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El triunfo del español en Hawaii, en el primer torneo del año, da continuidad a su gran final de 2022, con tres victorias en sus últimos cuatro torneos y 86 golpes bajo par en total
El pasado nueve de octubre de 2022, Jon Rahm se daba un baño de multitudes y ‘birdies’ en el Club de Campo Villla de Madrid para imponerse en el Open de España con una tarjeta de 25 bajo par. Un par de semanas después, al otro lado del charco, terminaba cuarto en la CJ Cup del PGA Tour con -14. Su siguiente parada la cerraba con el triunfo en el DP World Tour de Dubai con 20 golpes bajo el par. Hubo que esperar casi otro mes para comenzar el año en Hawaii con la remontada histórica del domingo y sus 27 bajo par. Tres victorias en sus últimos cuatro torneos oficiales y 86 golpes bajo el par en solo cuatro semanas son los últimos zarpazos del ‘León de Barrika’.
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Tiene solo 28 años, pero los últimos siete de vida deberían convalidar como una eternidad: 18 triunfos, un ‘major’, decenas de millones de dólares, una boda y dos hijos. Pese a tanto recital de golf en los últimos cuatro meses, Rahm no se mueve del quinto puesto del ranking mundial, porque los cambios que se aplicaron el año pasado en la clasificación resultan incomprensibles para la lógica. “Desde los ‘playoffs’ no he terminado peor que un ‘top-7’. He ganado tres veces y ni me acerco al número cuatro de Patrick Cantley. Así que estoy tratando de entender lo que está pasando. Pero en mi mente, siento que desde agosto he sido el mejor jugador del mundo”, afirmaba, quejoso, Rahm.
GRAN REMONTADA
El español logró el domingo su victoria más sufrida. Remontó los nueve golpes de desventaja que acumulaba tras el ‘bogey’ en el hoyo uno y el ‘birdie’ de su rival, Colin Morikawa. “Fue un día de locos. Al salir pensé que iba a necesitar un pequeño milagro para ganar. Después del ‘bogey’ en el hoyo uno, creía que necesitaríamos un milagro grande”, comentaba entre risas. Pero si hay algo que ha distinguido la carrera de Rahm es su carácter competido.
Los Rahm llegaron a Hawaii a finales de diciembre, con el tiempo de aclimatarse y desconectar. “Siempre les decimos a nuestras familias que vamos a guardar los teléfonos en el cajón. No es tan exagerado, no vamos a hacer eso. Pero no vas a tener noticias mías tanto como suelo hacer. Porque este es nuestro tiempo libre. Me encanta levantarme temprano y ver el amanecer y disfrutar del atardecer. Juego mucho al golf, pero después voy a la piscina y disfruto comiendo, tomando Mai Tais y piñas coladas”, explicaba.
LOS COLORES DE TIGER
Pero cuando llega el primer día y pincha la bola en el ‘tee’ del hoyo uno, todo cambia y el afable chico de Barrika se convierte en ‘Rahmbo’, como le gusta que se refieran a él en las crónicas.
“Todos queremos batir récords, pero hay que ir semana a semana. Voy a intentar hacer todo cada día de mi vida para lograr ser el mejor golfista que pueda ser”, explicaba Rahm tras conseguir, en Hawaii, su primera victoria vestido de rojo y negro, los colores de Tiger Woods, un ‘outfit’ inusual que tiene su explicación: “Olvidé casi todos los cinturones que se suponía que debía llevar. Así que tenía un cinturón azul marino y uno negro”. “Traje mis palos -añadía-, eso es todo en lo que estaba pensando”. Palabra de Rahm, palabra de campeón.