Visiblemente aliviado, aunque también contrariado por la manera en la que aseguró su pase a la final de Roland Garros, Carlos Alcaraz reconoció que Lorenzo Musetti le puso "al límite" antes de retirarse en el arranque del cuarto set por una lesión en el muslo izquierdo (4-6, 7-6 (6-3), 6-0, 1-0).
El encuentro empezó siendo complicado para el español, que llegó a expresar su rabia con gestos como el pateo a su propio banquillo. "Cuando gané el segundo set, me sentí aliviado y luego lo presioné al máximo, impidiéndole recuperar el control del partido. También estaba más tranquilo. Vi las cosas con más claridad", reconoció.
Alcaraz, recordando los aprietos por los que pasó tras perder el primer set y forzar la muerte súbita en el segundo, destacó el juego de su rival: "Lorenzo es un jugador increíble y ha tenido una gran temporada en tierra batida. Es de los pocos que siempre llegan a semifinales. Jugó un tenis excelente, nunca es fácil ganar así", reconoció el español.
Sobre la lesión que provocó la retirada del italiano, Alcaraz le deseó "una buena recuperación. Estoy seguro de que volveremos a ver su tenis muy pronto". El murciano físicamente se encuentra bien, según comentó, "pese a que las últimas semanas han sido muy intensas".
DIRECTO A LA FINAL
Con la victoria de este viernes ante Musetti Alcaraz se mete de lleno en la final de Roland Garros, que disputará este domingo frente a Djokovic o a Sinner -en función de quien gane la semifinal de esta noche-.
El murciano ante dicha semifinal expresó que "obviamente voy a verla. Vamos a ver uno de los mejores partidos de la historia".
Los genios tienen estas cosas: un día sin inspiración es un día perdido. Le pasa al pintor y al escultor, pero también al triplista cuando se le cierra el aro. Toca esperar un soplo de inspiración o dejar que otros hagan el trabajo. El problema de Carlos Alcaraz es que, si se le escapa la musa, no puede suspender un partido ni dejárselo a otro. Le toca resignarse, despertar y ponerse a la tarea. Este viernes, en semifinales de Roland Garros ante Lorenzo Musetti, la varita mágica no le funcionaba y pese a ello supo remontar para ganar por 4-6, 7-6(3), 6-0 y retirada y clasificarse para la final.
Durante un buen rato, casi dos horas, estuvo cabreado con el mundo, llegó a patear su propio banquillo, pero finalmente entendió que si no se tranquilizaba se marchaba para casa. En la previa explicó que ya se sentía más maduro porque cuando se enfadaba por culpa de los errores, sabía calmarse. Su victoria este viernes le da la razón, aunque antes hay que olvidar algunos ratos del segundo set.
Y es que el encuentro tenía más peligro del que parecía por dos razones. La primera era que Alcaraz venía de una actuación majestuosa contra Ben Shelton en cuartos de final, quizá su mejor encuentro en Roland Garros, y lucía muchísima confianza. Y la segunda, que Musetti había perdido sus dos enfrentamientos previos esta primavera, la final de Montecarlo y las semifinales de Roma, y sabía qué tenía que hacer para incordiarle. Ambos factores se unieron para situar al español ante un escenario que no se esperaba.
La amenaza de Musetti
En el primer set desplegó un juego tan alegre como desafinado. Su derecha sonó a látigo, como había sonado ante Shelton, pero falló un par de voleas, algunas dejadas, varios reveses cruzados. Punto a punto se encabritaba. Alcaraz buscaba sus golpes y mientras tanto Musetti le devolvía todo, le mareaba cuando podía, le respondía. Con sólo una bola de rotura, el italiano se llevaba el periodo y se presentaba: "Aquí estoy yo, una amenaza".
JULIEN DE ROSAAFP
Era un día gris, encapotado en París, tanto que la organización decidió cubrir la Philippe Chatrier y el ánimo de Alcaraz se fue retorciendo. Quejas a su equipo, suspiros y, al final, la patada a su banco. Hasta dos veces pudo resucitar antes, dos breaks consiguió, y sin embargo necesitó llegar a la tercera, el tie-break, para hacerlo. Ahí, sí. En la muerte súbita, aprovechó la rabia que le consumía para hacerse con el partido. Todos los golpes que antes fallaba, la volea, la dejada, el revés cruzado, le entraron y voló hacia el triunfo.
En ese momento se acabó la historia. Al perder su oportunidad, Musetti desapareció. Sin haber dado muestras antes, en el tercer set empezó a notar ciertos problemas físicos y en el cuarto se retiró. Hubo una pequeña parada para que le atendiera el fisioterapeuta y por sus explicaciones no parecía grave, pero finalmente no le dejó terminar el encuentro. Alcaraz, ya reconciliado con su inspiración, espera en la final al ganador del duelo entre Jannik Sinner y Novak Djokovic.
En las pistas pequeñas que hay en el extremo norte de Roland Garros, allí donde ya no hay aficionados, los chavales del torneo júnior se reparten palos y más palos y más palos con la perspectiva de ganarse la vida con ello, triunfar, incluso trascender. Sin españoles en liza, la comidilla es un italiano de 17 años llamado Jacopo Vasami, que se forma en la Rafa Nadal Academy y cuya ligereza recuerda a Jannik Sinner. Hay tenistas italianos por todos lados: es su momento. En semifinales, Lorenzo Musetti se enfrenta este viernes a Carlos Alcaraz (14.30 horas, en Eurosport y Max) y Sinner a Novak Djokovic (19.00 horas) en lo que ha obligado a la prensa italiana a fantasear: ¿Y si la final es 100% nacional?
España lo vivió en 1994 (Bruguera-Berasategui), 1996 (Moyà-Corretja), 2002 (Costa-Ferrero) y 2013 (Nadal-Ferrer), pero ahora es el tiempo de Italia. ¿Por qué? «Cuando un jugador despega genera una atracción gravitatoria a su alrededor. Todo el mundo puede entrar a su estela porque saben cuál es el camino, reciben más apoyo, hay una rivalidad... Se crea una oportunidad conjunta para todos los tenistas del país», lanza en conversación con media docena de medios, entre ellos EL MUNDO, Jim Courier, actual comentarista de Max y Eurosport, dos veces ganador aquí y protagonista en el lugar de la única final completamente estadounidense, en 1991, ante André Agassi.
«Italia ha desarrollado un sistema que funciona y está dando mucho apoyo financiero a sus jugadores. A veces se habla del dinero, pero el dinero son oportunidades. En la formación, por ejemplo. O en los inicios. Cuando estás empezando y juegas torneos pequeños, pierdes dinero, no puedes viajar con tu entrenador... Italia ayuda a sus jugadores para que compitan lo máximo posible en las mejores condiciones. Eso ha hecho que estén llegando a un nivel que nunca hemos visto. Hay muchos países, incluido Estados Unidos, que están mirándoles y diciendo: '¿Cómo podemos copiarles?' Ahora mismo son los reyes del tenis mundial», analiza Courier, que reconoce que en su tiempo como jugador nunca se hubiera imaginado que esto podía pasar.
Dinero para salir de la nada
En 1992, cuando él fue número uno, el mejor italiano del ranking ATP era Omar Camporese, número 42 de la lista, y nadie del país llegó a tercera ronda en Roland Garros. Ahora, junto a Sinner y Musetti hay otros siete compatriotas en el top 100 del ranking, Cobolli, Berrettini, Arnaldi, Darderi, Sonego, Bellucci y Nardi. La mayoría tienen 23 o 24 años por un motivo: cuando eran niños la Federación Italiana dobló el presupuesto, hizo una apuesta en firme.
JULIEN DE ROSAAFP
«La Federación invirtió mucho dinero en los jóvenes, en ayudas para que viajaran con sus preparadores, en invitaciones a torneos... Tenemos torneos en todas las categorías para jugar y eso es clave», apunta en París Filippo Volandri, ex tenista y capitán del equipo de Italia que ha ganado las dos últimas Copa Davis. Sólo un país, Estados Unidos, organiza más torneos Challenger que Italia, la categoría donde se forman los jugadores y se empiezan a acumular puntos ATP: Nápoles en marzo, Barletta, Roma y Cagliari en abril, Francavilla al Mare, Turín y Vicenza en mayo, y así hasta 19 competiciones.
El mismo Musetti ganó dos veces en Forli y fue finalista en Biella entre 2020 y 2022 antes de asaltar los torneos grandes, como el ATP 500 de Hamburgo donde derrotó precisamente a Alcaraz. Desde entonces se han vuelto a medir cinco veces y en las cinco ha vencido el español, como en la final del último Masters 1000 de Montecarlo o las semifinales del Masters 1000 de Roma.
«Este año Lorenzo ha encontrado el equilibrio tanto dentro como fuera de la pista, ha crecido su autoestima. Siempre ha tenido el talento», define Volandri sobre el rival de Alcaraz hoy en semifinales con una vida muy vivida. Aspirante a actor de niño, nieto e hijo de artesanos del mármol -es de Carrara, epicentro mundial de este material- Musetti fue padre por primera vez el año pasado, cuando tenía 22, y ya espera al segundo junto a su esposa, Verónica Confalonieri. Su último verano no fue tan glorioso como el de Alcaraz, pero se le pareció: fue semifinalista en Wimbledon y ganó el bronce en los Juegos Olímpicos de París. Ahora desafía al español para seguir tiñiendo de verde, blanco y rojo todas las pistas del tenis mundial.
Hace unos días la estadounidense Coco Gauff explicaba dos cosas curiosas sobre su amistad con Carlos Alcaraz. La primera, que se conocieron en 2018 al ganar al mismo tiempo la Copa Davis junior y la Copa Federación junior, que el español le escribió por Instagram y ella no le hizo ni caso hasta años más tarde. Y la segunda, que ve a su amigo sonreír sobre la pista y piensa en imitarle, pero no le sale.
"Es una inspiración para mí, quiero pasármelo tan bien como él", confesaba la estadounidense, niña prodigio como pocas, finalista en Roland Garros en 2022 cuando sólo tenía 18 años. Gauff normalmente mantiene un porte de extrema seriedad y eso, fatal para las fotografías, fue una bendición para ella este jueves. No era un día para disfrutar.
Ante la francesa Lois Boisson, la cenicienta de esta edición, semifinalista desde el 361 del mundo, Gauff fue implacable, fue severa, fue inamovible. El público de la Philippe Chatrier ya podía hacer el ruido que quisiera que ella estaría impertérrita una hora hasta cerrar la victoria por 6-1 y 6-2 y clasificarse para la final, su segunda final aquí. En ella se medirá a la número uno del mundo, Aryna Sabalenka, que derrotó a la vigente campeona, Iga Swiatek, por 7-6(1), 4-6 y 6-0.
La reacción de Gauff
El peligro este jueves estaba en dejar que el ambiente volviera a hervir, que las gradas se le cayeran encima, que fuera se sumergiera en el infierno que quemó a Jessica Pegula y Mirra Andreeva. Desde el principio del partido, Gauff salió a contrarrestar con puntería el juego de Boisson. Hasta ahora las actuaciones de la gala habían sido excelentes. Su resistencia en los intercambios enloquecía a sus adversarias, consumidas por un fervor muy poco habitual en el tenis. Pero esta vez Boisson, ya convertida en ídolo nacional, portada de L’Equipe durante tres días seguidos, apareció con más nervios y Gauff no perdonó.
En el primer set no hubo competencia. Y en el segundo duró unos minutos. Entonces Boisson logró su primer break y los aficionados franceses empezaron a rugir, pero la estadounidense se llevó los cinco juegos siguientes con la autoridad de las mejores.
Novak Djokovic ha visto como todos sus coetáneos se retiraban, ha asistido a sus despedidas, les ha aplaudido e incluso les ha añorado, pero lo que nunca hará es seguir sus pasos. Rafa Nadal, Roger Federer, Andy Murray o Juan Martín del Potro tendrán que esperar eternamente para poder jugar con él un partidillo de leyendas. A sus 38 años, después de ganar 24 Grand Slam, Djokovic todavía es capaz de coger al actual número tres del tenis mundial, Alexander Zverev, zarandearlo, marearlo, desorientarlo, desesperarlo y al final de ese viaje, por supuesto, eliminarlo.
Después de vencer este miércoles por 4-6, 6-3, 6-2 y 6-4, el serbio volverá a jugar las semifinales de Roland Garros y lo hará ante Jannik Sinner, un número uno que tenía seis añitos cuando levantó su primer título grande. La longevidad de Djokovic sólo se entiende por la unión de su compromiso consigo mismo, un físico elástico y una mentalidad rígida.
Porque el tenista más laureado de todos los tiempos tenía que perder el partido ante Zverev y no lo hizo. Como tantas, tantísimas otras veces en su carrera, Djokovic se entendió en desventaja y buscó la manera de sobreponerse. En los primeros puntos, el alemán volaba, dominaba con su derecha, ni se inmutaba con su saque, todo estaba a su favor. Pero si tiene que cambiar, Djokovic cambia. Lo lleva haciendo toda la vida.
THIBAUD MORITZAFP
De repente, a mediados del segundo set, el serbio se convirtió en un especialista en las dejadas como nunca se había visto otro. Para cortar el ritmo a su adversario, ‘Nole’ insistió con ese golpe de revés, una vez, y otra vez, y otra vez. Y le funcionó. Hasta 35 veces lo hizo, casi siempre con éxito. Al principio, Zverev ni se inmutaba, confiado en seguir imponiendo su juego en el fondo. Pero más tarde se fue frustrando en la red hasta desfallecer. Después de un break en contra en el tercer set, el alemán lanzó un quejido a su equipo que sonó a derrota. En el cuarto set lo siguió intentando, hubo un intercambio delicioso de 41 golpes, pero Djokovic ya tenía un pie por delante.
Adiós al fantasma de la retirada
El 24 veces campeón llegó a París con la opción abierta de que este fuera su último Roland Garros y pase lo que pase ante Sinner se marchará con la idea de que puede ganar otro Grand Slam, especialmente otro Wimbledon. Su gira de tierra batida había sido un desastre, eliminado en su debut en los Masters 1000 de Montecarlo y Madrid, pero despidió a Andy Murray como su entrenador, venció en el modesto ATP 250 de Ginebra y todo cambió. "Ahora ganas porque tienes un entrenador de verdad", le soltó Murray en el homenaje a Nadal y era broma, sí, pero quizá no del todo.
Hasta el primer set este miércoles, Djokovic no había perdido ningún set en sus cuatro partidos anteriores en París y siempre había sido muy superior a sus rivales. Mackenzie McDonald, Corentin Moutet, Filip Misolic y Cameron Norrie fueron quienes le ayudaron a coger ritmo para su demostración ante Zverev. El serbio es eterno, no se va a retirar nunca.
En años anteriores Carlos Alcaraz necesitaba un protocolo de evasión para los Grand Slam. Aguantar dos semanas pensando sólo en tenis se le hacía farragoso así que su equipo le organizaba actividades en sus días libres. En París, excursiones. En Londres, golf. En busca de alivio mental, en sus cuatro Roland Garros anteriores Alcaraz lo había visitado todo, especialmente espacios abiertos como los jardines del Palacio de Versalles o el bosque de Boulogne, y en sus últimas participaciones a Wimbledon mejoró su hándicap hasta llegar a competir con Juan Carlos Ferrero. Pero eso ha cambiado.
Ahora Alcaraz ya no necesita tanta distancia con el tenis y sigue conectado cuando no está jugando, viendo partidos, analizando a sus rivales, preparando los días que vendrán. Este miércoles, sin ir más lejos, entrenó al mediodía en la pista 2 del recinto francés y se marchó a su hotel de siempre, el Villa Marquis de Melià, para ver la victoria de Jannik Sinner sobre Aleksandr Bublik por 6-1, 7-5 y 6-0 y el duelo entre Novak Djokovic y Alexander Zverev. Este jueves descansará antes de las semifinales del viernes contra Lorenzo Musetti (en principio, a las 14.30 horas, Eurosport y Max), pero no por necesidad, sino por consejo de los suyos: tampoco hay que pasarse.
«Ya tengo 22 años, me siento más maduro. Ya tocaba, ¿no?», bromeaba el número dos del mundo después de su victoria ante Ben Shelton en tercera ronda y al ganar a Tommy Paul en octavos de final añadía: «Soy más maduro que el año pasado, pero menos que el año que viene». Su concentración ha aumentado tanto fuera como dentro de la pista. Este año ha pasado por encuentros más difíciles que el año pasado y lo ha solventado con soltura. Cuando las cosas se han puesto feas ha sabido darles la vuelta. «Ahora cuando me frustro, cuando me cabreo conmigo mismo porque no me salen las cosas, me digo: 'Carlos, no vayas por ahí, por ahí no vas bien», reconocía.
"Cada año va madurando"
Este miércoles, antes del entrenamiento, Ferrero se reunía con los periodistas españoles desplazados en París y reconocía esa evolución. «Obviamente cada año va madurando. Respecto al año pasado ahora en pista reacciona de otra manera a los problemas. Antes era un poco más emocional. Aún da alguna pataleta, pero maneja mejor esos momentos. Es algo que llevamos trabajando desde hace mucho tiempo. Las rutinas, la forma de actuar en la pista, donde agarrarse en los problemas... Llevamos tiempo trabajando», analizaba el técnico, encantado con el nivel de juego mostrado por Alcaraz ante Paul.
TERESA SUAREZEFE
Porque pasó algo que pocas veces pasa: todo era muy fácil. El español saltó a la pista, cerró los ojos y el tenis fluyó por sus dedos, por sus manos, por sus brazos como si fuera una parte de sí mismo. Muchas veces Alcaraz había jugado a un nivel altísimo en Roland Garros, pero pocas había levitado así. De hecho, registró sus golpes de derecha más veloces sobre la tierra batida francesa.
«Quiero dejar una cosa clara: lo que hizo Carlos ante Paul es muy difícil que se repita. Cuando juega valiente, es un tenista que tiene un potencial inmenso, tan grande que todavía no se ha visto. Pero hay presión, hay tensión, hay miedo, los otros jugadores también juegan, hay diferentes tipos de pista... Si Carlos juega adelante y sin presión, juega así de bien. Pero no siempre puede ser así», analizaba Ferrero que aplaudía la evolución de Musetti en tierra batida y anticipaba lo que harán este jueves en la jornada de descanso. Por primera vez este curso tocará excursión al Palacio de Versalles, pero esta vez no será por necesidad.
Al acabar su calentamiento para el partido de cuartos de final contra Tommy Paul,Carlos Alcaraz cruzaba la sala de prensa de Roland Garros en busca de los vestuarios más cercanos y no podía evitar observar las pantallas. Allí, Lorenzo Musetti y Frances Tiafoe discutían por ver cuál de los dos sería su rival en semifinales y, por eso, el español se paraba. Frente al televisor, pasó un buen rato. Hasta que le avisaron: "Vamos". Pese a su defensa del tiempo libre fuera del tenis, Alcaraz es un apasionado de su deporte y por eso cuando está en un Grand Slam sigue el mayor número posible de partidos.
"Me encanta el tenis y en los torneos grandes hay partidos increíbles en todo momento. Cuando acabo de jugar, me gustaba sentarme y simplemente ver tenis", explicaba este miércoles después de su victoria ante Paul por 6-0, 6-1 y 6-4 y quedaba la curiosidad: "¿Has visto en directo todos los partidos de Jannik Sinner". La respuesta era afirmativa.
"Jannik es uno de esos jugadores que me encanta ver jugar en sus días libres. No tomo apuntes en una libretita, me lo quedo en la mente, pero me gusta analizar lo que hace por si me acabo enfrentando a él", reconocía Alcaraz y aceptaba que los encuentros del número uno del mundo ante Jiri Lehecka o Andrey Rublev le había servido de inspiración. "Me inspiraron para dar mi 100% desde el principio, para estar centrado durante todo el partido y para ahorrar energía lo máximo posible".
Cuatro horas más en pista
Antes de su encuentro ante Paul, Alcaraz estaba en desventaja con respecto a su adversario más temible. Mientras Sinner no había cedido un solo set en cuatro partidos y apenas había estado siete horas y 46 minutos sobre la pista, el español le había entregado un periodo a Fabian Marozsan, Damir Dzumhur y Ben Shelton y había jugado 10 horas y 41 minutos.
Con la misma evolución, Alcaraz podía plantarse en la final del domingo con un cansancio considerable en comparación con la soltura de Sinner. Pero con su fugaz triunfo ante Paul, en hora y media, han cambiado las tornas. Ahora ese desgaste puede caer en el otro bando por dos motivos. Primero porque, si este miércoles vence a Aleksandr Búblik en su duelo de cuartos de final, en semifinales Sinner se encontrará con el ganador del partido entre Novak Djokovic y Alexander Zverev, dos rivales temibles. Y segundo porque los horarios de las semifinales beneficiarán al español.
Si las televisiones no ordenan cambiar a última hora, Alcaraz jugará contra Lorenzo Musetti el viernes a las 14.30 horas mientras Sinner se tendría que enfrentar a Djokovic y Zverev a las 19.00 horas. En caso de victoria, aunque fuera en cuatro o incluso cinco sets, el español ya habría pasado por la ducha y por la rueda de prensa cuando su hipotético adversario saltara a la pista. Unas horas más de descanso en la penúltima noche antes de la final, un factor que puede marcar la diferencia entre tanta igualdad.
"Todo ha cambiado y todo sigue igual. Es lamentable para el deporte femenino. Espero que quien tome la decisión no tenga hijas porque no creo que quieran que sean tratadas así. Esconden el tenis femenino y luego dicen: ‘Lo que más se ve son los hombres’. Claro que se ve más a los hombres, si juegan a mejores horas. Ni tan siquiera Iga [Swiatek] juega de noche, hay muchos partidos geniales que deberían haberse jugado de noche. El público iría a verlos". La reclamación de la tunecina Ons Jabeur a principios de semana prendió la mecha en Roland Garros: ¿Por qué las mujeres nunca juegan de noche?
El horario nocturno es el horario de máxima audiencia, el que Amazon Prime paga en Francia a precio de oro, el único que tiene espectadores en Estados Unidos, y sólo juegan hombres. En las 10 jornadas disputadas, Jannik Sinner, Novak Djokovic, Holger Rune, Jack Draper, Ben Shelton, Lorenzo Musetti y Carlos Alcaraz hasta en dos ocasiones, la última este martes. Pero ninguna mujer. Los mejores partidos del cuadro femenino se disputan por la mañana o al mediodía con las gradas de la Philippe Chatrier siempre a medio llenar.
De ahí la polémica. La demanda de Jabeur encendió los ánimos y le siguieron muchas compañeras, como la mismísima Aryna Sabalenka, la número uno del mundo, que este martes dijo la suya.
"Hoy hemos jugado un gran partido y probablemente deberíamos haberlo hecho más tarde para que nos viera más gente. Por una parte estoy feliz porque tengo todo el día por delante y puedo disfrutar de París. Pero definitivamente tendría sentido jugar más tarde", comentó después de vencer a Zheng Qinwen y de clasificarse para semifinales, donde se medirá el jueves con Swiatek, la cuatro veces campeona.
La solución del torneo
A partir de entonces ya no habrá diferencias: las semifinales y la final del cuadro femenino se disputan el jueves y el sábado y las semifinales y la final del cuadro masculino, el viernes y el domingo. Pero el año que viene volverá la crítica y por eso la organización ya busca una solución. "No es que las mujeres no merezcan jugar en las sesiones nocturnas, no acepto que nadie diga eso, no es cuestión de nivel de juego. Pero vienen 15.000 espectadores sólo para ver un partido y el tenis masculino se juega a cinco sets, por lo que les podemos asegurar más tiempo de acción", defendió la directora del torneo, Amelie Mauresmo, que igualmente insinuó el remedio.
A partir del año próximo Roland Garros renegociará sus contratos, especialmente el que le une a Amazon Prime, para que las mujeres puedan jugar de noche y se ofrecerá a cambio que haya dos encuentros en ese horario. En lugar de empezar a las 20.15 horas, como ocurre en la actual edición, se empezaría a las 19.15 horas y habría tiempo suficiente antes de la medianoche para que dos partidos tuvieran lugar. Así se acabaría la polémica o, como mínimo, cambiaría de bando.
Preguntado sobre el tema, el número uno del circuito ATP, Jannik Sinner, asumía que el actual horario ya es igualitario: "Tenemos la misma cantidad de partidos masculinos y femeninos en las pistas grandes. Tenemos la misma cantidad de dinero en premios para hombres y mujeres. Hemos igualado muchas cosas aquí y es agradable de ver".
Las noches en la Philippe Chatrier tienen su propia liturgia. Pronto, antes de que los jugadores salten a calentar, se llenan las gradas superiores, las más baratas, donde se ven grupos de amigos y ganas de jarana. Justo al empezar el partido, incluso un poco después, llegan los espectadores de la zona intermedia, que han apurado los minutos fuera del recinto para acabar de cenar. Y cuando ya han pasado 15 o 20 minutos de acción, aparecen los dueños de los asientos inferiores, con sus trajes, sus vestidos coloridos y alguna copa en la mano. Es un privilegio, perderse un rato de tenis, qué más da. Este martes, cuando los palcos se llenaron, Carlos Alcaraz ya había sentenciado su duelo de cuartos de final contra Tommy Paul y estaba camino de las semifinales, donde se medirá el viernes con Lorenzo Musetti. Quienes más pagan por sus entradas desconocían que no era un día cualquiera, que era el día.
Después de dejarse un set por partido ante Fabian Marozsan, Damir Dzumhur y Ben Shelton, el vigente campeón salió a arrasar, a demoler, a demostrar. Si su máximo rival, Jannik Sinner, no da un respiro a sus adversarios en París, él tampoco. Su victoria por 6-0, 6-1 y 6-4 en sólo una hora y 34 minutos de juego es su mayor exhibición de autoridad de esta edición, quizá de su carrera aquí. Es un mensaje.
"Come on, Tommy, tie-break", le gritaron a Paul con ironía cuando estaba 5-0 abajo en el primer set y luchaba por no cerrar el parcial de vacío. El público francés, siempre tan amable. Después, ya en el tercer set, cuando vio que se quedaban sin partido en un abrir y cerrar de ojos, animó sin cesar al estadounidense, pero ya no había nada que hacer. Desde el primer juego, en blanco, Alcaraz mostró una versión superior de sí mismo. "¡Pam!", sonaban sus derechas, más desgarradoras que nunca, crueles. Alcaraz estaba concentradísimo, estaba sólido, estaba explosivo y al mismo tiempo estaba afinado con golpes complicados como el globo. Paul, quizá lastrado por algún problema físico, no sabía qué hacer.
DIMITAR DILKOFFAFP
El año pasado en Wimbledon asustó al español con sus muchos recursos y su potente saque -le ganó el primer set-. Esta vez entró despistado a la pista y se lo llevó por delante un huracán. Punto a punto, juego a juego, el estadounidense fue perdiendo la esperanza y a partir de la hora ya sólo jugaba por la honra. Pese a ello, al contrario de lo ocurrido en partidos anteriores, Alcaraz supo asegurar su victoria lo más rápido posible y no sumó más minutos de esfuerzo. El español nunca vio peligrar su saque -de hecho nunca afrontó una bola de break-, pero en el último set le costó romper al estadounidense. Al final lo hizo. No era un día cualquiera, era el día.
Con más apoyo que antes
En su calentamiento horas antes en la pista 2 del recinto de Bois de Boulogne ya se observaba que algo había cambiado. En la primera semana del torneo, Alcaraz únicamente estaba acompañado por su equipo, por su padre Carlos y su tío abuelo Tomás. Antes de cada encuentro, el público francés abarrotaba las gradas de la pequeña pista para animarle, pero si el tenista escuchaba que alguien le llamaba Charly se giraba a mirar quién era. Este martes ya era distinto.
"Hoy me siento más lejos de vosotros, que somos más", anunciaba su padre a los periodistas españoles desplazados a París, con quienes suele charlar. Junto a él, esta vez, varios familiares y amigos de Alcaraz de El Palmar que ya sabían de la importancia del partido ante Paul y los siguientes. "Siempre digo que este torneo es especial para mí y es muy importante volver a semifinales por tercer año consecutivo", proclamó el número dos del mundo después del encuentro.
Ahora, habrá dos días de descanso en los que la compañía le ayudará a despejar la mente, las semifinales y una muy posible final contra Sinner. El italiano juega este miércoles sus cuartos de final contra Aleksandr Bublik (sobre las 16.00 horas, Eurosport y Max) y si gana se medirá al vencedor del duelo entre Novak Djokovic y Alexander Zverev (20.15 horas), aunque su favoritismo en esos duelos es incontestable. Sólo Alcaraz amenaza a Sinner, sólo Sinner amenaza a Alcaraz.
Recuerda la NBC que aquel 1996 fue el año de 'La Macarena'. Desde entonces Estados Unidos no había tenido más de un tenista en cuartos de final de Roland Garros. De Jim Courier y Pete Sampras a Francis Tiafoe y Tommy Paul, el rival de Carlos Alcaraz este martes (20.15 horas, Eurosport y Max). Un éxito que tiene detrás a un español, José Higueras, que entrenó precisamente a Courier, Sampras o Michael Chang, que luego trabajó con Roger Federer y que acabó su carrera desarrollando un programa para resucitar al tenis yankee. De allí salió la generación actual, con otros como Ben Shelton o Taylor Fritz, jugadores que conoce muy bien.
«Fue un proyecto que duró más de 10 años. Hice más de un millón de millas, estuve en todos los estados. Me llamó Patrick McEnroe, hermano de John, que era director técnico de la Federación, insistió mucho y al final acepté», recuerda a EL MUNDO, jubilado en Idaho desde hace dos años, quien llegó dos veces a semifinales aquí en París, en 1982 y 1983, y a ser número seis del ranking mundial.
Otra vez hay estadounidenses triunfando en tierra batida, ¿Cómo lo ha conseguido?
Cuando empecé en 2008 el sistema en Estados Unidos se basaba en el conocimiento de entrenadores que estaban muy mayores. Todo estaba anticuado. Sinceramente, era un desastre. Nosotros queríamos impulsar un tenis más moderno y, entre otras cosas, incluimos la tecnología. Soy español, veo el tenis como un español, y sabía que necesitaban trabajar la táctica. Hasta entonces, su entrenamiento era físico y de técnica de saque y les faltaba un juego organizado, completo, más golpes. Cuando Shelton en octavos hacía alguna dejada ante Alcaraz, yo pensaba: 'Eso es cosa mía' Antes las dejadas no existían para ellos.
¿Construyó en Estados Unidos muchas pistas de tierra batida?
En Estados Unidos se juega poco en tierra y sigue siendo así, pero necesitaban un mínimo. Antes tenías unas pistas de tierra verde que eran rarísimas. Cuando la Federación construyó su Campus Nacional en Orlando pedí ocho pistas de tierra batida de verdad, que importaron de Italia. También contratamos entrenadores extranjeros para que aportaran otra visión del juego. En los primeros años hubo reticencias, pero todo cambió en 2015 cuando Tommy Paul ganó la final del Roland Garros junior a Taylor Fritz. Muchos empezaron a creer.
Ese proyecto le hice dejar de entrenar a Roger Federer después de que ganara el US Open de 2008.
Se lo dije al día siguiente de la final, sí. No era por dinero porque realmente ganaba menos, era por romanticismo. El tenis ha sido muy bueno conmigo y con mi familia y pensé que el proyecto de la Federación era una manera de devolver algo. Podía ayudar a más gente, a decenas de miles de personas. Era un romántico, quizá un poco gilipollas. El desarrollo del programa fue un trabajo muy duro porque el país es muy grande y tenía que cambiar su mentalidad. Comparado con eso, entrenar a un jugador es comerte un helado.
EFE
A Federer, además, tampoco se le tendría que enseñar mucho.
Obviamente. Si trabajas con un principiante puedes aportar más, pero con un jugador tan bueno te tienes que centrar en los detalles. Ellos ya saben muchísimo y si te llaman es para aprender algo nuevo, algo distinto, no para que les digas lo que ya saben. Antes hablábamos de las dejadas de Shelton, te cuento una anécdota con Roger. Un día estábamos viendo un video y le dije: 'Roger, en todo el partido no has hecho una dejada de derechas'. Él me dijo que con su derecha quería ser agresivo y le respondí: '¿Y qué hay más agresivo que una dejada?'. Si nunca haces dejadas, el rival te espera desde el fondo y estás dejando de utilizar una arma muy potente. A partir de entonces empezó a hacer más dejadas de derechas. Esos detalles son los que buscan los mejores.
¿Observa cosas de Federer en algún jugador actual?
Para mí Roger era un jugador único, por cómo sentía el juego, por la habilidad que tenía, pero Alcaraz hace cosas que hacía él. Nadie lo puede negar. Alcaraz juega al tenis como yo lo interpreto, me encanta ver sus partidos. El problema es que en el circuito no hay muchos que jueguen así. La tecnología ha cambiado mucho el tenis, especialmente los cordajes. Cuando se jugaba con cordajes de tripa, si le pegabas mal, la bola iba increíblemente mal. Necesitabas mucho tacto. Ahora los cordajes de filamentos ayudan a que la pelota se quede en pista y se tira de fuerza en demasiadas ocasiones.
¿Qué recuerda de sus dos semifinales en Roland Garros?
Yo era una paparra de mucho cuidado, lo devolvía todo. Lo primero que recuerdo es que si hacía un punto increíble me aplaudían tres personas y si fallaba, aplaudían 5.000. Rafa ha ayudado mucho al recibimiento de los españoles en Francia, pero antes era muy distinto. Los franceses... Mi juego era muy de tierra batida, jugaban muy atrás, demasiado, y sólo cuando me vine a vivir a Estados Unidos en 1980 abrí la mente. Empecé a sacar más fuerte, a ser más ofensivo. Curiosamente eso me hizo jugar mejor en Roland Garros. A Borg no le podía ganar, pero a Wilander y Vilas les podía pelear el triunfo. Igualmente me faltaba juego, no sé qué hubiera pasado si me hubiera ido antes de España.
AFP
¿Por qué se fue a vivir a Estados Unidos estando aún en activo?
Porque mi esposa es de aquí y porque en España me machacaron. Entre 1979 y 1980 sufrí una hepatitis B que tardaron mucho en diagnosticarme y en 1980 jugué una Copa Davis en Valencia contra Alemania Occidental. Estaba flojo de piernas, no me encontraba bien, perdí los dos partidos y nos eliminaron. La prensa me sacrificó, me pegaron unos palos gordísimos. Llegué a casa, estaba mi madre llorando y dije: 'Se acabó'. Fue feo. Pero sé qué algún día volveré a España.
¿Cómo empezó en el tenis?
Nací en Diezma, un pueblo de Granada, en un cortijo donde trabajaba mi padre, que era mulero, se encarga de las mulas. No teníamos ni agua ni luz ni nada y cuando yo tenía seis años nos marchamos a Barcelona en busca de una vida mejor. El hijo de una vecina jugaba al tenis y yo no sabía ni qué era, pero a los nueve años empecé a trabajar de recogepelotas en el Real Club de Tenis de Barcelona. Éramos niños pobres, nos pagaban dos pesetas y media la hora. Pero así empecé. A ver tenis, a jugarlo. Los de mi generación, Santana, Orantes, Antonio Muñoz, veníamos del mismo sitio, de muy abajo.