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Valencia 2 Cádiz 0
El equipo de Baraja vence con goles de Gayà y Hugo Duro a un equipo que se quedó con diez en el minuto 25 y no supo reaccionar hasta el añadido
El Valencia se ha propuesto huir de la tormenta. Tiene voluntad, descaro, talento para cuajar partidos notables incluso bajo la lluvia y acabar de un plumazo con un rival directo como el Cádiz. Sin embargo, nadie mira más arriba en Mestalla pese a ver al equipo en la media tabla. De cada error se aprende y la grada sabe que no hay tranquilidad suficiente para un equipo cuyo progreso se queda en en adecuado cuando deja entrever que le falta picardía y oficio para liquidar a un enemigo que nunca se da por muerto. [Narración y estadísticas: 2-0]
Sin necesidad de mirar la clasificación, es el fútbol lo que empieza a aparecer. Cuando no pesan las botas, como ante el Cádiz, el Valencia vuela. Ayudó que encontrara el marcador a favor pronto y de una manera inesperada: por las alas. Con Amallah acostado en la orilla izquierda, Gayà se permitió incorporarse al ataque. Necesitaba soltarse y en el medio campo lo encontró Pepelu. Ni un paso atrás dio el capitán, no huye de la pelota. Se apoyó en el marroquí que, para desconcierto de Iza, se la sirvió en ventaja a la esquina del área pequeña. Imposible para el alma atacante de Gayà no picarla sobre Conan Ledesma. Mestalla, mojado, aplaudía a quien hoy es el portador del estandarte que sigue el valencianismo.
Nadie se atreve a aventurar una temporada plácida, pero tampoco hay dudas de qué pretende Rubén Baraja y a su grada la apuesta le gusta. Mucho. Aplaude el vuelo por las bandas, las carreras al espacio de Diego López o de Fran Pérez, hasta sus excesivos regates, y los medidos cambios de orientación de Pepelu, ese jugador brújula del que el Valencia carecía. Hasta el jovencísimo Mosquera se convierte en un central imponente, Javi Guerra muerde a los rivales y el área se convierte en el campo de batalla donde Hugo Duro brega. Eso es este Valencia, imberbe, descarado, hambriento y con una idea clara.
Le tocó sufrirlo al Cádiz, que no aguantó entero ni los minutos iniciales de efervescencia. Cuando quiso reaccionar al gol de Gayà y estirarse hacia Mamardashvili, se vio con diez. El pisotón de Navarro a Pepelu en el gemelo provocó que González Fuertes no dudara en enseñarle una roja que les dejó en inferioridad antes de que Maxi Gómez y Cris Ramos pisaran el área. Dos minutos después, la tarea se volvió titánica.
Con el Valencia suelto y dispuesto a darse un baño de confianza, Thierry, en la línea de fondo, rescató un mal despeje de la defensa gaditana para, como si de un reto de magia de los laterales se tratara, le regaló de rabona a Hugo Duro el remate del segundo gol. En ese momento, el equipo de Sergio tan sólo fue capaz de escupir pelotas y no pudo cambiar su papel en la segunda parte.
Los valencianistas podían pensar con el balón en los pies, con Pepelu alimentando a diestra y siniestra los desmarques de los estiletes de banda, tan disruptores como desacertados para finalización. Parecía que ni Guardiola ni Roger Martí ni Sobrino iban a dar una pizca de vida al Cádiz mientras el Valencia buscaba aliento y el ucraniano Yaremchuk remataba en fuera de juego otro centro de Gayà.
A Mestalla, de fiesta, se heló el cántico en los últimos cinco minutos cuando primero Lucas Pires y después Roger Martí burlaron a Foulquier y obligaron a aparecer al meta valencianista, que volvió salvar un disparo de Guardiola tras un robo a Guillamón. Fueron unos minutos de zozobra que recordaron el oficio que falta.