El suelo del monoplaza del español cambia para la carrera en Canadá. El propietario, Lawrence Stroll, precisamente canadiense, muestra su optimismo: “El plan es que nuestros dos coches suban al podio”
Fernando Alonso, en rueda de prensa, este jueves.ANDRE PICHETTEEFE
“En Canadá les machacamos”, proclamó Fernando Alonso después de la decepción por su séptimo puesto en Montmeló. “El plan es que en Canadá nuestros dos coches suban al podio”, deseó Lawrence Stroll, el propietario de Aston Martin, en la misma línea. ¿
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"He dormido un poquito, sí. Por la noche hice todo lo que no había hecho durante el torneo. Solté el pie del acelerador: comí lo que no estaba comiendo, brindé con un poco de champán... pero luego me fui temprano a dormir porque ya estaba cansado", relataba Carlos Alcaraz a mediodía, en un encuentro con los enviados especiales en París el día después de ganar su primer Roland Garros.
Desde el último punto ante Alexander Zverev hasta su vuelo de regreso a casa, el ya tres veces campeón de Grand Slam sólo tuvo un ratito de descanso: por la mañana, antes de hacerse las fotos con el trofeo en las gradas de la Philippe Chatrier, le dejaron media hora que aprovechó para mirar el móvil y contestar alguno de los centenares de mensajes de enhorabuena que había recibido. Todo lo demás fue ir de aquí para allá.
Por la noche, en una sala de su hotel en París, el Villa Marquis, estaban su equipo, sus padres, todos los que trabajan con él en la Academia Ferrero Equelite, sus tíos y primos, sus amigos de El Palmar y hasta famosos como el actor Miguel Ángel Silvestre y, como ocurre en una boda, Alcaraz estuvo charlando con unos y otros sin tiempo para nada. Pronto le pudo el cansancio. El resto siguieron hasta las tres de la madrugada.
Si tuviera que escoger tres recuerdos de su victoria, ¿Con cuáles se quedaría?
(Piensa) El primero, sin duda, sería la preparación antes del partido. Una hora antes de saltar a la pista estaba con todo el equipo en la sala de fisio, preparándome con los vendajes y haciendo bromas, soltando la tensión. El segundo recuerdo sería la celebración con mi gente, cuando subí al palco desde la pista. Y el tercero después, cuando ya fuimos a cenar y estaba todo el mundo celebrando la victoria.
Cuando subió al palco lloraba toda su familia, pero usted contuvo las lágrimas. ¿En algún momento lloró de alegría?
No lloro mucho, la verdad. La última vez que lloré fue por el tema de la lesión, cuando tuve que perderme torneos que me hacían mucha ilusión. Soy más de llorar de frustración que de felicidad.
¿Hasta qué punto le angustió la lesión en el antebrazo derecho durante Roland Garros?
Más que angustia era incertidumbre. En el Mutua Madrid Open sentí dolor muy pronto y eso que los partidos eran al mejor de tres sets. Cuando llegué aquí a París no sabía cómo iba a reaccionar mi brazo. De hecho me preocupaba pensar que a lo mejor no me iba a recuperar al 100% porque yo imprimo mucha velocidad, hago mucha fuerza en cada golpeo. Pero conforme iba pasando rondas me iba sintiendo mejor, sin dolor. En semifinales, ante Jannik [Sinner], ya decidí que era el momento de dejar de cohibirme. Si me tenía que romper o tenía que sentir dolor, era el momento. Por suerte todo fue muy bien.
¿Se compara con Nadal, Federer o Djokovic cuando tenían 21 años como tiene ahora usted?
No lo sé, he visto vídeos de ellos entonces, unos highlights, pero no puedo compararme. Al final, como siempre he dicho, no importa lo que haya conseguido hasta ahora si me estanco. Quiero seguir creciendo y llegar a donde han llegado Djokovic, Rafa y Federer. Los buenos, los mejores, son los que siguen mejorando y mejorando hasta que tienen 36, 37 o 38 años.
Alcaraz tras su victoria en Roland Garros.DIMITAR DILKOFFAFP
¿Se ve jugando a los 38 años?
Sí, sí, ¿Por qué no?
El año pasado reconoció un bajón emocional después de ganar en Wimbledon, le costó el final de temporada. ¿Cómo va a gestionar este éxito?
Ahora sé que hay que saber disfrutar de estos momentos, dejarse llevar después de todo el trabajo que exige conseguir algo así. Aún me estoy conociendo, estoy aprendiendo qué necesito en cada momento, cómo hacerlo... Tengo que compaginar el sufrimiento del deporte con la libertad para sentirme un chaval normal, no un tenista. Si no despejo la mente no puedo volver a la pista al 100%.
Hasta ahora, a los 21 años, todo han sido éxitos, todo ha salido bien. ¿Hay algo malo en su vida?
Tampoco mi vida es un camino de rosas ni en el tema profesional ni en el tema personal. Siempre tienes que lidiar con cositas que van pasando. Pero yo me considero una persona muy feliz. De momento, es verdad que no tengo grandes preocupaciones fuera del tenis y eso ayuda. No sabría decir qué hay malo en mi vida.
¿Cuáles son sus planes ahora? ¿Preferiría ganar en Wimbledon o los Juegos Olímpicos?
Si todo va bien, si no hay problemas, competiré en Queen's, en Wimbledon y en los Juegos Olímpicos. En hierba, con bolas duras, puede ser un poco complicado, recuerdo que en 2022 tuve problemas en el codo, pero ése será mi calendario. Y si tengo que escoger, escogería ganar en los Juegos Olímpicos. Porque son cada cuatro años y porque es un torneo en el que no juegas por ti, juegas por tu país y eso me hace mucha ilusión.
Vendrán otros tiempos, las vidas se vivirán de otra manera y quedará el recuerdo del ser humano que fue Dios en la tierra, en la tierra batida. Cada día se hace historia en el deporte y hay mucho de hipérbole, más de tópico, pero aparece Rafa Nadal en la Philippe Chatrier y pensar en el futuro es inevitable. ¿Su figura se difuminará cuando pasen las décadas? Parece imposible. En el 20 aniversario de su debut, este domingo, Roland Garros, uno de los cuatro torneos más importantes del planeta, se rindió a los pies del tenista que lo dominó hasta en 14 ocasiones.
Desde la presentación del 'speaker' Marc Maury hasta su salida con su hijo Rafa Jr. a hombros, hubo 48 minutos de honores al español allí donde fue cuestionado durante un tiempo, odiado alguna vez y querido finalmente, amado hasta las trancas. Como ya demostró el año pasado en su último partido, el público francés ha acabado abrazando a Nadal como si fuera propio porque al fin y al cabo es propio; la leyenda que se construyó sobre su arcilla.
Primero, discurso; después sorpresas
El acto empezó con una ovación, como no podía ser otra manera. Los aficionados presentes se vistieron con camisetas marrón tierra batida que había repartido la organización por las gradas -con el emblema ‘Merci, Rafa’ en la pechera- y todos se pusieron en pie para aplaudir durante más de cinco minutos la entrada de Nadal a la pista. Entonces cayeron sus primeras lágrimas, pero habría más.
En un largo discurso, el ex tenista agradeció su apoyo a la afición -en francés-, sus amigos, a sus patrocinadores y a su familia con momentos realmente curioso. Hubo mención especial para su tío Toni, hubo broma a sus primos -"a vosotros no os agradezco nada", se perdió la página con el discurso dirigido a su mujer Mery -"no pasa nada, no necesito la página"- y hubo un sentido recuerdo a sus abuelos fallecidos. En todas las paradas Nadal estuvo a borde del llanto, pero aguantó hasta el cierre. "Me habéis hecho sentir como si fuera francés. Aquí dejó mi corazón y mi alma", finalizó en francés dirigéndose al público, nuevamente conmovido.
Después llegaron las sorpresas de la organización. Primero aparecieron los recogepelotas para aplaudirle, luego todos los responsables del torneos con la misma misión y las gradas se vinieron abajo con el anuncio de sus rivales. Todos los presentes sabían que aparecerían Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray -incluido el propio Nadal-, pero igualmente fue un instante precioso. Después de tanto, después de todo, los cuatro ahí, en la pista, trajeados, repartiéndose abrazos y bromas. "Hemos demostrado que podemos ser amigos pese a ser rivales", proclamó Nadal, que al final recibió un trofeo único y un último honor: una placa con su pisada quedará para siempre en la Philippe Chatrier. En el cierre, el homenajeado dio una última vuelta de honor y se marchó con su hijo en brazos.
La presencia de Gasol o Alcaraz
¿Fue el mejor homenaje posible ? Dirá cada uno. Fue emocionante, fue bonito y fue "sencillo", como él mismo había reclamado a la organización. Desde que le propusieron el acto el pasado diciembre en una visita a su casa en Mallorca, el español había pedido poca fanfarria y apenas hubo. Con toda su familia presente, Nadal sintió el amor de la afición francesa, de familiares, de amigos como Pau Gasol y Carlos Alcaraz y hasta del cielo, que quiso brillar después de horas de lluvia.
París, no hay que olvidarlo, no lo hizo Nadal en su discurso, ya hizo le hizo el mejor homenaje posible concediéndole el último relevo de la antorcha en sus Juegos Olímpicos. Sólo faltaba el tributo de la Philippe Chatrier y fue como tenía que ser. Vendrán otros tiempos, las vidas se vivirán de otra manera y quedará para siempre la historia de Rafa Nadal en Roland Garros, Historia en mayúsculas.
Del mar a la montaña. Hace unos años una pequeña marca deportiva vasca, Ternua, le pidió a tres cofradías de su zona, las de Bermeo, Getaria y Hondarribia, que les guardaran las redes de pesca rotas o desgastadas y en unos meses se encontraron en sus instalaciones con 12 toneladas de malla para tirar, inservible, hecha polvo. Era más de lo que esperaban, pero era mejor que sobrara. Pese al enorme volumen recibido, siguieron con su proyecto y, después de reciclar las redes y de convertirlas en hilo, presentaron su innovación: 50.000 pantalones de esquí -entre ellos los de competición de varias federaciones- hechos con material de pesca. Del mar a la montaña. Luego harían lo mismo con cáscaras de nueces o huesos de aceituna, con posos de café o con sábanas de hoteles desgastadas.
«Desde nuestro nacimiento en 1994 siempre hemos querido hacer ropa deportiva que significa algo y ahora creemos que todo el sector va hacia ahí, es el futuro porque tiene que ser el futuro», comenta Eduardo Uribesalgo, director de innovación de Ternua. Su propuesta es modesta, producción contenida, muy local, pero, en realidad, está en la línea de lo que vendrá. La ropa deportiva del futuro estará hecha de materiales que ahora ni imaginamos, durará más y será circular.
Adiós al petróleo
Las multinacionales, como Nike y Adidas, ya tienen ropa y zapatillas hechas con botellas (Flyknit) o residuos de los océanos (Parley), pero ese reciclaje cada vez es más controvertido -al fin y al cabo, es plástico-, y, además, avanzan propuestas mucho más rompedoras en ese sentido. Según un estudio de la Fundación Changing Markets el 69% de las fibras que se utilizan en el deporte todavía proceden del petróleo, como el poliéster o el nylon, y el objetivo de varias empresas es disminuir ese porcentaje drásticamente. La biotecnología ya ha creado poliéster a partir de la yuca, la caña de azúcar o el maíz, muy parecido al actual; la goma EVA, presente en muchísimas zapatillas, se podría sustituir por Bloom, hecha por algas, que ya usan Puma o Merrell; el neopreno petrolífero tiende a ser sustituido por el Yulex, hecho de planta de yute -Decathlon ya tiene un modelo 100% Yulex-; y así múltiples innovaciones.
Hay postureo, el llamado greenwashing, pero también cierta presión legislativa -nuevas directrices europeas e iniciativas como la francesa Ecoscore-, y sobre todo más conciencia de los deportistas aficionados que, al final, son los que compran. Según una encuesta de la competición de vela SailGP realizada entre sus aficionados en Estados Unidos, Reino Unido y Suiza «el 72% de la población no quiere hacer deporte con ropa hecha con combustibles fósiles», pero en las tiendas se encuentran varios obstáculos. Uno es la variedad, otro es el rendimiento, pues aún es imposible encontrar zapatillas rápidas y verdes, pero el principal es el precio.
«Tarde o temprano va a llegar: un atleta ganará un maratón con unas zapatillas reciclables. Pero mientras tanto es un camino lleno de retos. Especialmente hacer llegar al público todos esos materiales. Varias marcas han hecho camisetas con fibras muy sugerentes, de algas o fibra de coco, pero costaban 80 o 100 euros. Hasta que los procesos no sean más baratos no se podrá generalizar su uso», expone Juan González, probador de varias marcas y responsable del podcast sobre material El laboratorio de Juan.
Imagen de un forro Polartec.
«El coste se reducirá a medida que más marcas se comprometan con la verdadera circularidad», asevera Ramesh Kesh, vicepresidente de Milliken & Company y responsable de Polartec, marca líder en forros polares y por lo tanto con la dependencia del petróleo como reto. "Como industria, es hora de que abordemos algunas de las causas más profundas en lugar de poner tiritas a otros temas que tienen poco impacto a largo plazo", añade en el final del proceso para que toda su colección sea de poliéster reciclado, sea circular.
«El precio es un desafío, eso está claro. Pero hay que darles a estos materiales el valor que tienen», subraya por su parte Joel Gómez, manager en España de la marca italiana Uyn, que está marcando el camino. Con mucha implantación en el esquí -su embajadores es el estadounidense Bode Miller, campeón olímpico-, toda su ropa está hecha de fibras nuevas procedentes del maíz, del ricino o del eucalipto, tienen una lana vegetal...
«Es actual porque lo pide el público y futurista a la vez, hay mucha investigación detrás y no siempre sale cómo deseamos. Pero esa esencia bio se acabará imponiendo», añade Gómez, que sabe que en la vanguardia hay riesgo.
¿Unas zapatillas para toda la vida?
En los últimos años, por ejemplo, varias marcas, como Salomon, han presentado zapatillas 100% reciclables, pero su éxito ha sido limitado. Quizá el camino sea otro, utilizar un un material más resistente como el grafeno como hace Inov, o directamente crear unas zapatillas desmontables. En ello está embarcado actualmente Kilian Jornet. Su marca, Nnormal, triunfó en el mercado de la montaña con sus modelos duraderos, pero ahora quiere más. En los últimos meses está trabajando en unas zapatillas modulares, las Kboix, que ya han recibido un premio ISPO, por lo que proponen: que sirvan para todo, que duren toda la vida.
La idea es que la mediasuela, es decir, el bloque de goma que hay entre la suela y la cubierta, pueda irse cambiando cuando se desgaste o cuando se necesiten otras prestaciones. Para salir a correr tranquilamente, se monta una zapatilla, para competir a toda prisa, una distinta, y para abordar una montaña muy técnica, otra distinta. «Queremos evitar el sobreconsumo y creemos que esta zapatilla puede ser útil para ello. Está diseñada para ser extremadamente duradera y ser reparada cuando se acabe la vida útil de sus partes», apunta Birte Fahrbach, jefa de producto de Nnormal, que no niega las dificultades: «El desafío es unir las partes del calzado y conseguir una buena estabilidad. No puede compararse con el proceso de producción habitual de unas zapatillas».
Algún día el calzado durará siempre, algún día la ropa estará hecha de plantas o de algas: la ropa deportiva del futuro ya está aquí.