Cuando en junio se sorteó el calendario liguero, el Mallorca se asomó a los titulares de la aristocracia futbolera. No por su nuevo y sigiloso proyecto, encabezado por un vizcaíno de 46 años curtido en el fútbol del norte, hombre sin aspavientos, de la inagotable cantera de entrenadores vascos. Sino porque la isla iba a presenciar el debut de Mbappé, casi una epifanía.
Pero noventa minutos después de aquella noche de fútbol en Son Moix, la ilusión desembarcó en la orilla más inesperada. Fue la afición bermellona la que salió eufórica tras ver a su equipo poner contra las cuerdas al Real Madrid y empatarle (1-1) ante la mirada en la grada de tres titanes del deporte: Nadal, Scaloni y Rudy Fernández.
Algo había cambiado. El equipo fluía con otro ritmo. Tenía casi la misma cara, pero otra mirada.
Hoy, ocho jornadas después, el RCD Mallorca de Jagoba Arrasate se ha colado entre los seis primeros equipos del campeonato. Es el único que ha ganado los tres últimos partidos, encadenando así una racha que el club llevaba doce años sin lograr. Nueve puntos en diez días. Un hito que descorcha la alegría en un club que el año pasado sufrió para quedarse en Primera.
«se apostó por crecer»
Para entender la dimensión de este buen arranque, otros dos datos. En ocho partidos lleva la mitad de todas las victorias que sumó el año pasado. Y lo ha logrado antes de octubre, cuando la pasada temporada (pese a llegar a la final de la Copa) no alcanzó esa cifra hasta febrero.
Los analistas coinciden en dar el mérito al banquillo. «Es una consecuencia evidente del cambio de entrenador», explica Álvaro Delgado, ex consejero del club que, sin denostar a los anteriores preparadores, valora que con Jagoba «se tomó una decisión valiente y se apostó por crecer, dando entrada al fútbol moderno».
«No ha cambiado tanto la plantilla», apunta el ex directivo, «pero ha cambiado el sistema y la actitud, se juega con defensa de cuatro y no de cinco, con líneas adelantadas, sin miedo, presionando arriba».
Algo así explica Francisco Chichi Soler, leyenda del club, el jugador que más veces vistió su camiseta (419). «El equipo se atreve, sigue combinando arriba todo el partido y eso ha desencorsetado a los jugadores». «Ya no sólo se valora el repliegue y el orden, todos están enchufados y no renuncian a nada», apostilla el ex centrocampista, oro en Barcelona 92.
Una tendencia ancestral
Con ese libreto y un coraje propio de un Mallorca de otra década se le ganó al Valladolid en Pucela. El gol decisivo llegó con un extremo presionando y robando picudo en el área rival a pesar de ir ganando en el minuto 82. Sin rastro del viejo parking de autobuses en área propia. Valery corrió sin mirar atrás. Robó y batió por abajo. Tan sencillo y tan difícil en un club con una tendencia ancestral al conservadurismo, indisociable del carácter de los mallorquines.
Arrasate, estudioso del fútbol y aficionado a los deportes rurales vascos, veraneaba en la isla, donde vive uno de sus buenos amigos, Aritz Aduriz, icono del Athletic y ex del Mallorca.
Entrenador y ex profesor de colegio, Arrasate aplica la pedagogía a sus jugadores. De momento, el ex técnico de Osasuna ha caído de pie. Dentro del club se alaba su afabilidad, su capacidad de trabajo y sus ganas de dar oportunidades a la cantera. Ha hecho debutar a Marc Doménech (nacido en 2006), un juvenil. Fichajes como Mojica, Takuma Asano o el hábil Robert Navarro han reforzado ese carácter ofensivo, permitiendo que otros centrocampistas de toque como Sergi Darder o Dani Rodríguez crezcan en la asociación.
La temporada no ha hecho más que empezar. En la grada algunos mencionan ya Europa como un ensalmo prohibido ante la mirada socarrona de los que saben que el año es largo. Y que, usando la metáfora empleada estos días por Arrasate, no siempre se surfean estas «buenas olas».