Al encuentro con EL MUNDO en la Villa Olímpica de Saint-Denis, al mediodía del lunes, acuden con paso ligero, tan simpático el padre, tan serio el rictus el hijo. Es normal, Rafael Lozano júnior lleva días sin comer ni beber demasiado y «cuando no está la comida ya te sienta mal todo». Porque tiene que dar el peso (-51 kilos) para su combate de de octavos de final contra el australiano Yusuf Chothia (11:32 h.). «No le conozco demasiado, nunca me
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Más de seis horas sobre la bicicleta en pelotón para aguardar los 20 kilómetros más eléctricos de la temporada. Mereció la pena otra vez. El ciclismo alcanzó un cielo único en la 116ª edición de la Milán-San Remo, una de las mejores de siempre, un regalo, un espectáculo impagable. Tres genios en solitario desde la Cipressa, atravesando el Poggio y resolviendo en la meta de Via Roma. Tres héroes. Venció Mathieu Van der Poel, premio a una resistencia sobrehumana, por delante de Filippo Ganna y un Tadej Pogacar al que se le sigue resistiendo la Classicissima. Un trío que es un Monumento.
Es la segunda Milán-San Remo para el nieto de Poulidor, tras brindarle la de 2024 a su compañero Jasper Philipsen. Es la confirmación de un ciclista único, pujando para ser llamado el mejor clasicómano de la historia, su séptimo Monumento, el que fraguó en cada una de las ocasiones que apretó los dientes y elevó los vatios para no sucumbir a los zarpazos de Pogacar, un campeón enrabietado.
Seguirá el esloveno sin desentrañar la peculiar liturgia de la Milán-San Remo, una de las pocas cosas que se no es capaz de conquistar el mejor ciclista del mundo. Es el misterio, bendito, de la Classicissima, el Monumento más peculiar, el más extenso, el primero del año. El que ganó siete veces Eddy Merckxs, el que ha visto fracasar ya hasta en cinco ocasiones a quien le persigue en la historia. Si es que se puede llamar fracaso a lo que protagonizó Pogacar.
Porque él lo fue todo. Él hizo la selección en la Cipressa y el atacó hasta en cuatro ocasiones en el Poggio, donde hizo sufrir a Ganna y no pudo tumbar a Van der Poel. Le faltó desnivel y metros. Y le sobró un rival majestuoso.
El día había transcurrido en calma hasta allí, con todos los tópicos de la Classicissima. Una escapada numerosa y controlada -ocho integrantes que no gozaron de mucho más de cuatro minutos de ventaja; Martin Marcellusi fue el último en resistir tras dejar al resto en el Capo Berta-, de la lluvia y el frío de Pavia a los rayos de sol y la brisa del mar (a favor de los ciclistas) llegando a San Remo, bordeando la costa como centellas entre toboganes, aumentando los nervios a medida que se aproximaban los dos puntos claves del trayecto.
El rock and roll se desató en las primeras rampas de la Cipressa (esos seis kilómetros al 4%). Tim Wellens fue el primer pretoriano del UAE en ponerlos a todos en fila. Pronto eliminó al ganador de 2024, al sprinter Jasper Philipsen, caído y magullado el pasado miércoles en la Nokere Koerse. Después fue el turno del ecuatoriano Narváez, 500 metros al máximo, hasta que Pogacar encendió los fuegos artificiales.
Fue una secuencia maravillosa, de esas páginas que el ciclismo guarda para la posteridad. Su acelerón brutal sólo lo pudieron secundar tres hombres, que al poco fueron dos cuando estalló Roman Gregoire. Se quedó un trio de súperhombres. Van der Poel no perdió ni media rueda tampoco cuando Tadej volvió a apretar. Ganna sufrió algo más, pero logró coronar con la pareja. Juntos destrozaron el legendario récord de la ascensión a la Cipressa (Gabriele Colombo, 9:19 en 1996). En nueve minutos estaba el objetivo del UAE y lo fulminaron: 8:55.
La distancia con el resto de mortales fue definitiva, más de un minuto. Ni Pidcock, ni Pedersen ni Milan ni Girmay. Tampoco ninguno de los españoles (Aranburu, Roger Adriá...). Los tres genios caminaron aliados hasta el mítico Poggio, donde se iban a repartir el podio. Donde Van der Poel resistió como un héroe mitológico e incluso se permitió el lujo de atacar en el último tramo.
Después, neutralizada la pareja por Ganna tras el descenso, resolvió el del Alpecin al sprint, donde es inalcanzable. Emocionado, consciente de lo logrado. Historia.
No hay noche intrascendente en el WiZink. Un Viernes Santo lluvioso y frío no hay mejor atracción en la capital, aunque ni el Real Madrid ni el Estrella Roja, los dos contendientes, se jugasen ya nada a estas alturas de la Euroliga en las que todos andan a la gresca por meterse en los playoffs. Hubo diversión, actuaciones de estrella (Musa vs Nedovic), muchos puntos y hasta una remontada marca de la casa. Y un récord: los blancos se convirtieron en el primer equipo en la historia de la competición que llega a 26 victorias en la Liga regular.
Mediado el tercer cuarto, el run run en las gradas. Sumido en cierta apatía (Hugo González, Carlos Alocén y Eli Ndiaye partieron como titulares), con tres de sus referentes vestidos de calle (no jugaron por descanso ni Campazzo, ni Poirier, ni Deck), el Madrid caía por 16 (54-70) ante un Estrella Roja que, pese a sus nombres, hace tiempo que perdió cualquier opción de disputar ni siquiera el novedoso play in de la Euroliga. Sólo era cuestión de aplicar un poco de energía y de anular el talento veterano Nedovic y el ex Adam Hanga, ovacionado de vuelta. Y de encomendarse a Musa y Hezonja para deleite de las tribunas, bien repletas.
En un abrir y cerrar de ojos, un 13-0 que igualó la contienda, con el Chacho a los mandos. Lo volvió a intentar el equipo de Sfeiropoulos, que se presentó sin el mago Teodosic y también aún sin Trey Thompkins, recién fichado. Pero el Madrid tenía su puñadito de épica para sumar otro triunfo. Un estupendo mate de Hezonja tras robo y los puntos del incontenible Musa (acabó con 30 y 40 de valoración) cerraron una noche de 101 puntos, en la que Llull sumó un triple más (también clave) y ya está a sólo dos del récord de Juan Carlos Navarro.
En la piscina de La Defense se vivió una monumental semifinal olímpica, la agonía absoluta para una venganza y para un hito. España, la gran España del waterpolo femenino, estará otra vez en la final olímpica, esta vez contra Australia, buscando ese oro que persigue con ansia. En un partido de idas y vueltas, de locura, los penaltis, con una parada para el recuerdo de Martina Terré, dieron el pase a la selección (18-19).
Alzaba el puño Miki Oca camino de vestuarios, se abrazaban las españolas a aficionados y familiares, el éxtasis de la victoria, suspiros de alivio. Se habían sentido arrolladoras y a la vez derrotadas ante un rival que es algo más. El mismo Países Bajos que les había despojado del oro Mundial en Fukuoka 2023 y del europeo este mismo año en Eindhoven. Pero no hay quien detenga a este grupo de ganadoras, que va saldando cuentas pendientes en París.
La heroína fue Tarré, una parada en el último lanzamiento de la tanda a Brigitte Sleeking. Y después la veterana Maica García no iba a fallar.
Lo había merecido y lo había tirado España, inmaculada en estos Juegos en los que también fue capaz de ganar a EEUU en la primera fase tras 11 años de derrotas. Fue un inicio fulgurante, como una apisonadora sobre el agua de La Defense. Como si hubiera cuentas pendientes. Que las había, claro. Un primer acto para enseñar en las escuelas de la competitividad, un 1-6 'imposible' en nada menos que unas semifinales olímpicas. Igual daba el ambiente en contra, igual los precedentes. Desde el sprint inicial ganado por Anni Espar a los goles de todos los colores, en jugada, en contra o de disparo lejano. En cinco minutos y medio ya tuvo que parar Eva Doudesis, desesperado ante el ko técnico.
Elena Ruiz, en la semifinales contra Países Bajos.ANDREAS SOLAROAFP
Había sido tan eléctrico que costaba creer. En el segundo round Países Bajos trató de recomponerse, más aguerridas atrás, un pequeña reacción. El paradón con el rostro de Terré volvió a meter a las de Miki Oca que, con los tantos de Elena Ruiz y Judith Forca, mantuvo la ventaja. En el último segundo, un balón a la boya no lo iba a desaprovechar Leitón (5-10).
Pero ese gran augurio no sirvió de nada. Increíblemente, tras el descanso, todo se dio la vuelta de manera calcada. Ahora España era incapaz de resolver las defensas neerlandesas, malos disparos y peores defensas, los tantos como puñaladas de Van de Kraats, las paradas de Aarts, crecidísima. Ni el fallo de un penalti quitó la iniciativa a las campeonas mundiales en 2023, que devolvieron el 6-1 para dejar el choque igualado (11-11) con el último cuarto por disputar.
Las sensaciones de repente eran terribles para España. Aunque los primeros minutos fueron de tanteo, rápidamente llegó la primera ventaja de todo el partido para Países Bajos con un gol, tras una excelente combinación, culminada por Rogge. Llegó la respuesta de Forca, su quinto tanto ya, inspiradísima, en una superioridad. Pero era sólo el segundo de toda la segunda mitad.
Los últimos minutos fueron de taquicardia. Nervios templados, balones a los palos para ambos equipos. A falta de 30 segundos, Maica García, su primer gol de toda la tarde, llevó la esperanza, que se diluyó en la última posesión: a falta de siete segundos, Sleeking llevó el intensísimo duelo a la tanda de penaltis.
Allí no fallaba nadie, ni con los cambios de portero. Pero el destino tenía un guiño para España, con esa estirada a la derecha de Terré y su grito en una Defense abarrotada, para esta escuadra que desde 2010 ha ganado ya tres metales olímpicos (quintas en Rio 2016), un Mundial (y tres finales), tres Europeos, la plata de enero en Eindhoven... Leyendas que quieren el primero oro olímpico por equipos para España desde Atlanta 96, entonces la selección masculina precisamente de Miki Oca.