El Comité de Competición de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) sancionó ayer con dos partidos de suspensión al portero del Rayo Majadahonda Cheikh Kane Sarr por el incidente ocurrido ene el estadio de Las Llanas en el que se enfrentó a los aficionados locales del Sestao River que le insultaban, durante el partido de Primera RFEF disputado el pasado sábado. Además, por «conducta contraria al buen orden deportivo» le impuso una multa de 600 euros y 90 a club, en aplicación del artículo 129 del Código Disciplinario de la RFEF.
El Juez Disciplinario Único de la Federación también decidió otorgar la victoria por 3-0 al Sestao River después de que el encuentro se tuviera que suspender en el minuto 87 con 2-1 a su favor en el marcador. El Rayo Majadahonda, además, perderá tres puntos más en la competición, por lo que su salvación [es último a dos puntos del penúltimo, el Logroñés] será ya imposible.
Por los insultos racistas a Cheikh Sarr, el Sestao River tendrá que disputar dos partidos a puerta cerrada y abonar 6.001 euros en concepto de multa. Ayer mismo, el club vasco, mediante un comunicado negó que hubiese «cánticos racistas», y pidió que se respete la «presunción de inocencia» y que no se levanten «acusaciones veladas que aún no han sido probadas por la justicia». «En ningún momento, durante la celebración del encuentro de fútbol, se produjeron cánticos racistas hacia ninguno de los protagonistas: la prueba es que en las actas del partido, tanto la arbitral como la de la Ertzaintza, no se refleja nada al respecto, ni tampoco a través de las imágenes de televisión», señaló.
El acta arbitral, clave
La decisión del Comité de Competición responde al acta del colegiado Francisco García Riesco después del partido. En ella, el árbitro asegura que los insultos que denunció el portero, al que habrían llamado «puto mono» y «puto negro de mierda», no pudieron ser escuchados por el equipo arbitral.
En cambio, García Riesco notificó al órgano sancionador de la RFEF que Sarr saltó la valla para sujetar a un espectador y después se acercó al propio colegiado con intención de agredirle, por lo que le mostró la tarjeta roja. El futbolista lo negó en una entrevista en este periódico y volvió a insistir en ello en una rueda de prensa. «Sólo quería hablar con él, pedirle explicaciones por la expulsión», manifestó.
Según la normativa, Sarr podría haber sido sancionado con hasta 22 partidos de inhabilitación por la acumulación de actos reflejados en el acta.
El juez, en su resolución, entiende que el jugador, pese a ser “el sujeto pasivo ofendido gravemente, y titular del máximo derecho de defensa”, debería haber ejercitado ese derecho siguiendo los cauces legales específicos, y en tiempo y forma, cuando comenzaron los insultos racistas en el minuto 50 como él ha manifestado.
“Debería haberlo puesto en ese momento en conocimiento del árbitro, y éste hubiera activado el Protocolo de Actuación sobre Incidentes de Público”, que conlleva la detención del partido, el aviso por megafonía y de persistir los insultos decretar incluso la suspensión definitiva del encuentro.
“El jugador no puede tomar ninguna iniciativa antijurídica ni tomar la ‘justicia por su mano’ tomando a un espectador por la bufanda, a riesgo, además, de agravar las posibilidades de que los incidentes deriven en otros de mucho mayor calado, poniendo incluso en riesgo su propia integridad física”, añade.
Leve violencia
Para el juez, la defensa de su dignidad debe realizarse sin vulnerar la normativa deportiva aplicable, siguiendo por tanto los cauces legales adecuados y por supuesto, en definitiva, respetando el estado de derecho.
“Su actuación, saltando la valla de separación y actuando con cierta leve violencia -aunque no que conste haya llegado al insulto ni a la agresión- es plenamente reprochable, actuación soliviantada que prosiguió cuando el árbitro le mostró la tarjeta roja lo que nos obliga a considerarle autor de la infracción leve de conducta contraria al buen orden deportivo”, añade.
El juez explica que este comportamiento podría sancionarse con hasta cuatro partidos, de acuerdo al artículo 129 del Código Disciplinario, pero le impone solo dos al entender que no llega a constituir una infracción grave por “la existencia de una indudable provocación”.
El fallo apunta que la retirada del Rayo Majadahonda del terreno de juego “es una infracción cometida consciente y voluntariamente, contemplada en el artículo 82 Código Disciplinario, por lo que multa al equipo con 3.006€; le da el partido por perdido por 3-0 y le descuenta tres puntos en la clasificación.
Reincidencia
Respecto al Sestao, que no ha remitido alegaciones, el juez le sanciona con disputar a puerta cerrada los dos próximos partidos que juegue como local y a pagar una multa de 6.001 euros, por no haber pedido, a través de su capitán, la activación del protocolo de incidentes de público, “pasividad” que deriva en el presente caso.
El juez argumenta su decisión de cerrar el campo en que la clausura parcial del mismo, medida adoptada hasta ahora en casos similares, “carece del necesario efecto disuasorio”, ya que los autores de los insultos racistas pueden ubicarse libremente en otros sectores del estadio, que no suele completarse en Sestao.
“La medida punitiva de clausura parcial pierde la necesaria eficacia y ello, amén de constatarse una y otra vez, la extendida ausencia de medidas de control específicas para que, en cada partido, se identifiquen y se repriman, de inmediato, actitudes que conculcan derechos humanos elementales, lo que sin duda justifica que haya de modificarse el criterio, sustituyéndole por medidas como la de celebración de partidos a puerta cerrada, medida coercitiva que será que será reproducida, e incluso ampliada, en el indeseado supuesto de repetición de hechos similares que se produzcan en el futuro”, agrega.
El 8 de septiembre de 1989 abría sus puertas el remodelado estadio de Montjuïc, construido con motivo de la Exposición Universal de 1929, para acoger la Copa del Mundo de atletismo, un torneo test para la instalación que debía ser el epicentro de los Juegos Olímpicos de Barcelona, tres años más tarde. El 23 de octubre se publicaba el primer número de EL MUNDO. El paralelismo no es baladí, porque la vida de nuestro periódico, nacido ya con la Transición política consumada, es la de la gran Transición del deporte español y su eclosión, con los Juegos de Barcelona'92 como punto de inflexión.
La Transición hacia una era de éxitos en la que España ha tenido un campeón olímpico de 1.500 metros, Fermín Cacho, y una campeona olímpica de salto de altura, Ruth Beitia. Un tiempo en el que la otrora selección de las frustraciones ha ganado tres Eurocopas y un Mundial de fútbol, hito repetido por la selección femenina como metáfora de las conquistas sociales de la mujer. España ha alcanzado esa misma cima en el baloncesto -con su gran referente, Pau Gasol, como campeón de la NBA-, el balonmano, el waterpolo o el tenis, al levantar en seis ocasiones la Copa Davis. Ha visto a uno de sus ciclistas, Miguel Indurain, ganar cinco Tours y, después de dominar con numerosos pilotos la montura de las dos ruedas, con Marc Márquez como último grande, ha llevado a otro, Fernando Alonso, hasta lo más alto de la Fórmula 1, deporte que ejemplifica la competencia del primer mundo: tecnología, dinero y poder. Ha visto al Barça conquistar su primera Champions, meses antes de los Juegos, y repetir cuatro veces, y al Real Madrid romper un maleficio de más de 30 años y mejorar, con nueve títulos, los seis de su era fundacional. Ninguna otra actividad como el deporte ha experimentado un despegue internacional semejante en estos 35 años, más de la mitad compartidos con uno de los personajes más valorados repetidamente por la sociedad española. Es Rafa Nadal. Es un deportista.
La primera portada y el récord de Powell
La inauguración del estadio de Montjuïc fue accidentada, debido a una lluvia torrencial. La salida de EL MUNDO, que en su primera portada incluía una fotografía del entonces entrenador del Real Madrid, John Benjamin Toshack, como prueba de su sensibilidad por el deporte, no fue ajena a los avatares de última hora en el parto de cualquier periódico, según recuerdan los fundadores. El encuentro de uno y otro, estadio y periódico, se produjo en los Juegos, con los que EL MUNDO se volcó, al incluir entre sus enviados especiales a algunas de sus firmas ajenas al deporte, como Manuel Hidalgo o Alfonso Rojo. La iniciativa se convertiría en un hecho diferencial, continuada después por columnistas como los desaparecidos David Gistau y Raúl Rivero, o el reportero Pedro Simón. La creatividad, seña de identidad del periódico desde su creación, era puesta al servicio de las coberturas del deporte, como ocurrió cuando Mike Powell batió el récord de salto de longitud, en 1991. Los 8,95 metros fueron representados, centímetro a centímetro, en la cabecera de todas las páginas hasta completar la distancia. Y con el periodismo de investigación como prioridad, tampoco EL MUNDO ha perdido la ocasión de dedicar sus medios a indagar los casos de corrupción de los que el deporte no ha podido escapar.
El día de la inauguración de los Juegos, el 25 de julio de 1992, no llovía. Lucía el sol. Felipe VI, entonces príncipe, fue el abanderado de una delegación que desató la euforia en Montjuïc y en todo el país, una euforia que no se detuvo hasta que Los Manolos despidieron los Juegos con aquel 'Amigos para siempre'. Al día siguiente de la apertura, llegaba el primer oro. Lo hacía en bicicleta, en el Velódromo de Horta, gracias a José Manuel Moreno. Los oros continuaron, hasta 13, y el resto de medallas, hasta 22. La cifra no ha podido superarse más de 30 años después, hecho que demuestra la magnitud de lo conseguido entonces en una España en la que se había instalado el estado de optimismo. El país conseguía erigirse en actor global principal durante más dos semanas para trasladar al mundo la imagen de una España moderna y plenamente democrática. La lucha contra el terrorismo de ETA, que habría respetado el periodo de los Juegos a cambio de algún tipo de pacto, era entonces el frente ante el que el Gobierno de Felipe González traspasó los límites, con EL MUNDO como principal denunciante de esos excesos.
El éxito de Barcelona no sólo constató la eficacia del Programa de Ayuda al Deporte Olímpico (ADO), en el que se implicó a las principales corporaciones del país, sino que cambió la mentalidad de los deportistas españoles. Es el punto de partida del canto «¡Yo soy español, español, español!». La carrera suicida de Fermín Cacho, un atleta de Soria, en la recta de Montjuïc hasta el oro es la metáfora de esa transformación. También el remate de Kiko a la red en la final del Camp Nou. Todos los que vinieron después, Pau Gasol, Nadal, Andrés Iniesta o Alonso, son herederos de esa nueva mentalidad.
DEPORTISTAS, LOS MEJOR VALORADOS
El impulso del 92 fue, pues, clave y el deporte español tomó una línea de crecimiento que no siempre fue en paralelo a las de la política o la economía. Los años siguientes a los Juegos fueron los del tardofelipismo, una de las peores crisis de reputación para esa España emergente, fuera por los GAL o por los casos de corrupción. La corrupción atraparía también a los gobiernos del PP, con Gürtel como epicentro, hasta convertirse en un mal sistémico de la política española con independencia del color. Ello explica que algunos de los personajes mejor valorados por la sociedad española hayan sido deportistas, como Vicente del Bosque, el seleccionador de fútbol del título mundial, o Nadal, muy por encima de los líderes de los partidos políticos o inquilinos de La Moncloa. El deporte ha sido la buena cara del país, el mascarón de proa de lo que se llamó Marca España.
El año 92 no fue mágico únicamente por los Juegos. Dos meses antes, el Barça conquistaba su primera Copa de Europa en Wembley, tras derrotar en la prórroga a la Sampdoria italiana con un gol de Ronald Koeman. Después de dos finales perdidas, fue un título clave no sólo por lo que históricamente representaba, al dejar atrás el club azulgrana muchos complejos y frustraciones, sino por lo que iba a significar para el futuro del Barcelona y del fútbol español. Wembley avaló la osada y contracultural apuesta de Johan Cruyff e hizo posible el 'Dream Team', ganador de cuatro Ligas consecutivas. Con un imberbe Josep Guardiola en sus filas, toda su obra posterior como entrenador es heredera de aquellas enseñanzas. Guardiola mejoró al 'Dream Team', construyó el mejor Barça de la historia, por los títulos y por su juego, y aportó la clave de bóveda, el triángulo Xavi-Iniesta-Busquets, a la España que lo ganaría todo tiempo después.
El primer día de competición de los Juegos, el 26 de julio, Miguel Indurain subía al podio, pero lejos de Barcelona, en los Campos Elíseos de París, como ganador de su segundo Tour consecutivo. Era el de su confirmación el mismo año en el que había ganado también el Giro. España tenía un corredor que no parecía español. No era el escalador que espera su oportunidad en los Alpes o los Pirineos. No. Era un corredor total, fuera en la montaña o en la contrarreloj. Tres Tours más, hasta sumar cinco de forma consecutiva, convertían al navarro en uno de los mejores de la historia del ciclismo, capaz de marcar una era en su deporte. La era Indurain fraguó durante los primeros años de El MUNDO, volcado en su seguimiento.
El navarro no era el primer español en conseguirlo, puesto que pioneros como Ángel Nieto o Severiano Ballesteros también marcaron su tiempo en el motociclismo y el golf, respectivamente. En el ámbito colectivo, lo había hecho también el Real Madrid de las seis Copas de Europa, las cinco primeras sin interrupción, como los Tours del navarro. Sin embargo, Indurain lo conseguía en el momento del despegue para el deporte español, el inicio de los años 90.
aRANTXA Y cONCHITA SE AVAZAN A SU TIEMPO
Meses antes del nacimiento de EL MUNDO, Arantxa Sánchez Vicario ganaba Roland Garros frente a Steffi Graf. Tenía 17 años y todo un porvenir que se hizo realidad en los años 90. Si bien no pudo ganar en el All England Club, sí lo hizo su contemporánea Conchita Martínez en 1994. La obra de Arantxa y Conchita, el carácter y la técnica, se produjo en un tiempo en el que deporte femenino no gozaba del impulso institucional actual, y en el que el altar de los grandes campeones parecía reservado exclusivamente a los hombres. Ambas habrían merecido más reconocimiento. Arantxa ganó en Roland Garros antes de que volviera a hacerlo ningún español en categoría masculina desde Andrés Gimeno, en 1972. Sergi Bruguera lo hizo cuatro años más tarde que la menor de la saga de los Sánchez Vicario para abrir un tiempo de dominio en la tierra de París que no se remite únicamente a los 14 títulos de Nadal. Bruguera, en dos ocasiones, Carlos Moyá, Albert Costa, Juan Carlos Ferrero y Carlos Alcaraz suman otros seis, 20 en total para España en 31 años.
La tierra era el reino de los españoles, hecho que permitió la conquista de la primera Copa Davis, en 2000, en un Palau Sant Jordi en el que entraron los camiones cargados de arena para tener una superficie ad hoc. España derrotó a Australia y curó una herida histórica, ya que los pioneros que comandaba Manolo Santana cayeron sobre su hierba en 1965 y 1967. Rafa Nadal, con 14 años, era el abanderado de España en aquella final. Cuatro años más tarde, en la Cartuja de Sevilla, formaba parte del equipo. Al segundo título, ante Estados Unidos, le han seguido cuatro más, con o sin Nadal, en el formato antiguo y en el formato Piqué.
Esos seis títulos de Copa Davis en el siglo XXI, el equivalente al Mundial del tenis, demuestran que este deporte ha sido y es más que Nadal, aunque la descomunal obra del mallorquín, con 22 títulos de Grand Slam, haya fagocitado a sus contemporáneos. Ningún otro deportista y quizás ningún otro personaje de la vida pública española ha estado tanto tiempo en la cima como él. Nadal forma, junto a Alonso y los miembros de las grandes generaciones de las selecciones de fútbol y baloncesto, desde Pau Gasol y Navarro a Casillas e Iniesta, un conjunto de campeones españoles que alcanzaron la cumbre mundial en paralelo, hecho que da forma a la Edad de Oro de nuestro deporte. Alonso acabó con la era Schumacher, enlazó dos títulos, en 2005 y 2006, y pese a no volver a ganar el Mundial en sus pasos por McLaren o Ferrari, despertó la pasión por la Fórmula 1 en España. Su aportación es especialmente cualitativa.
España ya sabía lo que era alcanzar una plata olímpica en baloncesto, hace 40 años en Los Ángeles, pero la generación que nació en 1999 con el título del Mundial sub'19 marca un punto de partida distinto. Los júniors de oro no dejaron de ganar, con sus clubes o con la selección, sumaron más platas olímpicas y, sobre todo, alcanzaron la cima mundial con el título en Japón, en 2006. Cuatro Europeos y otro Mundial, ya con sus herederos, les siguieron mientras la NBA los reclamaba, y no para ser pajes de estrellas, como le ocurrió en los 80 a Fernando Martín. Pau Gasol lo demostraría con dos anillos de campeón con los Lakers.
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El mismo año que los 'júniors' de oro ganaban el Mundial sub'19 en Lisboa, la selección de fútbol se impuso en el Mundial sub'20 de Nigeria. Casillas y Xavi formaban parte de ese equipo, el eje Madrid-Barça que se trasladaría a la selección absoluta hasta el triunfo en el Mundial de Sudáfrica, en 2010, título que nuestro fútbol observaba como un Everest inalcanzable. El gol de Iniesta, «Iniesta de mi vida», es parte ya de la historia de España, un país que pudo sacar a las calles su bandera sin señalarse, sin complejos. Un país unido, por una vez, por obra y gracia del fútbol, que nos hizo creernos los mejores del mundo. Las mujeres lo consiguieron 13 años después, aunque la vergüenza por el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso les arrebatara parte de los focos. El caso Rubiales supuso una de las peores crisis de reputación para nuestro país en los últimos años y abrió en canal a una Federación de fútbol incapaz de erradicar la corrupción, buena parte de los casos denunciados por este periódico.
El tiempo, sin embargo, disipa las sombras para dejar ver el avance del fútbol femenino en nuestro país, con el Barcelona como mejor equipo del planeta. La mujer ya había demostrado su avance en la arena olímpica, con una selección de waterpolo que lo ha ganado todo, el oro finalmente en los Juegos de París, y más medallas en categoría femenina que masculina en varias de las últimas citas bajos los aros. Una conquista que hacen todavía más global los atletas paralímpicos, como prueban sus últimos resultados en París. La mejor conquista de España en la vida de EL MUNDO.