Jordi Corominas, el primer español que recibe el Piolet d'Or, mayor premio del alpinismo: "Me han ofrecido mucho dinero por ir al Everest y no voy"

Jordi Corominas, el primer español que recibe el Piolet d’Or, mayor premio del alpinismo: “Me han ofrecido mucho dinero por ir al Everest y no voy”

No aparece en la lista oficiosa de 8000ers de alpinistas que han hollado los 14 ochomiles del mundo. Apenas ha salido en televisiones y puede contar las entrevistas concedidas con sus dedos llenos de callos. Google no responde con su cara si se le pregunta: '¿Quién es el mejor alpinista español de la historia?' Pero en el mundillo Jordi Corominas es «El jefe». El autor de gestas como aquella repetición en solitario de la Magic Line del K2 en 2004. El guía que ha enseñado las grandes montañas a muchos, como a Kilian Jornet. El maestro de muchos guías jóvenes españoles desde la Escuela de Montaña de Benasque, donde vive. «Sólo bajo del monte cuando voy a la escuela a dar clases», explica a EL MUNDO después de convertirse a los 66 años en el primer español en recibir el Piolet d'Or a toda una trayectoria, el mayor premio del alpinismo mundial.

En 1991, hace una eternidad, ya coronó en solitario el Dhaulagiri. Podría haber intentado ser el primer o el segundo español en coronar los 14 ochomiles.
Nunca me ha interesado. Siempre he buscado una montaña, una pared, que me llamara la atención y no me importa si es un ochomil, un sietemil o un cincomil. Lo importante no es subir, si no por dónde y cómo subes. Ese montañismo mediático, que siempre ha recibido mucho bombo en España y algunos otros países ahora eso se ha llevado al extremo, a intentar hacerlo en unos meses. Para mí es lo contrario al alpinismo, a su mentalidad. Lo interesante es saber qué puede hacer el ser humano, no veo el sentido a subir una montaña con medios como el helicóptero.
Sólo ha intentado una vez escalar el Everest, en 2006 y por la cara norte, una ruta alternativa.
Sí, y no llegué a la cima. No salió y me volví a casa, ya está. El Everest puede tener más de una línea interesante, pero no me ha llamado tanto como el K2. Cuando miras el K2 se te cae el alma a los pies.
Pero es guía de alta montaña y en el Everest es donde hay más negocio. ¿Cuánto deberían pagarle para subir allí por la vía normal?
Nada porque no voy a ir, estoy seguro. Me han ofrecido mucho dinero para hacerlo y nunca he ido. Allí no llevo a nadie. Nunca me interesó, pero ahora, con las aglomeraciones que hay, es inconcebible. Para mí subir al Everest haciendo cola es como estar en la cola del súper. No hago montaña para eso. Si aquí, en el valle de Benasque, ya no voy al Aneto en verano por la masificación, imagina al Everest.
Para ir a la montaña se necesita dinero y para conseguir dinero se necesita cierta atención mediática, que los sponsors ayuden... ¿Cómo lo ha hecho lejos de los focos?
Cuando era más joven trabajaba de cualquier cosa, en el campo o en algún negocio en el pueblo, para conseguir dinero rápido y poder montar mis proyectos. Luego lo he hecho con mi trabajo de guía o de profesor de la Escuela de Montaña. He tenido algunos patrocinadores, algunas subvenciones, y ha habido sitios a los que no he ido porque no tenía el dinero. Nunca he rechazado salir en los medios, pero no lo he buscado.

J.C.

Entre los expertos se explican muchas gestas suyas en solitario, incluso sin fotografías de por medio.
Cuando vas bastante a la montaña hay un momento en el que vas solo porque no encuentras a nadie, tus planes no encajan con los planes de otra gente. Te vas acostumbrando a ello y al final lo haces todo solo. Si vas así, es difícil pasar imágenes y, en realidad, tampoco importa mucho. El alpinismo es patrimonio inmaterial de la UNESCO, que lo define como el arte de subir montañas. Nada más. Vas a sitios desconocidos, buscas lugares por donde no haya pasado nadie, no importa si la gente se entera. Seguramente sea una actividad a contracorriente en el mundo actual.
Pero solo aumenta el riesgo.
Sí, pero nunca sabes cuánto riesgo asumes hasta que mueres. A determinado nivel si no cruzas ciertas barreras no vas a ningún sitio, te quedas en casa mirando el parte de avalanchas. Hay unos límites que debes cruzar, te la tienes que jugar. Has tenido gente cerca que ha muerto, que ha desaparecido, ha habido accidentes, pero tienes que pasar esa raya si quieres seguir moviéndote.
En 2011 presentó el Himalaya a Kilian Jornet. Muchos alpinistas clásicos, como Reinhold Messner, critican su montañismo rápido y ligero. ¿Qué opina?
Entiendo las dos posiciones. Kilian es un gran corredor, un buen montañero en resistencia y está explorando los límites del ser humano, como este verano en los Alpes, pero no es un buen escalador. Hubo un momento en el que escaló más, pero se dio cuenta que no podía estar en los dos mundos. Esto es lo que Messner ha criticado: que no ha hecho vías duras técnicamente. El propio Kilian tiene eso muy en cuenta y por eso él mismo dice que no hace alpinismo.
¿Por qué empezó a escalar montañas?
Por mis padres. Vivían en Barcelona, en el barrio de Sagrada Familia, pero la ciudad les agobiaba y decidieron mudarse a Calahorra, al campo. Mi padre montaba máquinas para fabricar zapatillas y en La Rioja había mucho calzado así que tiraron por ahí. Veníamos bastante a Benasque y hace ya más de 30 años me instalé aquí y empecé a dar vueltas por el mundo.
Cuentan que en su habitación tenía posters de Walter Bonatti, el mito, que precisamente recibió el mismo Piolet d'Or que usted.
Soy poco de mitos, pero si tengo uno, es él. Es un alpinista importante en la historia, todo un personaje y además mis padres lo conocieron en los Alpes. En un refugio en el Montblanc vio que eran españoles, pero que no hablaban castellano, porque hablaban catalán, y se acercó a preguntarles de dónde venían.
Un paso más para descifrar el mayor enigma del alpinismo: encuentran en el Everest la bota que llevaba Irvine en 1924

Un paso más para descifrar el mayor enigma del alpinismo: encuentran en el Everest la bota que llevaba Irvine en 1924

En 2021, Sebastián Álvaro, director del programa de TVE 'Al filo de lo imposible' y autor de libro 'Everest, 1924' advertía en una conversación con EL MUNDO de lo que iba a ocurrir: "En los próximos tres años, antes del centenario, habrá una avalancha de material, incluidos varios documentales". Y en efecto así ha sido, es y será. El mayor enigma de la historia del alpinismo está cerca de resolverse.

El 8 de junio de 1924, dos alpinistas ingleses, George Mallory y Andrew Irvine, fueron vistos por uno de sus compañeros de expedición, Noel Odell, a unos 8.650 metros de altitud "avanzando resueltamente" hacia la cima del Everest. El cielo estaba despejado y ya superaban el segundo escalón: la historia les esperaba. Pero nada más se supo de ellos. Quizá alcanzaron el techo del planeta 29 años antes que los pioneros Edmund Hillary y Terzig Norgay o quizá no. Es el interrogante que durante décadas ha movido a investigadores de todo el mundo y que ahora busca solución. ¿Lo consiguieron?

En busca del cuerpo de Irvine

La opinión mayoritaria del alpinismo decía que no hasta que en 1999 se encontró el cadáver de Mallory sin la foto de su mujer, Ruth, que el montañero juró que dejaría allí arriba. Y ahora simplemente se busca la prueba que demuestre que sí alcanzaron la cima. El objetivo es hallar el cuerpo de Irvine para descifrar lo ocurrido a través de las imágenes de la Kodak Vest Pocket que portaba y ahora ya queda poco para lograrlo. Según reveló este viernes 'National Geographic', un equipo de la revista formado por el fotógrafo Jimmy Chin y los escaladores Erich Roepke y Mark Fisher descubrieron recientemente una bota y un calcetín de Irvine en plena montaña.

"Levanté el calcetín", explica Chin, describiendo el momento, "y había una etiqueta roja que tenía cosida la palabra AC IRVINE". "Todos estábamos literalmente corriendo en círculos soltando palabrotas", comenta reconociendo la importancia del momento. Gracias a la bota y el calcetín, la búsqueda del cadáver de Irvine puede reducirse sobremanera y pronto descifrar el misterio sobre la expedición de Mallory e Irvine.

Alrededor del glaciar Rongbuk

Chin y el equipo del 'National Geographic' no han querido ubicar su hallazgo para evitar la aparición de cazadores de tesoros, pero sí han ofrecido ciertos detalles. Según su relato, en septiembre, descendían el glaciar Rongbuk Central, a unos 7.000 metros de altitud, cuando se encontraron con una botella de oxígeno fechada en 1933. Era propiedad de una expedición británica -la cuarta que intentó escalar el Everest- que seguía los pasos de Mallory e Irvine y eso les hizo pensar que los restos del segundo podrían estar cerca.

Crearon una ruta entre los pliegues y las grietas del glaciar y... "En realidad, fue Erich quien vio algo y dijo: 'Oye, ¿qué es eso?'", apunta Chin. Era la bota y el calcetín, que emergían del hielo. "Creo que literalmente se derritió una semana antes de que la encontráramos". Después del hallazgo, el equipo de 'National Geographic' tuvo que entregar los objetos a la Asociación de Montañismo de China-Tibet (CTMA), la autoridad que supervisa la cara norte del Everest, y continuó su búsqueda del cadáver de Irvine. La tarea sigue siendo complicada, pero el terreno ya no es inabarcable. El mayor enigma del alpinismo puede resolverse en las próximas semanas.

Mueren dos escaladores en el Everest y buscan a otro británico y a su guía en un inicio de temporada negro en Nepal

Mueren dos escaladores en el Everest y buscan a otro británico y a su guía en un inicio de temporada negro en Nepal

Actualizado Viernes, 24 mayo 2024 - 10:50

Dos escaladores, uno keniano y otro nepalí, murieron cerca de la cima del Everest en Nepal, informó este jueves el departamento de turismo de Nepal, elevando a al menos siete el número de muertes en la temporada de montañismo en la montaña más alta del mundo, donde además se busca a tres personas desparecidas.

"El equipo encontró muerto al escalador keniano entre la cumbre y el paso de Hillary, pero su guía sigue desaparecido" y buscado, dijo a AFP Khim Lal Gautam, jefe de la oficina local del departamento de Turismo.

El contacto con el keniano Joshua Cheruiyot Kirui, de 40 años, y su guía nepalí Nawang Sherpa, de 44, se perdió el miércoles por la mañana en el Everest, con una altitud de 8.849 metros. Otro escalador nepalés, Binod Babu Bastakoti, de 37 años, murió el miércoles a unos 8.200 metros, añadió el Departamento de Turismo en un comunicado.

Además del guía de alpinismo keniano, todavía se busca a otras dos personas. Se trata del alpinista británico Daniel Paul Paterson, de 40 años, y de su guía Pas Tenji Sherpa, de 21, que desaparecieron el martes por la mañana a unos 8.750 metros de altitud mientras descendían de la cumbre del Everest, tras el derrumbe de una cornisa.

El lunes, el alpinista rumano Gabriel Viorel Tabara fue encontrado muerto en su tienda de campaña en el Lhotse, la cuarta montaña más alta del mundo.

Para saber más

La semana pasada, dos escaladores mongoles que desaparecieron tras alcanzar la cima del Everest fueron encontrados muertos. Anteriormente, un francés y un nepalés habían muerto en Makalu, el quinto pico más alto del mundo.

Alrededor de 500 escaladores extranjeros y nepaleses han alcanzado ya la cima del Everest desde abril, cuando comienza la temporada de escalada que dura hasta principios de junio.

En primavera, cuando las temperaturas son suaves y los vientos generalmente más bajos, cientos de escaladores acuden en masa a Nepal, hogar de ocho de los 14 picos más altos del mundo.

Los sherpas ultraexperimentados son los primeros, cada año, en alcanzar la cima del Everest, abriendo un circuito seguro.

La multimillonaria industria del montañismo de Nepal se basa en la experiencia de los sherpas, montañeros nepaleses que actúan como guías. Pagan un alto precio por acompañar a los escaladores extranjeros cada año. Un tercio de las muertes en el Everest son guías nepaleses.

Nepal ha concedido más de 900 permisos para escalar sus montañas este año -incluidos 419 para el Everest- a alpinistas extranjeros que, en su mayor parte, escalan acompañados por un guía nepalí.

En 2023, más de 600 alpinistas alcanzaron la cima del Everest, un año marcado por un desastroso récord de 18 muertes.

El grave problema de las heces en el Everest: "Es un baño gigante"

El grave problema de las heces en el Everest: “Es un baño gigante”

El campo IV de la ascensión al Everest es un lugar único. El techo del mundo se eleva delante y alrededor emergen las montañas más imponentes del Himalaya, del cercano Lhotse al lejano Kanchenjunga. El horizonte es inmenso, incomparable, precioso a 8.000 metros de altitud. Antes de encarar la subida final, el montañista debería vivir allí una de las experiencias de su vida. Pero hay un problema: está lleno de mierda.

«Nuestra montaña está empezando a apestar», reconocía a la BBC Mingma Sherpa, el presidente del municipio de Khumbu Pasanglhamu, el responsable de parte de la gestión del Everest, y prometía una nueva regulación, pero aceptaba que la solución es complicada. «El campo IV del Everest es un baño gigante», afirmaba Chhring Sherpa, director ejecutivo de la ONG Sagarmatha Pollution Control Committee (SPCC) que desde el 1997 intenta limpiar la montaña más alta del mundo. ¿Cuál es el problema? Demasiado frío, demasiada gente y, sobre todo, demasiado egoísmo.

Al contrario de la creencia popular, los excrementos humanos son un problema en cualquier montaña: pueden contaminar ríos cercanos y son un foco de virus para las personas y los animales que andan por allí. El año pasado, de hecho, la Federación de Entidades Excursionistas de Cataluña (FEEC) hizo una campaña para evitar defecaciones en parques naturales y establecer un protocolo: en caso de necesidad imperante hay que cavar un agujero y no lanzar papel, mucho menos toallitas húmedas. El único consuelo es que en unos meses esas heces desaparecen y se acaba el riesgo de contagio. Pero eso no ocurre en el Everest.

Por las bajísimas temperaturas que hay en el campo IV -el promedio es de -36 grados-, los excrementos perduran décadas y se acumulan temporada tras temporada. Años atrás, cuando sólo unos pocos afortunados seguían los pasos de Edmund Hillary y Tenzing Norgay, la cuestión no era grave, pero ahora con más de 1.000 aventureros anuales allí arriba -unos 450 locales y unos 600 ayudantes- la preocupación va en aumento. Según SPCC, cada temporada se quedan en el campo IV del Everest unos 7.200 kilos de desechos humanos y ya se puede hablar de un entorno insalubre.

¿A quién multar?

Por eso las autoridades locales han lanzado una nueva norma. A partir de este año, cada escalador que salga del campo base se llevará con él dos bolsas de excremento fabricadas en Estados Unidos con productos químicos para solidificar los excrementos y poder acarrearlos hasta que acabe la expedición. Las bolsas aguantan aproximadamente un kilo y medio, un ser humano genera unos 250 gramos de heces al día y se tarda una media de dos semanas en subir y bajar el Everest así que deberán realizar entre seis y siete deposiciones en cada bolsa.

La propuesta ha gustado a organizaciones ecologistas y el ejército de Nepal ayudará con una misión para recoger excrementos a gran altura, pero el problema será que la nueva regla se cumpla. Desde hace años los escaladores deben bajar con los residuos que generan y pocos lo hacen.

Botellas de oxígeno vacías, bombonas de gas, envases de todo tipo, bolsas de plástico, mantas isotérmicas, piolets y kilómetros de cuerdas, tiendas de campaña abandonadas... en los diferentes campos de altura del Everest, la basura se acumula y se acumula. Las autoridades del Nepal recogen cada año 13 toneladas de residuos y, pese a ello, el techo del mundo sigue sucio. Una respuesta sería responsabilizar a las empresas que organizan las expediciones y no a los montañeros.

Con altas multas o incluso inhabilitaciones se podría empezar a atacar el asunto, pero de esas compañías viven buena parte de la región. Por eso la solución es muy difícil. De momento, este 2024, un año más, en el campo IV de la ascensión sur al Everest, un lugar único, se seguirán acumulando excrementos.