El circuito comunica a los jugadores la expulsión del español tras firmar con el LIV y la eliminación de sus resultados de esta temporada en el ranking.
El PGA Tour suspende a Jon Rahm tras su fichaje por la liga saudí LIV
Jon Rahm, número tres del mundo, ha sido suspendido este martes por el PGA Tour, el circuito estadounidense de golf, por su fichaje millonario por el LIV Golf, la liga saudí, y sus resultados de esta temporada no contarán para el ranking de puntos que determina la elegibilidad para los torneos PGA de 2024.
El comunicado íntegro del PGA a los jugadores, tal y como avanzó la cadena estadounidense ‘NBC’, fue el siguiente: “De acuerdo al reglamento del PGA Tour, se le ha notificado a Jon Rahm que está suspendido y que ya no es elegible para participar en los torneos del PGA Tour tras su asociación con otros torneos no autorizados”.
La medida era esperada, pero no por ello deja de tener importancia. Por su expulsión del PGA, por ejemplo, Rahm no podrá participar los mejores torneos de Estados Unidos, a excepción de los ‘grandes’ -donde tiene asegurada la plaza-, y se perderá, por ejemplo, The Players o la FedEx Cup, que reparte hasta 75 millones de dólares en premios. La decisión no afecta a su ranking para los Juegos Olímpicos de París 2024 y habrá que ver qué ocurre con la Ryder.
Rahm ocupaba el puesto 18 en el ranking para esa FedEx Cup y su suspensión provocará cambios en la misma. Sin embargo, no será hasta el 31 de diciembre cuando se publique la lista final y hasta entonces se esperan más cambios como consecuencias de nuevas salidas de golfista rumbo al LIV Golf.
El que seguro que seguirá en el PGA Tour es el estadounidense Tony Finau, quien ha puesto fin a los rumores que le situaban en el circuito saudí y que ha decidido quedarse en el circuito para la temporada 2024. “Estoy muy ilusionado de cara a 2024 y ansioso por disputar mi décima temporada en el PGA Tour! ¡Y encantado de poder defender mis títulos en México y Houston”, publicó en su cuenta de Instagram.
En su comunicado a los jugadores, la PGA también ha anunciado que además de negociar con el LIV Golf para llegar a un acuerdo económico que cierre la unión entre ambos circuitos, está hablando con otros posibles inversores. La guerra en el golf, con Jon Rahm ahora como elemento central, puedo durar un tiempo más.
Una flecha. Dos flechas. Tres flechas. Cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez... y así hasta 400. ¿Al mes? ¡No! Al día. "El arco me ha llegado a dar asco, a veces he pensado: ¿Para qué hago esto? Hay momentos en los que el entrenamiento se te hace bola, que no disfrutas y te lo replanteas todo", admite Elia Canales, la representante de España en los próximos Juegos de París en una de las disciplinas más repetitivas que hay: el tiro con arco. En otros deportes hay movimientos de puntería, el triple en el baloncesto, el saque en el tenis, el putt en el golf, pero se acompañan de otros elementos. Canales, en cambio, sólo debe darle al centro, y al centro, y al centro.
"Por eso es muy exigente a nivel mental. Si te sale todo, si fluyes, ves la diana enorme, pero gestionar la presión es muy complicado. Recuerdo que en mi primer Mundial absoluto estuve todo el primer round llorando, tirando las flechas fuera del parapeto. No estaba en el CAR, no sabía nada de psicología, no trabajaba con nadie. Luego he ido aprendiendo", explica a sus 22 años como parte de una revolución.
SERGIO ENRIQUEZ-NISTAL
El tiro con arco es un deporte exageradamente dominado por Corea del Sur. En los Juegos de Río 2016 hicieron pleno de oros, cuatro de cuatro, y en los Juegos de Tokio 2020 se les escapó uno para conmoción del país. Desde la primaria hasta la universidad hay equipos de formación, tienen una liga profesional con sueldos de 100.000 euros de media y los mejores son estrellas mediáticas. El resto de países se dedican a copiarles. Pero España ha decidido tomar su propio camino.
Hace unos años prescindió de la pareja de seleccionadores coreanos formada por Hyung Mok Cho y Mi-Jeong Lee para crear una metodología propia de la mano del entrenador Elías Cuesta. Repetir el oro del equipo masculino en los Juegos de Barcelona 1992, única medalla española en la disciplina, sería un milagro, pero como mínimo vuelve a tener opciones al podio olímpico.
¿Qué ha cambiado?
El método coreano es muy simple: repetir, repetir y repetir y hacerlo lo más básico posible. Hay que dejar la mente en blanco, convertirse en un robot. Es una técnica que te puede dar muchos puntos en un día bueno, pero el día que fallas es muy complicado salir de ahí, no tienes herramientas. Ahora con Elías es muy distinto. Estudiamos la biomecánica del movimiento, trabajamos a nivel mental, hacemos entrenamientos específicos de estabilidad o de la vista...
Sesiones distintas
En el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Madrid, Canales abre los brazos, alza los dos pulgares y se dedica a mirar uno y otro sin mover la cabeza. O fija la vista en un punto determinado mientras se mantiene de pie a la pata coja. O lee unos cartelitos minúsculos colocados en el arco y la cuerda. O hace malabares. O juega a los botoncitos como hacen los pilotos de Fórmula 1.
SERGIO ENRIQUEZ-NISTAL
Los entrenamientos ahora son muy distintos y sólo mantienen un elemento común: hay que seguir tirando flechas. "Esa es la base de nuestro deporte, tirar, tirar, tirar, pero ahora sabemos cambiar cuando entramos en mala racha en competición, por ejemplo", apunta Canales que antes de cada sesión dedica 10 minutos a meditar. "Hemos cambiado de mentalidad. Antes veía a las coreanas y me imponían y ahora siento que puedo ganar. Mis puntos valen lo mismo que los suyos, no les dan un bonus por ser de Corea", concluye.
¿Y cómo acabó en el tiro con arco?
Tenía 13 o 14 años y ningún deporte se me daba bien. Me apuntaron a baloncesto, pero era muy bajita, me apuntaron a natación y no me gustaba. Prefería la música, estuve siete años tocando la guitarra. Pero un campamento de verano me hice un esguince el primer día y sólo podía hacer tiro con arco. Lo probé, me encantó y cuando volví a casa me apunté.
Estudiante de Marketing por la Universidad Católica de Murcia (UCAM) después de haber tenido que dejar Ingeniería Mecánica en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), hoy Canales es séptima en el ranking mundial gracias a logros como una plata en el pasado Europeo. En la lista, junto a ella, hasta tres coreanas en el Top 10 que le complicarán las cosas en los próximos Juegos de París, aunque ya conoce el camino para vencerlas: la revolución española y tirar, tirar y tirar flechas.
Inquieta Carlos Alcaraz cuando nadie lo espera, en las rondas iniciales de torneos lejanos, ante rivales que no protagonizan anuncios, pero llegados hasta este punto, a las semifinales de un Masters 1000, casi nunca falla. Este sábado, en Montecarlo, venció a Alejandro Davidovich por 7-6(2) y 6-4 para clasificarse para su segunda final de esta temporada. Jugará contra el ganador del duelo entre Alex de Miñaur y Lorenzo Musetti, pero sobre todo jugará a su nivel.
Después de tres partidos realmente extraños, con demasiados errores y demasiadas preocupaciones, Alcaraz por fin desplegó su tenis ante Davidovich. Hubo momentos para todo, pero en los instantes decisivos apareció el campeón del último Roland Garros, el tenista que más brilla sobre tierra batida. "¡Así sí!", gritaba al certificar la victoria en dirección a su palco, con el entrenador Samuel López estos días al frente.
"Ha pasado mucho tiempo desde mi última final de Masters 1000 [fue en Indian Wells 2024, hace 14 meses]. Necesitaba ser paciente, tenía que creer que volvería a disfrutar de un momento así. Los aficionados quieren que llegue a la final de cada torneo así que estoy contento también por ellos. Voy a disfrutar del partido", comentó Alcaraz después de una semifinales en la que estuvo más serio que nunca.
Si en los días anteriores se había descontrolado, entre el cabreo y la risa, entre la decepción y la euforia, esta vez se mantuvo sereno durante las dos horas y los nueve minutos de juego. De hecho, pese a que hubo golpes de mérito, apenas lució ese gesto tan suyo, el dedo a la oreja pidiendo aplausos para el público. En sus celebraciones ante Davidovich se permitió un "¡Vamos!" y nada más. Ni un alarde, ni una distracción. Desde que saltó a la pista quedó en evidencia que su objetivo era mantener la calma el máximo de tiempo posible. Incluso cuando se amontaron los errores y crecieron las dudas a su alrededor, Alcaraz siguió tan tranquilo.
Del mar a la montaña. Hace unos años una pequeña marca deportiva vasca, Ternua, le pidió a tres cofradías de su zona, las de Bermeo, Getaria y Hondarribia, que les guardaran las redes de pesca rotas o desgastadas y en unos meses se encontraron en sus instalaciones con 12 toneladas de malla para tirar, inservible, hecha polvo. Era más de lo que esperaban, pero era mejor que sobrara. Pese al enorme volumen recibido, siguieron con su proyecto y, después de reciclar las redes y de convertirlas en hilo, presentaron su innovación: 50.000 pantalones de esquí -entre ellos los de competición de varias federaciones- hechos con material de pesca. Del mar a la montaña. Luego harían lo mismo con cáscaras de nueces o huesos de aceituna, con posos de café o con sábanas de hoteles desgastadas.
«Desde nuestro nacimiento en 1994 siempre hemos querido hacer ropa deportiva que significa algo y ahora creemos que todo el sector va hacia ahí, es el futuro porque tiene que ser el futuro», comenta Eduardo Uribesalgo, director de innovación de Ternua. Su propuesta es modesta, producción contenida, muy local, pero, en realidad, está en la línea de lo que vendrá. La ropa deportiva del futuro estará hecha de materiales que ahora ni imaginamos, durará más y será circular.
Adiós al petróleo
Las multinacionales, como Nike y Adidas, ya tienen ropa y zapatillas hechas con botellas (Flyknit) o residuos de los océanos (Parley), pero ese reciclaje cada vez es más controvertido -al fin y al cabo, es plástico-, y, además, avanzan propuestas mucho más rompedoras en ese sentido. Según un estudio de la Fundación Changing Markets el 69% de las fibras que se utilizan en el deporte todavía proceden del petróleo, como el poliéster o el nylon, y el objetivo de varias empresas es disminuir ese porcentaje drásticamente. La biotecnología ya ha creado poliéster a partir de la yuca, la caña de azúcar o el maíz, muy parecido al actual; la goma EVA, presente en muchísimas zapatillas, se podría sustituir por Bloom, hecha por algas, que ya usan Puma o Merrell; el neopreno petrolífero tiende a ser sustituido por el Yulex, hecho de planta de yute -Decathlon ya tiene un modelo 100% Yulex-; y así múltiples innovaciones.
Hay postureo, el llamado greenwashing, pero también cierta presión legislativa -nuevas directrices europeas e iniciativas como la francesa Ecoscore-, y sobre todo más conciencia de los deportistas aficionados que, al final, son los que compran. Según una encuesta de la competición de vela SailGP realizada entre sus aficionados en Estados Unidos, Reino Unido y Suiza «el 72% de la población no quiere hacer deporte con ropa hecha con combustibles fósiles», pero en las tiendas se encuentran varios obstáculos. Uno es la variedad, otro es el rendimiento, pues aún es imposible encontrar zapatillas rápidas y verdes, pero el principal es el precio.
«Tarde o temprano va a llegar: un atleta ganará un maratón con unas zapatillas reciclables. Pero mientras tanto es un camino lleno de retos. Especialmente hacer llegar al público todos esos materiales. Varias marcas han hecho camisetas con fibras muy sugerentes, de algas o fibra de coco, pero costaban 80 o 100 euros. Hasta que los procesos no sean más baratos no se podrá generalizar su uso», expone Juan González, probador de varias marcas y responsable del podcast sobre material El laboratorio de Juan.
Imagen de un forro Polartec.
«El coste se reducirá a medida que más marcas se comprometan con la verdadera circularidad», asevera Ramesh Kesh, vicepresidente de Milliken & Company y responsable de Polartec, marca líder en forros polares y por lo tanto con la dependencia del petróleo como reto. "Como industria, es hora de que abordemos algunas de las causas más profundas en lugar de poner tiritas a otros temas que tienen poco impacto a largo plazo", añade en el final del proceso para que toda su colección sea de poliéster reciclado, sea circular.
«El precio es un desafío, eso está claro. Pero hay que darles a estos materiales el valor que tienen», subraya por su parte Joel Gómez, manager en España de la marca italiana Uyn, que está marcando el camino. Con mucha implantación en el esquí -su embajadores es el estadounidense Bode Miller, campeón olímpico-, toda su ropa está hecha de fibras nuevas procedentes del maíz, del ricino o del eucalipto, tienen una lana vegetal...
«Es actual porque lo pide el público y futurista a la vez, hay mucha investigación detrás y no siempre sale cómo deseamos. Pero esa esencia bio se acabará imponiendo», añade Gómez, que sabe que en la vanguardia hay riesgo.
¿Unas zapatillas para toda la vida?
En los últimos años, por ejemplo, varias marcas, como Salomon, han presentado zapatillas 100% reciclables, pero su éxito ha sido limitado. Quizá el camino sea otro, utilizar un un material más resistente como el grafeno como hace Inov, o directamente crear unas zapatillas desmontables. En ello está embarcado actualmente Kilian Jornet. Su marca, Nnormal, triunfó en el mercado de la montaña con sus modelos duraderos, pero ahora quiere más. En los últimos meses está trabajando en unas zapatillas modulares, las Kboix, que ya han recibido un premio ISPO, por lo que proponen: que sirvan para todo, que duren toda la vida.
La idea es que la mediasuela, es decir, el bloque de goma que hay entre la suela y la cubierta, pueda irse cambiando cuando se desgaste o cuando se necesiten otras prestaciones. Para salir a correr tranquilamente, se monta una zapatilla, para competir a toda prisa, una distinta, y para abordar una montaña muy técnica, otra distinta. «Queremos evitar el sobreconsumo y creemos que esta zapatilla puede ser útil para ello. Está diseñada para ser extremadamente duradera y ser reparada cuando se acabe la vida útil de sus partes», apunta Birte Fahrbach, jefa de producto de Nnormal, que no niega las dificultades: «El desafío es unir las partes del calzado y conseguir una buena estabilidad. No puede compararse con el proceso de producción habitual de unas zapatillas».
Algún día el calzado durará siempre, algún día la ropa estará hecha de plantas o de algas: la ropa deportiva del futuro ya está aquí.