Hace dos años, a principios de 2023, fue señalado por el dedo divino de Roger Federer. On, la marca deportiva que el suizo apadrina desde sus inicios, decidió abrirse al tenis, crear una línea, empezar a patrocinar a jugadores y escogió sólo a tres. La polaca Iga Swiatek, actual número dos del ranking WTA; el estadounidense Ben Shelton, ya entonces en el Top 20 del ranking mundial; y un adolescente brasileño desconocido llamado Joao Fonseca. Aún no había ganado nada, acababa de debutar en ATP con una derrota en el ATP 500 de Río de Janeiro, pero ya le ofrecieron un contrato multianual que incluía, por ejemplo, el sueldo de un fisioterapeuta personal para que viajara con él a los torneos. Ahora Fonseca es a sus 18 años el nuevo fenómeno del tenis mundial.
Este jueves cayó en segunda ronda del Open de Australia ante Lorenzo Sonego en un partidazo a cinco sets, por 6-7(6), 6-3, 6-1, 3-6 y 6-3, pero su juego -con victoria en primera ronda ante Andrei Rublev en tres sets- evidenció que pronto peleará por los títulos en los mejores torneos. De hecho, él mismo admitió tras la derrota que le había podido la presión: «La gente está hablando sobre mí y estaba más nervioso. Me ha faltado experiencia».
Detrás de Sinner y Alcaraz
Fonseca es lo que el tenis espera del futuro. En un mundo sin el Big Three, retirados ya Federer y Rafa Nadal y a la espera de Novak Djokovic, sólo Carlos Alcaraz y Jannik Sinner han mostrado el atractivo que exige el público y detrás de ellos faltan nombres. Si la época anterior contó con Andy Murray, Stan Wawrinka, Juan Martín del Potro e incluso David Ferrer o Tomas Berdych, ¿Ahora quién? Hoy están Alexander Zverev o Taylor Fritz, pero ninguno despierta la ilusión de Fonseca.
«Va a estar ahí. Sólo es el principio de año, pero vamos a poner su nombre en la lista de los mejores del mundo muy pronto. Su victoria ante Rublev es impresionante. Debemos tener cuidado con él», analizó el propio Alcaraz, para quien el peligro de Fonseca es doble. Porque el juego del brasileño recuerda al de Sinner. Más bajo, pero más fuerte, el brasileño saca con potencia y pega especialmente plano, con una violencia que sólo se entiende al observar el extenso movimiento de su derecha. Ante Rublev firmó el golpe ganador más rápido de todo el Open de Australia, a 181 kilómetros/hora.
Familia rica, ascenso lento
Nacido y criado en Río de Janeiro, empezó a jugar al tenis en el Country Club, el club más exclusivo de la ciudad, en el que ya entrenaba por ocio su padre, Christiano Fonseca, fundador de IP Capital Partners, el primer gestor de fondos independiente de Brasil. Desde pequeño Fonseca destacó en todo, en fútbol, en judo, en jiu jitsu y hasta recibía clases de yoga, pero a los 12 años se decantó por el tenis después de recibir la invitación de la academia de Guilherme Teixeira, su actual entrenador. No fue una estrella precoz, nada se sabía de él a nivel internacional -de hecho, no estuvo en el Petits As, el Mundial sub-14 oficioso-, pero en 2023 apareció deslumbrante.
Después de firmar con On, ganó el US Open junior de aquel año, se colocó como número uno del mundo junior, rechazó una oferta de la Universidad de Virginia y saltó al profesionalismo. El año pasado ganó las Next Generation ATP Finals a Arthur Fils, Alex Michelsen o Jakub Mensik, jóvenes que ya están en el Top 50 de la lista mundial, y se confirmó como la gran promesa de su generación. Tras su éxito en el Open de Australia y de su ‘boom’ mediático, que le ha llevado a contratar la misma responsable de comunicación que ya tuvo Gustavo Kuerten, el último gran tenista brasileño, en los próximos meses Fonseca debe evolucionar para llegar a donde quiere llegar. «Quiero vivir jugando contra los Top 50. Tengo ganas de entrar entre los 100 mejores [lo hará el próximo lunes], de ganarme mi sitio, de seguir trabajando para mejorar. Mi sueño es ser número del mundo», finalizaba Fonseca. El dedo divino de Roger Federer tenía razón.