Surne Bilbao 84 Real Madrid 87
El argentino, que resolvió al final (21 puntos, 7 rebotes y 7 asistencias), mantiene a los blancos invictos pese a sufrir la remontada local, en la que brillaron Pantzar y Kullamae
Facundo Campazzo se desempeña como si tuviera cada noche algo que demostrar. Es tal su ansia competitiva, su energía y su talento, que este enrachado Real Madrid se impulsa en su reencontrado base en todos los momentos. En los días buenos (como el jueves ante la Virtus) y también en los malos. En Miribilla, ante un corajudo Surne Bilbao, los blancos apuraron al límite la 17ª victoria consecutiva. Vencieron a la pereza y al poderío local a base de arreones, casi siempre propiciados por el argentino, omnipresente y decisivo: 21 puntos, siete rebotes y siete asistencias (29 de valoración). [84-87: Narración y estadísticas]
Es una bendición para Chus Mateo el retorno del Facu, único fichaje veraniego, aunque parezca que valga por 10. Pero también llama la atención la dependencia que el Madrid tiene de él, acumulando minutos, golpes y responsabilidades. En Bilbao, víspera de una semana con doble compromiso Euroliga, los blancos sudaron de lo lindo para mantener su racha. A trompicones, mezclando momentos lúcidos y apagones, sobrevivieron gracias al final de Hezonja y Campazzo.
Por un momento, pareció que el Real Madrid iba a finiquitar la faena en Miribilla en apenas unos minutos. No es que fuera una salida estruendosa, pero con sus mecanismos a punto y el acierto para empezar, los blancos sacaron de la cancha al Bilbao, que se quedó en 11 puntos en el primer acto y llegó a caer por 11.
Su reacción fue digna, pues lejos del conformismo los de Jaume Ponsarnau se pusieron manos a la obra. Fue el ex canterano blanco Melvin Pantzar el que tomó las riendas y en un ratito los de negro ya estaban por delante en el marcador. El Madrid daba síntomas de desgana -“¡No hacemos más que perder balones!”, se desesperaba Chus Mateo- y tampoco las continuas paradas en el choque (una red rota, otra revisión…) ayudaban a que los visitantes espabilaran. Un triple sobre la bocina de Causeur (no de Llull), tras el enésimo tapón de Tavares (se quedó en un punto), dio ventaja al descanso al líder (33-36).
Tantas veces ese colofón tiene continuidad a la vuelta de vestuarios. Pequeños detalles que marcan diferencias. El Real Madrid, tan de su costumbre, volvió de vestuarios consciente de lo que no había hecho bien antes. Concentrado, ágil, agresivo, en otro arreón de baloncesto volvió a hacer temblar los cimientos de Miribilla. Y a desesperar al siempre tranquilo Ponsarnau. Dos técnicas a los locales, pura impotencia en ese tramo, pusieron la máxima blanca (43-57) cuando ya Campazzo seguía con su infatigable labor de zapa. Cuando tuvo otro breve respiro, mientras el Bilbao trataba de mantenerse a flote (parcial de 11-4), ya coqueteaba el argentino con el triple doble.
No bajaban los brazos los de negro, que han comenzado la temporada con un gran tono, pero pese a los méritos (bien Kullamae, Pantzar y Killeya-Jones), hacer la goma con este Madrid parecía una tortura. El estonio, eléctrico con sus triples, daba vida y esperanza mientras el Facu aguardaba. Tras dos técnicas, una a Deck y la otra a Chus Mateo, el Bilbao no sólo había dado la vuelta al marcador, también había puesto su máxima ventaja (72-68, min. 36), una gesta a la vista.
Al Madrid no le quedaba otra que sudar para mantener la racha. Volvió a reaccionar con un parcial de 1-8 y ya no tuvo otra respuesta un exhausto Bilbao, que murió en la orilla y que fue capaz de mostrar más debilidades que casi nadie al equipo más en forma de Europa.