Por orden de llegada, por grado de apropiación y cercanía a la amorosa victoria, en la cumbre del ciclismo mundial, Remco Evenepoel,Tadej Pogacar,Primoz Roglic y Jonas Vingegaard se enzarzaron en la disputa de una contrarreloj primorosa en su interés, su intensidad y su emoción. No tanto en su trascendencia estricta, porque las diferencias, en 25,3 kms., no podían ser grandes entre ellos.
Pero, en lo escueto de su lenguaje cronométrico, el resultado certificó que, a expensas de que la carretera y sus azares se pronuncien más adelante de modo diferente, hay cuatro hombres para tres puestos de un podio aún sin determinar. Cuatro hombres a los que, realmente, sólo les mueve el afán de ocupar su cima, aunque Pogacar, en el conjunto de posibilidades teóricas, parece el destinado para ello.
La primera gran referencia la estableció Kévin Vauquelin al bajar de los 30 minutos (29:44). Lo dejó atrás por 76 centésimas Victor Campenaerts. Quienes salieron después no rebajaron ese tiempo hasta que los Fab Four entraron en liza. Desde el primer momento, y en los tres puntos intermedios, situados en los kms. 8,6; 14,4 y 19,9, Evenepoel, Pogacar y Vingegaard realizaban los mejores tiempos. Bueno, en el tercero, Roglic se adelantó a Vingegaard y ese cambio dictaminó la clasificación final.
En su primer Tour, Evenepoel (28:52) fue el único que, a 52,6 kms. por hora, bajó de los 29 minutos. Pogacar (a 12"), Roglic (a 34") y Vingegaard (a 37") bajaron de los 29:30. Las espadas están en todo lo alto. Remco aspira a lo máximo, pero debe pasar la reválida de los grandes puertos. Pogacar permanece como máximo favorito y no admite más dudas que, tras el Giro, pueda acusar la tercera semana. Vingegaard parece, a medida que acumula kilómetros, ir adquiriendo la forma que le permita enfrentarse a Pogacar y, quizás, a Evenepoel. En cuanto a Roglic, es la solidez personificada, y descartarlo en el vértice de la baraja sería un atrevimiento.
La modalidad de contrarreloj es paradójica. Los corredores actúan por separado. Pero, en la ausencia de acompañantes o intermediarios, se enfrentan directamente. A distancia, pero unidos, defendiendo cada uno su suerte, por un cronómetro neutral, objetivo, insobornable. Justo.
Juan Ayuso (decimoquinto, a 1:18) y Carlos Rodríguez (decimoséptimo, a 1:27) no nos dejaron satisfechos. Conservan, sin embargo, en la general, sus puestos en el Top-10. Ayuso es quinto, a 2:16. Rodríguez, séptimo, a 2:31. Tal como están las cosas, no ofrecen quejas. Ayuso, por otra parte, tiene por delante una doble tarea: mantener el tipo y echar una mano a Pogacar.
En las crónicas deportivas siempre se empieza por el final, por el resultado, que es lo que, en definitiva, importa. En las etapas ciclistas llanas, con mayor razón, porque suelen resolverse de golpe en su mismísimo epílogo. En el caso que nos ocupa, entre Mâcon y Dijon, hablamos, además, de la etapa más llana de este Tour. Destinada más que cualquier otra a los sprinters, esos "locos" que, en un hervidero de pedaladas frenéticas, se disputan a dentelladas las galas del triunfo.
Ya estamos tardando en decir que se la llevó Dylan Groenewegen (Jayco Alula), el campeón nacional de Países Bajos. Es su sexta victoria en el Tour. Nada. No ocurrió realmente nada antes de esos momentos. No importó que, a lo largo de la ruta, entre viñedos (esto es Borgoña) y verdes horizontes abiertos, a veces inabarcables para la vista, soplara con cierta intensidad (entre 20 y 25 kms. por hora) un viento cambiante. Dio igual que, a 75 kms. de la llegada, el pelotón, adormecido y adelgazado momentáneamente a causa de unos movimientos nerviosos y fugaces en la proa a cargo del Visma, se rompiera de golpe a causa del viento, en un súbito abanico, como se rompe un hilo sometido a un brusco tirón.
En el minoritario grupo de cabeza se quedó aislado de los suyos Pogacar. No le entró miedo, faltaría más, pero nunca se sabe qué puede pasar en un momento dado, un pinchazo, una avería, un percance, una caída, y encontrarse solo puede ser peligroso. Se rezagó un tanto mirando hacia atrás con frecuencia para constatar poco después que el UAE, con Ayuso, Soler, etcétera, tirando del segundo carro, enlazaba sin mayores agobios. Tampoco nadie intentó aprovechar una situación que no pasó de un amago de apuro, de un atisbo de amenaza. Los abanicos los carga el diablo. Pero las aguas volvieron rápidamente a su cauce.
Caída
Sufría una avería Cavendish y, al amparo de los coches, regresó pronto al rebaño. El asfalto se deslizaba bajo las ruedas de la tropa a 40 por hora y nada ocurría. La gente iba de paseo. Con el material y el piso actuales, a esa velocidad las bicis van solas. Todo el mundo esperaba el zafarrancho final, en el que se desencadenarían las hostilidades buscando, primero, la colocación de los velocistas y, luego, ellos y sólo ellos, en su duelo de fuego, arrancándose la piel en los últimos llameantes 200 metros, cuando las piernas arden y el corazón estalla. ¿Habría caídas? Sí, una sin trascendencia a 7 kms. de la llegada. Bettiol y Van den Berg no sufrieron daños.
El pelotón marchaba tan tranquilo que entró en harina más tarde de lo habitual. Se sacudió la modorra en cuanto se alcanzó la zona de protección (4 kms.) El sprint fue limpio y en él entraron los hombres más rápidos. Menos Cavendish, que se da por satisfecho con su 35ª victoria y aguarda alguna otra oportunidad más adelante. Groenewegen batió a Philipsen, Girmay, Gaviria (bien por el colombiano, que parece recuperar un buen gope de pedal), Bauhaus, De Lie, Van Aert (que va afinando la llanta), Démare, Kristoff y Ackermann.
La séptima etapa, una contrarreloj individual de 25,3 kms., la más corta con el nombre más largo (Nuits-Saint-Georges-Gavrey-Chambertin) de este Tour, se presenta como la más importante de la semana, después de la presidida por el Galibier. Los pronósticos apuntan a Evenepoel y Pogacar. Veremos cómo reaccionan, especialmente, Roglic y Vingegaard, los otros aspirantes al triunfo en la carrera, no solamente al podio o al Top-10.
La etapa es fundamentalmente plana, con un repecho en la parte central de un kilómetro y medio al 6,1% de porcentaje máximo.
Sin lanzadores, como en el ciclismo clásico, un coloso de 39 años, 70 kilos de peso y 175 centímetros se elevó por encima de todos para escribir una página de oro en la historia del Tour. 35 victorias en sus vielas. Más que nadie. Mark Cavendish ya mira a Eddy Merckx por encima del hombro.
Lo que parecía una etapa de transición, esta quinta entre Saint Jean de Maurienne y Saint Vulbas, en la que los principales favoritos viajaron protegidos en el seno del pelotón, albergó un hecho memorable. Mark Cavendish superó el registro del Caníbal al imponerse en un sprint desordenado, con empujones y caídas. "Llevo 15 años corriendo el Tour, sé lo que hay que hacer, sé que no sirve de nada estar acariciándose el ego en el pelotón, que lo mejor es pasar los días como puedas y estar a tope en el momento adecuado", aseguró el veterano corredor del Astana.
"Para muchos ganar una etapa ya te justifica una carrera y yo tengo tantas victorias... Esto es algo increíble. Tengo mucho respeto por esta carrera, para mí es el evento deportivo más importante del mundo. Quedan dos semanas y voy a tratar de dar el máximo", dijo, tras dedicar el histórico triunfo a su familia y de ser felicitado por Pogacar. El esloveno le prometió que no iba a batir su plusmarca.
Cavendish superó a Eddy Merckx en una jornada marcada por varias caídas provocadas por las isletas y los estrechamientos de la calzada. Pogacar se salvó milagrosamente de una trampa en la que Pello Bilbao quedó atrapado. El británico ya será un emblema de un Tour que apunta al renacimiento del ciclismo español, con los integrantes de la nueva generación en posiciones delanteras. Ellos estuvieron espléndidos en la primera gran cita montañosa.
En el Galibier, Juan Ayuso, en su esforzado aprendizaje de gregario, se pegó a la rueda de Pogacar y aguardó el instante preciso para recibir la orden de colocarse en la punta de lanza y comenzar el baile de desgaste. Vingegaard, Evenepoel y Roglic sufrieron con el ritmo impuesto por el debutante chaval de Jávea (21 años), que además de sacrificarse por su jefe de filas, fue capaz de sprintar a Roglic en la meta de Valloire y terminar tercero. Ahora es cuarto en la general.
Minutos antes de coronar el Galibier, Ayuso había cruzado mirada cómplice con Oier Lazkano, el prometedor clasicómano vitoriano, cazado tras superar la cima de Lautaret y premiado como el corredor más activo en el primer desafío alpino del pasado martes. ''Para que te toque la lotería, hay que comprar boletos. He intentado ganar la etapa y al final he subido al podio por el ser el más combativo del día. He cumplido un sueño. Este es mi primer Tour, quiero aprender y sé que habrá mucho sufrimiento'' , aseguró el polivalente corredor del Movistar.
Lazkano tiene 24 años, uno más que Carlos Rodríguez, el aspirante más sólido del Ineos a entrar el podio de Niza. En esta primera semana apenas se ha despegado de la estela de Roglic y Evenepoel, sus principales adversarios en su objetivo final de la ronda gala. El andaluz es un diésel con potencia que escala con soltura y desciende con habilidad, como demostró en la conquista de la etapa finalizada en Morzine de la pasada edición. Este miércoles, el ciclista de Almuñécar apenas se dejó ver en una etapa llana. Ocupa la sexta plaza en la general, a 1.16 de Pogacar. El séptimo eso Mikel Landa, el escudero de oro de Evenepoel. Tres españoles entre los siete primeros, como en los mejores tiempos, como en los comienzos de Jonathan Castroviejo, compañero de Carlos Rodríguez, que a sus 37 años es el más veterano de la carrera.
Y no es sólo que los españoles aparezcan en las primeras posiciones, sino también se dejan ver en el desarrollo de las etapas, metiéndose en escapadas. El debutante Raúl García Pierna (23) y Cristian Rodríguez (29) ya han otorgado importantes cuotas de pantalla al Arkea con sus fugas. Aventuras presenciales que los patrocinadores valoran mucho.
En esta edición del Tour hay 15 españoles, uno más que en 2023. En 2022 sólo hubo nueve, entre ellos Enric Mas (29), que tuvo que abandonar y que este año busca un lugar en el top ten. Ahora es 20º, a 4.40 de Pogacar. En el Movistar cuenta con la ayuda de Alex Aranburu (28) y Javier Romo (25). El balear peleará por ganar una etapa, un objetivo que también persiguen Pello Bilbao (34, Bahrain, sexto en 2023), Ion Izagirre (35, Cofidis), Jesús Herrada (33, Cofidis) y Carlos Verona (31, Lidl) y Marc Soler (30, UAE). El corredor catalán, uno de los escuderos de confianza de Pogacar, explica que el Tour es muy largo, pero que para su equipo era muy importante que el esloveno asumiera el liderato con autoridad en el primer test de montaña. "Tadej es increíble, siempre nos pide por la radio un poco más, parece que a él no le duelen las patas'', añade Juan Ayuso, el baluarte de la nueva generación del ciclismo español que pugna por abrirse hueco en la ronda que todo otorga y todo quita.
Tras la etapa inolvidable para Cavendisg, este jueves llega una nueva jornada para aventureros y velocistas, con salida en Macon y llegada en Dijon, con un recorrido de 163 kilómetros. Atentos a los posibles cortes provocados por el viento. Esto no para.
El gigante de los Alpes encumbró al favorito y puso a prueba la capacidad de resistencia y sufrimiento de un orgulloso defensor del título. Tadej Pogacar derrotó a Jonas Vingegaard en las paredes nevadas del coloso Galibier en el primer desafío de alta montaña. Liderato para el esloveno, con una renta de 45 segundos sobre Remco Evenepoel y 50 sobre el danés. Una jornada espléndida para Juan Ayuso, que tras ejercer como gregario de Pogacar, tuvo el coraje de terminar tercero. Carlos Rodríguez y Primoz Roglic también entraron en el grupo de los mejores.
En la formidable cima alpina se volvió a escribir otra página gloriosa con un ejercicio tremendo de potencia de Pogacar y un emocionante descenso hasta Valloire, en el que sacó de punto a Vingegaard. La preparación del Tour del danés, tras la caída en el País Vasco, parece que se ha quedado corta.
Y es que el Galibier nunca defrauda. Desde la prehistoria de las máquinas de hierro, aglutina los relatos más épicos del ciclismo. En 1933 acogió la primera gran hazaña de esos escaladores con cuerpo de jilguero. Vicente Trueba, que presumía de recorrer Torrelavega y Madrid del tirón, estableció el primer gran récord de subida en el Tour de Francia: dos horas y 10 minutos en coronar la terrorífica cima alpina, 23 minutos menos que el mejor registro que ostentaba el francés Eugène Christophe.
"Donde las águilas no llegan''
El cántabro (1,57 metros y poco más de 50 kilos), corría sin equipo, sin asistencia mecánica y coronaba los puertos en primer lugar y en solitario. En las fotos siempre aparecía subiendo solo, por delante del pelotón. Fue el primer ganador del Premio de la Montaña y el pionero en escalar agarrado a la parte baja del manillar. Creó estilo. Henri Desgrange, el fundador de la ronda francesa, le bautizó como La pulga de Torrelavega. Al director y al público les apasionaba la manera salvaje de escalar del español nacido en el valle de Sierrapando.
Trueba fue un precursor al que le privaron de ganar el Tour. En la 10ª etapa de la edición de 1933, entre Digne y Niza, el cántabro se metió en una fuga de seis corredores que dejó a todo el pelotón descalificado por fuera del control. Pero Desgrange ordenó a los jueces que ampliaran el margen del retraso permitido, pasando del 8% al 10%, de esa manera rescataron a todos. En la clasificación general final, Trueba quedó sexto, los cinco primeros fueron corredores repescados. Lógico y entendible que siempre reclamara ese Tour.
Trueba, un peso pluma, volaba en las subidas y se hundía en los descensos. Carecía de la habilidad de Pogacar, que este martes se lució en la emblemática ascensión que determinó la resolución de la etapa. El esloveno retó a Vingegaard en un descomunal ataque a falta de 800 metros para la cima del Galibier y coronó primero, con una renta de ocho segundos, esa cúspide donde los ''hombres supieron elevarse a una altura donde las águilas no llegan'', según proclamó Desgrange.
La subida al Galibier (30 kilómetros de longitud) fue un ejercicio de desgaste. Después del paso por Lautaret, se abrieron las hostilidades. Tras neutralizar una fuga en la que se metieron Oier Lazkano, Van der Poel o García Pierna, Pogacar puso a trabajar a todos sus escuderos: Politt, Wellens, Soler, Sivakov y Almeida para estirar el pelotón y descolgar al líder Carapaz y a gente relevante como Bernal, Pidcock, Thomas, Enric Mas, Bardet o Simon Yates.
Carapaz, principal damnificado
A falta dos kilómetros ordenó a Juan Ayuso que asumiera el mando. El empuje del debutante español terminó por minar las energías de los enemigos de Pogacar. Cuando parecía que había quemado al equipo sin resultado, el esloveno saltó cerca de la pancarta de la Montaña y todos, excepto Vingegaard, se apartaron. En dos acelerones se desprendió del danés. A partir de ahí comenzó un nuevo festival, negociando con maestría las curvas en un descenso vertiginoso. Los ocho segundos en la cima se convirtieron en más de medio minuto en la meta.
El Galibier, una vez más, fue cuna de gestas y brutales desfallecimientos. El damnificado de hoy fue el líder Carapaz. Cedió cerca de cinco minutos y medio. Allí Vingegaard desnudó en 2022 a Pogacar con una sucesión de ataques coordinados del Visma; Contador firmó su ataque más desesperado en 2011, Pantani humilló a Ullrich en 1998. En su cima se lucieron Bartali, Coppi, Bahamontes, Charly Gaul, Merckx, Ocaña, Zoetemelk...Una subida sólo al alcance de los mejores.
En el hospital de Tortone falleció el Campionissimo consumido por la malaria. El de 2 de enero de 1960 toda Italia lloraba por el adiós de Fausto Coppi. El ídolo murió por una infección contraída en Alto Volta (ahora Burkina Faso), donde fue invitado a participar en un safari y a correr un critérium. Allí también acudieron Jacques Anquetil y Raphael Geminiani. El fino ciclista, que fue descubierto por el masajista ciego Biagio Cavanna, sólo tenía 40 años y había dejado un legado formidable, con la conquista de cinco Giros, dos Tours, un campeonato del mundo y un récord de la hora.
El Tour, en su trayecto por Italia, no podía dejar de homenajear a Coppi, por eso el pelotón transitó ayer por la localidad de Tortone, donde muchos recordaban las hazañas y leyendas que envuelven al mito. Certezas y fabulaciones que fomentan el misterio. Un monje destinado en Burkina Faso aseguró que el corredor nacido en 1919 en Castellania no falleció por los efectos de la malaria, sino por consumir una mezcla de hierbas preparada por unos nativos. Un relato que seguramente desconoce Biniam Girmay, el velocista eritreo ganador de la tercera etapa del Tour, con salida en Piacenza y meta en Turín. Es el primer ciclista del África negra que se anota un triunfo parcial en la ronda francesa. No es el primer africano, antes ya lo hicieron el keniano-británico Chris Froome y los sudafricanos Robert Hunter y Daryl Impey.
África, 64 años después de la muerte de Coppi, vuelve a acaparar protagonismo y esta vez no es por un suceso luctuoso. Al contrario, un acontecimiento repleto de felicidad. Todos los honores para Girmay, nacido el 2 de abril del año 2000 en Asmara, la capital de Eritrea, país situado al noreste de África y que comparte frontera con Sudán, Etiopía y Yibuti. Cuando era un crío, su padre (carpintero) le compró una bicicleta y desde ese momento su vida cambió. Como demostró buenas condiciones, se marchó a Europa y pronto sorprendió por su facilidad en el sprint. El velocista del Intermaché se formó en la escuela de Alto Rendimiento de la UCI en Aigle (Suiza). A los 17 años, en una de sus primeras carreras júnior, derrotó a Remco Evenepoel. En 2022 se convirtió en el primer ciclista del África negra que ganaba en una clásica: la Gante Wevelgem. Ese mismo año también se anotó la primera etapa en el Giro de Italia. Entonces, en el podio, descorchó una botella de prosecco (vino espumoso italiano), con tan mala suerte que el tapón le impactó en el ojo izquierdo y fue traslado a un hospital. «Quiero dar las gracias a mi familia, a mi esposa, a todos los eritreos, a todos los africanos, a todos los que me ayudaron. Ahora somos parte de esta gran carrera. Éste es también vuestro éxito, este es vuestro momento», exclamó ayer antes de subir al podio de Turín.
Girmay se consagró en la etapa maratón de este Tour. Un interminable trayecto de 230,8 kilómetros por la campiña del Piamonte que castigó a unos corredores que avanzaron agrupados hasta la ciudad de la Sábana Santa. La intentona de escapada de Fabian Grellier (Total Energies) fue lo más reseñable.
La jornada estuvo controlada por los rodadores del Lidl, que trabajaron a los órdenes de Mads Pedersen; y del Alpecin, volcados con Jasper Philipsen, pero todo saltó por los aires en los últimos metros con caídas que afectaron a Philipsen y a Van der Poel y que favorecieron a Girmay. El nuevo líder (por puestómetro) es Richard Carapaz, que está empatado a tiempo con Pogacar, pero que llegó antes a la meta. El ecuatoriano fue 14º, el bicampeón del Tour, 38º.
Fue una etapa diseñada para que los sprinters mostraran sus condiciones, víspera de la primera gran criba de la prueba. Y es que la alta montaña llega este martes, en la cuarta etapa. Los favoritos exhibirán sus intenciones muy pronto. Los colosos de los Alpes pondrán a prueba la ambición de Pogacar, el verdadero estado de forma de Vingegaard y las opciones de podio de Evenepoel, Carlos Rodríguez, Primoz Roglic o Richard Carapaz.
La jornada es tremenda. Arranca en Pinerolo y finaliza en Valloire, con un trazado quebrado de 138 kilómetros, que incluye el ascenso a emblemáticos puertos que fracturarán en mil pedazos al pelotón. El primero es la estación de Sestriere (casi 40 kilómetros, al 3,7% de desnivel), el segundo el col de Montgenèvre (8,3 kilómetros al 5,9%) y el tercero el icónico Galibier (23 kilómetros, al 5,1%). La cima de la última cúspide alpina se encuentra a sólo 19 kilómetros de la meta, el descenso hasta Valloire será frenético. Aceleración de las pulsaciones y ciclismo del bueno.
El Giro presta sus emblemas a un Tour que desprende destellos rosas. La Grande Boucle se abre paso con la emoción contenida de los tifosi. Cesenatico, la ciudad que Marco Pantani siempre consideró su casa y en cuyo cementerio reposan sus restos, albergó este domingo la salida de una segunda y trepidante etapa, con el primer desafío entre Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard. El lunes se rendirá tributo al genial Fausto Coppi.
Camino hacia Bolonia, el pelotón se agitó con intensidad en el último tramo de la jornada, como le hubiera gustado al incomparable y atormentado Pirata (Cesena, 1970-Rimini 2004), ganador de ocho etapas en el Tour y de la general de 1998, el último que se adjudicó la ronda francesa y el Giro en el mismo año, una proeza que ahora persigue Tadej Pogacar. Antes lo consiguieron Fausto Coppi (1949 y 52), Jacques Anquetil (1964), Eddy Merckx (1970,1972 y 1974), Bernard Hinault (1982 y 85), Stephen Roche (1987) y Miguel Indurain (1992 y 1993).
La resolución de la etapa, conquistada por Kevin Vauquelin (segunda fiesta consecutiva para los franceses) quedó determinada de por las dos ascensiones a San Luca, una cota de cerca de dos kilómetros al 10,6% de pendiente media. Hermoso y artístico lugar, con un pórtico de 666 arcos en la margen izquierda de la carretera. Un santuario que suele acoger el final del Giro de Emilia, cuya edición de 2022 ganó Enric Mas. Allí, Pogacar volvió a atemorizar a sus enemigos un breve ataque de 200 metros que le catapultó al liderato de la prueba. Como hizo en el pasado Giro, el esloveno asumió la privilegiada plaza en la segunda jornada. Y desde ahí hasta el final. Una jugada que ahora podría repetir.
La cita de este domingo, en dirección al Adriático, quedó marcada por una escapada en la que se metió el español Cristian Rodríguez (Arkéa) y otros nueve aventureros: Quentin Pacher (Groupama), Axel Laurence (Alpecin), Hugo Houle (Israel), Nelson Oliveira (Movistar), Kévin Vauquelin (Arkéa), Mike Teunissen (Intermarché), Harold Tejada (Astana), Jonas Abrahamsen (Uno-X) y Jordan Jegat (TotalEnergies), que llegaron a alcanzar una ventaja superior a los nueve minutos. Un día de nervios para el Visma, con sustos para los mejores gregarios de Vingegaard: Wout van Aert y Matteo Jorgenson, que sufrieron rasguños en sendas caídas. Las desgracias del equipo neerlandés son interminables.
En la ascensión a Montecalvo, a 44 kilómetros de la meta, apretó el UAE de Pogacar para descolgar a Van der Poel y reducir la distancia de los fugados. Abrahamsen (líder de la montaña) comandaba las operaciones. En el primer paso por San Luca aparecieron los escuderos de Vingegaard al frente del grupo y los escapados ya sólo contaban con 3.25 minutos de renta. 'Pantani vive' proclamaba una pancarta blanca.
Oliveira, Abrahamsen y Vauquelin abandonaron el grupo de aventureros a falta de 17 kilómetros, cuando el pelotón desistió de las labores de caza. En la última subida a San Luca se hizo la última selección, con el acelerón definitivo de Vauquelin, un chaval de 23 años que siempre apuntó buenas maneras, con triunfos en el Tour de los Alpes Marítimos y Tour de Jura en 2023. Este año ganó una etapa en la Estrella de Bessêges y fue subcampeón de contrarreloj de Francia. Pero lo mejor, una vez más, lo ofreció Pogacar, con una breve aceleración que sirvió para desprenderse de sus enemigos. A 10 kilómetros de meta, sólo Vingegaard, cómo no, fue el único que pudo responder al esloveno. En 200 metros atemorizó a todos y asaltó el liderato.
En el descenso llevó con el gancho a Vingegaard, que apenas pudo colaborar en los relevos. En la bajada apretaron Evenepoel y Carapaz, que enlazaron con los dos grandes referentes a un puñado de metros de meta. Llegaron juntos, cuádruple empate en la cabeza de la general (Pogacar, Evenepoel, Vingegaard y Carapaz), pero el maillot amarillo fue para Pogacar, por mejor posición en la jornada inaugural. Bardet, líder en Rimini, se queda ahora a seis segundos.
La pugna entre el heroísmo y el sadismo se decantó por el heroísmo, personalizado por Romain Bardet (francés, 33 años) y Frank van den Broek (neerlandés, 23), ambos del equipo DSM-Firmenich. El sadismo lo representaba la ferocidad de un pelotón siempre al borde de atrapar a la pareja y convertirla en un común pingajo sudoroso, acuoso, licuado derretido por el esfuerzo, en la delgada frontera de la meta. En la mismísima orilla, donde caer derrotado penetra hasta el tuétano y duele infinitamente más.
Pero a Bardet, finalmente vencedor, y a su camarada, les sobraron cinco escuetos pero inmensos segundos. En su júbilo común, en la fraternidad de su compañerismo triunfal, quizás llegaron a escuchar a su espalda el rugido frustrado de la bestia impotente, encabezada por Van Aert, Pogacar, Van Gils, Aramburu, Pedersen, Evenepoel, Bilbao y Bettiol, en un rabioso sprint inútil.
Van den Broek, un coloso superviviente de la difuminada escapada del día (con Ion Izaguirre), cristalizada en el kilómetro 17, y Bardet, que dejó al pelotón para unirse a sus restos a falta de 50 kms. para la llegada, culminaron una gesta admirable. Casi conmovedora. Bardet, por añadidura, está corriendo su último Tour. Hoy es un líder recién nacido y, a la vez, póstumo. Agradeció a su joven compañero su ímprobo trabajo, sin el cual su victoria no se hubiera producido.
Etapa tremenda. Según Cecil B. DeMille, una película tenía que empezar por un terremoto y, a partir de ahí, ir creciendo. Algo parecido debieron de pensar los organizadores del "italiano" Tour2024 al colocar siete puertos en la primera etapa, entre Florencia y Rimini. Es verdad que ninguno de 1ª (tres de 2ª y cuatro de 3ª), pero con un recorrido de 206 kms. y 3.600 metros de desnivel acumulado. La etapa inicial más dura en la historia del Tour. Más que media montaña y menos que alta. Media y tres cuartos.
Difícil, incierta prueba para Jonas Vingegaard, que llega fresco, pero corto de forma. Presumiblemente, la irá cogiendo a medida que transcurran los días para estar a tope a la hora de la traca final. No hubiera deseado verse exigido tan pronto. Aguantó, no obstante, sin aparente erosión. Lo mismo que los demás máximos favoritos y el resto de nobleza de diferentes alcurnias, con sus distintas apetencias y posibilidades (excepto Van der Poel).
La dureza, la distancia y el calor hicieron estragos. Pero no entre los aristócratas, que no se atacaron, aunque en muchos momentos de la carrera, los equipos más fuertes parecieron anunciar un propósito en ese sentido de sus líderes. Quizás se iban tanteando como los boxeadores en el primer asalto. Pero nadie acusó debilidad ni nadie pretendió averiguar si las apariencias respondían a la realidad. Lo cierto es que algunos planos cercanos de Vingegaard, Pogacar, Evenepoel y Roglic mostraron unos rostros sin el menor signo de fatiga o tensión.
Estas etapas iniciales no son precisamente un prólogo. La segunda, también larga (199 kms.), volverá a encadenar unos cuantos puertos, media docena, no muy duros, pero sí paulatinamente desgastadores. ¿Los acusará alguno después de la paliza inaugural? El lunes, un reposo de dureza, pero de 230 kms. Y, el martes, el Galibier y un par de escoltas de 2º en un trayecto corto, 140 kms., pero concentrado.
El Tour rinde homenaje a Pantani. Ha recalado en Rimini, donde Marco fue encontrado muerto en la soledad de un hotel, y este domingo sale de Cesenatico, donde nació "El Pirata", último vencedor, en 1998, del Giro y el Tour en la misma temporada.
Fausto Coppi, el cautivador ateo, retaba al Gino Bartali, el fervoroso cristiano que auxiliaba a los judíos perseguidos. Memorable aquella imagen del traspaso del bidón de agua en el ascenso al Télégraphe. ¿Quién ayudaba a quién? La Italia dividida de la posguerra. El atractivo Jacques Anquetil escalaba el Puy de Dôme codo contra codo con el rocoso Raymond Poulidor. La pugna del talento innato frente a la resistencia descomunal. Eddy Merckx se negaba a vestirse de amarillo tras la brutal caída de Luis Ocaña en Menté. El acaparador insaciable contra el rebelde indomable. El orgulloso Bernard Hinault reconquistaba el título ante el altivo Laurent Fignon. El último gran duelo intergeneracional de Francia. La máquina perfecta de Miguel Indurain contra la elegancia del atormentado Gianni Bugno. El baile de Alberto Contador frente al molinillo de Chris Froome.
Apasionantes desafíos. Historias del ciclismo, de la vida misma. Parejas de leyendas del Tour de Francia a las que ahora se unen Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard, dos fenómenos que vuelven a enfrentarse en una ronda rompedora. Por primera vez parte desde Italia (Florencia) y no finalizará en París. Debido al despliegue logístico y de seguridad de los Juegos Olímpicos, la clausura será en Niza, con una contrarreloj individual de 34 kilómetros. Desde 1989, cuando Lemond derrotó a Fignon por nueve segundos (la renta más corta de la historia), la Grande Boucle no terminaba con un ejercicio individual. Tensión hasta el último suspiro. Christian Prudhomme, director del Tour, sueña con una resolución apoteósica entre el eslovaco y el danés. Un pulso entre dos portentos que se retroalimentan con lances mayúsculos.
Pogacar acude a la ronda tras arrasar en el Giro de Italia. Vingegaard se presenta con las heridas recién cicatrizadas tras la caída en el País Vasco, neumotórax, fracturas de clavícula y costillas. El jefe del Visma se ha preparando en altura en la estación alpina de Tignes. La incertidumbre sobre su rendimiento recorre el village de Florencia.
Tras los pasos de Pantani
Idéntica duda generó la presencia de Pogacar en el inicio de la ronda de 2023 por su recuperación exprés por la caída sufrida en la Lieja-Bastoña-Lieja, con fractura de la muñeca izquierda. También hermanos siameses en la desgracia. Entonces, Pogy presentó batalla, pero sin contundencia ganadora. Eso es lo que espera que suceda ahora con el danés. «Hemos trabajado mucho para llegar a este momento y, por supuesto, me siento bien y muy motivado», responde Vingeggard.
Ambos acaparan los focos y su pugna recuerda a aquella que mantuvieron Hinault y Fignon hace 40 años. Dos parejas con la misma secuencia de podio. Hinault se adjudicó las ediciones consecutivas de 1981 y 1982; Fignon las de 1983 y 1984; y el veterano bretón la de 1985. Pogacar ganó en 2020 y 2021; Vingegaard, en 2022 y 2023. La cábala señala que ahora volverá a vencer el esloveno. Si fuera así, igualaría el registro de Marco Pantani, el último que se adjudicó Giro y Tour en el mismo año (1998).
Para consumar ese reto, el líder del UAE deberá superar los obstáculos de otros adversarios ansiosos de notoriedad. El belga Remco Evenepoel necesita exhibir sus portentosas cualidades en la gran ronda. Pogacar le respeta: «Remco está con ganas, seguro que volará en el Tour». El esloveno Primoz Roglic, ya en sus últimos envites, debe justificar su millonario fichaje por el Bora.
Carlos Rodríguez busca mejorar el quinto puesto de la pasada edición. El español cuenta con un equipo sólido. El Ineos presume de dos ganadores del Tour: Egan Bernal y Geraint Thomas. Rodríguez, en teoría, debería ser el español más alto en la general. Enric Mas, Pello Bilbao y Mikel Landa podrían darse por satisfechos con entrar en el top ten. Juan Ayuso, que acude como debutante y gregario de Pogacar, perseguirá un triunfo de etapa. Para el chaval de Jávea sería un sueño imponerse hoy en la jornada inaugural más dura de la historia: un recorrido de 206 kilómetros entre Florencia y Rimini con un desnivel acumulado de 3.600 metros y siete ascensiones por los Apeninos.
Primera dificultades orográficas para una cita plagada de exigentes cotas montañosas. La primera criba llega en la cuarta etapa, con ascensiones a Galibier, Sestriere y Montgenevre. En la séptima jornada hay una crono de 25 kilómetros, luego llegarán tramos de sterrato (novena etapa), los Pirineos, con Tourmalet, Peyresourde o Plateau de Beille, y los Alpes, con Isola 2000 (lugar de concentración de Pogacar), Bonette o Couillole. Un Tour para encandilar.
El confesor de Tadej Pogacar es el Kapo del pelotón. El ciclista más deslumbrante del siglo pone su destino en las manos prodigiosas de un vasco. Joseba Elguegazal es un masajista vizcaíno de 42 años que lleva unido al esloveno desde hace un lustro. Ambos coincidieron en la Vuelta a España y desde entonces son inseparables. En un año, entre carreras y concentraciones, coinciden durante más de 200 días. Kapo, que trabajó en la granja de su padre y fue portero de discoteca, estudió fisioterapia y pronto se abrió paso en el ciclismo. Empezó en el Caja Rural y en 2019 le contrató el UAE. Nadie conoce mejor los músculos del genial esloveno.
Joseba es uno de los capitanes del ejército español de Pogacar. El bicampeón del Tour, en su reto de reconquistar la Grande Boucle, se ha rodeado de 24 hispanos que sobresalen por su altas prestaciones. Al frente de todos ellos se encuentra Josean Fernández'Matxin', un vasco de 53 años, el máximo responsable técnico de la escuadra patrocinada por Emiratos Árabes Unidos, con sede en Magnago (Italia). Él descubrió a Pogacar. Es el padre, tutor y guía del fenómeno. El preparador de Basauri comparte la gestión del UAE con los italianos Mauro Gianetti y Andrea Agostini.
El UAE teams, cuyo presidente es Matar Suhail al Yabhuni Al Dhaheri, que cuenta con la absoluta confianza del príncipe heredero de Abu Dabi, funciona como una empresa, en la que trabajan cerca de 80 profesionales y 40 corredores. Los ciclistas españoles son Juan Ayuso, 21 años, estandarte de una nueva generación, que este sábado se estrena en el Tour de Francia; Marc Soler (30), que también estará en la salida de Florencia y que es uno de los gregarios preferidos de Tadej Pogacar; Igor Arrieta, un navarro de 23 años, hijo de un ex ciclista y preparador deportivo del Movistar, que no va al Tour, y Pablo Torres, un madrileño de 18 años, integrante del equipo nodriza.
El ángel de la guarda
UAE desplaza al Tour a ocho corredores y a alrededor de 30 especialistas y técnicos. Entre ellos destaca la figura de Alejandro Torralbo, considerado el mejor mecánico del mundo. Este cordobés de 61 años lleva en el ciclismo más de 40, ha trabajado con Indurain, Olano, Ullrich, Chava Jiménez, Sastre, Valverde. Él es el más veterano de los cuatro mecánicos desplazados y se ocupará de la puesta a punto de la bicicleta de Pogacar y de sus siete compañeros. El esloveno, además de Ayuso y Soler, contará con la ayuda del portugués Joao Almeida, el franco-ruso Pavel Sivakov, el belga Tim Wellens, el británico Adam Yates y el germano Nils Politt.
Torralbo compartirá tertulias y sobremesas con su amigo Paco Luna, un masajista valenciano de 55 años que ya cuidó a Marco Pantani y que ahora es el ángel de la guarda de Ayuso. En el Tour cada corredor cuenta con un masajista. En este departamento también están integrados Lucio Domínguez, un manchego que trabajó en el Kometa de Alberto Contador; Cristian Batanete, un ovetense de 40 años, y José Teixeira, un vasco de 67, que es otra institución en el World Tour, con larga trayectoria en formaciones de primer nivel. Ellos colaborarán esporádicamente en el Tour ejerciendo labores de intendencia, en varias ocasiones se les verá en los arcenes de la carretera entregando bidones a los corredores.
El UAE también cuenta con la colaboración de Daniel Ortega, un fisio experto en deportes de resistencia (atletismo, natación y triatlón) y Víctor Moreno, recuperador y profesor en la Universidad Miguel Hernández de Elche. Este alicantino es un apasionado del deporte, ha recibido el Premio Nacional de Investigación por un trabajo sobre las lesiones de los futbolistas.
Espaguetis con queso y pimienta
La evolución de Pogacar está controlada desde larga distancia por Íñigo San Millán, un vitoriano de 52 años. Es profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, donde realiza trabajos clínicos y de investigación en metabolismo celular, especialmente en diabetes, enfermedades cardiometabólicas y cáncer. Compatibiliza su labor de Alto Rendimiento en el UAE con la preparación de la primera plantilla de fútbol del Athletic de Bilbao.
Pogacar mantiene una sintonía especial con Esteve Ramírez, porque nadie prepara mejor su plato preferido: espaguetis con queso y pimienta. Este cocinero de 34 años, que a los 22 se marchó de Barcelona a Francia para aprender el oficio, se unió al equipo en 2019. También estará en el Tour y cuenta con dos estrechos colaboradores: Luis Fernando Olalla e Israel Ruiz.
Esteve Ramírez adereza los platos siguiendo las instrucciones de Gorka Prieto, un navarro de 34, reputado nutricionista. El diseña los menús y vigila la dieta. A Pogacar le insiste en que debe ser prioritaria la ingesta de hidratos de carbono, con el consumo de arroz, pasta, quinoa, boniatos, cereales y patata. También le advierte de que debe tomar las mínimas cantidades de grasas y huir de los risottos, aceite y postres con mantequilla.
En la sección de entrenadores figura Didac Navarro, un valenciano de 48 años que fue contratado por Matxin en 2022. Fue seleccionador español de ciclismo en pista en los Juegos Olímpicos de Pekín. También destaca Javier Sola, un sevillano de 37 años, que llegó en 2023 y que es profesor de Ciencias del Deporte en la Universidad de Loyola. Cumple su segunda temporada junto a Pogacar.
La nómina del ejército español se completa con el biomecánico David Herrero, un bilbaíno de 44 años, ex ciclista del Euskaltel, experto en la preparación de pruebas de contrarreloj, y con el abogado Íñigo Landa, licenciado por la Universidad de Deusto, experto en el asesoramiento a deportistas y a entidades deportivas. Un ejército multidisciplinar para la reconquista del Tour.
Sonriente, junto a la nieve, con guantes, chubasquero y perneras, dispuesto a lanzarse por las rampas de la estación alpina de Tignes. Una imagen que el equipo Visma publica para el deleite de los seguidores del renacido bicampeón del Tour. Jonas Vingegaard acelera en su preparación para la ronda francesa ante el asombro de técnicos, compañeros y adversarios.
«Nunca he visto nada igual. Tiene una genética privilegiada», ha recalcado Tim Heemskerk, entrenador de confianza del danés. La evolución del ciclista tras la tremenda caída del 4 de abril en la Vuelta al País Vasco ha roto todos los pronósticos. El escalador, que permaneció 12 días en el hospital de Txagorritxu de Vitoria por un neumotórax y las fracturas de clavícula derecha y de varias de costillas, ya ha comenzado su preparación en altitud para alcanzar el pico de forma adecuado para afrontar el Tour. La dirección del equipo Visma aún no se atreve a confirmar si el danés acudirá a la ronda francesa, pero vista su extraordinaria recuperación, todo apunta a que será seleccionado para la carrera que arranca el próximo día 29 en Florencia. Otra cosa es que llegue en plenitud de condiciones, una incertidumbre que también se adueñó el pasado año de Tadej Pogacar, tras fracturarse una mano izquierda por una caída en la Lieja-Bastoña-Lieja.
Vingegaard, tras abandonar el hospital de Vitoria se marchó a su domicilio en Dinamarca, donde retomó el contacto con la bicicleta. A mediados de mayo se trasladó la Mallorca y estuvo entrenándose, con buenas sensaciones, por la zona de Sóller. El 28 de mayo llegó a Tignes, un lugar que le encanta y conoce bien desde hace varios, donde permanece concentrado y espera la llegada de sus compañeros para preparar el Tour. El lunes se incorporaron Wout Van Aert, que venía de participar en la Vuelta a Noruega y que antes también estuvo convaleciente por una caída en Flandes, y Christophe Laporte, que se retiró del Giro de Italia por enfermedad. La próxima semana llegarán los que están participando en el Criterium Dauphiné, entre otros, Sepp Kuss, Mateo Jorgenson, Steven Kruijswijk y Dylan Van Baarle.
«Espero estar en la salida del Tour de Francia y haré todo lo que pueda para llegar en la mejor forma posible», ha dicho el danés, cuya hoja de ruta hasta la salida de la ronda francesa incluye entrenamientos por las montañas cercanas a Tignes (estación que está a unos 2.00 metros de altitud), fortalecimiento de hombros con ejercicios de pesas y fisioterapia y alcanzar su peso ideal con una dieta controlada. Su intención es no disputar carreras antes del Tour de Francia. Idéntico plan tiene Tadej Pogacar, que tras arrasar en el Giro, se ha concentrado en Isola 2000, otra estación alpina, que se encuentra a unos 400 kilómetros de Tignes. Los dos portentos, tan iguales, tan distintos, siempre rentándose desde la distancia.