España vivía inmersa en el hábito de gobernar el juego, de ganar con una lucidez asombrosa que ensombreció Serbia y que puso a prueba Suiza. Pocos contratiempos habían lastrado las botas de la selección de Luis De la Fuente pero, cuando aparecieron, se volvió camaleónica... y ganadora. Lo hizo tímidamente en Alemania y, sobre todo, ante una Suiza respondona a que acabó sujetando con diez jugadores durante 70 minutos y goleando.
A España le tocó aprender a ser varios equipos en un mismo partido, un examen que acabó con sobresaliente. Necesitaron buscar un plan diferente al dibujado de inicio para sobrevivir durante demasiados minutos en un duelo que comenzó descosieron Lamine Yamal en dos tijeretazos. Ni la lluvia ni el enfermo césped frenaron el ímpetu del adolescente del Barça jaleado por todo el estadio, suizos incluidos, como si fuera una estrella del rock. No les defraudó, aunque sólo fuera durante 45 minutos.
La selección cortó la respiración de Suiza desde el arranque cuando Pedri le tiró una pared a Nico para, de tacón, dejársela a Joselu y que probara a Kobel. Esa la paró el meta del Dortmund, pero la siguiente la sacó de dentro de su portería. Lamine agitó su varita, quebró a los defensas y apuró para colarse pegado a la línea de fondo y regalarle el gol al '9'. Enseñaban el colmillo los muchachos de De la Fuente y olían la sangre, pero Suiza no perdió su neutralidad. Encajó y respondió.
De forma inmediata, Aebischer lanzó una contra, se asoció con Embolo, que empezaba a carburar, para que apareciera Omeragic a batir a Raya. La revisión hizo que apareciera una mano al inicio de la jugada que invalidó el empate. No se inquietó Murat Yakin en el banquillo, como si supiera que la ocasión iba a llegar. Antes se vería con otro gol en contra. Primero probó Grimaldo con zurdazo desde la frontal pero fue otra vez Lamine Yamal quien lanzó a Nico. Quebró el navarro a su par pero se topó con el despeje de Kobel que rebañó Fabián para engordar el marcador. La visión de un partido cómodo fue un espejismo.
Cuando parecía que España tomaba el gobierno del juego para inclinar el duelo, Le Normand agarró a Embolo cuando encaraba el área y tuvo que enfilar el vestuario. Era el minuto 20 y la superioridad numérica inflamó a Suiza. Esa falta la estrelló Amdouni en el larguero y sirvió de aviso. España tenía que recomponerse y De la Fuente sacrificó a Pedri por Vivian. Había que cementar al equipo por encima de todo por los problemas que empezaba a crear Rubén Vargas. La confianza seguía estando en el miedo que Lamine Yamal creaba en los rivales. Con la pelota cosida al pie, dejaba sin respiración a la afición helvética y a Gregor Kobel también, porque su rechazo a otro zurdazo cruzado a punto estuvo de cazarlo Joselu.
Lejos de arrugarse Suiza, se creció a base de arreones de autoestima mientras que a España se le cerraron los espacios y se esfumó la capacidad de dormir la pelota. Embolo se convirtió en un quebradero de cabeza, incluso con Vivian como sombra, y Vargas en un puñal. La selección se tenía que conformar con contras como la que Nico Williams comandó junto a Lamine, aunque se entretuviera demasiado y apareciera Ricardo Rodríguez para evitarse otro problema con la joven estrella. Más que atacar se volvió imprescindible aguantar un resultado que, sin ser brillante, servía.
Empeñado en evitarlo estuvo Vargas que, en el minuto 40, forzó a Raya a conceder un córner de que nació su gol. Embolo peinó en el primer palo y apareció Amdouni para empujar a placer. España pedía el descanso a gritos, aunque Lamine, en su último servicio, forzara a Akanji a exhibir su punta de velocidad.
Reseteó De la Fuente el equipo en el vestuario y echó mano del pulmón de Zubimendi para no agotar a Rodrigo y de las piernas de Ferran y Yeremy Pino ante el esfuerzo que ya pesaba en Nico y Lamine. España mutó su piel y se volvió muy práctica. Había que sujetar a Suiza, que se volcó en el área, y buscar transiciones rápidas que les penalizaran el ímpetu.
Así fue como Raya lanzó a Ferran para que le ganara el duelo al lateral helvético y sirviera a Fabián su segundo gol. Después fue el valenciano quien encontraría su premio, su vigesimoprimer gol como internacional. Fue Joselu quien le entregó la pelota para, en una carrera infinita, encarar a Kobel y cruzarle el balón donde era imposible que alcanzara. España, con otra piel, volvió a demostrar su capacidad de deslumbrar.