Josué Canales, nuevo fenómeno del mediofondo español: “De niño no tenía un hogar, saltaba de una casa a la otra”

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Josué Canales se planta ante el fotógrafo y hace con los dedos un gesto guapo como el que popularizó Lamine Yamal. En su caso, no es un 304, nada tiene que ver con el barrio de Rocafonda. El flexeo, como dice a sus 23 años, marca un 313, que es su número de habitación en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat. Nacido en Distrito Central, en Honduras, pero criado en Girona desde los tres años, hoy vive entre pistas de atletismo, pabellones, gimnasios y piscinas olímpicas y lo aprecia como nadie. Tiene un hogar; hace poco no lo tenía.

Antes del Campeonato de España indoor que se celebrará este fin de semana en el pabellón de Gallur, en Madrid, el nuevo plusmarquista español de los 800 metros en pista cubierta, el fenómeno de esta temporada, charla con EL MUNDO a unos metros de esa habitación 313.

¿De niño se imaginaba en un lugar como este?
No sabía ni que existía esto. Soy del barrio de Santa Eugenia, en Girona, al lado de Salt. De pequeño no hacía nada, jugaba al fútbol en la plaza. No sabía nada de atletismo. Un amigo mío empezó a correr, me dijo que le acompañara al cros escolar de Salt y, como no sabía ni que existían las categorías, salí con los mayores. Me reventaron. Fue un desastre. Pero como no tenía nada mejor que hacer por las tardes también empecé a correr junto a ese amigo en un grupo de runners. Luego, al año siguiente, entré en un club, el GEiEG, y ahí ya me enseñaron qué es el atletismo.
¿Nadie en su familia corría?
No que yo sepa. Mi familia no era el prototipo de familia. Mis padres me tuvieron cuando eran muy jóvenes, se separaron y la cosa se fue un poco de madre. Yo no tenía una habitación, no tenía un sitio que pudiera llamar hogar, saltaba de casa de mi madre a casa de mi padre, de mi tía… Era un adolescente sin control, nadie me guiaba; si no iba al instituto a nadie le importaba. Tampoco era un drama, en mi entorno era lo normal. Ahora lo veo así porque he conocido otras realidades. Si no fuera por el atletismo vete a saber dónde estaría.
¿Qué importancia tuvo su abuela Nana en ese cambio de vida?
Mucha. Ella tenía su vida tranquila en Honduras, pero vino a vivir a España para ayudarme. Cuando yo ya corría, mi abuela me dio una casa, un sitio seguro, un lugar en el que dormir más de un día. Ahora ha vuelto a Honduras y le agradezco que se sacrificase para sacarme adelante.

David Ramirez / Araba PressAraba

En Girona desde los tres años, ¿Por qué compitió por Honduras?
Porque no sabía nada. Podía haber conseguido la nacionalidad española mucho antes, pero mis padres se durmieron con los trámites y todo se retrasó. Cuando empecé a ganar carreras todavía no podía competir como español y me ofrecieron viajar con Honduras. Soy un chaval de barrio. Me dijeron: ‘¿Quieres ir al Mundial sub-18 de Kenia?’ Y fui encantado.
El transfer de la Federación Internacional para competir como español le llegó in extremis antes de los Juegos Olímpicos de París 2024.
Fue de película. Hice la mínima olímpica, pero quedaba una semana para el Campeonato de España, que era donde se decidían las plazas, y todavía no tenía el transfer. Pasaban los días y nada. No salía. Ya había dado por hecho que no podía ir a los Juegos, pero lo recibí un día antes del Campeonato. Fue muy épico. Acabé segundo por detrás de Mohamed Attaoui y fui a los Juegos Olímpicos. Fue una pasada, aunque allí estuve perdido como un pez fuera del agua.
Con Attaoui forman la nueva generación del mediofondo español.
Somos muy amigos, tenemos mucha confianza. Sé que somos rivales en los Campeonatos de España, pero me puedo mostrar vulnerable con él, le puedo confesar que estoy entrenando fatal o que vengo como una meto. Lo conocí en una concentración en Sevilla y desde entonces siempre me ha ayudado.
En enero batió el récord de España indoor de los 800 metros, que era de Mariano García. ¿Ahora nota que tiene más ojos encima?
Hay más gente que me conoce, pero no me ha cambiado la vida. Me cambió mucho más conseguir la beca para el CAR, que entré pesando 56 kilos y en una temporada gané ocho porque empecé a comer bien, a ir al gimnasio… Ahora, ya aquí, con esta tranquilidad, sin limitaciones económicas, sólo pienso en dejármelo todo en la pista. Soy ambicioso. No doy por hecho que vaya a ganar, pero voy a entrenar como el que más.

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