Tiene un rasguño en la nariz, seguramente producto de algún forcejeo, pero al capitán de la selección española, Álvaro Morata (Madrid, 31 años), lo que le molestan son otros rasguños, los del alma, pues lleva muchos en su carrera. Está en este torneo con la sensación de que va a ser la última vez con esta camiseta. No lo dice, pero casi. Como tampoco dice, pero se le intuye, que quizá no juegue en el Atlético, que quizá no juegue en España. Porqu
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Todavía no nos hemos recuperado de la alegría que nos dio España venciendo a Alemania el pasado viernes y ya tenemos que prepararnos para afrontar las semifinales contra Francia. Se está muy bien en el estatus de clasificado siendo, además, una de las selecciones favoritas. Cuesta decir que España lo es porque siempre hemos sido un poco acomplejados, pero lo cierto es que el conjunto de Luis de la Fuente es el que mejor fútbol tiene de todas las
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«Es un calendario inviable. Es imposible que los jugadores mantengan el nivel todo un año jugando cada tres días». Dani Carvajal lo dejó muy claro, es inviable. Si España llega a la final, el defensa del Real Madrid disputará en Berlín su partido número46 de la temporada. Un curso que empezó para él el 12 de agosto de 2023 y que terminaría el 14 de julio de 2024, con sólo un par de semanas de vacaciones para iniciar de nuevo la temporada el 14 de agosto en Varsovia, donde el conjunto blanco disputará la Supercopa de Europa.
Once meses de esfuerzo constante que, aún así, no convierten a Carvajal en uno de los futbolistas de Europa con más partidos, gracias a las rotaciones de Ancelotti. Quizás por eso, el de Leganés está siendo uno de los mejores defensas del torneo.
Quienes han sufrido y están sufriendo mucho en Alemania son Gündogan (67), Foden, Havertz, Gakpo, Xhaka o Rice, futbolistas que acumulan 65 o más encuentros en esta campaña. El primer español es Lamine Yamal, a sus 16 años, con 62. «Creo que este tema no es sólo para Lamine, sino para cualquier futbolista que juegue tres competiciones. Tanto la UEFA como la FIFA deberían plantearse que un jugador no puede disputar 60 partidos al año», insistió el lateral derecho de la selección.
Las quejas vuelan por todas las concentraciones de la Eurocopa y son una de las razones del poco nivel futbolístico que estamos viendo en las eliminatorias. En los cuartos, tres de los cuatro partidos se fueron a la prórroga, con el Inglaterra-Suiza y el Portugal-Francia siendo de todo menos encuentros con ritmo. Dos empates, 1-1 y 0-0, para continuar por la senda de las últimas semanas. Los de Southgate han metido cinco goles (dos de Bellingham, dos de Kane y uno de Saka), mientras que los galos llevan sólo tres (dos de ellos en propia puerta y uno de Mbappé).
«Tenemos limitaciones en cuanto a lo que podemos hacer por nuestra condición física», ha admitido Southgate, que terminó retirando a Kane y Foden, exhaustos, en el tiempo extra, lo mismo que Deschamps con Mbappé. «Estaba muy cansado. Ha sido un año muy duro para él». ¿Merece la pena un torneo sin estrellas?
El sindicato de jugadores FIFPro ha amenazado a la FIFA con tomar acciones legales si no responde a esta «emergencia». «Es uno de los problemas principales de nuestro deporte. Querer más partidos, más competiciones y más dinero nos ha llevado a problemas muy serios de cansancio físico y mental», declaró hace unos días David Terrier, presidente de la división europea del sindicato.
A falta de tres partidos, Alemania y España son las selecciones más goleadoras del torneo con 11 tantos, por los nueve de Países Bajos, los cinco de Portugal y los tres de Francia. Sólo España aspira a empatar los 14 de Francia en la Eurocopa de 1984, una cifra que en la última edición españoles e italianos con 13 y daneses con 12 casi igualan.
Todo antes de una temporada, la próxima, en la que la FIFA estrenará la Intercontinental, el nuevo Supermundial de Clubes (junio y julio) y el nuevo formato de la Champions con una fase de grupos hasta enero.
«Y llega delante de Casillas, ¡Vamos muchacho! ¡Sí! ¡Dentro de la portería! ¡El primer gol de Ribéry con la selección de Francia!». Ese «¡Vamos muchacho (Vas-y mon petit)!» forma parte de una de las narraciones deportivas más recordadas de la historia del fútbol francés, la del empate del conjunto galo ante España en los octavos de final del Mundial de 2006. Un partido en el que, como todos recordarán, íbamos a «jubilar a Zidane». Así tituló el d
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El 15 de noviembre de 2019, Dani Olmo debutaba como internacional absoluto en Cádiz. Morata le dio la alternativa a un chico de 21 años que jugaba en el Dinamo de Zagreb y que ese día llevó el dorsal 12. Como si fuera una premonición. Cinco años después, Olmo partía en esta Eurocopa de Alemania como el jugador número 12, ése al que los entrenadores no se atreven a dar la titularidad pero acaba siendo imprescindible. Con España brillando en una Eurocopa, el último que vistió ese traje fue Cesc Fàbregas y Olmo recoge ahora el testigo. Además, ambos fueron el 'primer suplente' llevando el 10 a la espalda.
Para Luis de la Fuente es uno de sus incuestionables desde que lo llamó para la Sub-21 cuando andaba emigrado en Croacia. Sin embargo, su hueco en el campo se lo tuvo que pelear con Pedri desde su recuperación y el canario había ganado la partida de la titularidad hasta el pasado viernes. El debate lo zanjó Kroos con una entrada que deja al jugador del Barça fuera de la Eurocopa y le abre las puertas del once al jugador del Leipzig. Él ya estaba a punto de derribarlas.
Asistió a Ferran ante Albania en el único partido que fue titular, redondeó la victoria frente a Georgia en octavos saliendo desde el banquillo y, ante Alemania, en un partido que marcará su carrera, marcó el gol que ponía en ventaja a España y puso el centro perfecto para el remate de Merino. Con esos números, el parecido con el papel que jugó Cesc en 2008 se multiplicó. De hecho, ambos son los jugadores de España que más goles han marcado saliendo desde el banquillo en una fase final.
En aquella Eurocopa de Luis Aragonés en Austria y Viena, el jugador 12 fue el entonces jugador del Arsenal, también con 21 años. Entre Xavi, Silva, Xabi Alonso, e incluso Fernando Torres, se fue colando en los planes del técnico de Hortaleza hasta el punto de que acabó lanzando el decisivo penalti ante Italia que metía a España en semifinales a pesar de no haber tirado uno desde los 15 años. Antes ya había marcado su primer gol en el torneo para cerrar la goleada a Rusia del primer partido. Con minutos en todos los encuentros, Cesc acompañó a Marcos Senna y Xavi en el once titular de la final ante Alemania para después ser sustituido por Xabi Alonso.
Cesc marca el penalti de los cuartos de final ante Italia en 2008.AFP
La calidad y la confianza de Cesc le llevó también a ser imprescindible en la convocatoria de Vicente Del Bosque cuatro años después y a volver a contribuir con goles y su seguridad en el lanzamiento de penaltis. Marcó en los dos primeros partidos, luego tiró en la tanda de penaltis frente a Portugal en semifinales y fue titular en la goleada a Italia. El ahora entrenador del Como recién ascendido a la Serie A no duda en ver similitudes entre aquella selección y la que tendrá que vérselas con Francia mañana en las semifinales. Existirá la duda de si, en caso de que el pase a la final se decida desde los once metros, Dani Olmo lanzará. Sería una forma de sacarse la espina del fallo ante Donnarumma en la Eurocopa de 2020.
Lo que sí es una certeza es que Olmo estará en el equipo titular de De la Fuente. Sin saber que perdería a Pedri horas después, el seleccionador lo dejó claro antes del duelo ante Alemania: «Está preparadísimo. Cambiará el nombre del jugador, pero no la idea». Ese nombre será el de Olmo que, ahora sí, pasará del 12 al 10.
Sonaban los primeros acordes de Under Pressure [Bajo presión] de Queen y Bowie sin llegar a la estrofa que podía reflejar lo que pasaba por la cabeza de Gareth Southgate: ¿No podemos darnos una oportunidad más? Todo el fondo inglés del estadio de Düsseldorf se temió lo peor durante algunos segundos. Inglaterra no gana una tanda de penaltis en una Eurocopa desde que lo hizo ante España en 1996, cuando acertó los cinco. Y después sólo lo repitió frente a Colombia en el Mundial de 2018, donde rozó la final. Aquel equipo que también dirigía Southgate no sufrió tanta crítica, porque no tenía a seis jugadores campeones de Champions en once ni preparaba con tanta meticulosidad lo que no es una lotería. Nada de lo que ocurrió desde que el colegiado Orsato decretó el inicio de la segunda parte de la prórroga fue casualidad. Menos aún cuando quedó claro que la clasificación se iba a decidir desde los once metros.
Esta Inglaterra tiene un fútbol ramplón, incapaz de hacer lucir el talento de sus futbolistas que incluso, por momentos, se han estorbado en el campo, y es muy conservadora. Eso es lo que quiere su entrenador, es su plan. No arriesga pero avanza y está en semifinales, a un paso de una final que nunca ha jugado lejos del territorio británico. Sufrió más de la cuenta, pero quedó primera de grupo y se garantizó un camino fácil, aunque acabara con prórroga ante Eslovaquia y penaltis con Suiza. Para Southgate es el camino correcto para ser campeón: agarrarse a todo lo que sea necesario para sacar el resultado. Eso implica cualquier aspecto que pueda dominar.
"No todo es puro fútbol. No siempre lo hemos hecho bien, pero hemos demostrado una resiliencia que tienen otros equipos que han ganado torneos como Italia, España o Francia. Ya tenemos otros atributos", argumentó tras el partido. "Con Inglaterra era habitual empezar bien, avanzarse en los primeros minutos, y luego caer. No éramos inteligentes. Este grupo es diferente", añadió. Esa diferencia es que duerme los partidos, "con posesiones más largas", que si bien no generan daño al rival, impide que se lo hagan. Y también que prepara en sigilo otros aspectos determinantes.
A esa teoría, que enerva a los seguidores, se va a agarrar hasta el final el seleccionador, que lanzó al campo su artillera durante la prórroga pero lo hizo manejando a la vez la tanda de penaltis que se avecinaba. Es una rutina ensayada y pulida durante los últimos años, sobre todo desde el varapalo que fue perder la final en Wembley después de que Pickford parara dos penaltis.
Esta vez estaba todo medido. Southgate había consultado con su asistente una carpeta con información para elegir a los lanzadores. Antes, en los instantes finales, había tenido que renunciar a Harry Kane, pero había puesto en el campo a Toney, un especialista que ni mira la pelota en el golpeo. El resto serían Palmer, Bellingham y Saka, para acabar con Alexander-Arnold. Todos ellos tienen un porcentaje de acierto que roza el 90% cuando la media de un buen lanzador se cifra en el 75%.
Finalizada la prórroga, sólo reunió en una piña a los lanzadores y a los que acabaron sobre el césped pero no estaban designados: Rice, Shaw, Walker y Stones. A ellos les correspondía el papel de 'padrinos' de cada lanzador, el encargado de darles ánimo y felicitarles. Walker lo hizo con Palmer, Shaw con Bellingham, Stones con Saka y Rice con Toney. Lo necesiten o no, ése es su papel. El resto de jugadores esperaban en la banda a que el seleccionador forjara ese respaldo.
Nadie más tomó la palabra. No hubo preguntas ni consultas. Esa muestra de que está al mando y le siguen le ha dado crédito entre algunos críticos como el mítico Alan Shearer, comentarista de la BBC, que elogió su forma de anticiparse a los penaltis ya con los cambios: "Hizo que pareciera fácil".
Mientras, Pickford era aleccionado por el árbitro para que no hiciera su habitual teatrillo de distracción y repasaba la estrategia de lanzamiento de los rivales que lleva siempre en su botella. "Estaba mentalizado para parar uno, es lo que quería", confesaba después. No es una novedad, sólo se ha perfeccionado pasando del papel que entregaban a los porteros, difícil de manejar con guantes, a imprimirlo en la botella. Además, le funciona. Con el Everton ya había adivinado este año el tiro de Bobby Reid para el Fulham en cuartos de final de la EFL Cup. No todo es puro fútbol.
El 22 de junio de 2008, pasadas las once y media de la noche, Cesc Fábregas enfiló hacia Gianluigi Buffon para afrontar su primer penalti en seis años. Luis Aragonés le había elegido como quinto lanzador y el centrocampista del Arsenal, pese a su palmaria inexperiencia en las tandas, quiso responder a la confianza. Durante los entrenamientos solía chutar a la derecha del portero, el mismo lado que eligió el capitán de Italia para lanzarse. Sin embargo, en el último instante, Fábregas cambió su disparo. Ahí viró, para siempre, la historia del fútbol español. Ese gol en Viena no sólo acabaría con la maldición de los cuartos, sino que supuso el preámbulo de una época inigualable, con dos títulos de Eurocopa y otro en el Mundial de Sudáfrica. Hoy, pocas horas después de la gesta en Stuttgart, España se prepara para emular aquellos días de gloria.
El cabezazo de Mikel Merino guarda indudables paralelismos con la semifinal del Mundial 2010. Durban, escenario de la derrota inaugural ante Suiza, no suscitaba precisamente buenos augurios y el rival, tras desintegrar a Inglaterra y Argentina, provocaba pavor. España nunca había ganado a Alemania en sus tres cruces previos en una Copa del Mundo. Se había desbordado la expectación ante la primera semifinal de La Roja, justo siete décadas después de aquel cuarto puesto en Brasil. Luis Rubiales, presidente de la AFE, contaba que le pidieron 1.800 euros por una noche de hotel. Cifra acorde a lo que todos ven como una final anticipada. En esas costas del Índico, infestadas de escualos, será Carles Puyol, El Tiburón de Andrés Montes, quien ejerciese de héroe.
La baja por lesión de Thomas Müller supone un alivio y la novedad de Pedro en el once, una desesperación para Joachim Löw. Durante más de una hora, al fútbol de alta escuela, al hoy casi denostado tiqui-taca, Alemania apenas opuso un disparo de Toni Kroos. Apenas unos minutos más tarde, Xavi se prepara para botar un saque de esquina desde la izquierda. Puyol ya ha acordado en la víspera con Vicente del Bosque que pretende repetir la estrategia del Barça. La misma que dio réditos en el Bernabéu dos meses antes durante el 2-6. Sergio Ramos debía arrastrar a los defensas en el primer palo. Del resto se ocuparía él: "Tú ponla, que entro en carrera. O marco o un alemán entra dentro de la portería".
Apelación a La Furia
Hasta entonces, nuestra única victoria en un gran torneo ante la Mannschaft se había concretado gracias al flequillo de Antonio Maceda. Fue en la Eurocopa de 1984, sólo tres días después de que un error suyo facilitase el gol de Antonio Sousa para Portugal (1-1). El segundo empate complicaba en extremo las opciones de alcanzar las semifinales porque ya sólo quedaba medirse a la vigente campeona de Europa y finalista del Mundial. Poco antes del descanso, Harald Schumacher detuvo un penalti a Lobo Carrasco. El más difícil todavía en el Parque de los Príncipes para la flor de Miguel Muñoz.
Santillana y Maceda, tras el gol del triunfo en París.UEFA
El empate sólo valía si Rumanía tumbaba a los portugueses. En el minuto 81 hubo un momento de zozobra, cuando los chicos entendieron al revés las noticias que llegaban desde Nantes. Había marcado Nené, así que sólo quedaba apelar a La Furia. Maceda dejó sus obligaciones como líbero en busca del último cartucho, servido por Juan Señor desde la derecha. Aquel cabezazo en plancha sólo pudo rozarlo el guardameta del Colonia.
Según confesaron los protagonistas, hasta Luis Miguel Arconada esbozó la mejor de sus sonrisas durante los festejos del 1-0. Josep Lluis Núñez, responsable financiero de la Federación, había acordado una prima de un millón de pesetas por alcanzar la penúltima ronda. El triunfo ante Dinamarca en los penaltis y aquella infausta final perdida ante Michel Platini.
Minuto 115 en el Bernabéu
Justo dos décadas antes, el ambiente en el Bernabéu, aquel 17 de junio de 1964, distaba mucho de la normalidad. En primer lugar, porque el Jefe de Estado, que por la mañana había recibido en El Pardo a altos cargos de su Ejército, no tuvo a bien acudir finalmente al palco. Además, Televisión Española retransmitía en directo esa semifinal, lo que terminó disuadiendo a la afición. Poco más de media entrada a las ocho de la tarde en Chamartín. La balbuciente Eurocopa, en su segunda edición, aún no había calado entre la gente.
Hungría ya había jubilado a Ferenc Puskas, Zoltan Czibor y Sandor Kocsis, pero contaba con jugadores de la talla de Ferenc Bene y Florian Albert. Bene, extremo derecha, anotaría 12 goles en cinco partidos en los Juegos de Tokio para el oro olímpico magiar. Albert, apodado El Emperador, ganaría el Balón de Oro en 1967. España se había concentrado a las afueras de Hoyo de Manzanares, bajo el mando castrense de José Villalonga.
El once de España, en la semifinal de 1964 ante Hungría.
Una de sus decisiones más controvertidas fue sentar a Paco Gento para dar entrada a Carlos Lapetra, pero arriba contaba con un rematador como Marcelino y el descomunal talento de Amancio. Tres semanas después de la lúgubre final de la Copa de Europa ante el Inter, la estrella del Real Madrid se redimió con una aparición en el minuto 115. Un córner de Lapetra, un cabezazo de Marcelino y su pícara aparición para el 2-1 que otorgaba billete a la final ante la abyecta Unión Soviética.
Países Bajos apagó la revolución turca en Berlín. El conjunto otomano, revelación de la Eurocopa, se adelantó con un tanto de Akaydin a pase de la joya Güler y estuvo a unos minutos de dar la sorpresa y plantarse en las semifinales del torneo, pero entre De Vrij y Muldur, éste último en propia puerta, le dieron la vuelta a su sueño. [Narración y estadísticas (2-1)]
Cada partido de Turquía es una fiesta en Alemania, donde viven casi tres millones de inmigrantes otomanos que cada tarde en cada estadio hacen resonar ese «Ohhhhh Turkiye». Berlín volvió a ser suya, empujando a una selección intensa y divertida sobre el césped, con una sorprendente base de futbolistas del Fenerbahce y el Galatasaray y con Arda Güler y Calhanoglu como estrellas. Sus pies fletan balones que hacen volar a sus centrales, revolución de este torneo y detenidos en la orilla de las semifinales por una poderosa selección de Países Bajos, capaz, como los campeones, de levantarse cuando estaba hundida.
Los de Koeman saltaron al Olympiastadion con ganas de enfrentarse a Inglaterra en la previa de la final. En el primer minuto, Memphis Depay erró una clara ocasión dentro del área y el equipo dominó durante el tramo inicial. Schouten y Reijnders asumieron la posesión y los neerlandeses fueron mejores. Pero Turquía despertó.
Güler se acercó a Montella, hablaron y el conjunto otomano cambió. Dejó jugar a los centrales rivales y presionó cuando Gakpo, Simons o Reijnders tuvieron la pelota. Intensos y generosos en cada esfuerzo, así le dieron la vuelta a las sensaciones del partido.
Ritmo muy alto
Conscientes de que con combinaciones no podrían superar a Países Bajos, Turquía comenzó a buscar balones largos a la espalda de Aké y De Vrij con esos cohetes que tiene en las bandas: Muldur y Kadioglu, a los que Dumfries y Gakpo no seguían en las marcas. El duelo aceleró a un ritmo muy alto, diferente a lo visto en los encuentros de Francia e Inglaterra. Turquía mordió y encontró premio.
Después de un par de centros que murieron en el corazón del área pequeña sin que nadie los rematara, Güler por fin encontró destinatario a sus extraordinarios pases. En el 35, recogió el rechace de un córner y puso un balón magnífico con la derecha al segundo palo de Verbruggen, que dudó lo suficiente como para no llegar y que Akaydin, como hiciera Demiral en octavos, cabeceara a la red.
El shock de Países Bajos fue tan brutal como la locura turca en las gradas. El tanto fue merecido al empeño otomano en buscar el partido, en no tantear a su rival, en asfixiar la insulsa posesión neerlandesa. Baris se hizo grande en punta, forcejeando con el gigante Van Dijk y dando salida a los ataques de su equipo. La pregunta era cuánto tiene podría aguantar Turquía esa sexta marcha.
Gunok, ante Gakpo, tras la acción del 2-1.AFP
La respuesta, en la segunda parte. El conjunto de Montella se encerró en un 5-4-1 convertido en muro y Países Bajos pasó de jugar al fútbol al balonmano. Posesiones eternas de izquierda a derecha en las que se estrellaban una y otra vez con la defensa. Koeman introdujo a Weghorst para tener un referente y juntó a Depay con Gakpo por el carril izquierdo para generar superioridades, pero Turquía todavía tenía oxígeno para más.
Güler, en una falta provocada por él mismo tras una contra, estrelló un zurdazo extraordinario en el palo neerlandés. Podría haber sido otro milagro. Entre él y Baris Yilmaz volvieron locos a Aké y Van Dijk y rozaron el 0-2 en varias opciones, pero el fuelle, como decíamos, no iba a ser eterno.
Heroico Verbruggen
Mientras Turquía bajaba sus pulsaciones, Países Bajos las aumentaba. Toque, toque, toque y toque buscando el espacio y el error rival. Primero Weghorst no estuvo acertado al rematar un centro de Schouten, pero los de Koeman empatarían el partido tras un gran cabezazo de De Vrij a centro de Memphis. 1-1 y el partido cuesta abajo hacia Ámsterdam.
Era el minuto 70 y Turquía parecía K.O. Un par de jugadas más tarde, en el 75, una desconexión de los otomanos en el rechace de un córner terminó con Dumfries poniendo un balón raso al segundo palo que entre Gakpo y Muldur empujaron a la red de Günok.
En el tramo final, Turquía lo dejó todo. Pudo empatar en millones de ocasiones, todas salvadas por un enorme Verbruggen, héroe de su país y verdugo otomano con varias manos casi imposibles, una de ellas a Kilicsoy cuando la grada gritaba gol. Van de Ven, con un pie salvador, también evitó las tablas en los minutos finales. Llora Turquía y sonríe la infinita afición neerlandesa, feliz hacia una semifinal de máximo nivel contra Inglaterra.
¿Qué día empezó la concentración de España para esta Eurocopa? El 1 de junio, sábado. ¿Qué día se casó Mikel Merino en la parroquia de San Nicolás, en el casco viejo de Pamplona? El 1 de junio, sábado. Mikel Merino está pasando aquí la luna de miel, separado de su mujer, Lola, a la que sólo ve un rato después de los partidos y el día que De la Fuente concedió libre a la plantilla.
¿Quién marcó en el estadio del Stuttgart un 5 de noviembre de 1991?
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El lanzamiento de penaltis es una suerte que manejan los futbolistas con buen pie y a Inglaterra le sobran. Da igual que sean incapaces de encontrarse en 120 minutos, de generar desequilibrios incluso de mostrar su calidad. Cuando llega el momento de la vida extra, esa que da la tanda, aparecen. Inglaterra está en semifinales por no haber errado sin que Kane ni Foden estuvieran entre los lanzadores. Sí Bukayo Saka, quitándose la losa que ha arrastrado tres años después de ser el mejor de una seleción mediocre a la que, si no es porque Pickford, con su chuleta de lanzadores pegada en la botella, busca el error de Akanji, Suiza habría plantado cara como hizo durante todo el partido, sometiendo por momentos a los Three Lions. [Narración y estadísticas (1-1, 5-3)]
Ver jugar a los ingleses no te impide dar una cabezadita a la hora de la siesta. Sólo las carreras de veloz Saka pueden sobresaltar, porque el resto es sopor. Superó los sustos en la fase de grupos, jugó con fuego ante Eslovaquia y sólo en esa prórroga agónica volvieron a aparecer los galones de Bellingham y, por primera vez, los de Kane. Es como si en la locura del arrebato se desatara un desorden que libera el talento. Olvidarse de la música para bailar sólo a ritmo de tambores. Incluso eso tardó en ocurrir ante Suiza.
Southgate mantiene a su equipo bien atado, por más que vaya cediendo a algunos cambios para calmar las críticas y, sobre todo, buscar soluciones para no salir por la puerta de atrás. La apuesta por Mainoo ha aparcado los experimentos y dado equilibrio a la medular, pero mientras Bellingham sigue acostándose a la izquierda y buscando cómo encontrar su lugar para romper hacia el área. Foden fue durante todo el partido una sombra.
Juego lento y conservador
Suiza es un equipo ordenado que conoce al dedillo el plan de Murat. No se desespera y busca la velocidad que tiene en la bandas y en Embolo. Su única laguna fue la banda izquierda, donde Saka se colaba una y otra vez por el agujero que dejaba Ricardo Rodríguez sin que Aesbischer fuera capaz de taponarlo. Ese era el mayor peligro de los pross, que siguen atascados. Tanto que hasta Mainoo se animó a avanzar hacia el área hasta estrellarse contra el muro de Akanji. Poco a poco Suiza, a pesar de que Xhaka andaba a medio gas, fue cogiendo vuelo. Comenzaron a aparecer Freuler y Vargas para surtir a Embolo. Los suizos que llenaron el fondo del estadio, a quienes alienta su entrenador antes del arranque, son un reflejo de lo incansable que es su equipo en el campo.
Enredados los ingleses, sólo buscaba la punta de la madeja el jugador del Arsenal. Un juego lento y conservador provocó que los suizos volvieran tras el descanso dispuestos a dar un paso adelante. Se estiraba Ricardo Rodríguez para buscar a Embolo en el segundo palo en su batalla con el villano Konsa, nutría Akanji de balones en largo a Ndoye y Vargas se lanzaba al uno contra uno. Murat había metido piernas frescas en el campo y ese atrevimiento provocó que en el minuto 69, Kane tuviese que sacar un balón en su propia línea de fondo.
Antes de que Inglaterra intentara espabilar, se vio con un gol en contra. Schär buscó en profundidad a Ndoye para romper a Trippier y poner un balón al segundo palo que rebañó Embolo. Acababan de sonar las trompetas para los Three Lions.
Pickford consulta las anotaciones en su botella.Dean Mouhtaropoulos
Southgate movió el banquillo para intentar aguantar unos días más su trabajo. Por eso hizo debutar a Luke Shaw, y mandó al césped a Eze y a Cole Palmer para empujar a los suizos, que se dejaron de manera involuntaria. Antes de que alguno tocara la pelota, Saka se escapó, recortó para verse en el pico del área y armar un zurdazo que ni vio Sommer hasta que recogió del fondo de la red. Era el primer disparo de Inglaterra entre los tres palos de todo el partido. Sobrevivía en el minuto 80 para jugársela, otra vez, a cara o cruz.
Cantaban sus gradas al inicio de la prórroga, pero apenas sirvió. Un cañonazo de Declan Rice y un doble disparo de Bellingham que atrapó Sommer en la primera parte de la prórroga. Suiza quiso apretar a Pickford y lo hizo. Shaqiri buscó el gol olímpico que se estrelló en la escuadra, Amdouni armó un zurdazo que obligó al meta inglés a vestirse de salvador antes de tiempo y el rechazo a punto estuvo de aprovecharlo Widmer. Los penaltis no parecían un mala manera de intentar ganar vida.