En otro paseo triunfal de Verstappen, la resurrección de Hamilton y Russell sorprende al español de Ferrari, que acaba quinto. Alonso sólo puede ser séptimo.
Del delirio se pasó al chasco. Una década llevaba la afición española esperando un Mundial así, con Fernando Alonso y Carlos Sainz como aspirantes al podio, y el carnaval se acabó justo cuando pasó por casa. Era un mal momento, habrá otros. Hubo cientos de fans que aparecieron ilusionadísimos en el circuito de Montmeló siete horas de que empezara la carrera y que ya se estaban marchando, tristes, con ganas de más, cuando Alonso cruzaba la meta.
Los adelantamientos finales del líder de Aston Martin para finalizar sexto sirvieron como consuelo, eso sí, un consuelo rara. Alonso contra Esteban Ocon (un Alpine), contra Yuki Tsunoda (un Alpha Tauri) y contra Guanyu Zhou (un Alfa Romeo) eran escenas esperadas en pretemporada, pero no ahora, ya en junio, después de subir al podio en cinco de las seis primeras pruebas. La preocupación, de hecho, es que la nueva realidad sea esta.
Porque Alonso no fue séptimo por alguna avería -más allá de lo ocurrido en clasificación con el fondo plano-, por culpa de la lluvia o por un accidente, fue séptimo porque no pudo acabar más adelante. Por primera vez esta temporada, no perteneció a la élite del campeonato, si no a la clase media, al pelotón. Su ritmo, especialmente con neumáticos blandos, fue lento, mucho más lento que los Red Bull, por supuesto, que los Mercedes y que el Ferrari de Carlos Sainz, que acabó quinto.
El segundo chasco del domingo para el público local. Desde el segundo puesto de la parrilla, Sainz ambicionaba el podio, era su objetivo, su único objetivo, y terminó quinto entre la frustración. Max Verstappen, vencedor, está en otra galaxia, vuela hacia su tercer Mundial consecutivo, y su compañero, Checo Pérez, finalmente cuarto, también se contaba como una amenaza en remontada.
Pero nadie esperaba que los dos Mercedes, Lewis Hamilton y George Russell, mejoraran tantísimo respecto a las últimas carreras y se subieran al podio juntos. Los dos, de hecho, adelantaron a Sainz en la pista sin que él pudiera responder, peleándose con el rebote en su Ferrari como hacía la temporada pasada. En un circuito donde el monoplaza sitúa a los pilotos en su sitio, el mejor para probar mejoras, su doblete intimida de cara al futuro.