Fútbol femenino
El combinado nacional, con ocho del Madrid y ninguna del Barça en la alineación titular, compite y empata contra Suecia, número 3 del ranking FIFA. Ambiente frío en Córdoba y pitos al seleccionador, que defendió a las convocadas. “Son unas valientes”.
«A ver si empieza el fútbol. Eso será lo mejor». El Nuevo Arcángel de Córdoba aparecía en el horizonte de la selección española femenina, de su cuerpo técnico y de la propia Federación como bálsamo ante la polémica. Alegría andaluza con la pelota de por medio para calmar ánimos, pensaban los responsables del combinado nacional. Pero la guerra mediática que han protagonizado las futbolistas que renunciaron a la selección y el técnico Jorge Vilda se trasladó hasta el sur.
Porque el fútbol femenino español, ese que pretendía hasta hace unos meses codearse con las grandes selecciones del mundo en la Eurocopa y en el próximo Mundial, regresó al césped sin casi 20 de las mejores futbolistas del país. Una circunstancia única en el planeta y un golpe para dejar casi en K.O el crecimiento de los últimos años.
«Mis favoritas son Alexia y Aitana», decía la pequeña Nuria camino del estadio. A su lado, un amigo con la bandera española admitía que él iba «a ver a la selección, me da igual quién juegue». Pero importa, vaya si importa.
Y es que en Córdoba la selección no sólo jugaba contra Suecia, la tercera del ranking de la FIFA, sino contra el propio negocio del fútbol femenino. Entre las bambalinas de la Federación ya se debate desde hace días cómo va a afectar la renuncia de las jugadoras a nivel de marketing, especialmente la de una Alexia Putellas que es la actual Balón de Oro y cuenta con más de dos millones de seguidores en sus redes sociales, diez veces más que la propia selección femenina. Una baja vital deportiva y empresarialmente. Durante años, Alexia y las 15 jugadoras que han renunciado han sido la imagen del crecimiento de la selección y ahora ya no están.
La venta de los derechos de tv, patrocinios…
En plena negociación por la venta de los derechos de televisión del próximo Mundial y con la Federación conversando con las marcas para los patrocinios de cara a ese importante año 2023, la crisis deportiva amenaza con convertirse en crisis económica. «Esto cambia las cosas, lógicamente», aseguraba hace unos días a EL MUNDO un directivo de una multinacional ligada al fútbol femenino.
De todo ese conflicto económico-empresarial es consciente el propio Jorge Vilda, seleccionador y a la vez director deportivo de la selección. Después de la implacable rueda de prensa de hace una semana, en la que acusó a las jugadoras que habían renunciado de estar «mal aconsejadas», les retó a «decir si he actuado sin respeto» y denunció que están haciendo «un ridículo mundial». En la previa, sin embargo, el técnico fue prudente, tibio en su discurso y se centró en el futuro más que en el pasado. Habló de la «armonía» reinante en la concentración, del «equipo en construcción» que se estaba formando y de «la valentía que me transmiten mis jugadoras». Es decir, ni rastro de todas las que habían renunciado.
Pitos a Vilda, recuerdo a Alexia
Sin embargo, El Arcángel sí le recordó la polémica que él trataba de olvidar y le dio un golpe de realidad a la selección, tanto anímico como deportivo. El estadio cordobés citó a 5.000 espectadores, la mayoría gracias al 2×1 de taquilla y lejos de los 7.000 que acudieron al Colombino de Huelva en el último amistoso previo a la Eurocopa. En aquel partido sí habían estado Alexia y las 15 protagonistas del motín. Mientras, en Wembley las selecciones femeninas de Inglaterra y Estados Unidos recibieron a más de 60.000 personas.
«Esta es la España de Vilda, pero queremos la España de Alexia», resumía una aficionada. Los fondos del campo se quedaron vacíos de público y sólo asumieron espectadores los laterales inferiores. Muchas banderas de España, bastantes de Andalucía, alguna pancarta pidiendo la camiseta de Athenea del Castillo, joven estrella del Madrid y número 10 y MVP de la selección, y ningún cartel pidiendo la dimisión de Vilda, una situación que sí se vivió en los partidos disputados en Las Rozas el pasado mes de septiembre, cuando la Federación se vio obligada a retirar algunas pancartas de la grada y los pitos contra el técnico fueron evidentes.
En Córdoba, el público, con mayoría juvenil, animó a las jugadoras y culpó a Vilda, recibido con abucheos cuando fue presentado por la megafonía. El aumento del volumen de la música, eso sí, ayudó a que los silbidos no se escucharan tanto. Una situación que se repitió cuando el seleccionador saltó al césped unos segundos antes que las jugadoras. El técnico madrileño aguantó de pie, serio, mientras la música comenzaba a sonar, esperando que comenzara el partido. Ya saben, el fútbol como bálsamo. Nada más lejos de la realidad.
“Jugadoras que sonríen, que están unidas…”
«Queremos ser España, el equipo que siempre hemos sido. Creo que se puede», decía Vilda instantes antes del pitido inicial. Y por momentos lo pareció. La selección, con ocho jugadoras del Madrid, una del Atlético, una del Levante, una del Athletic y ninguna del Barça en su alineación inicial, compitió y empató ante Suecia mientras #VildaOUT era tendencia en redes. En aquel duelo contra Australia en Huelva habían empezado seis del conjunto catalán, entre ellas Putellas. Ante el combinado nórdico, España tiró de orgullo y de la calidad de Athenea y rozó el triunfo, pero le faltó talento en ataque. Ese talento que, quizás, deberá encontrar en la paz con las 15 que han renunciado. Su futuro depende de ello.
“No es una cuestión de posturas, es una cuestión de la selección y de la camiseta, de defender a tu país. De jugadoras que sonríen, que entrenan al 100%, que están unidas, de un equipo que no tiene reservas mentales”, aseguró Vilda sobre las convocadas, enviando una indirecta a las que habían renunciado: “Estas jugadoras son unas valientes. Han demostrado que once futbolistas españolas pueden competir contra cualquier selección del mundo”.