Tommy Stroot, director de orquesta del Wolfsburgo, parecía bastarle con una pequeña variación. Colocó a Popp, curtida en mil batallas, como referencia ofensiva; y sobre todo escoró a la banda a su estilete más afilado, la polaca Pajor, para que hiciera la vida imposible a la dolorida Bronze. Así, las subcampeonas de la Bundesliga femenina tenían suficiente en el primer acto para marcar dos goles en sus tres únicas aproximaciones.
Hace un año, en la final perdida en Turín, el Barcelona vio cómo el Olympique de Lyon le marcaba en el minuto seis. Esta vez el primer golpe llegó incluso antes. Bronze, que no jugaba un partido desde que fue sometida a un artroscopia en la rodilla derecha el pasado 26 de abril y que asomó en el partido con un vendaje en el muslo, se entretuvo en la conducción. Pajor se fue hacia ella con la velocidad y la contundencia del matamoscas. Le quitó la pelota y no quiso esperar más. Soltó un derechazo desde la frontal que dobló la manopla de la portera Paños.
Entre Pajor y Popp, que acababa de derribar a Mapi León en el inicio de la transición, tramaron el 0-2 coronado por la capitana de la selección alemana. Pero el Barcelona, esta vez, no iba a dejarse llevar con todo el segundo tiempo por delante.
Giráldez insistió con su plan, convencido de que las también campeonas de Liga y de la Supercopa de España reaccionarían pese a la tela de araña tendida por Oberdorf, con cepos en sus botas. Las soluciones debían pasar por lo que se generara en las bandas, con la orilla derecha de Graham Hansen como paraíso a explorar. La noruega bailó con la mirada de quien ríe por dentro, nunca por fuera. Guijarro mostró a sus compañeras el significado de la épica. Y Rolfö, tras un enredo de las centrales del que puso sacar rédito Mariona, atrapó el gol que zanjaba la revolución.
Alexia salió disparada desde el banquillo. Fue la primera que corrió a abrazar a Rolfö. La imagen fue poética.