Los de Inzaghi controlan al Benfica y dejan casi sentenciada la eliminatoria tras una gran segunda parte en la que marcaron Barella y Lukaku de penalti
La Champions, tantas veces asidero de los desesperados, tantas veces calvario de los confiados. El Benfica inmaculado que se encontraba ante una ocasión histórica de reconciliarse con su glorioso pasado fue arruinado por un Inter deprimido, que ahora sonríe pleno ante un horizonte para soñar. En Da Luz, la tantas veces decisiva competitividad futbolística italiana volvió a protagonizar una lección. [0-2: Narración y estadísticas]
El Inter se encontró con un gol al comienzo de la segunda mitad que fue como un latigazo a todo el dominio local. Como un felino agazapado, los de Inzaghi se desataron con un zarpazo mortal, un centro estupendo de Bastoni y un cabezado cruzado no menos preciso de Barella para sorprender a contrapié a Onana. Hasta ese momento, los italianos habían resistido con menos problemas de los previstos al Benfica. A partir de entonces, se sintieron realmente cómodos en Da Luz. Hasta la sentencia de Lukaku. Una historia tantas veces contada.
Quien lo hubiera dicho. El líder sólido en Portugal, el equipo que hasta el pasado fin de semana, contra el Oporto, no sabía lo que era perder en casa, invicto también en Europa… El Benfica revelación de Roger Schmidt descabalgado por la pujanza interista, todo lo contrario en su andadura este curso.
Porque los de Inzaghi mal avanzan en el Calcio, donde acumulan un mes sin ganar, fuera de los cuatro primeros puestos. Ninguno de esos precedentes apareció en Da Luz. Tras una primera mitad de poco fútbol y mucha táctica, apenas el aviso de Rafa Silva, llegó el tanto visitante que todo lo cambió. Especialmente la mentalidad de unos y otros.
Acudió el ansia local, demasiado precipitados los lusos, sin puntería ni precisión. Y también los espacios para el Inter, parapetados delante de Onana, con las contras como amenaza. Un par de lanzamientos de Barella, protagonista de la noche, estuvieron a punto de poner el segundo, también un par de remates de Dumfries, a otro estupendo centro de Bastoni. Fue Lukaku, de penalti VAR por manos de Joao Mario, el que casi sentenció una eliminatoria entre dos ilustres que, de momento, no cumple con el guion previsto: 12 años después de Mourinho, el Inter está muy cerca de volver a disputar unas semifinales.
Una vida juntos. Tres isleños, dos baleares y un canario, unidos por el talento y el destino. Carreras cruzadas para Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y Sergio Llull, quienes un 9 de octubre de hace 13 años disputaron por primera vez un partido defendiendo la misma camiseta (en el Palacio, contra el Fuenlabrada, victoria y 34 puntos del tridente) y cuya parada final, antes de los playoffs ACB, será en el Uber Arena de Berlín, la quinta Final Four juntos, del trío del que todos hablan, los veteranos, los que marcan la diferencia y no sólo en la cancha. Los guardianes de las esencias, los que, como dice su entrenador, «lideran con el ejemplo».
«Como si fuera la primera», proclama el que 100% no estará en otra Final Four más. Sin pronunciarlo, Rudy confirmó que están siendo sus últimos partidos como profesional. Cumplidos los 39 años, resistiendo al paso del tiempo y las lesiones, el de Palma mira sus desafíos finales, su cuarta Euroliga, su séptima ACB y sus sextos Juegos como nadie hizo jamás (acumula ya 11 medallas con España), palmarés de vértigo.
Y también hace repaso, de los debuts y de las herencias. De lo que ahora intentan dejar como legado al resto. «Los que vienen nuevos ven que esto es una familia y el escudo va por delante de cualquier cosa. Para eso estamos los veteranos», admitía estos días un Rudy que, mirando al porvenir del club, al impostergable relevo generacional, compara la identidad del vestuario blanco con la de España. «Cuando llegué en 2004 me arroparon y me hicieron saber la filosofía de la selección. Es parecido a lo que intentamos hacer aquí. Lo dijo Ancelotti, todos nos sentimos una familia, fútbol femenino, masculino y baloncesto», explicaba antes de partir hacia Alemania.
Uno de esos alumnos aventajados fue Luka Doncic, quien hace poco más de un año, cuando el trío de veteranos se erigía en protagonista en la remontada insólita de cuartos ante el Partizán de Obradovic, se rendía a sus maestros en redes sociales. «Me encantan los viejitos», bromeó igualmente otro ex compañero, Andrés Nocioni. Aquel fue el penúltimo baile, coronado con la Undécima en Kaunas. Han pasado 11 años desde que los tres juntos disputaron su primera Final Four, en 2013 en Londres, donde precisamente perdieron la final contra Olympiacos.
El lockout y Laso
El destino les había hecho coincidir de blanco primero. Fue durante el lockout de la NBA en 2011, cuando Rudy fichó temporalmente por aquel Madrid de Pablo Laso que daba sus primeros pasos (él terminó ese curso en Denver y regresó). No disputó aquella Supercopa en Bilbao por lesión y esa mañana de octubre contra el Fuenlabrada (unos días después, en Charleroi, jugaron juntos su primer partido en Euroliga, también con victoria) fue el capítulo iniciático de un libro extraordinario.
Después, coincidieron en cuatro Final Four más y levantaron tres. Si alzan la de Berlín entraran en un selecto grupo y sólo serán superados por Dino Meneghin (siete títulos) y Clifford Luyk, Aldo Ossola y Alvertis (cinco).
Llull ha disputado 10 de las últimas 13 Final Four -«intentamos cuidarnos un poquito más que el resto»- y Rudy, que no estuvo en 2011, nueve. El Chacho las mismas, aunque repartidas con el CSKA (también fue campeón) y el Armani Milán. También con la selección compartieron una trayectoria de aventuras y éxitos. De la primera vez que coincidieron, en los Juegos de 2012, hasta el 2016. Protagonizaron los tres un periodo en el que lograron cuatro medallas en cinco veranos: la plata olímpica en Londres, el bronce continental en Eslovenia, el oro de Lille y el bronce en los Juegos de Río, con el único traspié del Mundial patrio de 2014.
Rudy y el Chacho fueron ya campeones del mundo en 2006 y Llull y Rudy lo hicieron en 2019. Existencias entrelazadas, como cuando el Chacho y Rudy jugaron a la vez en los Blazers. Pero hambre intacta, a pesar de que si se suman todos sus títulos, la cifra asusta: han ganado 90, casi tantos como años (112) entre los tres. «La sensación es tan buena y bonita cuando ganas, que quieres perseguirla constantemente. Pones mucho esfuerzo, quieres que merezca la pena. Eso es lo que nos mantiene», explicaba el base esta semana, sin aclarar todavía si se retirará al final de la presente temporada (en unos días cumplirá 38 años): «No he profundizado en la decisión que tomaré. Puedo tener una idea, pero lo que pase en Berlín no será decisivo. Quiero estar centrado en competir bien y disfrutarlo».
«Son los que guían y transmiten a los jóvenes cómo funciona esto», había dejado dicho su entrenador, quien sigue contando con los tres en cada partido, situaciones críticas o momentos de sentenciar, casi siempre al comando de la segunda unidad. A los tres esta temporada han respetado las lesiones. O, evidentemente, si hay que jugarse la última bola. Para eso, no hay dudas, Llull. «Me la volvería a tirar. No me voy a esconder en esos momentos», proclamaba, recordando la histórica canasta ante el gigante Fall de hace un año en Kaunas, tan presente para todos este viernes en la pretendida revancha de Olympiacos.
Partizan - Real Madrid
LUCAS SÁEZ-BRAVO
@LucasSaezBravo
Madrid
Actualizado Jueves,
4
mayo
2023
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09:23Ver 1 comentarioDecisivo en el infierno de Belgrado, las lesiones...