Willy, Billy y la bilis

Willy, Billy y la bilis

Actualizado Jueves, 8 mayo 2025 - 18:59

Tras 20 años, no habrá equipo español en la Final Four de la Euroliga. El Barça estuvo a un pase de Kevin Punter a Willy Hernangómez de conseguirlo, pero el jugador del Bronx equivocó su papel en el baloncesto. No se puede salir siempre en los reelsde Instagram como un héroe. A veces, lo más sencillo es lo realmente genial.

Absolutamente diezmado, el Barça puso al lujoso Mónaco contra las cuerdas. La fiscalidad y el mecenazgo le permitieron a Billy Spanoulis tener una plantilla tan larga que le indujo a un error casi definitivo, mantener toda la serie fuera de la convocatoria a Papagiannis, un griego de 2,20 metros que además mete triples. Mientras, Fall y Hernangómez reboteaban y anotaban a placer. Big Papa terminó siendo el MVP del quinto partido, mientras Jabari Parker firmó una primera parte en -8 de valoración. Los claroscuros de un jugador tan talentoso como impredecible.

Joan Peñarroya sale reforzado de los playoffs, en una temporada europea donde muchos no creían que llegara a enero. Se puede dar un baño táctico al rival incluso perdiendo. Pero el baloncesto actual está tan en manos de los dos-tres jugadores exteriores mejor pagados que los entrenadores van con pies de plomo antes de exigir revoluciones pizarriles o pedir explicaciones.

Sencillo decirlo tras casi dos temporadas, pero Punter y Parker con tanto balón en sus manos y tan pocas ganas de pasarla en diagonal al poste no empastan nada bien con Willy, quien ha sido señalado continuamente sobre sus debilidades pero hasta última hora no le hicieron llegar la bola donde es dominante. Tampoco le pidan ser un jugador agónico, nunca lo fue. Spanoulis aún se está santiguando por lo ortodoxo porque una recepción más de Willy hubiera hecho a Billy fracasar desde el 2-0 y perder el quinto en casa. Lo nunca visto.

Digerir las grasas pesadas de la derrota y del momento que el baloncesto español encara no va a ser sencillo. Francia tiene 14 jugadores en NBA (y los que vienen), España resiste con Aldama. La pericia de Scariolo y sus jugadores ganando el Eurobasket 2022 parece que compraba tiempo. Pero desde entonces a ahora los dineros universitarios esquilman a las canteras principales españolas, igual que el proceso de reclutación de los clubes europeos no deja mucho dinero en Mali, Senegal, Nigeria u otros formadores de talento físico ¿adolescente? que les nutre a ellos. Es una época de muy baja regulación en el tránsito de jugadores futuribles. La inminente Liga Sub22 podría ayudar si hay una inversión que le proporcione estabilidad.

Durante un tiempo hablaremos del lanzamiento de Abalde y del no lanzamiento de Willy. Buenos jugadores internacionales a los que no podemos comparar con la generación anterior, los juniors de oro. Que el recuerdo no nos confunda, que la bilis no asome cuando empiezan a llegar estos tiempos más oscuros. Hay que repensar las expectativas.

La oda a la resistencia del Barça muere en la orilla: cae por la mínima en Mónaco y no habrá españoles en la Final Four

La oda a la resistencia del Barça muere en la orilla: cae por la mínima en Mónaco y no habrá españoles en la Final Four

Tuvo que ser así, de la forma más agónica, con un triple desesperado de Kevin Punter que no entró, como el Barça se despidiera de la Euroliga. Por primera vez en 21 años no habrá ningún equipo español en la Final Four. Pese a la oda a la obstinación del colectivo de Joan Peñarroya, su infinito amor propio para sobreponerse a todas las adversidades, murió en la orilla de Mónaco. Cruel premio a quien nunca se rindió. [85-84: Narración y estadísticas]

La batalla en la Gaston Medecin fue una prolongación de lo que ha sido el año para el Barça. Recibió golpes y más golpes, pero no hay un fajador igual. Recordará ese lanzamiento de su estrella como la irrupción inesperada de Papagiannis, el recurso que se sacó de la chistera Spanoulis para llevar a su equipo hasta Abu Dhabi. Allí se las verá con Olympiacos, donde él fue leyenda.

Punto arriba, punto abajo. Un avanzar en la angustia hacia un destino fatal. En el quinto y definitivo el Barça se quedó a un palmo de la hazaña. Un duelo en el que al comienzo del tercer acto se vio perdido, en el que se rebeló, confió en Willy Hernangómez, desequilibrante, en la pujanza de Justin Anderson, en el poder de su colectivo. Sufrió la mejor versión de Mike James y al desequilibrante Papagiannis. Y apenas un detalle le separó de la gloria.

La temporada del Barça ha sido eso, una constante rebelión ante las adversidades. Ante las recurrentes y graves lesiones (Laprovittola, Juan Núñez, Metu, Vesely...), ante la incapacidad económica para reforzarse y hasta ante los extraños sucesos, como el no fichaje de Heurtel o la espantada al universo NBA de su prometedor cantererano Dame Sarr. Con nueve efectivos profesionales y tres chavales ha afrontado una feroz serie contra el Mónaco.

En cada herida, también el fracaso en Copa, las dudas sobre Peñarroya, las recurrentes derrotas contra el Madrid, el grupo de jugadores se ha hecho más fuerte, más pétreo, más resiliente. Como si no les quedara otra que seguir adelante, que contradecir a su destino.

Punter, defendido por Papagiannis, en Mónaco.

Punter, defendido por Papagiannis, en Mónaco.SEBASTIEN NOGIEREFE

Por eso el Barça se levantó tras los dos mazazos iniciales en la Gaston Medecin que parecían desahuciarle. El Palau le dio vida y esperanza y aplacó las inercias del rival para deparar un quinto en el que desafiar a la historia: nadie había levantado jamás un 2-0 jugando el último a domicilio.

Partieron valientes los de Peñarroya, acertados desde el perímetro y dominando la situación. Haciendo de su defensa el valor clave. Pero si apenas encajó 15 puntos en el acto inicial, fueron 30 en el segundo, donde el Mónaco apretó, elevó la temperatura y recurrió a la experiencia y el talento de Mike James. También al gigante Papagiannis, un tipo al que su compatriota Spaonulis le tenía castigado desde hacía meses. Ante Fall y Willy necesitaba algo más y lo tuvo.

Eso minutos fueron crisis azulgrana. Y eso que el aro escupió un triple de Tarpey que hubiera puesto una máxima de nueve para a continuación comprobar como el de Punter, que ya por entonces era referencia absoluta azulgrana, entraba.

Pero a la vuelta siguió la puja local, Mike James reverdeciendo laureles, mostrando por qué es historia de la competición, máximo anotador de siempre. Se vio 10 abajo el Barça y resurgió con dos triples de Satoransky. Y un enorme Willy que bailó a Theis para sacarle la tercera y la cuarta y volver a empatar (54-54).

El último acto fue de infarto. Un absoluto toma y daca. Había aparecido un Jabari que había estado desastroso al inicio. Punter y Strazel tomaron la responsabilidad, aunque la última canasta del partido la iba a firmar James. Después falló Anderson, nada se pitó en el rebote ofensivo azulgrana, volvió a fallar James y en las manos de Punter, desde nueve metros y con Papagiannis delante, se fue el milagro.

Los pecados de la Euroliga de impotencia del Real Madrid: un inicio "marcado", refuerzos pobres y la ACB como salvación

Los pecados de la Euroliga de impotencia del Real Madrid: un inicio “marcado”, refuerzos pobres y la ACB como salvación

Pese a la épica final, un triple fallado sobre la bocina tras remontar 15 puntos en poco más de seis minutos, el ardor guerrero de plantar cara al mejor equipo de la temporada, y un Palacio aplaudiendo en pie a los que se dejaron la piel, el Real Madrid, finalista hace un año, campeón hace dos, no estará en la novedosa Final Four de Abu Dhabi. Y eso no deja de ser (mala) noticia en un club que nunca rebaja objetivos, menos en Europa, su razón de ser.

Para saber más

La rebelión, el amor propio y la sensación de decir adiós en el mejor momento de la temporada (17 victorias seguidas en ACB...), evitan el siempre temido calificativo de fracaso, pero el Madrid, tan acostumbrado a la abundancia, sigue sin saber lo que es levantar un título esta temporada: perdió las finales de Supercopa y la Copa (ambas contra Unicaja) y ni siquiera podrá pelear por una Euroliga que ya no pintaba bien desde el mismísimo amanecer.

El subcampeón tardó dos meses en ganar su primer partido a domicilio en Europa. Lo fue a lograr en el Palau Blaugrana, ante un Barça que tampoco estaba para muchas verbenas, y después de dos prórrogas. Desde esos primeros vaivenes, algunas derrotas tan duras, sorprendentes y ajustadas como ante el Asvel y el Maccabi (el propio Chus Mateo las subrayaba el jueves en rueda de prensa), el entrenador blanco, en su tercera temporada al frente del equipo tras sustituir (no sin polémica) a Pablo Laso, mandó un mensaje tan claro como sorprendente tratándose del Real Madrid: "Este año hay que tener paciencia".

Se refería Mateo a los cambios profundos sufridos en su plantilla. Que no eran mejores sino mermas. Asumía que la plantilla era más floja. Había perdido a Gerschon Yabusele a última hora (tras su exhibición en los Juegos Olímpicos, rumbo a la NBA), a Vincent Poirier mucho antes (la oferta del Efes no fue igualada), se habían retirado Rudy Fernández y Sergio Rodríguez y también partieron Causeur y Alocén. A cambio, recibió dos tipos sin experiencia en Euroliga (Rathan Mayes y Andrés Feliz, con desarrollo tan desigual, uno que ni cuenta y el otro titular en el cuarto partido ante Olympiacos), la vuelta de Usman Garuba, a Serge Ibaka con su experiencia y también con sus años más plenos atrás. No parecía la mejor planificación, demasiado esfuerzo económico en las renovaciones de Tavares y Hezonja. Y, después, como asumiendo los errores, llegaron el fallido Dennis Smith y un Bruno Fernando lejos aún del primer nivel exigido. Síntomas claros de falta de ambición.

"Cuando hay tantos cambios..."

El Madrid no murió ante Olympiacos, realmente, lo hizo mucho antes. El propio Chus Mateo lo reconocía. "Tardamos en encontrar el funcionamiento. Cuando hay tantos cambios... El 50% con respecto al año pasado. El inicio nos ha marcado la posibilidad de poder pelear. Estamos jugando finales desde hace un buen tiempo, incluido un play in que ha añadido dos partidos más, por no ser capaces de ser quintos. Ese inicio y algún partido como ante Asvel o Maccabi. Me acuerdo mucho de ellos. Hubiéramos evitado a uno de los mejores de Europa. Un equipazo", pronunciaba.

El técnico estuvo a punto de salir en diciembre, en plena crisis de resultados. Le salvó la Navidad, la falta de un sustituto claro y la reacción. Ahora, líder claro de la ACB en la que tendrá factor cancha en todas las eliminatorias, el título de Liga parece también el resquicio para que no haya una revolución en el banquillo. "Tenemos que ser exigentes con nuestra temporada, que nadie nos tenga que convencer de que está bien quedar octavos. Estamos para más. Que sea motivación para la próxima temporada de Euroliga. Y ya que estamos, en dos meses termina la Liga y es un objetivo para nosotros terminar el año bien", analizo todavía en caliente Facundo Campazzo.

Pero, aunque parezca lanzado en la competición doméstica, tampoco le resultará sencillo al Madrid. Ahí está el amor propio del Barça, el ambicioso Unicaja, el potente Valencia y el siempre incómodo Tenerife. Y la presión.

El Real Madrid se queda a un centímetro de la gesta y dice adiós a Europa

El Real Madrid se queda a un centímetro de la gesta y dice adiós a Europa

Es como si el Real Madrid hubiera necesitado verse completamente contra las cuerdas para despertar su lado más salvaje. Como si únicamente en la adrenalina de comprobarse al borde del desahucio, achicado por el todopoderoso Olympiacos, salieran todas sus virtudes aletargadas durante una temporada plagada de grises. Pero ni todo ese ímpetu le fue suficiente para mantenerse con vida en esta Euroliga que tan temprano se le enrevesó. El triple sobre la bocina fallado por Abalde le apartó del quinto partido en Atenas y de cualquier sueño de Final Four. [84-86: Narración y estadísticas]

Murió con las botas puestas, arruinado por un apagón imperdonable en la segunda mitad, frustrada la épica después, esos finales locos y maravillosos del Palacio, un 17-4 en el que hubo de todo, hasta mucha polémica (una falta en ataque de Tavares en pleno subidón...). Fue cruel el adiós después de todo.

La noche estaba dispuesta para la agonía y el éxtasis en el Palacio. Pero después de una preciosa primera parte de fuegos artificiales, el Real Madrid desapareció por completo (encajó un 2-14 al inicio del acto final) y el despertar no le valió. Borrado antes del mapa por un Olympiacos que se venga así de las últimas afrentas, la final perdida en Kaunas, la semifinal de Berlín. Emergió como un gigante al que quitan las cuerdas que le amarraban al suelo. Tan feroz como trémulo después el grupo de Bartzokas, disparos al pie que casi le cuestan un sofocón. Quedará para el recuerdo el triple imposible de Vezenkov casi en la meta.

Hezonja y Fall pelean por un rebote.

Hezonja y Fall pelean por un rebote.SERGIO PEREZEFE

Chus Mateo parecía haber dado con la tecla, el hueco por donde al menos hacer sentir incómodo a un rival sin apenas flaquezas. No hay otra fórmula, acudir al extremo físico, a disputar cada duelo individual como si fuera la vida. Espoleado por el ambiente, más fiero todavía este jueves, el Madrid había dejado en 28 puntos a los griegos en la segunda mitad del martes. Andrés Feliz y Abalde, los estandartes de esa revolución, partieron de inicio.

Ausentes por molestias Deck e Ibaka y con Evan Fournier de vuelta para Bartzokas, la otra gran novedad del amanecer fue la decidida apuesta por las transiciones. Brazeaba Mateo con cada rebote, tocando a rebato de un baloncesto a la carrera que pronto le dio réditos y la sensación de dominar el escenario.

En ese frenesí, Llull se siente poderoso. El capitán era consciente de lo que había en juego, de que las noches como ésta son como tesoros. Inyectó una marcha más (dos triples sin pensar marca da la casa), acompañado por otro inesperado, un dignísimo heredero al que mima en cada gesto. Hugo González apareció con la osadía de los adolescentes pero con el mismo colmillo que sus compañeros. Y, junto a Garuba, convirtieron el partido en un bendito manicomio en el que el Madrid se divertía y estiraba de paso el marcador grancias a Hezonja (43-34).

Extrañamente desaparecido Vezenkov (cero puntos al descanso), Olympiacos contenía la respiración y se refugiaba en Fournier. La agresividad del Madrid le cargaba de faltas y el tiro libre era el aliado griego (19 a su favor en ese tramo). La tercera de Tavares fue la peor noticia de toda una gran primera parte del Madrid.

Fournier, defendido por Andrés Feliz.

Fournier, defendido por Andrés Feliz.SERGIO PEREZEFE

Que quedó completamente diluida a la vuelta, todo el trabajo por los suelos. Se acumularon las malas noticias a toda velocidad. La cuarta de Tavares, la impotencia de repente del resto, observando cómo Olympiacos resurgía, daba la vuelta al marcador (51-58) con 16 puntos en cuatro minutos para silenciar el Palacio. Ante la crisis, la valentía de Andrés Feliz, un titán sin miedo a nada.

Pero era demasiado poco. El Madrid había vuelto a encajar 26 puntos, su ardor defensivo había sido disuelto, Vezenkov ya había llegado y cuatro triples seguidos (tres de Papanikolau, ex barcelonista) dispararon hacia la Final Four al Olympiacos. Aunque siempre hay que contar con la magia del Palacio. Cuando ya nadie creía, robos de fondo, canasta inverosímiles y algunas decisiones arbitrales que encendieron las tribunas. Erró Fournier un tiro libre y en la última jugada, 12 segundos, el balón acabó en Abalde y en su fallo los sueños del Madrid.

El Barça del mejor Willy Hernangómez resiste, vence y sueña ante el Mónaco

El Barça del mejor Willy Hernangómez resiste, vence y sueña ante el Mónaco

Como si tener cerca a Sergio Scariolo fuera una bendición para Willy Hernangómez, toda la temporada en entredicho, tantas veces hasta fuera de la rotación y las cuentas de Joan Peñarroya, gigante ante el Mónaco en un partido a vida o muerte. Apostó el Barça por la rebelión, por no rendirse ante un rival que le había abrumado en los dos primeros envites. Y logró una victoria para seguir creyendo en esta temporada repleta de baches. [100-89: Narración y estadísticas]

Como en aquella semifinal del Eurobasket 2022, Willy fue un coloso ante Daniel Theis. Pero no sólo el pívot madrileño; a la tarea azulgrana se sumaron casi todos los disponibles, que no son tantos, en la rotación azulgrana. Un golpe en la mesa en el segundo cuarto y un ejercicio de resistencia después para forzar el cuarto encuentro de la serie, el viernes de nuevo en el Palau.

El Barça se había sentido golpeado en sus dos noches en la Gaston Medecin la semana pasada. Dos derrotas duras, amplias, dos batallas en las que hubo más que baloncesto. No sólo se trataba de mantener con vida la eliminatoria, también de saldar cuentas pendientes con un rival a veces demasiado agresivo, consciente de su superioridad física.

Pero el abismo era enorme para un equipo que, siguiendo la tradición de todo el curso, no iba a contar con Jan Vesely para este duelo en el que una derrota era el adiós a Europa, otro título más en el limbo. Y, sin embargo, también tradición, cuanto más herido, más amor propio muestra el colectivo de Peñarroya.

Tras los preámbulos del primer acto, con intercambio ofensivo y un Mike James poderoso, el Barça se desató en el segundo. Fue un huracán en el Palau, un tramo de 20-2 en el que el Mónaco se tambaleaba como un boxeador sonado. Willy Hernangómez dominaba ya la pintura (iba a acabar con su tope de valoración en Euroliga, 31), Abrines y Brizuela eran puñales, Joel Parra y Justin Anderson todo pujanza -para mayor alegría del seleccionador Scariolo, presente en primera fila como comentarista de Movistar-.

Satoransky intenta superar a Alpha Diallo.

Satoransky intenta superar a Alpha Diallo.Enric FontcubertaEFE

Se disparó el Barça (44-29) y aguantó el tirón hasta el descanso, la reacción visitante con cuatro triples sin fallo de Alpha Diallo. Lo logró a base de acierto y dominio del rebote, velocidad y la inteligencia baloncestística que pedía Peñarroya en la previa para contrarrestar el poderío atlético de los de Vassilis Spanoulis.

Lo que iba a seguir a la vuelta, donde pujaba el Mónaco por meterse en la batalla, por inyectar algo de pavor en el Barça. Mike James enhebró 11 puntos de carrerilla, Okobo tampoco paró de anotar, pero enfrente estaba la resistencia, pese a la cuarta de Brizuela o el cansancio de Punter. Un triple sobre la bocina, desequilibrado, de Jabari Parker, otro de Joel Parra nada más comenzar el acto definitivo: todos se sumaban a la fiesta.

Que fue total cuando Willy, Jabari y Kevin Punter no temblaron en la recta de meta. Una merecida vida extra.

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Un Real Madrid tan rebelde como Abalde derrota al muro Olympiacos y sigue con vida

Un Real Madrid tan rebelde como Abalde derrota al muro Olympiacos y sigue con vida

Cuando los argumentos se agotan y las esperanzas menguan, sólo queda el corazón. Y en capacidad de imposibles, no hay nadie como el Real Madrid. Aunque parezca lejos de lo que fue, aunque asuste poco y no gane tanto. Ante Olympiacos, en una noche de rebeldía en el Palacio, se pidió otra ronda, se resistió a morir. [80-72: Narración y estadísticas]

Habrá cuarto rounda el jueves, porque un tipo como Alberto Abalde es un capitán sin galones que contagia desde el silencio y la humildad. Capaz de pedir perdón público por un error que pudo no ser suyo, de secar al tormento Williams-Goss, de anotar el triple que balanceó una noche. Porque se juntó con Andrés Feliz o Usman Garuba, que olvidaron sus malos días y encontraron su momento donde menos se sospechaba, en el igualadísimo último cuarto ante el Olympiacos en el que la derrota era muerte. Ellos, los secundarios, propiciaron un triunfo para seguir creyendo.

Las mismas tribunas que la noche antes acogían a los varados en la ciudad por el gran apagón vibraban ahora con un amanecer como requería la cita, aunque en el Palacio, en la que podía ser su última noche europea, sorprendieran algunas sillas vacías. A falta de otras cosas, al Real Madrid le hacía falta fuego para creer en el imposible, para al menos hacer dudar al impasible Olympiacos, el equipo que le había derrotado ya cuatro veces este curso, las dos últimas, la semana pasada, para poner pie y medio en la Final Four.

En estos abismos el pasado no importa, se trata de al menos avanzar un paso más. Pocos los saben tan bien como el Madrid, al que siempre le gustó el vértigo, el único en la historia de ser capaz de levantar un 0-2 (hace dos años ante Partizan, para luego salir campeón). En eso se aplicó, aunque el susto le duró más bien poco al grupo de Bartzokas, que no contó por lesión con Evan Fournier.

Tavares, durante el partido contra Olympiacos.

Tavares, durante el partido contra Olympiacos.THOMAS COEXAFP

Sin tener que estar pendiente del talento francés y con el impulso de sus seis triples del domingo en Girona, Musa arrancó como una moto. Nadie pudo pararle en todo el primer cuarto, 12 puntos y la sensación de plenitud. Pero el bosnio es el paradigma de este Madrid, que llegó a dominar al Olympiacos hasta por nueve puntos cuando Llull asestó un triple al inicio del segundo cuarto (30-21). Todo quedó emborronado en un momento y cuando Dzanan volvió, lo arruinó todo con un puñado de errores seguidos. Los griegos, impulsados por un tremendo Williams-Goss, primero hirieron con un 0-10 y más tarde con otro 0-13, con el Madrid pidiendo la hora del descanso.

Y todo ello aliñado con la buena rabieta por la actuación arbitral, heredada de los duelos en el Pireo. La grada clamaba, pero esta vez los jugadores blancos no perdían los nervios, aunque tuvieran unas cuantas acciones para hacerlo.

La vuelta fue ya una batalla sin guardias, dos púgiles desatados. Tavares dominaba sin faltas, Hezonja se echó el equipo a la espalda y le respondía Vezenkov, súperclases en pleno desafío. El Madrid necesitaba no parar de reaccionar, porque enfrente lo que había era una roca, con un fondo de armario bastante superior. Tras un impás de errores y la igualdad inquebrantable, una canasta de Llull pregonó un último cuarto de pura agonía.

Y de puro éxtasis cuando un par de elementos inesperados emergieron para, al fin, desequilibrar al Olympiacos. Fue el corazón de Garuba y Abalde el que puso todo patas arriba puntos y defensa desde la rebeldía. Era la segunda unidad, los guerreros, también Feliz, Ibaka y Llull, los que estaban haciendo perder el pie al equipo más duro de Europa.

Campazzo apareció después para que no se escapara un triunfo vital, porque los del Pireo se resistían pese a sus 28 puntos en toda la segunda mitad. Fue una noche de las de antaño, mágica y vibrante, aunque todo siga aún muy cuesta arriba para el Madrid.

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Madrid y Barça, a un paso de lo (casi) nunca visto: desde 2004 sin españoles en la Final Four y un milagro al que agarrarse

Madrid y Barça, a un paso de lo (casi) nunca visto: desde 2004 sin españoles en la Final Four y un milagro al que agarrarse

Aquel 2004 Arvydas Sabonis fue el MVP a sus 39 años de una Euroliga que el Real Madrid ni disputó. Tau Cerámica, Unicaja y Pamesa Valencia sí, junto al Barça, incapaz de defender su flamante corona del curso anterior, la primera de su historia. Rarezas.

Fue un cúmulo de circunstancias que jamás se ha vuelto a repetir. En la Final Four de La Mano de Elías no hubo entonces ningún equipo español presente para presenciar como el Maccabi de Anthony Parker, Jasikevicius y Vujcic levantaba el título. Al Barça de Pesic, mermado por las lesiones, el Montepaschi le dejó fuera en el Top 16.

Desde entonces, y fueron 19 las ocasiones (en 2020 no se disputó por la pandemia), siempre hubo al menos un nacional en la lucha por el título. Ningún país puede presumir de lo mismo, cuatro Euroligas por el camino. Aunque el chollo se le agota al baloncesto nacional, heridos de gravedad Barça y Madrid en sus series de cuartos de final contra Mónaco y Olympiacos respectivamente. A pesar del apagón, los griegos pudieron llegar el lunes a la capital de España por avión desde Atenas y, si vuelve la normalidad, el tercer partido se disputará esta noche en el Palacio (21.00 h.).

El 0-2 con el que ambos viajan de vuelta es casi un muro imposible de levantar. Lo primero son las sensaciones, las que arrastran desde la temporada regular, donde los dos tuvieron que reaccionar en las jornadas finales para evitar males mayores. El Barça, que ganó seis de sus últimos siete duelos, accedió directamente a los playoffs como quinto, 'beneficiado' por el triple empate. El mismo que condenó al Madrid (seis de seis en el tramo final) a un 'play-in' del que casi no sale con vida tras el susto inicial contra el Paris Basketball.

Joan Peñarroya, con Punter y Brizuela.

Joan Peñarroya, con Punter y Brizuela.SEBASTIEN NOGIEREFE

La historia está en su contra. De forma rotunda. Aunque puestos a rascar gestas, emergen dos del Real Madrid como asideros desde los que soñar. Hace dos años también se encontraron con un 0-2, dos derrotas contra el Partizan, ambas en el Palacio, y luego, tras la tremenda trifulca que acabó con varios sancionados en los dos equipos, enhebró tres asombrosas y dramáticas victorias para colarse (y ganar) en la Final Four. Hicieron historia y a ese espíritu se agarran: fue la única vez de 30 ocasiones que alguien levantó un 0-2 o un 2-0. Tampoco estuvo lejos lo de 2018 contra el Panathinaikos, donde perdieron de paliza el primero y ganaron los tres siguientes (para después alzar el título en Belgrado). Expertos en lo imposible. «Tenemos que mantener la cabeza alta, mantenernos unidos. Este equipo ya cambió la serie hace dos años, tenemos que pensar en positivo», pronunció Facundo Campazzo tras volver a caer en el Pireo.

La última vez que el Madrid no estuvo en la Final Four fue en 2021 (cayó en cuartos contra el Efes), cuando el Barça fue subcampeón en Colonia. La última vez que el Barça se ausentó fue el año pasado, cuando el Madrid perdió la final ante el Panathinaikos. En 2022 y 2023 se las vieron en semifinales (también habían coincidido en 2013 y 2014). La última vez que ninguno de los dos compareció fue en 2016, presente el Baskonia.

Los azulgrana, toda la temporada a contracorriente de lesiones, no fichajes y espantadas, han sufrido dos duras derrotas en la Sala Gaston Medecin, abrumados por la agresividad del Mónaco de Vassilis Spanoulis. «Si queremos volver aquí en 10 días, tenemos que mejorar sobre todo en defensa», admite Joan Peñarroya.

Más allá de la evidente crisis de la Euroliga (el otro participante de este curso, el Baskonia, acabó 14º), hay vida y plenitud en el baloncesto español. En la próxima Final Four de la Baskeball Champions League -del 9 al 11 de mayo en Atenas- volverán a estar Tenerife y Unicaja (en las últimas cinco ediciones hubo cuatro campeones nacionales). La semana pasada el Bilbao Basket alzó el primer título de su historia al ganar la final de la FIBA Europe Cup al PAOK de Salónica. Y un poco más allá, el Gran Canaria cayó en la misma final de la Eurocup ante el Hapoel de Tel Aviv.

El amor propio no es suficiente para un Real Madrid al borde del adiós ante Olympiacos

El amor propio no es suficiente para un Real Madrid al borde del adiós ante Olympiacos

No es la primera vez que la temporada europea del Madrid se tambalea en el abismo, aunque ahora sólo un milagro parece capaz de evitar su adiós. Acudió al amor propio en el segundo round en el Pireo tras el desastre del primer día, pero ni eso le alcanzó ante el todopoderoso Olympiacos. Una cantidad de pérdidas inasumible (18), un arbitraje desesperante, el dominio de Vezenkov, los fallos en los tiros libres y el temple final de los de Bartzokas, que ya están a un paso de la Final Four. [77-71: Narración y estadísticas]

Para saber más

Para saber más

Esta vez el Madrid murió batallando, con la sensación de que lo pudo conseguir. Pero también con aroma de frustración, de que, pese a todo, sigue lejos del Olympiacos. Fue más un ejercicio de orgullo y de defensa que de buen baloncesto. Hubo tipos llenos de rebeldía (Hezonja, Feliz...) y otros que volvieron a naufragar (Musa). El Palacio acogerá la próxima semana una eliminatoria que amenaza con no regresar a Grecia: son ya cuatro derrotas esta temporada ante el rival la que el Madrid ha arruinado las dos últimas Final Four.

Cuando se toca tal fondo que ni se compite, no hay demasiado que pensar. El cambio en el Real Madrid debía ser radical y así fue, desde el planteamiento a las ganas. Acudieron los blancos al amor propio y a la lógica, a Llull y a Abalde en el quinteto, la defensa agresiva, sin complejos esta vez, la valentía de quien realmente está contra las cuerdas.

El toque a rebato podía salir o no, porque enfrente no estaba cualquiera. Pero la reacción surtió efecto en un primer cuarto de hora que logró hasta silenciar por momentos el infierno de la Paz y la Amistad. Aunque el Madrid llevaba su penitencia en el propio ímpetu con el que bordaba la defensa, provocando errores y más errores en los lanzamientos de los de Bartzokas. Para desesperación de nuevo con el arbitraje, los blancos se cargaron alarmantemente de faltas (hasta 18 al descanso, 29 al final, decisiones algunas más que dudosas) y a base de acudir al tiro libre los locales se fueron a vestuarios hasta con igualdad.

Andrés Feliz

El Madrid había llegado a dominar con holgura (10-23), corriendo, reboteando, sintiéndose pleno al fin en el Pireo. Anotaron todos los que jugaron y Andrés Feliz era el paradigma de esa energía, un tipo no sólo recuperado para la causa, también para el porvenir. Pero en un abrir y cerrar de ojos se le fue la ventaja al garete. Un 14-2 de parcial, con Milutinov dominando la pintura y Saben Lee -tales son los lujos de la plantilla griega- el perímetro.

Feliz, defendido por Fournier, en Atenas.

Feliz, defendido por Fournier, en Atenas.PETE ANDREOUEFE

Al comienzo del tercer acto fue como si ambos hubieran recibido una pastilla para dormir. O más bien como si anticiparan que todo ser iba a acabar resolviendo en la recta de meta. Bajaron las pulsaciones, siguieron los fallos y se mantuvo la igualdad. El Madrid no podía seguir permitiéndose cometer faltas y Olympiacos veía el aro como un agujero para canicas: sus triples no entraban.

Y, sin embargo, aunque Hezonja volvió a estirar el marcador (45-52), lo locales mantenían una extraña calma, como si fueran conscientes de que más pronto que tarde su momento iba a llegar. En ese impás en que tan flagrantes eran ya las pérdidas de los visitantes como los errores desde el perímetro de los locales, sólo hacía falta una chispa que prendiera. Fue Saben Lee el animador, el mismo jugador que ya esta temporada, vistiendo el amarillo del Maccabi, ganó al Madrid un partido sobre la bocina.

La muerte del Madrid fue lenta y dolorosa. Como si respondiera a la lógica de la inferioridad, en cuanto se vio en problemas, se diluyó. Fue encajando sin prisa y sin pausa un parcial enorme de 19-2, Lee firmando acciones defensivas de highlight y Vezenkov martilleando con su talento indefendible.

Faltaban poco más de cinco minutos y Chus Mateo se vio increíblemente 10 abajo. Manejaba ahora un grupo descompuesto, incapaz de anotar, fallando hasta los tiros libres. Regalando balones y tomando casi siempre la decisión equivocada. Hezonja y Feliz intentaron una rebelión final, un parcial de 0-8 (67-64) que provocó una pequeña ilusión. Pero un triple de Peters y otro de Williams-Goss finiquitaron la noche, dejaron al Madrid herido de muerte.

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El Barça, al borde del precipicio tras su segunda derrota en Mónaco

El Barça, al borde del precipicio tras su segunda derrota en Mónaco

Actualizado Viernes, 25 abril 2025 - 22:14

El Barça sucumbió de nuevo ante el físico del Mónaco y perdió el segundo partido de cuartos, por lo que afrontará el tercer choque del miércoles en el Palau, con la obligación de ganar para evitar la eliminación. El equipo de Joan Peñarroya fue a remolque en el marcador, en el juego y en la intensidad desde el primer cuarto y, pese a resistir hasta el descanso (49-40), fue noqueado tras la reanudación por un oponente superior. [Narración y estadísticas (92-79)]

Jabari Parker (16 puntos, nueve rebotes) fue el jugador más destacado del Barça, demasiado permisivo como para contener el caudal del Mónaco, liderado por Alpha Diallo (21) y Mouhammadou Jaiteh (20). Tampoco supo el cuadro azulgrana gestionar la tensión de un duelo donde se señalaron dos antideportivas y tres técnicas, episodios que siempre parecieron motivar más a los locales.

El nombre propio del primer cuarto fue Diallo, autor de los 12 primeros puntos de un Mónaco que movía el balón con más fluidez. La puntería visitante empezó a fallar y el Mónaco abrió brecha desde la línea de tiros libres y confirmó la escapada con un triple de Jordan Loyd (29-19, min.11). La intensidad era máxima y el arbitraje permisivo, lo que desembocó en algún episodio de tensión, como un intercambio de palabras entre Loyd y Parker, frente a frente, resuelto de forma salomónica con dos técnicas.

Energía y defensa

Los triples de Loyd, las penetraciones de Matthew Strazel y al anotación interior de Jaiteh (12 puntos al descanso) consolidaron la renta al descanso (49-40). Un colchón que aumentó tras el intermedio, pues los del Principado regresaron con mucha más energía y transformaron su férrea defensa, espoleada por Jaron Blossomgame, en canastas fáciles (60-46, min.25).

El Barça parecía aturdido y perdió definitivamente el norte tras un nuevo rifirrafe, originado por una dura falta sobre Kevin Punter, que se saldó con antideportivas para Blossomgame y Justin Anderson, y técnica para Punter. El incidente motivó aún más a los locales, que se mostraron intratables en los dos extremos de la pista y ampliaron su ventaja (80-64).

El cuadro catalán llegó moralmente derrotado al último periodo, en el que el Mónaco administró la renta sin sobresaltos y amarró la segunda victoria de la serie (92-79), que deja a los de Peñarroya con la certeza de haber sido claramente inferiores en la serie.

El Real Madrid, zarandeado por Olympiacos, choca contra su realidad

El Real Madrid, zarandeado por Olympiacos, choca contra su realidad

Todo mal. No hay mejor resumen ni tampoco resquicio para atemperar la crítica. El Real Madrid deshonró su propia leyenda europea con un desastroso partido en el Pireo, barrido por Olympiacos en el primer acto de una eliminatoria que, salvo giro radical, tiene una pinta de punto final para los blancos en Europa. [84-72: Narración y estadísticas]

Para saber más

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La realidad fue un sopapo para un Madrid que pretendía piel de oveja para medirse al que de verdad era lobo. Todas las buenas intenciones mostradas tras la final perdida de Copa quedaron esparcidas por el suelo de Atenas como un puñado de folios. Frustración y sensación de inferioridad permanente ante el Olympiacos del infalible Vezenkov (23 puntos y siete rebotes), al que debe ganar ahora tres partidos de cuatro -el siguiente, el viernes- para no caerse de la Final Four.

La forma en la que el Real Madrid se plantó en el momento más decisivo de la temporada resultó incomprensible. Mezcla de apatía, cansancio, desconcentración y, evidentemente, un plan de partido nefasto. Fue triturado por el colmillo del mejor equipo de la temporada, que tras la canasta de Tavares que abrió el duelo se encontró una cuesta abajo por la que tomar velocidad.

Volaba Olympiacos, con Evan Fournier abusando de un Musa que cada vez está más claro que sólo piensa en sí mismo. Chus Mateo tuvo a bien colocarle de inicio, borrar a Abalde y el agujero fue obvio. Por supuesto, Vezenkov pasó por encima también de Garuba y Tavares, en esa frustración que tanto le cuesta controlar, hizo la segunda falta (otra vez), bien temprano. La diferencia se disparó alarmantemente (25-8 fue la máxima entonces), con Bruno Fernando como primer relevo del caboverdiano. Un tipo que lleva semanas con problemas físicos por delante del Ibaka más pleno desde que llegó.

Chus Mateo, durante el partido contra Olympiacos.

Chus Mateo, durante el partido contra Olympiacos.PETE ANDREOUEFE

La cosa no iba a mejorar, porque como admitió Hezonja al descanso, todo era "terrible". Bartzokas movía su banquillo, todo era jolgorio en el Pireo. Apareció Milutinov y se hizo dueño de la pintura. Campazzo estuvo irreconocible toda la noche y el Madrid perdía balones con una fragilidad impropia. Un triple final de Peters coronó la tortura antes de pasar por vestuarios (47-29).

La cosa podía ir a peor, cómo no. A la vuelta, por unos pasos de Tavares, Chus Mateo vio su segunda técnica y fue expulsado. No habían pasado ni 45 segundos y otro triple de Vezenkov alargó la distancia a 21. Parecía ya un colectivo a la deriva, intentando buscar un tablón al que agarrarse en medio del océano. Fue en ese aroma de partido sentenciado cuando llegó algo de relajación por los locales. Andrés Feliz, el más inconformista del Madrid, quién lo diría, tiró del resto para al menos apagar el incendio.

Le tomó el relevo Llull, con la bandera del orgullo. El balear acudió a la rabia y al amor propio, y con un puñado de triples al menos maquilló el marcador. De paso, lanzó también un mensaje al rival, el de que no habrá rendición, aunque mucho tiene que contagiar al resto el capitán para que la eliminatoria no torne en pesadilla.