«Traed siempre el DNI de Christian, porque nos lo van a pedir». Este fue el consejo que recibieron los padres de Christian Mosquera (Alicante, 2004) cuando entró en la escuela del Hércules. Nadie se creía que con su envergadura pudiera ser alevín y cada semana sus entrenadores tenían que enfrentarse al mismo comentario: «Ese niño no cumple la edad». Apenas han pasado nueve años y su crecimiento como futbolista sigue provocando la misma pregunta: ¿Cómo puede liderar la defensa del tercer equipo menos goleado de la Liga, un chaval de 19 años?
Este Valencia de la 'Quinta del Pipo' está en el top 5 de las grandes ligas en minutos jugados por menores de 21 años. Un escaparate perfecto para que luzca un talento como el que tiene Mosquera, el defensa sub-19 con más minutos de Europa, nominado al Golden Boy y en el foco de media Premier... y del Atlético. Con contrato hasta 2026, el futuro en Mestalla lo marcará de Peter Lim.
Este chico que llegó al fútbol por casualidad. Christopher Mosquera y Loreydis Ibargüen dejaron Colombia hace 23 años y, tras un breve paso por la lluviosa Vilagarcía de Arousa, decidieron instalarse en Alicante, donde acabaron trabajando como conserje y cocinera de un colegio en San Vicente del Raspeig.
A Christian, un niño alto y muy espigado, le llamaba más la canasta de baloncesto hasta que un día su tío James se lo llevó a jugar al San Blas Cañavate, un equipo de fútbol sala de su barrio. De allí pasó al Carolinas y el Hércules no perdió la ocasión de ficharlo, aunque se cuestionara su edad en cada partido. Era una joya que pronto vio el Valencia.
Con 12 años, aquel niño tímido al que no le gustaba dormir fuera de casa, tenía que dejar a su familia y vivir en la residencia de Paterna. Dos meses tardaron sus padres en proponérselo. Pero ni un minuto él en decir que sí.
El pulido de Mosquera pasó por trabajar su coordinación y su elasticidad, pero el chico mostraba una predisposición y una humildad impropia. El detalle lo cuenta Javier Lafora, ex seleccionador valenciano sub-16, que lo dejó sin jugar los primeros partidos del Campeonato Nacional de Selecciones Autonómicas en diciembre de 2019 porque no podía alinear a tres del mismo club. «Y eso que era el capitán. Lo entendió y fue uno más animando desde el banquillo», recuerda. En ese momento, Mosquera, internacional en todas las inferiores con España, se estaba perfilando como central viendo desde el juvenil cada día a Ezequiel Garay y siguiendo de cerca a Varane. «Siempre me he fijado mucho en él», ha confesado.
Lejos de una familia sensata y protectora, que acudía cada fin de semana a verle jugar, a Mosquera le curtió la pandemia, que vivió en la residencia de Paterna y lesionado en el pubis tres meses. La recuperación tuvo como premio el debut en el filial y, a los tres meses, en el primer equipo con Bordalás ante el Atlético Baleares en la Copa del Rey de 2022, aquella que el joven central vio en la grada de La Cartuja cómo se la llevaba el Betis en los penaltis.
«Se veía que tenía mucho nivel, pero sobre todo es que era una esponja, siempre atento», recordaban el técnico. De esa dinámica ya nunca se bajó, pero la explosión llegó con Baraja, que le tiene absoluta fe.
Los Juegos de París y la saga
Ni sus errores le han penalizado para mantenerse en la titularidad y seguir asombrado con su madurez fuera del campo -donde estudia Ciencias de la Actividad Física y trata de sacarse el carnet-, y dentro, cuando confiesa que le encanta «defender a campo abierto y los duelos uno contra uno» y espera que le llegue la única reto que le falta: el gol de cabeza. Y es que el otro ya lo ha logrado.
Las puertas de la selección se le han abierto. Primero la Sub-21 y el sueño de los Juegos de París, donde le encantaría encontrarse con Mbappé o Messi. Colombia le ha tentado, pero no quiere anticipar ninguna decisión. Sus colores ahora son los de España.
No es el único Mosquera que asombra. Su hermano Yulian, de 13 años, es un clon, en el físico y en el campo. Ambos jugaron juntos en la Liga Promises, cuando el pequeño tuvo que elegir jugar con un ídolo y escogió a su hermano mayor. Una historia que, quién sabe, podría acabar como la de los hermanos Williams.