Fueron muchos años viviendo con miedo: España desaparecería del balonmano mundial, tarde o temprano pasaría. El hundimiento de la Liga Asobal, sin el Ciudad Real, el Portland, el Teka o el Valladolid, amenazaba a la selección. Con la retirada de la generación que ganó el Mundial de 2013 -los hermanos Entrerríos, Julen Aguinagalde, Gedeón Guardiola y compañía- llegaría el bajón y, después, ¡puf!, la nada. Iba a ocurrir. Tenía que ocurrir. Pero no ocurría. Nunca ocurría. Pese a todo, los jóvenes tiraban para adelante. Jugaban en el extranjero, cobraban menos que sus mayores, apenas salían por la televisión -este martes fueron eliminados en buena parte por la web de Teledeporte-. Con los hermanos Dujshebaev o Gonzalo Pérez de Vargas como referentes, disputaron las semifinales en los últimos cinco torneos, incluidos los Juegos de Tokio 2020. Tanto ganaron que el temor se esfumó: ya saben, Pedro y el lobo. Hasta este martes.
De repente a España le cayeron encima todas las crisis, todos los achaques, todos los años. Por primera vez en su historia cayó eliminada en primera ronda del Europeo. Con sólo una victoria, una derrota y un empate incomprensible este martes ante Austria (33-33).
Si el tropiezo en el debut ante Croacia fue doloroso por las sensaciones más que por el resultado, este martes el fracaso ante Austria fue feísimo por todo. Por caer ante un equipo de escaso nivel, pero sobre todo por hacerlo por falta de recursos. Durante casi todo el partido, España estuvo eliminada. Durante casi todo el partido, España apenas defendió. Durante casi todo el partido, España no supo a qué jugar en ataque.
Ocho goles de Bilyk
Cuando puso cierto orden, a mitad de la segunda parte, se colocó por delante y pareció salvada, pero bailaba en el filo del abismo. Dos de esos talentos que el balonmano español guarda, el lateral Ian Tarrafeta y el portero Sergey Hernández, surgieron de la nada para intentar el milagro, pero había arriesgado demasiado.
España nunca contó con dos goles de ventaja, nunca dominó el marcador y al final Austria tuvo el último ataque para clasificarse y lo hizo. La gesta de sus vidas. Mikola Bilyk, un lateral de dos metros que lleva un lustro siendo suplente en el Kiel, culminó un partido antológico con otro gol -su octavo del día- y envió a la selección a casa mucho antes de lo esperado. La celebración de Austria contrastaba con la pena de una España que estuvo hundida incluso antes de caer eliminada.
Si en el primer partido del Europeo se lesionó Miguel Sánchez-Migallón y en el segundo encuentro cayó Kauldi Odriozola, esta vez quedaron descartados antes de tiempo Alex Dujshebaev y Agustín Casado. El primero por una tarjeta roja y el segundo, nuevamente por lesión, acabaron en la grada y eso también afectó las opciones de la selección.
La eliminación dejó el peor de los regustos por el futuro. En la próxima cita, el Preolímpico que se debe disputar en marzo en casa, España sabrá si le cayó el cielo encima o si todavía hay porvenir. La clasificación para los Juegos de París 2024 ofrecería margen para seguir trabajando con los jóvenes y para preparar lo que vendrá: quizá la selección ya no es una superpotencia, pero es. En cambio si no se queda sin billete olímpico deberá contemplar el peor escenario. Fueron muchos años viviendo con miedo: España desaparecería del balonmano y, al final, pasó.