El Unicaja de los milagros echa a un triste Real Madrid y hace historia

El Unicaja de los milagros echa a un triste Real Madrid y hace historia

Copa del Rey de Baloncesto


Real Madrid 82 Unicaja 93

Actualizado

Disputará la final tras una asombrosa semifinal en la que desplumó a los de Chus Mateo como dos días antes había hecho con el Barça, lo que nunca antes en una Copa.

Kravish lanza ante Tavares, en Badalona.Alejandro GarciaEFE

Contaban las leyendas que era el torneo de las sorpresas, la Copa en la que los humildes se rebelaban, la fiesta del baloncesto en la que todo podía pasar. Y así parecían, gestas de otro tiempo, hasta que llegó Unicaja a Badalona para, ahora sí, hacer añicos el orden establecido. Lo nunca visto, el jueves tumbó al Barça y el sábado al Real Madrid para que, este domingo, por primera vez en 13 años, levante el título un equipo que no sea blanco ni azulgrana. [82-93: Narración y estadísticas]

Fue una hazaña en toda regla la del grupo salvaje de Ibon Navarro, sin complejos ante este espejo desenfocado que es este Real Madrid de Chus Mateo, quien firma fracaso rotundo en su primera hora de la verdad. Vuelve tres años después el Unicaja a una final -se enfrentará al ganador del Joventut-Tenerife-, para intentar alzar su segunda Copa de la historia tras aquella mítica de 2005 en Zaragoza.

Y lo consiguió con merecimiento absoluto, con una superioridad insólita ante un rival con mil recursos más. Aguantó de salida el poderío del Real Madrid, le birló lo impensable, el rebote -sus dos ‘cincos’, Augusto Lima y Yankuba Sima están lesionados- y no dejó de soñar cuando en la segunda mitad se acercó y se acercó al triunfo. A la vez, Mateo se quedaba sin capacidad de reacción, mientras Pablo Laso observaba de paisano en primera fila.

Kravish

Resultó un plan perfecto el de Ibon Navarro. Su Unicaja partió como sólo pueden hacerlo los que creen en sí mismos, con el pecho por delante. Con la inercia aún del subidón del jueves contra el Barça, pues esa noche comprobó que todo es posible. Así que igual dio que un gigante estuviera enfrente. Ante Tavares, el tipo más dominante de Europa, osadía, campo abierto, capacidad de adaptación. Su primer acto fue de los que no ponen la otra mejilla, aunque tantas veces contra el Real Madrid eso ni siquiera sea suficiente.

Son tantas las armas blancas que en el rincón más inesperado de su rotación puede estar tu condena a muerte. El Chacho, que apenas apareció ante el Valencia en cuartos, fue la fluidez necesaria, el baloncesto convertido en orden que minó por primera vez la resistencia verde. Fue un primer aviso blanco, sofocado por la electricidad de Kendrick Perry, para que el Unicaja llegara con la vida y las ilusiones intactas al descanso. Pese a Musa, pese a Deck

Pero este Real Madrid de Chus Mateo, demasiado tiempo en cocción, es todavía más nombres propios que baloncesto. Pese a sus individualidades -aunque algunos como Hezonja o Yabusele desaparecieron-, no podía herir a un rival que le tenía agarrado por todas partes con tentáculos de pulpo. Osetkowski encarriló nueve puntos seguidos a la vuelta, cuando ya la rebelión era total, cuando el favorito se empezaba a poner realmente nervioso. Ni el Chacho era esta vez solución a un preocupante atasco (59-66, min. 27).

Y eso que Darío Brizuela, héroe de cuartos, no lograba afinar: se fue sin anotar. Pero de valientes estaba lleno el colectivo de Ibon Navarro, ya fuera Kravish -de largo, el mejor de la tarde-, Ejim o el imperturbable talento infinito de Will Thomas. Y, lo increíble, superaba en la pintura a un Madrid cada vez más tembloroso. Un triple de Kalinoski y otro de Carter, tras una polémica acción en la que Musa quedó tendido en el parqué, encendieron todas las alertas en el Olímpic (64-78, min. 33).

Porque pasaba el tiempo y al Madrid se le acumulaban los problemas: Musa quedó grogui y ya no volvió, Deck hizo la cuarta y otro codazo de Ejim abrió la ceja de Tavares. Desde esa antideportiva se impulsaron los blancos para acercarse antes de la recta de meta. Pero el equipo era un flan que fallaba tiros libres, que no defendía, que echaba tanto de menos el espíritu ganador de Llull y un Rudy que apenas pisó el parqué en el que se crio unos segundos. Con la historia a la vista, Unicaja no tembló. Ganó el que puso más corazón y más baloncesto.

kpd