Scaloni, el técnico que reconstruyó a una albiceleste rota, pone en entredicho su futuro. “Todo viene de la bronca política”. Milei quiere imponer al fútbol su credo de dólar o muerte
Desde el balcón de la Casa Rosada se dirigía Eva Duarte a los descamisados que celebraban el triunfo del general Juan Domingo Perón en las elecciones presidenciales, en 1946. La victoria de su esposo era, en realidad, la suya, convertida en un eje de
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La reputación ha preocupado siempre a los hombres que pretendían trascender, porque el poder y la riqueza, por sí solos, no lo consiguen. La grandeza necesita a la reputación. Napoleón la comparaba con un gran ruido que podía hacer caer leyes y naciones. Para Abraham Lincoln era como la sombra de un árbol, porque la reputación no define a una persona, sino al conjunto de los pensamientos que inspira. La sombra de Vicente del Bosque es alargada, c
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Cuando Léon Marchand emergió del agua en el último 50 de la mariposa, la futurista Defénse creyó ser presa de un maremoto. Era como la mariposa de la teoría del caos, cuyo aleteo puede provocar un movimiento sísmico, pero en carne y hueso. La fuerza de ese aleteo es la fuerza del oro que viene para encontrarse en el podio con el oro que resiste. Un cruce de caminos en la victoria entre miembros de dos generaciones a los que separan cinco años, pero es que un año de un campeón olímpico son cinco en un mortal. Marchand, de 22, es el oro que viene; Katie Ledecky, de 27, es el oro que resiste.
Los desafíos que se habían impuesto para estos Juegos tienen similitudes, al afrontar cada uno de ellos cuatro pruebas. Marchand, los 200 y 400 estilos, los 200 mariposa y los 200 braza. Por ahora ha nadado los tres últimos con el pleno: tres oros. Ledecky, los 400, 800 y 1.500 libre, y el relevo de 4x200 libre. Después de afrontar las dos primeras, suma un oro y un bronce. Podría decirse, pues, que se trata de un desafío incompleto para la estadounidense, pero sería injusto con una nadadora de época. La que viene es de Marchand, más rápido ya que Michael Phelps. La que vivimos pertenece también, al menos en el fondo, todavía a Ledecky. París los venera. Los Ángeles los espera.
El reto de Marchand no era únicamente el de nadar pruebas que parecen antagónicas, como los 200 mariposa y los 200 braza, sino hacerlo con apenas dos horas de diferencia, después de haber afrontado las semifinales, por la mañana, con menos margen. La mariposa muestra su extraordinaria velocidad. La braza, el mejor nado subacuático, gracias a su cuerpo longilíneo, casi púber, que opone menos resistencia al agua. La combinación arroja como resultado el mejor nadador de estilos del momento y, si vamos a los tiempos, quizás podamos hablar pronto del de la historia. El récord del mundo de los 400 estilos ya le pertenece (4.02.50). Se lo arrebató a Phelps.
La oposición de Milak
El orden de las finales era el mejor para el francés, ya que las semifinales habían demostrado que iba a encontrar más oposición en la mariposa que en la braza, debido a la presencia de Kristof Milak. El húngaro es un cíclope del agua. En la semifinal que también dominó, fue más rápido que Marchand. También había ocurrido en las series. De ese modo se inició la final, con el húngaro primero en los tres virajes. Al salir del tercero, Marchand apuró su nado subacuático y emergió como una orca. Algo se había dejado dentro contra lo que Milak nada pudo hacer. Tampoco contra la grada enfebrecida. El francés ganó el 200 mariposa más rápido de la historia olímpica (1.51.21) después de haber hecho lo propio en los 400 estilos. La braza, en cambio, devolvió a un Marchand dominador de principio a fin.
Para Ledecky fue más sencillo. El padecimiento que experimentó en el 400 libre desapareció cuando aumentó la distancia. La estadounidense es una fondista, pero una fondista muy rápida, como prueba el hecho de que ganara el 200 libre en los trials de su país. En la actual escena olímpica, sin embargo, no es suficiente, frente al potente equipo femenino australiano. No es únicamente Ariarne Titmus, que ya derrotó a Ledecky en Tokio. Volver a intentarlo dice mucho en favor de la norteamericana, que podría haberse refugiado en la larga distancia, del 800 al 1.500. En cambio, quiso aceptar el reto. La comodidad no va con los campeones, no con los campeones de verdad.
Marchand, durante la final de mariposa.JONATHAN NACKSTRANDAFP
En el 1.500, la estadounidense impone una velocidad de crucero insostenible para el resto y acabar en 15.30.02. París asistió a su dominio y lo hizo con agrado, pese a animar a la francesa Anastasia Kirpichinkova, aunque La Défense no se emocionara como con Marchand, líder de un equipo francés que escala en el medallero. La natación gala, de profunda tradición olímpica, encuentra un nuevo referente desde Laure Manadou, con tres medallas (oro, plata y bronce) en Atenas'2004, con tan sólo 18 años. El nadador de Toulouse ya lo ha mejorado en París.
El liderazgo de EE.UU.
Ledecky encarna, asimismo, el liderazgo de una natación estadounidense venida a menos en París. La sombra de Phelps es alargada, muy alargada. Los 100 libre, que se disputaron ayer, dejaron campeones ajenos a las barras y estrellas. Caeleb Dressel, encumbrado en Tokio con cinco oros, ni siquiera pudo clasificarse para la prueba en los 'trials' en su regreso tras sufrir una depresión.
El oro de Ledecky es el octavo de su carrera y su medalla olímpica número 12. Si domina el 800 libre, algo previsible, y el 4x200 libre, menos a su alcance debido a la oposición de las australianas, superaría a Larissa Latynina, con nueve oros, como la mujer más laureada en la historia de los Juegos, algo que podría haber alcanzado ya Simone Biles si su mente no hubiera dicho basta en Tokio. La de Ledecky nunca para, continúa y continúa, como sus brazadas.
«Estamos ya en el segundo tiempo, vamos a sacar de centro tras el segundo gol del Sestao, cuando veo que Cheikh se acerca a retirar una botella. Se oyen gritos, muchos, aunque es difícil percibir lo qué dicen. De pronto, se gira hacia la grada, señala, se acerca y salta donde se encuentran los aficionados. En ese momento, se me pasa por la cabeza el insulto racista, claro, pero lo primero que pienso es en sacar de ahí a mi compañero. Cuando llego, tiene cogido a un aficionado por la bufanda de su cuello, y agarro a Cheikh prácticamente en volandas».
El relato de Jorge Casado, capitán del Rayo Majadahonda, revive los nuevos instantes de la vergüenza en la que se ha instalado el fútbol español, tras lo sucedido el sábado en el estadio Las Llanas de Sestao. Un fútbol que socava la reputación del país por los episodios de racismo y corrupción de los casos Negreira y Rubiales, justo cuando ha de decidirse el reparto del Mundial 2030 con Portugal y Marruecos. Al mismo tiempo que al senegalés Cheikh Sarr le llamaban «puto mono» y «puto negro de mierda» en Sestao, según su testimonio y la denuncia presentada ante la Ertzaintza, Marcos Acuña y Quique Sánchez Flores escuchaban en Getafe cómo les gritaban «¡vienes del mono!» y «¡gitano!», respectivamente, como si el racismo fuera una metástasis que se extiende por los campos, imposible de erradicar.
"Lo sujeta de la bufanda"
«Otros aficionados se acercaron para agredir a nuestro portero, pero Cheikh no pasó de sujetar por la bufanda al que había identificado. Es injusto que ahora sea él quien haya tenido que pagar por todo esto, ya que el árbitro lo sancionó con tarjeta roja. Puede que en ese momento se equivocara en su reacción, pero Cheikh es la víctima en todo esto, no al revés, como lo es Vinicius o lo fueron Acuña y Quique», prosigue Casado, en conversación con este periódico. Cheikh ha sido, asimismo, denunciado por el aficionado al que sujetó en la grada, y el colegiado García Riesgo reflejó en el acta que se acercó a él con «intención de agredirme».
El partido correspondía a la competición de Primera RFEF, no enmarcada en el fútbol profesional, por lo que el capitán rayista lamenta que «en estas categorías no existan los medios para probar estos episodios, como micrófonos. Mientras sea de ese modo, muchos de los que insultan saldrán indemnes. Yo creo a Cheikh».
Denuncia en la Ertzaintza
Casado acompañó al portero y a un vicepresidente del club a una comisaría de la Ertzaintza, donde pusieron una denuncia. Se ha identificado a un grupo de aficionados que estarían en la grada en estado ebrio.
«Fallaron, además, los protocolos, porque el árbitro debía haber suspendido el encuentro. En cambio, cuando llegó y yo le insistí, me dijo: 'No me lo pongas más difícil'. Lo único que hizo fue expulsar a nuestro portero, lo que todavía provocó más ira en él, y tuvimos que volver a sujetarlo», continúa Casado. La suspensión únicamente llegó, en el minuto 84, cuando los futbolistas visitantes decidieron que no continuarían jugando y el resultado favorecía al Sestao River (2-1). El colegiado argumenta que no lo hizo, porque ni él ni sus asistentes pudieron escuchar que fueran gritos racistas. Las cámaras pueden arrojar luz. Hubo momentos de mucha tensión e incertidumbre, en los que hasta Casado llegó a colocarse la camiseta de portero.
«Cuando entramos en el vestuario, vi a Cheikh abatido. Apenas podía hablar, mientras se cubría la cabeza con las manos. Sentía rabia y a la vez vergüenza por su reacción, y eso es injusto», añade Casado. «Lleva tiempo en España y, como todos, hemos recibido insultos en los campos de todo tipo, pero decía que nada comparable a lo de esta vez. Todos decimos que es terrible lo que pasa, pero nosotros nunca sabremos el dolor que sienten bajo su piel», , concluye el capitán que sacó a Cheikh de la grada, pero no de la vergüenza donde el fútbol español continúa.