El único autógrafo en la vida de José Ángel de la Casa

El único autógrafo en la vida de José Ángel de la Casa

Lo primero que aprendí de José Ángel de la Casa fue que los días de los partidos importantes, de las grandes finales, había que recogerse. Nada de buscar el mejor restaurante de la ciudad, por buena que fuera la dieta. Un paseo, una comida frugal, agua y descanso. El Tofo no lo hacía únicamente para cuidar la voz, su instrumento. También, decía, para tener la mente fresca, la atención en plenitud, abierta, en el caso de quienes escribimos, a las metáforas con las que transmitir la pasión que todo relato deportivo necesita. José Ángel las admiraba, pero te lo decía con la serenidad y austeridad de la Mancha en carne y hueso. La misma con la que impregnaba sus retransmisiones en TVE, porque la televisión pública, insistía, necesitaba ese equilibrio. Sólo el gallo en el gol de Señor, en el 13-1 a Malta, lo alteró. No fue intencionado, pero fue musical, el gallo de todo un país.

Desde entonces, mantuve la costumbre, alguna vez en su compañía, mientras se lo permitió el maldito Parkinson, pero la mayor parte de las veces solo, porque la soledad es la mejor compañía para seguir su consejo: pensar en el partido del que se va a escribir o se va a narrar. Hay que hacerlo pronto, no tarde, insistía, lo que te llevaba a comer solo, a menudo en el hotel donde te hospedabas. En más de una ocasión coincidí con personajes que hacían lo mismo. Eran matadores de toros en ciudades en feria. Nada tenía que ver su trabajo con el de José Ángel o el mío, pero al verlos siempre pensaba en la profesionalidad con la que el Tofo se tomaba el suyo, comparable con la de quien se enfrenta a la muerte.

José Ángel me enseñó más cosas. A tener la distancia justa con los grandes personajes del deporte, una distancia mágica, que se consigue con el respeto por el off de récord, con el conocimiento y con la crítica fundamentada. A las ruedas de prensa se va estudiado. El periodismo en un lugar de privilegio, como la voz principal de la televisión en tiempos del monopolio, le acercó a los más grandes, no sólo como locutor, también como gestor y negociador de derechos en nombre de TVE.

Podía haber tenido todas las camisetas, fotografías o autógrafos que hubiese querido, pero únicamente pidió uno en toda su vida profesional. Durante un vuelo, José Ángel se levantó, se dirigió a los asientos de delante y dijo: "Por favor, puede firmarme, es para mi madre". La mujer sonrió y correspondió. Era la Madre Teresa de Calcuta.

La caridad y la austeridad personificadas en aquella diminuta mujer hicieron que el Tofo rompiera su norma. El gesto define a un profesional que ayudó a muchos compañeros en momentos difíciles, entre los que me incluyo, y otros como Roberto Gómez. En mi caso, cuando me trasladé por trabajo de Barcelona a Madrid, hace ya 25 años, con dos hijas pequeñas. José Ángel fue de los que siempre se ofrecía, junto a otras personas, como los ex atletas José Luis González o José María Nombela, y compañeros en El Mundo como Carlos Toro, Fernando Baeta o Fernando Bermejo, claves para comprender el periódico por dentro, tomar las medidas a la ciudad y al deporte de la corte .

Había conocido a José Ángel antes de cubrir partidos de fútbol, precisamente en las competiciones de atletismo, una pasión compartida. También lo había hecho en alguna final del Barcelona, la primera en Wembley, pero no fue hasta el seguimiento del Real Madrid en la Champions cuando pude hacerlo mejor, junto a Míchel, su compañero de retransmisiones, el mejor analista y una de las mejores personas con las que me he cruzado en el fútbol. Eran vecinos en Majadahonda, al lado del escritor Paco Umbral. Coincidíamos en la población y, además, en algo que habríamos querido contar como periodistas: una medalla olímpica de José Luis González en 1.500 y una Copa de Europa de la Quinta del Buitre.

Entonces, ganar un Mundial para España era más que una utopía. Por eso, al llegar al Soccer City para disputar la final, en 2010, una de las primeras personas en las que pensé fue en José Ángel. Toda una vida dedicada a la selección y no estaba para contar lo mejor. En algo me equivoqué. Estaba allí, ya afectado por la enfermedad que nos lo ha arrebatado prematuramente. Cuando tres horas después de la final entró en el autocar de la prensa, fue como si la familia estuviera al completo. Se sentó a mi lado y, antes de hablar del partido, me contó que la entonces novia de Iniesta, el héroe de la final, se había perdido y la había ayudado a encontrar el camino de salida y el parking de los autocares. Después, hablamos de la campeona. Primero la ayuda, después el fútbol, compañero del alma, compañero.

Muere José Ángel de la Casa, el padre de la narración deportiva en España

Muere José Ángel de la Casa, el padre de la narración deportiva en España

Fallecido después de una lucha de más de 20 años contra el Parkinson, que fue minando su movilidad, su voz y su aspecto físico, José Ángel de la Casa (Los Cerralbos, Toledo, 1950), El Tofo para la profesión y los amigos, será recordado popularmente por el célebre "gallo" que su garganta emitió con el gol de Señor en el 12-1 contra Malta.

Un desajuste vocal especialmente llamativo en alguien asociado con la sobriedad y la mesura en sus narraciones. También con la neutralidad. Nada que ver con el histrionismo de los narradores de hoy y, a menudo, con la parcialidad exhibida sin pudor ni censura. Hoy llamarían "soso" a José Ángel. Pero era impecable. Y nunca confundió, como ocurre actualmente, la narración televisiva con la radiofónica, que llega a ser estomagante por innecesaria, por superflua.

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José Ángel y Televisión Española llegaron a ser, en la narración futbolística, casi una misma cosa durante 30 años. A José Ángel le gustaba el fútbol, por descontado, pero aún más el atletismo. En él unió en muchas ocasiones su voz a las de Gregorio Parra y Carlos Martín. Pero el fútbol le hizo famoso en España ("contra el fútbol no se puede luchar"). Entre unos deportes y otros, cubrió, resumiendo a lo grande y por lo alto, seis Mundiales y seis Juegos Olímpicos.

Fue la voz y el estilo que celebraron el oro de Fermín Cacho en los 1.500 de Barcelona, el gol de Mijatovic para la Séptima del Madrid, el de Koeman para la Primera del Barça, la apoteosis de Butragueño en Querétaro...

Su maestro en el fondo y la forma fue José Antonio Fernández Abajo. Sus discípulos, casi todos los demás; aquellos, al menos, que gozaban de la esencia del deporte y no de su espuma.

José Ángel pudo ser futbolista. No como Míchel, con quien compartió narraciones televisivas, pero sí de buen nivel. Jugaba en el Talavera, en Tercera y pudo fichar por el Rayo. Pero una lesión de rodilla y su vocación lo inclinaron hacia el periodismo. Cursó los estudios en la Complutense e ingresó en Radio Nacional de España en 1974.

En 1975 pasó a la sección de deportes, a Radiogaceta de los Deportes. En 1977 se trasladó a TVE. Hizo el programa Polideportivo hasta 1981. Luego Tiempo y Marca (1981-87) y, desde 1988 hasta 1990, Estudio Estadio, del que, en una segunda época, entre 1994 y 1996, fue director. No le faltaron ofertas de cadenas radiofónicas y televisivas. Pero se quedó en TVE, su casa. Por lealtad. Por fidelidad a sí mismo. Debutó con la Selección en 1979 y concluyó su periplo en 2007 con un España-Islandia, tras más de 300 partidos en su garganta.

Llegaría luego, en TVE y RNE, un desdichado ERE que mandó prematuramente a la calle a algunas de las voces y las personalidades más relevantes de la narración y la vocación multideportivas: Juan Manuel Gozalo, Santiago Peláez...

Premio Ondas en 1988, su lucha, denodada y llevada con coraje y dignidad, más allá del deporte, contra el Parkinson lo convirtió en un emblema de la resistencia humana a una enfermedad que, como la ELA, no tiene cura. Ayudó a visibilizarla y, de algún modo, a combatirla también psicológicamente.

Sus hijos, Juanma y Javier, también periodistas deportivos, no han podido tener mejor maestro y ejemplo.

Muere Javier Mérida, periodista deportivo de Diario de Sevilla a los 58 años

Muere Javier Mérida, periodista deportivo de Diario de Sevilla a los 58 años

Actualizado Lunes, 17 junio 2024 - 11:03

El periodista Javier Mérida (1966) ha fallecido a los 58 años en su ciudad natal de Sevilla a consecuencia de una Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), que le obligó a retirarse en 2016 del Diario de Sevilla del que fue uno de sus fundadores en 1999.

Inició su carrera como periodista en la redacción de El Correo de Andalucía, donde ingresó en 1990 en la sección de Deportes, en la considerada la época dorada del periodismo deportivo sevillano.

Además de su periodismo "valiente y a pecho descubierto", destacó por "por ser un gran maestro para nuevas generaciones de informadores deportivos", escriben hoy los que en su día fueron sus aprendices en El Correo. Fue "un amigo en la inmensidad del sentido literal de la palabra" escriben hoy en el Diario de Sevilla en un "sentido recuerdo" al periodista fallecido.

Entre las exclusivas de Cidi, como también era conocido cariñosamente, están el fichaje de Davor Suker por el Sevilla y la vuelta de José Antonio Reyes en enero de 2012, en El Correo de Andalucía y en Diario de Sevilla, respectivamente.

Durante su vida profesional, "fue colaborador de Mundo Deportivo de Barcelona, así como de emisoras como Radio Marca, e ingresó en el extinto Diario de Sevilla, una apuesta editorial que no cuajó en la ciudad y en cuyos estertores se bebió con su Ford Mondeo la AP-4 hasta Jerez para llevar a tiempo a impresión un número del periódico", destaca su obituario.

Ya en enero de 1999 formó parte de la plantilla fundacional del actual Diario de Sevilla, buque insignia del Grupo Joly, donde ingresó como redactor y ascendió a jefe del área de Deportes.

Fue galardonado con el Premio Especial José Antonio Blázquez por toda una trayectoria profesional entregada al periodismo deportivo.

Con motivo del centenario del Real Betis Balompié, Javier Mérida editó el libro Relatos en verdiblanco.

Gracias a su profesión, trabó amistad con entrenadores y secretarios técnicos como Javier Clemente, Juande Ramos, Monchi, Víctor Fernández, Pepe Mel, Paco Chaparro o Fernando Vázquez y fue conocida su especial relación con Manuel Ruiz de Lopera, al que se enfrentó "con coraje y con su afilada y pulcrísima pluma o su vehemencia verbal", señalan quienes le conocían. Se hizo acreedor del cariñoso apodo El Dinamita.

El fútbol no fue su único tema y pasión. También empleó su pluma en el baloncesto de los primeros años del Caja San Fernando, el ciclismo, la cocina y el Carnaval de Cádiz.