El gesto de deportividad del Visma tras la caída de Pogacar: “Respeto para el pelotón, muchas gracias”

Actualizado Miércoles, 16 julio 2025 - 19:01

"Todo va bien, respeto para el pelotón, respeto para todos. Muchas gracias". Recibido como siempre por el masajista Joseba Elguezabal, repartiendo saludos de alivio a compañeros y rivales, con el culotte magullado a la altura de la cadera y rozaduras en su brazo izquierdo, Tadej Pogacar era, cómo no, el centro de atención en la meta de Toulouse. Apenas seis kilómetros atrás, en el atribulado descenso de la última cota del día, donde tanto Jonas Vingegaard como Matteo Jorgenson volvieron a enseñar las garras con sus ataques, el esloveno se había ido alarmantemente al suelo por la imprudencia de Tobias Johannesen.

Para saber más

Para saber más

Se levantó rápido, recompuso el manillar y la cadena de su bicicleta y emprendió la marcha. Había caído a gran velocidad y no muy lejos tanto de la acera como de unos bolardos. El sofoco iba en el cuerpo: "Me asusté cuando vi la acera. Iba directo con la cabeza hacia ella".

Al ritmo que viajaba ese pelotón ya escuálido, hubiera perdido un tiempo precioso con sus rivales, justo antes de la llegada de los Pirineos. Sólo hubieran tenido que mantener la inercia los cuatro Visma, pero se hizo el parón. Las reglas no escritas del ciclismo. La deportividad, cuando sólo unos metros atrás se lanzaban demoledores ataques, cuando cada día se cruzan dardos mediáticos en la guerra psicológica que mantienen los dos mejores equipos del mundo. "Fue mala suerte, no es que tomara mal una curva o algo así, simplemente tocó una rueda. Creo que hicimos lo que había que hacer", se sinceró Vingegaard.

"Estoy bien, un poco raspado. Le doy las gracias al pelotón. Podría haber perdido tiempo, no mucho. Gran respeto a todos. Gracias por vuestro apoyo", manifiesta después Pogacar, que explicó la caída, a gran velocidad y todavía fuera de la zona de protección. "Bajando de la cima, los ataques de Matteo y Jonas pusieron a todos al limite. Un corredor decidió seguir uno de los ataque desde la parte derecha, no me vio y chocó con mi rueda", valoraba, sin querer todavía sacar conclusiones de sus dolores: "Normalmente el día después de una caída no es el mejor. Pero daré lo mejor de mí. Creo que estamos listos como equipo para lo que venga".

El respeto cobra aún más valor cuando la batalla está desatada. En la aparentemente etapa sin historia de Toulouse, Vingegaard había atacado hasta en los alocados kilómetros iniciales, cuando se formaban las escapadas. Al danés le secundó el líder y gozaron de unos metros. "En un momento dado, Tadej se quedó cortado y se me presentó la oportunidad de atacar junto a Jonas. Lo hice porque me apetecía apretar y ver qué pasaba", explicaba después Ben Healy, que también aclaró esos instantes de tensión y dudas que se vivieron en cabeza tras el percance de Pogacar. "Es simplemente respeto entre corredores. Es una parte de la etapa en la que no esperábamos crear diferencias de tiempo. Habría agradecido lo mismo a cambio, y creo que habría ocurrido si me hubiera caído. Cuando nos enteramos, fui a hablar con Jonas, quien me dijo: 'Lo estamos esperando'. Hubo consenso", detalló el irlandés.

"No vi nada sobre el accidente. Honestamente, no sabía que Tadej se había caído, pero Remco [Evenepoel] gritó: '¡Alto, alto, alto!'", desveló también Ilan Van Wilder, compañero del belga en el Soudal. "Ha sido una cuestión de respeto, nadie quiere coger ventaja por una caída o avería. En el ciclismo estas cosas pasan, pero no me gusta aprovecharlas", contó el español Carlos Rodríguez, que también viajaba en ese pelotón, a más de tres minutos de Abrahamsen y el resto de escapados.

A Pogacar le toca asumir el susto y valorar las heridas con rapidez. Porque el día después es una de las etapas más dura de todo el Tour, sin duda la más exigente de lo que llevamos. Entre Auch y Hautacam, cuatro puertos, especialmente selectivos Soulor (casi 12 kilómetros al 7,6%) y el propio Hautacam (13,5 al 7,9), donde Vingegaard le derrotó en 2022. Sin tiempo para el descanso, el viernes, la cronoescalada de 11 kilómetros de Peyragudes. Y el sábado, más madera, un encadenado con el Tourmalet, Aspin, Peyresourde y la meta en Superbagneres.

Pogacar cae, el Visma frena y Abrahamsen se lleva otra etapa loca en Toulouse

Actualizado Miércoles, 16 julio 2025 - 17:44

Llegando a Toulouse, a falta de seis kilómetros (fuera de la zona protegida), los nervios desatados por los desconcertantes aguijonazos de Vingegaard y Jorgenson en el muro de Pech David y sus rampas del 20%, Tadej Pogacar saliendo en primera persona a falta de compañeros por la labor, un despiste, un toque de ruedas, un rival que se cruza, y el esloveno al suelo. De pronto, unos segundos de alarma total. Se levanta, se sacude los rasguños, recompone su bicicleta y vuelve a la carrera. Un Tour en un fogonazo. El Visma, tan agresivo un rato antes, levanta el pie y respeta a su rival, que no tarda en volver. [Narración y clasificaciones]

Para saber más

Habrá que valorar el golpe y cómo Pogacar se lame las heridas, que llegan justo antes de la hora de la verdad, de bajar a los Pirineos, de tres etapas para despejar dudas. En una etapa que fue de todo menos de transición, el triunfo fue para el noruego Jonas Abrahamsen, que culminó una maratoniana fuga desde las mismas calles que le vieron alzar los brazos un rato después, en la etapa de su vida, en un poderoso sprint contra Mauro Schmid.

Ellos fueron los más fuertes de los que resistieron. Ellos fueron capaces incluso de no flaquear y ceder ante el empuje de Van der Poel, que acudía desde atrás como un lobo, otra vez a las puertas de la proeza.

Antes de la primera hora de la verdad del Tour, de la llegada a los Pirineos y un tríptico para empezar a poner claridad en la general, la etapa de Toulouse, enclave clásico con hasta 28 metas (entre ellas la de 2003, con victoria de José Antonio Flecha), se antojaba un impás de calma o bien para la escapada o hasta para los sprinters que lograran esquivar la única trampa del trazado, los 800 metros de la Cota de Pech David, tan empinada que por momentos pasa del 20% de desnivel.

Y, sin embargo, como si el día de descanso hubiera insuflado de energías al pelotón o el calor hubiera trastornado sus pensamientos, todo resultó un bendito caos desde la salida en el Estadio del Toulouse. Como todos aventuraban allí, la escapada pronto logró formarse con cinco rodadores de nivel (Schmid, Ballerini, Abrahamsen y después Fred Wright y Burgaudeau), pero por detrás hubo un zafarrancho permanente.

Van Aert no paró quieto ni un momento. Se formaban grupos y subgrupos, en un caos permanente. Y hasta hubo un instante que el propio Jonas Vingegaard pegó un acelerón en el llano al que tuvo que responder el líder en persona, un Ben Healy que de no ser por el amarillo hubiera gozado en la batalla. Pogacar y el resto llegaron un rato después y justo entonces, con poco más de 50 kilómetros ya a la meta, se estabilizó la carrera, con otro quinteto de renombre por detras (Van Aert, Van der Poel, Simmons, Laurence y De Lie). El Movistar volvió a llegar tarde: cuando reaccionó con Oliveira ya no había nada que hacer para alcanzar a los fugados.

Los dos grupos se mantuvieron kilómetros y kilómetros con 20 segundos de diferencia. En las dos últimas cotas, Abrahamsen y Schmidt se compenetraron, se reivindicaron y se jugaron un bonito y merecido triunfo. Pero la noticia estaba por detrás, en el susto de Tadej, en el gesto deportivo de sus más enconados rivales, que no quisieron sacar tajada de la desgracias ajena.

El ‘hipster’ Ben Healy, el inclasificable líder del Tour que se nacionalizó irlandés por sus abuelos

Actualizado Martes, 15 julio 2025 - 22:17

En las pedaladas desacompasadas de Ben Healy (Birmingham, Gran Bretaña, 2000) no se intuye rastro de eso que en el ciclismo se llama clase. No resulta agradable verle avanzar, casi siempre agarrado a las manetas superiores del freno y con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha. Pero, más allá de la estética, lo del nuevo líder del Tour de Francia, un pequeño irlandés con pelo largo, barba y pendientes, se veía venir.

Para saber más

Desde incluso antes de llegar al profesionalismo en 2022, era famoso por sus locuras. Por intentar escaparse lo antes posible y, a poder ser, sin compañía. Con 18 años, Healy se convirtió en el ganador más joven de una etapa del prestigioso Tour del Porvenir. En solitario, claro. Como no había ningún equipo irlandés en la carrera de 2019, Healy y su compatriota Daragh O'Mahony fueron seleccionados para un combinado UCI junto a un peruano, un marroquí y dos corredores de la República Checa. Un año después, volvió a sorprender al mundo proclamándose campeón de Irlanda por delante de Nicolas Roche.

A Healy, puro carisma, el ciclismo le viene por su padre Bryan, que tampoco nació en Irlanda. Cuando era adolescente y ya comenzaba a despuntar en el equipo Wiggins, Ben decidió obtener la ciudadanía del país de sus abuelos paternos -que habían llegado a Londres desde Cork por motivos laborales en los 60-, donde veraneaba de niño. «Sentí que fue una buena decisión y, siendo sincero, al principio fue por las oportunidades, pero la conexión familiar estaba ahí, y ahora me siento realmente parte de Irlanda. Esa parte de la familia también está orgullosa de lo que he hecho. Vuelvo de vez en cuando, pero no tan a menudo por las carreras», reconocía recientemente.

Tras Elliott, Kelly y Roche

El aventurero Healy, un tipo que acostumbra a martirizar a sus compañeros de fuga y que cuenta entre sus hazañas la victoria de etapa en el Giro de 2023 (50 kilómetros en solitario), la de la última Vuelta al País Vasco (57) y la del pasado jueves, su estreno en el Tour, en Vire (43), pretende ahora conservar lo máximo posible el amarillo. «Esto es un cuento de hadas, un sueño hecho realidad. A partir de ahora, me centraré en la general para respetar el maillot amarillo e intentar conservarlo el mayor tiempo posible», lanzaba el lunes.

Healy es el cuarto irlandés que lo consigue y el primero en 38 años, desde Stephen Roche, el único ganador (aunque con sólo tres etapas con el liderato), por delante de Perico Delgado y completando en 1987 un histórico doblete con el Giro. Antes, Sean Kelly en el 83 (una etapa) y Seamos Elliott en 1963 (cuatro). «Es un poco hipster, pero sabe lo que quiere y tiene las piernas para conseguirlo. Es un verdadero luchador y un trabajador incansable», le reivindicaba Roche tras lograr el liderato.

Healy, que vive entre Girona y Andorra junto al ciclista profesional Tom Gloag, pedalea feo y mide poco más de 170 centímetros, pero es la forma de acoplarse en la bicicleta uno de sus puntos fuertes. «Es increíblemente aerodinámico y tiene una potencia increíble», le elogiaba ayer su compañero en el Education First- EasyPost, Harry Sweeny. En la lucha contra el crono lo demuestra.

Healy, el pasado lunes, camino de Le Mont-Dore Puy de Sancy.

Healy, el pasado lunes, camino de Le Mont-Dore Puy de Sancy.AFP

Es posible que hoy, en la etapa con inicio y final en Toulouse, logre mantener el liderato. Pero está por ver cómo rinde en la alta montaña. Es la gran pregunta que se hacía el Tour en el día de descanso. En cualquier caso, Healy es toda una incógnita, un tipo inclasificable que se formó en el velódromo, que de adolescente brilló en mountain bike y que este mismo año fue podio en la Lieja-Bastoña-Lieja (décimo en la Amstel y quinto en la Flecha Valona).

«El nivel de Pogacar y Vingegaard es increíble. Tendré que mejorar muchísimo si quiero reivindicarlo. Vi a Tadej después de la meta: súper fresco, mientras que yo estoy agotado. Pero espero poder volver al Tour algún día con mayores ambiciones», concedía en la llegada de Le Mont-Dore, donde observó con suspense y escoltado por su madre cómo su ventaja le daba el liderato. Porque, a sus 25 años, es sólo la tercera Gran Vuelta para Healy tras el Tour del año pasado y el Giro del 23. Hautacam, el jueves, pondrá a prueba al hipster irlandés nacido en Birmingham y los 29 segundos de ventaja que tiene con Pogacar.

La llamativa felicidad de Vingegaard y la "presión" del Visma contra Pogacar: "Estamos siguiendo nuestro plan"

La llamativa felicidad de Vingegaard y la “presión” del Visma contra Pogacar: “Estamos siguiendo nuestro plan”

En la inédita meta del Mont-Dore, pleno Macizo Central, casi 2.000 metros de altitud, Jonas Vingegaard mostraba una sonrisa como no se le recordaba. Tan llamativa como el poco rastro de esfuerzo en su rostro tras ocho puertos y 4.400 metros de desnivel acumulado. Tras haber secundado sin aparente dificultad el salvaje ataque del mejor ciclista del mundo apenas unos minutos antes. En la primera etapa de montaña del Tour de Francia no había logrado arañar ni un sólo segundo a Tadej Pogacar y a estas alturas, 10 etapas, sigue perdiendo 1:17 con su rival. ¿Entonces? «Estoy feliz con mis piernas, ha sido un buen día», avanzaba con una satisfacción que escondía algo más.

Para saber más

Lo mental a veces también hace mover los vatios y esta vez casi todos los (agresivos) planes del Visma Lease a Bike salieron bien. Ganaron la etapa con Simon Yates, la guinda, y consiguieron aislar a Tadej Pogacar (de paso, perdió el liderato en favor del infatigable Ben Healy), quien, con su ataque final sin lanzador -ni rastro ya ahí de Jonathan Narváez o Adam Yates- no pudo soltar la rueda de Vingegaard. Desde hace tiempo son conscientes en el equipo neerlandés que tumbar al esloveno es labor colectiva. Ya lo experimentaron aquel inolvidable día camino del Granon. En la táctica de Richard Plugge, Grischa Niermann y compañía no parece haber lugar para el conformismo.

La estrategia viene labrada desde hace días y va más allá, al desgaste pensando en las "maratonianas etapas alpinas" donde supuestamente el físico escalador de Vingegaard y su resistencia podrían imponerse. Entre otras cosas, también pretende desconcertar de momento a un Pogacar que ya habló de una «carrera extraña» del Visma y que, además, ha tenido la desgracia de perder a Joao Almeida, su principal escudero. Desde la primera de las ocho ascensiones de ayer desataron la tormenta. En la escapada del día marchaban ya dos de sus hombres, avanzadillas Campenaerts y un Simon Yates que fue tapado hasta rematar en el puerto final. «Queríamos estar delante para probar cosas y correr con agresividad. No obstante, se ha dado la circunstancia de que podía pelear por la etapa y la he aprovechado lo mejor que he podido. El equipo tiene la moral alta pese a haberse llevado un pequeño golpe en la crono. Lo asumimos y seguimos adelante», admitió el ganador del último Giro de Italia, quien ya sólo pensará en ayudar a su líder.

De esos ataques «para poner presión» también habló el feliz Vingegaard: «No estábamos pensando en que (Pogacar) siguiera de amarillo, aunque hubiera tenido que pasar por el podio y le hubiera quitado algo de energía. Estábamos siguiendo nuestro plan, meterle presión a UAE. Tenemos un equipo muy fuerte y mis piernas están bien», desvelaba el danés.

Con todo eso consiguieron que el UAE Emirates, siempre tan poderoso, tuviera que tomar la responsabilidad en el pelotón, lo que fue haciéndoles perder piezas. Primero Sivakov, luego Nils Politt, al poco Tim Wellens. Cuando, en la subida sin catalogar previa al Col de la Croix de Sant Robert Sepp Kuss y Matteo Jorgenson lanzaron sus fuegos artificiales, ya apenas le quedaban hombres a un Pogacar que incluso respondió en primera persona al demarraje del estadounidense, que es quinto en la general.

Igual que en Le Mont-Dore, donde hasta Remco Evenepoel intuyó un resquicio por el que intentarlo (sin éxito). Así que, aislado ya, Tadej tuvo que poner orden con su zarpazo, al que un fresco Vingegaard respondió con más suficiencia de la habitual. «Sigo detrás de Pogacar, por supuesto, y tendré que recuperar tiempo en algún momento. Hoy (por ayer) y en lo que va del Tour, pude seguirlo, algo que no pude hacer en el Dauphiné. Demuestra que tengo un mejor nivel», se congratuló el aspirante.

Pogacar ni se inmuta ante la agresividad del Visma, aunque pierde el liderato

Pogacar ni se inmuta ante la agresividad del Visma, aunque pierde el liderato

Ben Healy, un ciclista distinto, generoso, agresivo, siempre al ataque, es el nuevo líder del Tour. Un irlandés que es un portento, que ya se estrenó hace unos días en Vire Normandie, y que lo dio todo esta vez cuando la distancia de la fuga le dio para soñar con el maillot amarillo. La primera toma de contacto con la montaña, en el angustioso Macizo Central, resultó un estupendo juego de estrategias, con el Visma Lease a Bike de Jonas Vingegaard tensando la cuerda. No tuvo premio en la general, con un Tadej Pogacar que ni se inmutó, pero sí en la etapa, rematada por Simon Yates. [Narración y clasificaciones]

El ganador del último Giro no perdonó en la última de las ascensiones, implacable en el Mont-Dore. A un escalador de su talla y experiencia le dejaron el triunfo en bandeja y eso que la escapada era de quilates. A sus zarpazos no pudieron responder ni Ben O'Connor ni Arensman. Healy, que entró tercero, pagó el tremendo esfuerzo que hizo por labrar un liderato que saboreará con calma durante el día de descanso del martes.

La victoria para Yates y el liderato para Healy. Los favoritos aplazaron la batalla hasta las dos últimas cotas, cuando el Visma lanzó ráfagas de reconocimiento. Consiguieron aislar a Pogacar, novedad, pero no batirle. Al ataque final del esloveno sólo respondió, con suficiencia, el propio Vingegaard. Llegarán a los Pirineos con 1:17 de distancia.

Ben Healy festeja su liderato del Tour.

Ben Healy festeja su liderato del Tour.Thibault CamusAP

Más que una etapa fue una tortura, 163 kilómetros de vaivenes, atravesando en Macizo Central a base de cotas, hasta ocho, siete de ellas de segunda categoría, lo inédito. 4.400 metros de desnivel acumulado, como una jornada alpina o pirenaica cualquiera: en concreto, sólo hay tres en esta edición más extremas.

Así, bajo la canícula, desde la salida de Ennezat, avanzó el día nacional francés, con una fuga tan numerosa como de renombre. Entre los 30 iniciales llamaba la atención comprobar a dos compañeros de Vingegaard (Campenaerts y Simon Yates), lo que obligó a trabajar siempre al UAE en el pelotón. Un equipo ya sin Joao Almeida, que también vio como Sivakov pronto anunciaba que no estaba para demasiado, con el gigante Nils Politt siempre al comando.

Después de las tres primeras subidas, la fuga ya se quedó en la mitad. Ahí seguía Pablo Castrillo, que se había pegado un buen apretón para entrar de inicio. Pero también Lenny Martínez, que acumuló puntos para vestirse con el maillot de la Montaña. O el amenazante Ben Healy, líder virtual mediada la jornada, cuando la diferencia aumentó hasta superar los cinco minutos. Era su día.

El martirio paulatino pregonaba un desenlace con conclusiones importantes. Por delante, donde ya paladeaban tanto la victoria de etapa como un posible liderato para Healy, se quedaron en seis unidades en la ascensión no puntuable previa a los últimos dos puertos. No pudo ya Castrillo engancharse a esa fuga de la fuga. Pero, por detrás, también comenzaban los fuegos artificiales, justo cuando Benoot espabiló el ritmo y los Visma lanzaron aguijonazos como de reconocimiento, primero Kuss, después el propio Jorgenson, respondiendo el propio Pogacar en primera persona.

Hasta el Mont-Dore, la cima más alta del Macizo Central (1.885 metros), donde la batalla no resolvió todavía demasiadas dudas. Aunque Yates puso su nombre (su tercera victoria en el Tour, tremendo palmarés), será el pequeño Ben Healy el que será recordado este 14 de julio.

173 kilómetros a 50 por hora, la intrahistoria de la última locura de Van der Poel para cumplir el sueño de un compañero: "Pensé que estaba bromeando"

173 kilómetros a 50 por hora, la intrahistoria de la última locura de Van der Poel para cumplir el sueño de un compañero: “Pensé que estaba bromeando”

En la salida de Chinon, etapa de esas mal llamadas de transición, domingo para sprinters en la víspera de la primera gran jornada montañosa del Tour, a Mathieu Van der Poel se le encendió la bombilla. Pensó que su compañero Jonas Rickaert, belga, 31 años, toda la vida en el Alpecin, uno de esos esforzados de la ruta que siempre trabaja para los demás (apenas en su palmarés una clásica menor flamenca, Dwars door het Hageland), se merecía una alegría. En pareja, desde la salida, iban a protagonizar una preciosa (casi) gesta. Pero había que tener ganas y valentía para desafiar al pelotón en un trazado llano de 173 kilómetros.

Para saber más

Para saber más

Allá que se fueron, desde el banderazo. «Habíamos hablado con Jonas, queríamos ir a por todas. Su sueño era subir al podio del Tour de Francia, y me alegró haberle ayudado a ganar el premio a la combatividad. Estoy muy contento. Estuvimos cerca, lo dimos todo», se explayaba, exhausto, maillot abierto, el nieto de Poulidor, que se quedó a un suspiro de la victoria en Chateauroux, la que hubiera sido la segunda de la presente edición, en la que ya vistió de amarillo.

Cabalgaron al alimón hasta seis de meta, cuando Rickaert («creo que me iré a casa mañana, estoy muy cansado», bromeaba después), dijo basta. La hazaña de Van der Poel, en un día sin más, murió a 800 metros, cuando los sprinters ya enfilaban la Avenida Cavendish (aquí se estrenó en la Grande Boucle y repitió dos veces más) para el triunfo final de Tim Merlier por delante de Jonathan Milan.

Mathieu se marcó tres horas y media de puro esfuerzo, 173 kilómetros a una velocidad de 49,9 por hora. El pelotón, en persecución de los insensatos, voló esquivando abanicos a una media de 50,013, la segunda más alta de la historia, sólo por detrás de la de 1999 entre Laval y Blois, ganada por Mario Cipollini (50,355). Todo esa locura por un compañero, que pensaba que lo de su líder era una bravuconada. «Siempre he soñado con subir al podio del Tour y estar presente en la ceremonia. Pensé que Mathieu bromeaba, pero iba en serio. Así que seguimos», admitía el otro hombre del día, elegido más combativo, cómo no.

«Fue un día muy difícil, las carreteras no estaban hechas para dos hombres solos al frente, sobre todo con el viento que obligó a los equipos de la clasificación general a correr», explicaba Van der Poel, que se congratulaba de haber dado «un gran espectáculo» y aclaraba que su objetivo no era «el maillot verde»: «Sufrimos, pero también disfrutamos».

Son las ocurrencias de un ciclista único, que vive su profesión como una aventura. Al gran animador de este principio de Tour no le hacía demasiada falta semejante osadía. Había ayudado a su compañero Jasper Philipsen a ganar en Lille en la primera etapa, se había impuesto en el Boulogne sur Mer por delante de Tadej Pogacar, con el que también peleó en Rouen. Y había vuelto a vestir de líder, como en 2021.

La escapada de Van der Poel y el segundo triunfo de Merlier fueron las noticias del día, pero no menos lo fue el abandono de Joao Almeida, rendido a sus magulladuras y al dolor de su costilla fracturada en la etapa del viernes llegando al Muro de Bretaña. Todo un problema para Pogacar, quien elogió a su gregario portugués. «Había sido increíble cómo Joao había lidiado con las consecuencias de su caída durante los dos últimos días. Si yo he sufrido durante toda la etapa, no me puedo imaginar lo que habrá sufrido él. Siento un gran respeto por él y me entristece mucho que tenga que abandonar», pronunció el líder del Tour, quien pierde a su gran escudero en la alta montaña y también a un elemento clave para la táctica del UAE Team Emirates. «Tenerlo metido en la lucha de la general era un lujo para nosotros. Ahora nos toca replantear nuestra estrategia para que su ausencia nos afecte lo menos posible. Estaba en plena forma y tengo muchas ganas de que se recupere y vuelva a competir. Y, por supuesto, ahora quiero ganar este Tour de Francia también por Joao», concluyó.

Van der Poel honra al ciclismo y roza una gesta única camino de Chateauroux

Van der Poel honra al ciclismo y roza una gesta única camino de Chateauroux

Hay derrotas que engrandecen, gestas para las que no hace falta alzar los brazos. Mathieu Van der Poel es un auténtico verso libre, un fenómeno como quizás jamás presenció la historia del ciclismo. Es valiente, es osado, es un portento. Camino de Chateauroux puso su nombre a una etapa que no ganó, un 13 de julio que será una muesca más en su leyenda. Sólo pudieron con él cuando faltaban 800 metros. [Narración y clasificaciones]

Para saber más

En la ciudad donde Mark Cavendish ganó tres de sus etapas (entre ellas la primera de su carrera en el Tour), una de las pocas jornadas completamente planas de esta edición, 170 kilómetros destinados a poner en bandeja la victoria a uno de los sprinters, Van der Poel decidió que no iba a ser para él un día de bostezos. Así entiende el ciclismo el nieto de Poulidor, como una forma de diversión, como una aventura permanente.

Se confabuló con su compañero Jonas Rickaert y perpetraron un ataque a dúo desde el banderazo de salida en Chinon. Como dos lunáticos bajo la canícula. Cabalgaron 169 kilómetros a full, gozando de una ventaja de hasta 5:30 con un pelotón que tuvo que ponerse las pilas. A falta de 30 los tuvieron un suspiro, pero cuando el viento dio tregua, volvieron a estirar hasta el 1:20. Y soñaron.

Rickaert dejó ya sólo al rey de las clásicas, que exprimió su pulso con los lobos del pelotón hasta que restaban 800 metros. Había volado durante 169 kilómetros a casi 50 por hora. Una oda al ciclismo de ataque.

En la avenida Cavendish, con el pelotón cortado por el viento, el triunfo fue para Tim Merlier, un precioso sprint en el que sobrepasó a Jonathan Milan para sumar su segunda victoria en lo que va de Tour.

Merlier, por delante de Milan.

Merlier, por delante de Milan.Thibault CamusAP

La jornada, previa al día nacional francés que se celebrará con una preciosa etapa hasta Le Mont-Dore, ocho puertos (siete de segunda, lo nunca visto), en menos apenas 165 kilómetros, vino marcada por el adiós al Tour de Joao Almeida, un gregario que es un lujo. Y que ya no tendrá Tadej Pogacar a su lado, ese escudero destinado a lanzarle (o salvarle) en las etapas de alta montaña. El portugués, que consiguió resistir el sábado tras su caída del día anterior, en la que se fracturó una costilla (además de numerosas abrasiones, entre ellas en una mano), no pudo superar los dolores y el sufrimiento.

Pogacar o cómo ganar el Tour con un reloj de 350.000 euros en la muñeca

Pogacar o cómo ganar el Tour con un reloj de 350.000 euros en la muñeca

Alberto Contador suele contar que en su época profesional renunciaba hasta a pasear a su perro para limar cualquier desarrollo muscular en el tren superior. Es la era de la aerodinámica, de las ganancias marginales, de la relación vatio-kilo llevada al extremo. Por eso no deja de llamar la atención ver cómo Tadej Pogacar gana un Tour de Francia con un reloj de lujo en su muñeca izquierda. No es el único, también Van der Poel luce el mismo modelo. El patrocinio manda, aunque realmente sólo añaden 32 gramos, menos de lo que pesa alguno de los geles que ingieren los ciclistas durante cada etapa.

Para saber más

En Rouen y en el Muro de Bretaña, Pogi alzó los brazos; en el derecho lucía un flamante Richard Mille RM 67-02 Automatic Extra Flat, cuyo valor en el mercado supera los 350.000 euros. Cada imagen del genio esloveno se viraliza, por eso no se despega de la lujosa marca suiza, que también esponsoriza a todo el UAE Team Emirates. El año pasado reconquistó la Grande Boucle con él. Más impactante fue ver cómo duraste la última París-Roubaix, en la que quedó segundo por detrás de Van der Poel, su muñeca sangraba justo a la altura del reloj. Los numerosos impactos de los adoquines habían terminado por hacer una herida en el esloveno. Barro, sangre, sudor... y un reloj de lujo.

Que no tiene ningún aporte, a pesar de (dar la hora) y medir sus pulsaciones (aunque todos los ciclistas sin falta portan su pulsómetro en el pecho). Y que está hecho, eso sí, para resistir los embates de una etapa, con una correa especial sin costuras (el año pasado incluso Pogacar la llegó a lucir amarilla como su maillot), antideslizante y muy elástica, que se adapta por completo a la morfología de la muñeca del deportista. Es un reloj con una esfera de 40 milímetros de grosor, fabricado en titanio y fibra de cuarzo y diseñado, supuestamente, para soportar las rigurosas condiciones del ciclismo. En la web de la marca que Richard Mille fundó en 2001 se describen al detalle todas sus características.

Reloj Pogacar mano izquierda

El Richard Mille de Pogacar ya ha dado para un puñado de anécdotas. En marzo de 2023, los amigos de lo ajeno robaron un reloj de su habitación del hotel en Valbonne, durante la disputa de la última etapa de la París-Niza. Un mes después dos hombres fueron detenidos, aunque nunca apareció el objeto. Fueron multados con 50.000 euros y cuatro años de prisión por el tribunal judicial de Niza.

Este mismo año, Geraint Thomas desveló una conversación distendida con Tadej durante la Lieja-Bastoña-Lieja que acabaría ganando el esloveno. Tadej se acercó al galés al principio de la carrera y entabló una conversación informal con él, justo en una de las rampas más duras. «Entonces empieza a charlar conmigo, diciéndome que al día siguiente irá a Richard Mille a comprarse un reloj nuevo o algo así. No lo dije, pero pensé: 'Tío, ahora mismo estamos a 420 vatios, no quiero hablar, me siento bien, pero solo quiero concentrarme en mi respiración'. Está compitiendo a otro nivel», bromeaba el veterano corredor del Ineos durante un podcast.

Van der Poel y Pogacar, en la etapa con final en Boulogne-sur-Mer.

Van der Poel y Pogacar, en la etapa con final en Boulogne-sur-Mer.MARCO BERTORELLOAFP

Pogacar y Van der Poel no son los únicos ciclistas que lo llevan. Desde que Richard Mille patrocinara oficialmente al UAE (en sus maillots se puede ver el logotipo), alguno de los compañeros de Tadej, como el gigante Nils Politt, también lo lucen. El propio CEO de la marca suiza, Peter Harrison, presume del acuerdo con el mejor equipo del mundo: «El UAE Team Emirates ha demostrado una vez tras otra su alto grado de exigencia y una auténtica pasión por la excelencia. En Richard Mille compartimos la misma visión y ambiciones, así que para nosotros es un verdadero placer colaborar con Mauro Giannetti y su equipo. Además, esta colaboración simboliza un hito bastante significativo para nosotros, puesto que es un paso adelante en nuestro propósito de acercarnos a la comunidad deportiva de la zona de Oriente Medio».

En el pasado, Mark Cavendish o Julian Alaphilippe también lo llevaron, aunque el francés ahora corre en el Tudor, precisamente una marca de relojes suiza. Fuera del ciclismo, los relojes Richard Mille se han visto en las muñecas de los mejores pilotos de Fórmula 1, como Charles Leclerc, Lando Norris e incluso Michael Schumacher. El propio Rafael Nadal lo llevó. Bubba Watson en golf, Alexis Pinturault en esquí, el velocista sudafricano Wayde van Niekerk, el piloto Sebastian Ogier o el saltador de altura Mutaz Essa Barshim.

Jonathan Milan se estrena y acaba seis años después con el maleficio italiano en el Tour

Jonathan Milan se estrena y acaba seis años después con el maleficio italiano en el Tour

Será la primera de muchas, porque pocos sprinters atesoran tal potencial. El presente y el futuro son de Jonathan Milan y sus casi dos metros. El gigante de Colmezzo al fin sabe que lo que es ganar una etapa del Tour de Francia, a sus 24 años, con el maillot verde que ya sí le pertenece. Lo logró con la fuerza que le caracteriza, forjada en la pista, con esas pedaladas que parecen martillazos, en la llegada calurosa a Laval y por delante de un Wout Van Aert que decidió aventurarse en un sprint, como solía. [Narración y clasificaciones]

Para saber más

El Tour dejó Bretaña con ansias de tregua. Lo mandaba el guion tras una semana inicial frenética y lo impulsaban la canícula y el viento en contra. Un fin de semana para los sprinters. También para lamer las heridas, como las de Joao Almeida, que completó la etapa con una costilla rota. Cuando todos quieren lo mismo... Casi todos. El Total Energies, equipo local e invitado, optó por la valentía y casi tiene premio.

Ganó Milan, su estreno en el Tour de quien ya acumula cuatro victorias en el Giro. Fue mérito propio, desplegando a golpe de cabezazos sus vatios. Porque sus compañeros del Lidl, que se pasaron toda la etapa tirando, le dejaron más bien solo en la recta de meta. Nadie le hizo cosquillas. Tim Merlier, quien le ganó en Dunkerque por milímetros, ni se presentó a la batalla, penalizado por un pinchazo un poco antes de la llegada a Laval.

Burgaudeau y Vercher, durante la escapada.

Burgaudeau y Vercher, durante la escapada.LOIC VENANCEAFP

La Grande Boucle no olvida a sus mitos. Siempre hay guiños. Esta vez la salida de la etapa celebraba el legado de Louison Bobet, ganador de tres Tours de Francia consecutivos (1953, 1954 y 1955), desde su natal Saint-Méen-le-Grand. El bretón fue el primer campeón del mundo que subió a lo más alto del podio de París, logro que persigue este año Tadej Pogacar y que sólo consiguieron después Eddy Merckx (1972), Bernard Hinault (1981) y Greg LeMond (1990).

Fue justo tras el sprint especial de Vitré (todos son para Jonathan Milan) cuando los Total Energies intentaron revolucionar la jornada. Un ataque a dúo entre Burgaudeau y Vercher. Que llegó a tener 1:10 de ventaja a falta de 20 kilómetros. Fueron neutralizados a falta de nueve, cuando los equipos de los sprinters (Lidl, Alpecin, Bahrein...) afilaron el cuchillo. Antes hubo tiempo para los sustos, caídas sin consecuencias serias como las de Marc Soler, Rutsch o Neilands.

Ganó Milan, por delante de Van Aert y Groves, y ganó Italia. Que no es baladí. Llevaba seis años sin cantar victoria en el Tour, desde Vincenzo Nibali en Val Thorens, en 2019.

El domingo, rumbo Sur, camino de Châteauroux, otro día para los velocistas.

La única inquietud de la semana (casi) perfecta de Pogacar: "Espero que no se haya roto nada"

La única inquietud de la semana (casi) perfecta de Pogacar: “Espero que no se haya roto nada”

El Tour abandona el Norte, poco a poco hacia el macizo central, en nada ya en los Pirineos, donde la batalla se enciende el jueves en Hautacam. Lo hace pidiendo tregua, al fin un par de días de (supuesta) calma, de escapadas largas y equipos de sprinters afilando el cuchillo. Porque las siete etapas iniciales, en las que no se ha subido ningún puerto superior de tercera categoría, han resultado tan extraordinarias como exhaustas.

Para saber más

Menos el pasado sábado en Lille, victoria al sprint de Jasper Philipsen, y en la siesta que se permitieron hacia Dunkerque (Tim Merlier), la nómina de ganadores ha sido de quilates: dos victorias de Pogacar, una de Van der Poel, otra de Ben Healy y la contrarreloj de Evenepoel en Caen. El amarillo se lo han repartido entre el propio Van der Poel y Pogacar, que sólo dos días desapareció de los 10 primeros puestos de la etapa. Es tal el despliegue que se presenta este sábado en la salida de Saint-Méen-le-Grand como líder de la general y de la regularidad... y a un solo punto de su compañero Tim Wellens en la montaña. El décimo en la general está ya a casi cuatro minutos, por ejemplo. Primoz Roglic se ha dejado 3:06, Enric Mas (que ayer se vio involucrado en la dura caída final) 4:35, Carlos Rodríguez 4:51, Ben O'Connor 8:10...

Casi todo son buenas noticias para Pogi, casi todo parece encaminado hacia su cuarto Tour (sin cumplir los 27 años), el segundo consecutivo. Pero, llegando al Muro de Bretaña, aproximándose a la segunda de las ascensiones a la icónica colina, el esloveno tuvo la peor noticia de lo que va de Tour. En una velocísima transición, Joao Almeida -quien, como el propio Mas y otros, marchaba innecesariamente atrás del pelotón-, su gran escudero, el hombre llamado a escoltarle en las etapas de montaña, en esas «maratones de los Alpes» donde Vingegaard «puede marcar la diferencia» (como avisa su compañero Jorgenson), el luso se vio involucrado en una espeluznante montonera. Pudo retomar la marcha y en meta se dejó más de 10 minutos. «No todo ha sido perfecto: Joao se está sometiendo a rayos X tras su caída. Por supuesto, es bonito ir de amarillo y ganar la etapa, pero como Tim [Wellens] me acaba de decir, era un lujo tener a Joao tan cerca en la general. También era una buena oportunidad para él, porque está en una gran forma física. Espero que no se haya roto nada y pueda continuar», se lamentaba Tadej tras el triunfo 101 de su carrera: en el arreón definitivo alcanzó una velocidad de 55 kilómetros por hora... con el viento en contra.

Después, las pruebas supusieron un alivio. El UAE Emirates descartó fracturas, pero el estado de Almeida, que sería sin duda uno de los grandes favoritos al podio de competir para otro equipo, era preocupante. En las imágenes de la llegada se le vio repleto de rasguños, sangre en las manos y cojeando. Tiene un fuerte golpe en las costillas (fractura costal izquierda sin complicaciones), aunque lo que más preocupaba era la mano.

Pogacar y Vingegaard, en el sprint del Muro de Bretaña.

Pogacar y Vingegaard, en el sprint del Muro de Bretaña.Tour de Francia

Si no hay nada raro, Pogacar llegará al lunes con 1:17 de ventaja sobre Vingegaard. Ese día, reservado habitualmente al descanso, coincide con la fiesta nacional francesa (16 de julio), así que el Tour ha preparado su propia fiesta. Una etapa nunca vista: entre Ennezat y Monte Dore, poco más de 160 kilómetros y hasta ocho puertos, casi todos de segunda categoría, para un desnivel acumulado de 4.400 metros. Como una jornada pirenaica o alpina. «Será duro, de mucho sufrimiento, con altas temperaturas y muchas subidas durante todo el día. Puede haber algunos movimientos... pero ya veremos», advertía Pogacar, con la mosca detrás de la oreja por la actitud que está teniendo estos días el equipo Visma Lease a Bike de Vingegaard y su «carrera extraña».

Parece una buena renta, pero el pasado confirma que se encuentra en las distancias normales que los dos han mantenido en los comienzos del Tour. Porque sólo la contrarreloj (1:05 a favor de Pogacar), marcó diferencias: el resto es gracias a las bonificaciones. En 2022, el esloveno llegó a le etapa 11 con 39 segundos a su favor, dilapidados en la recordada jornada del Granon. Un año después, en la quinta etapa gozaba de 11 segundos, pero Vingegaard le golpeó con 1:04 en Laruns. Y el año pasado, cuando Jonas acudía tras su fatal caída en la Itzulia, al Galibier, cuarta etapa, acudieron igualados y allí Pogi le distanció en 50 segundos.