Mundial de atletismo
Detrás de Josh Kerr, el noruego vuelve a acabar segundo en un Mundial, el único éxito que se le resiste, mientras García Romo acaba sexto
Los pies clavados en la tierra cuando era el momento de volar. ¿Qué podría haber sido? España llegó al Mundial de Budapest en su mejor momento de 20 años en los 1.500 metros y se marcha de vacío, con un único finalista, además, Mario García Romo, que este miércoles terminó sexto. Las medallas, lejos. La oportunidad, perdida. Otra vez resbaló Jakob Ingebrigtsen, rey de la distancia, y otra vez no hubo un español para aprovecharlo: fue un británico de nuevo, el año pasado Jake Wightman, ahora Josh Kerr, nuevo campeón. Nada que ver con las perspectivas que tenía hace unos meses el trío español; el cielo entonces parecía abierto.
Entonces era Mo Katir el que discutía las victorias de Ingebrigtsen por todo el mundo y fluía y disfrutaba y se convertía en una estrella. Entonces Adel Mechaal peleaba en esas mismas citas, ya veterano, ya crepuscular, pero capaz de vencer al propio Katir en el Campeonato de España. Y entonces García Romo crecía desde su vida monacal en Estados Unidos, concentrado en Colorado, en el mejor grupo de entrenamientos del mundo. Los tres podían haber subido al podio en la prueba fetiche del atletismo español. Como hicieron José Luis González, Fermín Cacho y Reyes Estévez antaño, como hizo Katir el año pasado con su bronce en el Mundial de Eugene. Pero no pudo ser.
Al final sólo cumplió uno, García Romo, aunque tampoco se marchó satisfecho del todo. Tan analítico, tan aplicado -estos días lee el libro ‘Sub 4.00. Alan Webb and the Quest for the Fastest’ de Chris Lear para saber más sobre su distancia- , quiso estudiar cada uno de los movimientos de sus rivales y cuando se dio cuenta sonaba la campana de la vuelta definitiva y estaba último. En la contrarrecta empezó a remontar, pero ya era tarde. Más allá de la lucha entre Kerr e Ingebrigtsen, el noruego Narve Gilje Nordas -entrenado por el padre de Ingebrigtsen- tenía la misma fuerza que el español, las mismas piernas, el mismo corazón, y se colgó el bronce. El ritmo fue alto, altísimo (3:30 hizo el español), pero nada que no hubiera corrido antes.
“Me hubiera encantado estar adelante, pero no ha sido posible. Aunque no haya conseguido una medalla, estoy seguro que en unos años va a caer”, analizaba el mediofondista, incapaz de esconderse en excusas. Ya licenciado en Biotecnología, asentado en Estados Unidos, su progresión es diáfana: poco tiene que cambiar para hacer historia en los Juegos Olímpicos de París 2024. Al contrario que Katir y Mechaal. Los dos decepcionaron en semifinales y ninguno supo leer los motivos. Katir, que ambiciona el oro de Ingebritgsen, directamente esquivó a la prensa, enfurruñado, y Mechaal se excusó en la competencia con el propio Katir, que marca los entrenamientos de ambos en el Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada y les hace machacarse cuando no toca. “Si Katir y yo no estamos en la final es por la rivalidad que tenemos entre nosotros, paramos antes para el Campeonato de España”, comentó.
La decepción de los 1.500 metros puede marcar el Mundial de la selección sobre el tartán, pues las mejores bazas estaban en la distancia. Más allá de la marcha, donde este jueves en los 35 kilómetros (07.00 horas, Teledeporte y Eurosport) puede haber más medallas, sólo se advierten dos posibilidades de éxito en el National Athletics Center de Budapest, ambas también a la carrera. Desde este jueves en las series (19.00 horas), Katir buscará resarcirse en los 5.000 metros, distancia ideal para él, menos explosiva, mientras Adri Ben, Saúl Ordóñez y Mohamed Attaoui intentarán meterse en la final (20.50) de los 800 metros, también este miércoles. Sólo ellos pueden hacer que España vuele después de quedarse con los pies clavados en la tierra.