Gukesh Dommaraju y Ding Liren han sido apaleados desde antes incluso de llegar a Singapur. Kasparov despreció su nivel, dijo que no consideraba que fuera un campeonato del mundo y que el último campeón legítimo había sido Magnus Carlsen. Con el juego empezado, otro excampeón ruso, Vladimir Kramnik, aseguró que la calidad del duelo era una broma. Sin quejarse de nada ni de nadie, el campeón chino y el aspirante indio siguieron a lo suyo. Empezaron de forma espectacular y luego no lograron superarse el uno al otro, pero en las dos partidas anteriores nos regalaron dos tablas espectaculares, dejándose la piel y arriesgando en varios momentos más allá de lo razonable. Entonces, los censuraron por cometer errores, como siempre ocurre cuando los jugadores se exponen para ganar.
Es improbable que este viernes se pusieran de acuerdo, pero la novena partida pareció la escenificación de una huelga a la japonesa. El juego fue largo, perfecto hasta la obsesión (99,2% de precisión frente a 99,3%) y, como consecuencia de todo ello, muy aburrido en su segunda mitad. Para el aficionado, supuso un bajón tan grande como la selección española de fútbol cuando se contentaba con encadenar mil pases sin disparar a puerta.
En definitiva, la igualdad sigue agarrada como una lapa al marcador, 4,5 a 4,5. A falta de cinco partidas, Ding tendrá la ventaja de jugar tres de ellas con blancas, aunque Gukesh dijo hoy en la rueda de prensa que los colores no están siendo un factor importante en este Campeonato del Mundo. Al menos según los datos, eso también es verdad, pero salvo en una ocasión, con negras le ha hecho muy poco daño a su rival.
La catalana, apertura centenaria
En huelga o no, los dos contendientes destacaron el nivel de perfección que habían logrado. Como siempre, el campeón se peleó también contra su reloj, pero esta vez ni siquiera tuvo que correr después. Gukesh volvió a conseguir una ventaja mínima después de plantear la apertura catalana, pero luego omitió una idea de su oponente y las inevitables tablas empezaron a divisarse con 30 jugadas de antelación. Sin la regla impuesta en este Mundial de que los jugadores no pueden ofrecer el empate antes del movimiento número 40, la lucha habría acabado allí mismo. En su demostración a la japonesa, Gukesh y Ding siguieron moviendo madera más allá de lo exigido, hasta el movimiento 54, cuando los reyes se quedaron solos en el tablero. Tablas por extinción.
La catalana, por cierto, no es tan antigua como la española, pero tiene casi un siglo. En realidad, ya se había practicado antes en alguna ocasión, pero fue bautizada así en 1929 a partir de un encargo de la organización de la Exposición Universal de Barcelona. Sus responsables querían rendir homenaje al ajedrez catalán y le pidieron una apertura nueva a Savielly Tartakover, algo así como el Oscar Wilde del ajedrez, porque se le atribuyen casi todas las citas sobre el juego.
Nacido en Rusia, Tartakover tiene una biografía fascinante. Fue ciudadano polaco y más tarde francés. Nunca ganó el título mundial, pero su influencia en el juego fue destacada. Además de algunas frases que no son suyas, se apropió también de este planteamiento flexible, que mantiene su vigencia casi un siglo después pese al examen feroz de la inteligencia artificial.
Nada más terminar, a los jugadores les preguntaron un día más por el advenimiento de las partidas de desempate, si son incapaces de romper el equilibrio antes. Gukesh afirmó que han vivido algunas partidas muy interesantes y que espera que les queden varias más. Él y Ding Liren también hablaron de cómo sus respectivos equipos los mantienen con el ánimo elevado. Como chanza del día, se enfrentaron a una especie de prueba: “Si hubiérais podido mirar por un momento el ordenador para ver cuál era la evaluación que hacía de la posición, ¿qué momento habrías elegido para consultar?”. El indio se ganó los aplausos: “Yo no querría hacer trampas en ningún momento”. El chino se quedó con las risas: “Hoy no he tenido ninguna oportunidad de ganar, así que me guardaría la opción para el futuro”.
Mañana habrá jornada de descanso, así que tendrán la oportunidad de repasar sus armas y revisar la estrategia para lo que queda de Mundial. En caso de empate a 7 final, el título se decidiría en partidas rápidas, más azarosas, en las que paradójicamente Ding Liren se puede sentir más fuerte. Los apuros de tiempo son su talón de Aquiles en el ajedrez clásico, pero si lo obligan a mover rápido desde el principio, tiene más Elo y, por tanto, mayor nivel que el aspirante, al menos en teoría. Los dos son muy duros de doblegar.