El Inter rememora a Mourinho y jugará la final de la Champions 13 años después

El Inter rememora a Mourinho y jugará la final de la Champions 13 años después

Semifinales. Inter 1 Milan 0

Actualizado

El equipo ‘nerazzurro’, que no disputa la final de la Copa de Europa desde el triplete de 2010, se deshace de un Milan liquidado ya en la ida y rematado en el Giuseppe Meazza por Lautaro (1-0)

Lautaro celebra el gol del triunfo frente al Milan.GABRIEL BOUYSAFP

Cómo entender el fútbol. No debía ser el Inter un equipo que intimidara en esta Champions. Encuadrado en la liguilla junto a Bayern y Barcelona, nadie parecía reparar en los nerazzurri, con mucha más historia que presente a reivindicar. Pero, tras sobrevivir a aquella primera trampa y agradecer unos cruces de lo más apetecibles (Oporto, Benfica, y por último su enemigo ciudadano, el Milan), el Inter, tercero en la Serie A a 17 puntos del campeón Nápoles, ha alcanzado el último escalón europeo. Y podrá rememorar el próximo 10 de junio en la final de Estambul, frente al vencedor del Manchester City-Real Madrid, aquel tiempo en que José Mourinho conquistó la tercera y última Copa de Europa para el club en 2010.

No parece sencillo establecer comparaciones con aquellas escuadras interistas que hicieron historia en el fútbol europeo. En 1964, Helenio Herrera en el banquillo y Sandro Mazzola y Luis Suárez en el campo tumbaron al Real Madrid de Di Stéfano, Gento y Puskas en la final de Viena. Un año después, H. H. se deshacía de otro equipo de leyenda, el Benfica de Eusebio, en una final disputada al abrigo del Giuseppe Meazza. Mientras que en 2010, cuando el Inter reinó por última vez en Europa tras vencer al Bayern de Van Gaal en el Bernabéu, podían enumerarse las estrellas: desde el eterno capitán Zanetti, pasando por un Samuel Eto’o que venía de ejercer de lateral en la pared plantada en semifinales frente al Barça de Guardiola en el Camp Nou, un delantero al que le sobraba oficio en el área (Diego Milito), pero sobre todo un entrenador, Mourinho, que convirtió cada partido en una misión sólo para creyentes. Y que adquirió la categoría de líder mesiánico para la hinchada del Inter.

El Inter de estos tiempos poco tiene que ver. Sin la familia Moratti en el palco, gobernado por el heredero de un holding chino (Steven Zhang), y con el argentino Lautaro Martínez como gran referente ofensivo y también capitán, tiene también en su entrenador, Simone Inzaghi, a alguien más que preparado para exprimir cada uno de los episodios que determinan el fútbol. Lo hizo en la ida del Derby della Madonnina, cuando lo jugó todo a la carta de un arranque arrebatador para frustrar al Milan con dos goles en diez minutos en San Siro. Y lo hizo en la vuelta, ya como local en el templo pagano de la Lombardía, cuando supo contener a unos rossoneri a los que de poco les sirvió recuperar a Rafael Leao para la causa.

La ocasión de Brahim

Cuentan que el fútbol italiano está volviendo. Han amontonado a equipos en las últimas rondas europeas. Pero luego uno repara en que el dorsal diez del Milan, siete veces campeón de Europa, es Brahim Díaz. Un mediapunta más que correcto, sin duda. Pero exento de ese aura que distingue a los jugadores terrenales de los que no lo son. Brahim, a los diez minutos, se encontró con que tenía la pelota frente a él, unos centímetros más allá del punto de penalti. Y el portero Onana, preparado para un disparo a bocajarro, no tuvo más que mantener la posición y aguardar a que le llegara la pelota. El Milan, quizá en ese momento, entendiera ya que no habría manera de levantar la eliminatoria. Más aun después de ver cómo Leao, la primera vez que intervino, se giró tan lento que el tiempo pareció detenerse a su alrededor.

El extremo portugués, sin duda el único futbolista del grupo de Pioli con capacidad para reconstruir guiones, volvió a intentarlo una vez más. El árbitro no vio que la pelota le golpeaba en la mano. Poco importó. Dejó atrás a Dimarco con enorme facilidad y en tierra a Acerbi con un recorte hecho con tijeras de niño. Falló, sin embargo, en la culminación, con un remate demasiado cruzado.

El Inter, al que no le hacía falta llegar con demasiado peligro a las inmediaciones de Maignan, se dispuso a esperar con calma. Barella no tuvo demasiados problemas para comerle la moral a Krunic y Tonali, responsables de una creatividad inexistente ante la ausencia por lesión de Bennacer. Y los minutos pudieron ir cayendo como losas a la espera de una revolución del Milan que nunca llegó.

Lautaro, invisible en el éxito argentino en el Mundial de Qatar, pero que encontró en aquella contradictoria experiencia un buen motivo para volver a creer en él, se subió a las vallas del Meazza. Luego a una publicidad. Y todo pareció poco tras colorear el desconcierto previo en el área entre Gosens y Lukaku, recién ingresados en el campo, y clavar en la red un zurdazo que ni siquiera supo prever Maignan, batido por el palo corto.

Lautaro alzó el puño de un Inter que, llegados a este punto, a nadie teme.

kpd