La estrella del conjunto francés viajó sin permiso al país árabe, enemigo histórico de Qatar
Messi, en el último partido del PSG.FRANCK FIFEAFP
El París Saint-Germain ha sancionado a unas de sus estrellas, Leo Messi, por haber viajado a Arabia Saudí un día después de la derrota liguera del domingo ante el Lorient, según informa este martes L’Équipe.
El diario señala que el presidente del PSG, el catarí Nasser Al-Khelaifi, ha tomado cartas en el asunto. El castigo son dos semanas suspendido de empleo y sueldo.
Según L’Équipe, el número “30” del PSG viajó el lunes a Arabia Saudí , país del Golfo Pérsico con el que tiene un jugoso contrato de promoción, sin permiso del PSG. El país es el enemigo histórico de Qatar, el emirato que posee el propio club francés.
Este episodio coincide con la grave crisis deportiva que atraviesa el PSG, que ha caído en picado desde que acabó el Mundial de Catar, que precisamente entronizó a Messi.
El equipo capitalino resultó eliminado en los octavos de final de la Liga de Campeones ante el Bayern de Múnich y ha perdido tres sus últimos cuatro encuentros en casa, rebajando su ventaja en el campeonato local respecto al segundo (Olympique de Marsella) a 5 puntos.
El capitán de la selección argentina, de 35 años, termina además contrato con los parisinos el próximo junio, sin que, de momento, hayan trascendido avances en las negociaciones de renovación.
Un sector de los cerca de 300 aficionados de la Real Sociedad que acudieron al Coliseum para ver el partido de su equipo ante el Getafe, gritaron insultos contra el jugador azulón Mason Greenwood a quien desearon su muerte y llamaron "violador".
Una jornada más, los cánticos en el Coliseum fueron protagonistas en un partido. Si hace dos jornadas fue un pequeño sector de hinchas del Getafe el que llamó "mono" al sevillista Marcos Acuña y "gitano" al entrenador Quique Sánchez Flores, en esta ocasión fueron los visitantes los que increparon en varias ocasiones al británico Mason Greenwood.
Al final de la primera parte se escucharon con nitidez esos gritos, a los que respondieron con abucheos y silbidos la afición del Getafe. No es la primera vez que el jugador cedido por el Manchester United escucha cánticos similares esta temporada en diferentes estadios.
Después, en rueda de prensa, José Bordalás, entrenador del Getafe, defendió a Greenwood: "Es inaceptable sea quien sea el jugador. No es la primera vez que nos ha ocurrido con Mason. Se tienen que tomar medidas igualmente, como pasó en el último partido ante el Sevilla. Es inaceptable, medidas muy serias y no tengo nada más que decir", dijo.
Escaños y podios. Los ciudadanos europeos votaban en sus respectivos países. Y, en Roma, donde se firmó en 1957 el Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea, embrión de, en 1993, la Unión Europea, los atletas del continente se esforzaban, en sus respectivas pruebas para alcanzar sus metas. Los políticos estaban a merced de la decisión de los ciudadanos, de las urnas, para llegar a las suyas. Los deportistas dependían de sí mismos.
Dentro de la incertidumbre de toda competición, Ana Peleteiro, en su superioridad teórica, dependía especialmente de sí misma en el triple salto. Ella ganaba o ella perdía. Su mano mecía la cuna y aferraba las riendas. Las rivales estaban a sus expensas, por no decir a su merced. Ganó, pero penando un poco. Desde el primer salto pareció dejar las cosas en su sitio: 14,37, aunque batió a 21 centímetros de la tabla. Luego no hizo más que ampliar las diferencias. En el segundo, 14,46. El camino se le despejaba. Y, de pronto, la turca Tugba Danismaz, de modo insospechado, con récord nacional, se fue hasta 14,57.
Peleteiro, en el salto con el que consiguió el oro en Roma.ANNE-CHRISTINE POUJOULATAFP
Ana cambió de expresión, que mudó de serena a preocupada. Departió con Iván Pedroso. Se tambaleó su seguridad, pero no su determinación. Respondió a la turca con 14,52. Mejor, pero insuficiente. En el cuarto dio carpetazo al asunto: 14,85, a dos centímetros de su récord nacional, el del bronce olímpico. Ya campeona, el quinto intento, nulo, y el sexto, largo, pero no tanto, remataron, en conjunto, una serie espléndida. El oro se le rindió, enamorado, para proporcionar a España el metal más precioso posible, el auténticamente diferenciador. Los otros son siempre bien recibidos, pero mucho menos celebrados. Ana refuerza su moral de cara a los Juegos Olímpicos, en los que a ausencia de Yulimar Rojas abre el abanico para todas. También para Ana, que ya debe afrontar directamente, sin titubeos ni complejos, la barrera de los 15 metros, la frontera de las elegidas. A los 28 años, Ana, en su madurez, los contempla cada vez más cerca.
Entre ocho atletas en los 800 metros, la presencia de tres españoles ofrecía un prometedor cálculo de probabilidades para agarrar una medalla. Casi era imposible no acceder a, al menos, una. Fue, sí, una. De plata a cargo de Mohamed Attoui. Y quizás hubiera sido de oro si Attoui no hubiera hecho un esfuerzo extra adelantando como un poseso por el exterior, en la última curva. Corrió unos cuantos metros de más. Debería haber estado mejor colocado antes para no padecer ese esfuerzo suplementario. Pero sería injusto y absurdo reprocharle nada. Su 1:45.20 sólo se inclinó ante el 1:44.87 del francés Gabriel Tual. Álvaro de Arriba fue cuarto (1:45.64) y Adrián Ben, posiblemente perjudicado por un tropezó y un traspié al comienzo de la prueba, acabó sexto (1:46.54). Los tres defendieron con solvencia y provecho el prestigio del mediofondo español. Son dignos representantes de una larga tradición de medallas, marcas y buenos puestos.
Attaoui, entre Gabriel Tual y Catalin Tecuceanu.ANDREAS SOLAROAFP
Ana, regresamos a ella, es ahora Ana Peleteiro-Compaoré. Ha adoptado el apellido de su marido, el también triplista Benjamin Compaoré, con quien contrajo matrimonio en septiembre de 2023. Pero ha tenido la deferencia de situarlo en, digamos, segunda posición para no despistar. Generalmente, las atletas que se casan anteponen al suyo el apellido de su esposo y llaman a la confusión. Quizás más de uno ha reparado en este Campeonato en el sorprendente parecido de la vencedora en el lanzamiento de disco, la croata Sandra Elkasevic con Sandra Perkovic, bicampeoa olímpica y mundial, y siete veces europea. Son, obviamente, la misma persona. Compaoré, en justa y amorosa reciprocidad, es ahora Benjamin Compaoré-Peleteiro. El matrimonio está bien avenido.
Compaoré es un atleta francés de gran nivel, campeón europeo en 2014. Pero ya, 10 años después, a los 37, que cumplirá en agosto, en retroceso y que se clasificó con apuros para la final del martes, con 16,72. No pasó ningún apuro Jordan Díaz, imponente en su estreno con España. Después de un salto nulo, se plantó en 17,52, casi un metro más de lo que se pedía para pasar a esa final, y eso que se dejó 18 centímetros en la tabla.
Rozó su marca, con un único intento, Pedro Pablo Pichardo (17,48), el campeón olímpico, amén de otros laureles. Ambos comparten una historia. Nacieron en Cuba, pero uno se marchó-fugó a Portugal, y el otro se exilió-refugió en España. Parece que no se llevan del todo bien y se lanzaron unas pullitas que no vienen a cuento en un deporte como el atletismo. Bueno, y en ningún otro. El triple salto puede ser la prueba bendecida para España.
Por la mañana, en el medio maratón femenino, el equipo español había arrancado por un único segundo -contaban los tiempos, no los puestos- un bronce colectivo que también pesa, pero no brilla mucho viendo las posiciones. Laura Luengo, duodécima con 1:10:54, Esther Navarrete, decimotercera con 1:11:08 y Azzahraa Ouhaddou, decimocuarta con (1:11:14), puntuaron. Los hombres fueron cuartos.