Open de Australia
Venció por 6-4, 7-6 (4) y 7-6 (5) para ganar su décimo título en Australia y regresar al número 1 del mundo
Hace un año, recién deportado de Australia tras su estéril y obstinada batalla por disputar el torneo sin vacunarse contra el covid, Novak Djokovic yacía como un proscrito, sin otra alternativa que soportar cómo Rafael Nadal hacía una de las suyas en la final del torneo para ganar a Daniil Medvedev un partido imposible y sacar la cabeza entre los tres jugadores que entonces compartían el techo de la historia, logrando su vigesimoprimer título del Grand Slam en un escenario que parecía reservado exclusivamente para él.
Este domingo, con su victoria por 6-3, 7-6 (4) y 7-6 (5), en dos horas y 56 minutos ante Stefanos Tsitsipas, Djokovic culminó su regreso dorado a Melbourne con la conquista de su décimo título, que significa también el vigésimosegundo Grand Slam y abrir su quinta etapa como número 1 del mundo. Nole respondió al triple desafío y ya está a la altura de Nadal en la vibrante pugna que ambos mantienen por culminar su carrera con más títulos de la máxima jerarquía. Es también el torneo número 93º en el global de éxitos, ya uno más que el español.
Buena parte de la suerte del partido dependía de hasta qué punto Tsitsipas conseguía encontrar pronto su derecha para poder dominar los intercambios. Lo había hecho con facilidad a lo largo del torneo, pero en esta ocasión se encontró con el mejor restador del circuito, habilitado a la hora de incomodarle en el comienzo de la jugada.
En su segunda aparición en la final de un major, el griego, que perdió la primera en Roland Garros 2021 precisamente contra Djokovic, después de contar con ventaja de dos sets, se vio sofocado desde el arranque por un adversario que le intimidaba en la mayoría de sus turnos de saque hasta lograr provecho en el quinto juego, brecha con la que le alcanzó para llevarse el primer parcial.
Dificultades desconocidas
A sus 24 años, y con el bien ganado predicamento de su tenis, Tsitsipas aún no ha logrado el refrendo que busca en un torneo de este rango. En el segundo parcial, se movió mejor y fue más agresivo, llegando a tener una pelota para llevárselo al resto en el noveno juego, neutralizada por su oponente con una derecha ganadora. Djokovic se enfrentaba a dificultades desconocidas a lo largo de un torneo que ha dominado con puño de acero. Se dirigía a su palco, donde volvió a faltar su padre, Srdjan, que no ha regresado desde la controversia generada al ser fotografiado con aficionados rusos partidarios de Vladimir Putin tras el partido de cuartos, en busca de respuestas.
Tuvo cerca la igualada Tsitsipas antes de un desempate epidérmico, de pura sangre mediterránea, que cayó en manos de quien redujo el número de errores, que fueron numerosos. Djokovic mostró arrestos para encarar la adversidad, como sucedió de nuevo tras ceder el saque de entrada en el tercero. Hubo de llegar a otro desempate, que liquidó sin concesiones.
Diez veces campeón en Australia, siete en Wimbledon, tres en el Abierto de Estados Unidos y dos en Roland Garros, el serbio, el tercer ganador más veterano en Melbourne en la era profesional, con 28 partidos ganados de forma consecutiva en este torneo, plasmó, a sus 35 años, el mejor retrato de sí mismo. Afinado con el servicio, recuperado el revés paralelo marca de la casa y con toda la maquinaria a pleno rendimiento, este hombre que se desplomaba tras la victoria en su palco, víctima de un llanto incontenible, sale de Melbourne como corresponde a su estatura deportiva, lejos de la triste imagen de hace un año, hoy engalanado como un campeón de época.