Queda lejos el récord de puntos ATP que marcó Novak Djokovic en 2016 (16.785), pero Jannik Sinner ya puede presumir de una marca histórica. Este lunes, tras su victoria en el Masters 1000 de Shanghai, se despertará con 11.920 puntos en su ranking, una cifra que sólo habían superado cuatro hombres, el propio Djokovic, Roger Federer (16.010 en 2006), Rafa Nadal (15.390 en 2009) y Andy Murray (12.685 en 2016).
Después de un periodo movido desde 2019, con 15 cambios en lo más alto de la lista -Nadal, Djokovic, Medvedev, Alcaraz...-, el italiano ha establecido un dominio que durará. Es líder desde el 10 de junio de este año, matemáticamente acabará así la temporada y si no se lesiona llegará en esa posición al próximo verano. Pese a haber triunfado en Roland Garros y Wimbledon, Carlos Alcaraz, segundo en el ranking, tiene 4.800 puntos menos, una cifra enorme. ¿Por qué?
Sinner y su éxito en los Masters 1000
En primer lugar, por la regularidad del italiano en los Masters 1000. Como Alcaraz, Sinner ha ganado dos 'grandes' esta temporada, Open de Australia y US Open, pero durante el resto de la temporada ha sido más constante en los torneos que están justo por debajo en el orden de importancia. En marzo ya se llevó el Masters 1000 de Miami, el pasado agosto repitió título en el Masters 1000 de Cincinnati y ahora ha triunfado en China: en total, 3.000 puntos en su haber.
Mientras Alcaraz renunció hasta a tres de esos torneos por lesión o cansancio -Montecarlo, Roma y Canadá- y cayó a las primeras de cambio en otro, Cincinnati, el italiano sólo se perdió Roma y en el resto llegó siempre como mínimo a cuartos de final. Construido su margen de puntos en varios momentos del curso, no sólo en un periodo específico, durante una racha prodigiosa, será difícil bajarle del número uno porque además tiene otro sustento: los ATP 500. Pese a su reducida importancia para el conteo, los dos títulos menores y la final que arrastra Sinner en esa categoría -campeón en Halle y Rotterdam y finalista en Shanghai- le hacen todavía más dominador.
La ausencia de motivación de Alcaraz
Pero hay otro motivo por el que Alcaraz está lejos del italiano en la lista: su propia motivación. Aunque alguna vez ha nombrado el número uno del ranking ATP como su objetivo, el español todavía no ha encontrado el fuego en esa lucha. Como reconoce su equipo, se crece en los Grand Slam, allí donde encuentra grandes batallas, pero resbala en el resto de plazas. Pese a su victoria en el Masters 1000 de Indian Wells en marzo, este año en ningún otro torneo de segunda categoría ha llegado siquiera a semifinales ni ha vivido éxitos en competiciones aún más pequeñas. Hasta levantar el título hace unas semanas en el ATP 500 de Pekín, este año sumaba las semifinales en el ATP 250 de Buenos Aires y la primera ronda en el ATP 500 de Queen's, ya está.
Su falta de foco en el ranking se demuestra en su entrega a los individuales y el dobles de los Juegos Olímpicos de París -Sinner ni estuvo- así como su presencia en la fase de grupo de la Copa Davis, donde no había ningún otro jugador del Top 15. Para asaltar el reinado de Sinner, que se prevé largo, Alcaraz primero debe querer hacerlo y luego ponerse a ello.
A la hora de glosar la carrera de Rafel Nadal, que este jueves anunció su retirada del tenis el mes próximo en las Finales de Copa Davis, me resulta inevitable evocar nuestra primera conversación. Fue el 15 de agosto de 2004, tras dejar sobre la tierra de Sopot la huella prístina de una carrera difícilmente homologable, que registró, con el decimocuarto Roland Garros, el último de sus 92 títulos 18 años más tarde. En aquella charla, a través del teléfono, surgía la voz tenue de un muchacho que, como explicó en el vídeo testamentario de su adiós, estaba lejos de imaginar el viaje que iba a trazar en la historia del deporte.
No por esperada, desde que su cuerpo se negó a obedecer su apetito de insaciable competidor, deja de estremecer una noticia capaz de imponerse en las cabeceras de todos los diarios e informativos, de arrinconar por unas horas el impacto del fragor de las guerras y la tormenta política de su país. Se marcha uno de los más grandes deportistas de siempre, cuyos logros, entre los que se encuentran nada menos que 22 títulos de Grand Slam, cinco Copas Davis, 209 semanas como número 1, un oro olímpico individual y otro en dobles, trascienden el puro valor del éxito y estarán siempre unidos a la forma de lograrlos.
Porque la figura de Nadal está asociada a un espíritu incombustible, a ese never say die que le acompañó también en la vocación de un cierto espíritu nietzschiano por su afán de reescribir un eteno retorno. Fueron muchas las ocasiones con motivos suficientes para firmar la rendición, y desde muy pronto, con la temprana aparición, a los 19 años, de los problemas endémicos en el escafoides del pie izquierdo que amenazaron con cortar el seco el majestuoso vuelo de su raqueta.
Pero el jugador al que ya hace tiempo echamos de menos, resignados al azote contumaz de los percances físicos que sólo le han permitido disputar 19 partidos esta temporada y únicamente tres el pasado año, se reveló capaz de abrirse paso una y otra vez, de reivindicar su nombre frente al empuje de las nuevas generaciones y de mantenerlo vivo en esa pugna irrepetible con Roger Federer, que le precedió a la hora de dejar caer la hoja roja, hace ya dos cursos, y con Novak Djokovic, aún en danza, agotando las últimas reservas de su combustible.
Nunca el tenis disfrutó de tres protagonistas tan ilustres conviviendo en un mismo y largo período, prolongado durante casi cuatro lustros, algo que proyecta aún más lejos su legado. Nadal fue el primero en cuestionar la rapsodia de Federer, de discutir con sus propias armas su reinado. Lo hizo ya derrotándole por sorpresa en el Masters 1000 de Miami, en 2003, y llevándole al límite en la final de ese mismo torneo un año después, y proclamó en voz muy alta, meses más tarde, superándole en las semifinales de Roland Garros, en la antesala de la primera de sus copas de los mosqueteros, que este juego entraba en una nueva era.
Nadal y Federer caminaron de la mano, separados por la red pero juntos a la hora de enviar un mensaje de profundo calado en su exclusiva narrativa, que incorporaba, al lado del hermoso contraste de personalidades y estilos, los principios de una sana disputa puramente deportiva que alcanzó los 40 partidos. En ella se detuvieron escritores como David Foster Wallace, autor de El tenis como experiencia religiosa (Ramdom House), donde, sin disimular su fascinación por Federer, a quien dedicó el libro, recoge la capacidad de retroalimentación que siempre hubo entre ambos.
Resulta difícil contar la historia de Nadal sin la figura del estilista suizo, como fue inevitable acudir a su némesis a la hora de enfrentarse al también delicado ejercicio de despedir al ocho veces campeón de Wimbledon. También allí, precisamente allí, aconteció uno de los episodios medulares en la historia del zurdo, que es simultáneamente parte de la mejor historia del tenis. En una final, la de 2008, con la impronta de Alfred Hitchcock, sacudida por los azares de la climatología británica, interrumpida y dilatada hasta que la noche insinuó seriamente su aplazamiento, Nadal puso fin a la autocracia de Federer en su territorio sagrado y se convirtió en el primer español capaz de ganar el torneo en el cuadro masculino desde que lo hiciera Manolo Santana. Aquel partido fue considerado entonces como el mejor de siempre. Y diría que tal catalogación mantiene aún toda su vigencia.
Si Santana, a quien tampoco nunca terminaremos de decir adiós, puso al tenis español en el mapa, Nadal trascendió todas las categorías fronterizas. El chico que se inició bajo la estoica tutela de su tío Toni, cuyo nombre aparece en lustrosas versales en la construcción de todos sus logros, como un aparente especialista sobre tierra batida, devino en un profesional capaz de reinventarse para imponer su discurso en todas las superficies.
No sólo ganaría en dos ocasiones sobre el pasto del All England Club, sino que su constante deseo de aprendizaje y superación le llevarían también a tomar el poder en cuatro ocasiones en el Abierto de Estados Unidos y otras dos en el Abierto de Australia, la última de ellas, en 2022, en una plasmación catedralicia de su ardor y resiliencia, levantando un partido imposible a Daniil Medvedev cuando acababa de regresar de otro de sus largos períodos recluido en el arcén. Forma, junto a Donald Budge, Roy Emerson, Fred Perry, Rod Laver, Andre Agassi, Roger Federer y Novak Djokovic, la ilustre nómina de quienes han logrado inscribir su nombre como campeones de los cuatro grandes.
Amor por la Davis
Ese permanente viaje de ida y vuelta sólo ha sido posible gracias al amor y la pasión por aquello que aún seguirá haciendo hasta que ponga el definitivo cierre en Málaga, precisamente en la Copa Davis, en la competición que le alumbró como un entonces insospechado líder. Hace dos décadas, en Sevilla, frente al Estados Unidos liderado por Andy Roddick, con la valentía y complicidad del equipo de capitanes formado por José Perlas, Jordi Arrese y Juan Avendaño, Nadal transgredió el guion para llevar a España a la conquista de su segunda Ensaladera, aunando voluntades junto a Carlos Moyà, el hombre que tomó el relevo de Toni en su rincón.
Su carácter inspirador tuvo un efecto inmediato en nuestro tenis, al frente de jugadores tan importantes como David Ferrer, que será su último capitán, Feliciano López, Roberto Bautista, Fernando Verdasco o Pablo Carreño, todos ellos nutridos por cualidades de las que no sólo adolecía el tenis sino el deporte español en su globalidad. Sin Nadal sería difícil entender un fenómeno como el de Carlos Alcaraz, tan distinto en su manera de desenvolverse en la pista, tan parecido a la hora de interpretar la esencia del juego. Pronto vio en él a alguien armado para tomar su relevo, incluso antes de someterle en su primer enfrentamiento, en Madrid, el día que el murciano ingresó en la mayoría de edad.
Nadal tocó de lleno el corazón de los aficionados de todo el mundo como ahora, con su propia singularidad, lo hace Carlos Alcaraz. Pudimos disfrutarles juntos en los Juegos de París, después de que el mallorquín recibiese el emocionante homenaje de la ciudad y el recinto donde luce su efigie como uno de los portadores de la antorcha olímpica. Aún nos queda un postrero disfrute a partir del 19 de noviembre, con su hasta ahora negada alianza en la Copa Davis, escenario elegido por Nadal para su último baile, quien sabe si para clausurar el formidable relato con un desenlace tan brillante como aquel que le dio comienzo.
"I love smash! [¡Me encanta rematar!]", firmaba Tomas Machac en la cámara después de su victoria y no hacía falta subrayarlo, ya había quedado claro. En los cuartos de final del Masters 1000 de Shanghai el checo remató, remató, remató y después remató para desesperar a Carlos Alcaraz y dejarle fuera del torneo. La buena racha del español, por los aires.
Ante la potencia de Machac, a Alcaraz le faltaron respuestas y su derrota en dos sets, por 7-6(4) y 7-5, fue justa. Aunque no fue el peor de sus tropiezos. Quedarán los Masters 1000 como una asignatura pendiente del español -este año sólo ha jugado unas semifinales, en Indian Wells- y se perderá la oportunidad de volverle a ver ante Jannik Sinner, pero cualquier análisis será indulgente con su actuación ante Machac.
Al contrario de lo que ocurrió unas semanas atrás en su enfrentamiento en la Copa Davis, este vez Alcaraz puso más tenis, más calma e incluso más coraje, pero el juego de Machac siempre le perjudica. El checo de 23 años, tenista irregular, número 33 del mundo, se entrega siempre a los golpes, a reventar la bola con la mayor violencia posible, y ante él no hay ritmo posible. Si está acertado, exige defensa y a veces ni con esas.
Este jueves en China, Alcaraz jugó mejor, fue mejor, pero nunca llegó a desvestir a su adversario. Si acaso puede hacerse un reproche: su debilidad en los momentos decisivos. Los datos a veces son tramposos, pero otras veces no. El actual número tres del mundo necesitó hasta ocho bolas de break para convertir una mientras a su rival le bastaron cuatro para conseguir dos roturas.
Esa desigualdad fue crucial, como lo fue el tie-break del primer set. Alcaraz había dominado todo el periodo y había obligado a Machac a resistir, pero en la muerte súbita concedió varios errores. El checo, en cambio, entregado al saque y volea (o mejor dicho saque y remate), disfrutó de ese desenlace y se plantó en el segundo set con la confianza de quien se ve ganador. Alcaraz necesitaba de sus fallos para encarar la remontada y esos finalmente no llegaron.
Carlos Alcaraz dio un nuevo paso en el Masters 1.000 de Shanghai tras imponerse en un duro partido contra el francés Gaël Monfils (6-4 y 7-5) y ya se encuentra en cuartos de final. El número dos del tenis mundial no empezó nada cómodo, y tampoco especialmente fino: Monfils, 46º de la ATP, machacaba con su saque y, en el quinto punto, el español cometió errores que casi le hacen conceder una rotura, tirando de casta para evitarlo.
Un 'ace', aplausos y el primer "¡vamos, Carlitos!" de la tarde en la pista central de Qizhong, que vibró con el gran tenis que dejaron dos jugadores eléctricos.
No obstante, el murciano acabaría logrando un 'break' en el noveno juego para decantar finalmente de su lado el primer set, algo que no desanimó a Monfils, que siguió plantando cara en la segunda manga pese a que el martes había asegurado que se veía solo con "un 1 %" de posibilidades de alzarse con la victoria.
Alcaraz, que sacaba petróleo subiendo a la red, rompió por fin el saque de Monfils en el undécimo juego de ese segundo set, en el que el galo se había puesto 0-40 rápidamente. El veterano tenista resistió hasta en tres ocasiones, pero a la cuarta fue la vencida, y su rival supo cerrar el triunfo a la hora y 27 minutos.
Antes de hoy, el balance del joven tenista español frente al veterano Monfils (38 años) era favorable con 2 victorias y una derrota, pero esta última se produjo en el último enfrentamiento entre ambos, en los dieciseisavos del Masters 1.000 de Cincinnati.
Alcaraz se enfrentará ahora en cuartos de final al ganador del duelo entre el estadounidense Tommy Paul (13º del 'ranking' internacional) y el checo Tomas Machac (33º).
El año pasado, a Alcaraz se le atragantaron los octavos de final de Shanghái, cayendo eliminado en esa ronda a manos del búlgaro Grigor Dimitrov.
En la presente edición, entes de su duelo contra Monfils, el de El Palmar superó en las dos primeras rondas a jugadores locales: primero, a Shang Juncheng (6-2, 6-2), y luego, a Wu Yibing (7-6 (5), 6-3).
Carlos Alcaraz, número 2 de la clasificación mundial, no se permitió ni un despiste en su estreno en el cuadro del Masters 1.000 de Shanghai y derrotó con celeridad al chino Juncheng Shang, 51 ATP, por 6-2 y 6-2 en una hora y cuarto sobre la cancha.
Tres días después de ganar la final del Abierto de China al número uno, el italiano Jannik Sinner, el jugador español mantuvo la línea de excelencia. Pasó como un ciclón sobre Shang, de 19 años y reciente ganador del torneo de Chengdú y que se vio desbordado por el tenis total de Alcaraz: seguro con el servicio, impecable en la red, demoledor con el resto, no hubo resquicio que dejase abierto al tenista local.
Es la segunda temporada que Alcaraz participa en Shanghái. En 2023 llegó hasta los octavos de final, donde la paró el búlgaro Grigor Dimitrov.
Su rival en dieciseisavos de final será otro jugador chino, Yibing Wu, que disputa por invitación este penúltimo Masters 1.000 del año y que ocupa el puesto 560 del ránking. En la anterior ronda se deshizo del chileno Nicolás Jarry, 29 del mundo.
Sinner es el primer cabeza de serie del torneo, seguido del alemán Alexander Zverev y de Alcaraz.
El número tres mundial (será dos tras este triunfo), Carlos Alcaraz, derrotó en tres reñidos sets a Jannik Sinner, en lo más alto de la tabla, para conquistar el ATP 500 de Pekín, el 16º título de su carrera. El duelo entre los dos tenistas llamados a dominar el circuito en los próximos años, que esta temporada se han repartido los títulos de Grand Slam (dos para cada uno), se lo llevó el español en casi tres horas y media. [Narración y estadísticas (6-7 [6], 6-4, 7-6 [3])]
Como suele ser habitual en Alcaraz, alternó momentos de gran brillantez (55 golpes ganadores por solo 30 de su rival) en el juego con sus clásicas desconexiones (52 errores no forzados a 31. Esa irregularidad le impidió, por ejemplo, cerrar el primer set con su servicio luego de haber tomado la iniciativa desde el inicio.
Tampoco aprovechó el español hasta tres bolas de break (uno de los puntos a mejorar en su juego) para apuntarse el primer parcial, una con 6-5 a favor y otras dos en el 'tie break'. Demasiados regalos para el número 1 mundial, que en la primera ocasión que tuvo para apuntarse el primer set no la desaprovechó.
sonrisa de incredulidad
Alcaraz fue más consistente en el segundo set y no cedió su servicio, lo que le valió para alargar el partido gracias al quiebre logrado en el noveno juego. El español parecía lanzado a la victoria cuando volvió a romper el servicio de Sinner en el tercer juego y colocarse con 3-1 a favor, pero volvió a sufrir una desconexión' el italiano lo aprovechó para volver a tomar la iniciativa y colocarse 4-5 al resto.
En ese juego, Alcaraz fue capaz de alternar grandes golpes, como una volea a un pelotazo de Sinner y revés cruzado a la línea que provocó una sonrisa de incredulidad del italiano, con fallos impensables en un jugador que ya ha ganado cuatro torneos del Grand Slam, pero el español se aferró a su tenis para igualar a cinco juegos.
Pese al cansancio, ambos jugadores ofrecieron en esos momentos algunos de los mejores golpes de su repertorio y deleitaron al publico pequinés con puntos espectaculares, dignos de los dos tenistas que están llamados a proganizar la gran rivalidad en la próxima década. El partido se decidió en el tie-break, donde Sinner se colocó con 0-3 a favor, pero apareció la mejor versión de Alcaraz para sumar siete puntos seguidos y apuntarse el título.
No hay quien pare a Carlos Alcaraz en Pekín. El tenista murciano, que alcanzó las 200 victorias como profesional ante el neerlandés Griekspoor, ha sumado esta mañana una nueva victoria ante el ruso Khachanov que le permite alcanzar las semifinales del Open de China (7-5, 6-2).
Una hora y 36 minutos le bastaron al español para imponer su juego en la pista central, lograr su victoria número 46 en el circuito y adelantar al alemán Alexander Zverev en la clasificación mundial.
El encuentro comenzó muy igualado y con momentos de alta tensión. Tanto es así que el noveno juego llegó a prolongarse 19 minutos con hasta ocho situaciones de ventaja para uno u otro y con y tres bolas de break para Alcaraz que, finalmente, no conseguiría romper el servicio del ruso.
Khachanov no tuvo ninguna opción
Tras el 5-5, el murciano decidió la primera manga con una dejada y un globo decisivo que quebraron el partido y le dieron alas para cerrar el set con un mate en la red.
Ya en el segundo parcial, el español se mostró implacable rompiendo el saque de Khachanov a las primeras de cambio y dominando al momento del resto. El moscovita no encontraba la forma de frenarle y Alcaraz aprovechó su alto porcentaje de primeros servicios para cerrar el parcial por 6-2 con autoridad y sin conceder ninguna bola de break.
El tenista murciano se enfrentará en esa penúltima ronda a otro ruso, Daniil Medvedev, tercer cabeza de serie del torneo, que venció al italiano Flavio Cobolli por 6-2 y 6-4.
El tenista español Carlos Alcaraz (n.3) superó este domingo al neerlandés Tallon Griekspoor (n.39) por 6-1 y 6-2 en 56 minutos para avanzar hasta los cuartos de final del Abierto de China disputado en la capital del gigante asiático.
El encuentro fue de los pocos que se salvó de cancelación en la lluviosa jornada pekinesa, al disputarse en la pista central Diamond, que cuenta con una cubierta retráctil que protegió a los protagonistas.
Ambos tenistas se habían enfrentado tres veces previamente, con un balance de victorias a favor de Alcaraz en cada choque.
En este partido, el murciano no dio opciones a Griekspoor, demostrando gran solidez en su servicio al no conceder ninguna bola de 'break' y consiguiendo la totalidad de puntos ganados con su primer saque en el set inicial.
Desde el inicio del partido, Alcaraz mostró un dominio total, buscando las líneas con golpes precisos y manteniendo la intensidad alcanzando todas las bolas, pasasen o no la red.
El primer parcial fue un monólogo del español, quien rompió en dos ocasiones el saque del neerlandés para llevarse el set por 6-1 en tan solo 24 minutos.
En el segundo set, Griekspoor intentó resistir, pero Alcaraz mantuvo su ritmo y precisión.
A pesar de que el neerlandés consiguió aumentar ligeramente su porcentaje de puntos ganados con el servicio, el español se mostró implacable al resto, logrando otras dos roturas para sellar el encuentro con un 6-2.
El tenista español se enfrentará en los cuartos de final al ruso Karen Khachanov (n.27), que se impuso este domingo al argentino Francisco Cerúndolo (n.31) en un igualado encuentro por 7-6(4) y 7-6(9).
Alcaraz se une así en la siguiente ronda al actual campeón y número uno del ranking ATP, el italiano Jannik Sinner, y al ruso Daniil Medvedev.
El compatriota de este último, Andrey Rublev, buscará alcanzar este lunes los cuartos de final frente al español Alejandro Davidovich Fokina (n.64), en un partido que se canceló por la lluvia con 2-1 a favor del moscovita en el primer set por la lluvia.
Rafael Nadal volverá al equipo español de Copa Davis un lustro después de su última presencia, cuando España ganó su sexta Ensaladera. Así lo anunció este lunes David Ferrer en la conferencia de prensa celebrada en el Consejo Superior de Deportes donde dio a conocer el equipo que disputará la fase final del torneo en el Pabellón Martín Carpena de Málaga, del 19 al 24 de noviembre. El ex número 1 del mundo y ganador de 22 títulos del Grand Slam disputó su último partido oficial en la segunda ronda de los Juegos Olímpicos, donde cayó ante Novak Djokovic por 6-1 y 6-4.
El equipo estará liderado por Carlos Alcaraz y lo completarán Roberto Bautista, Pablo Carreño y Marcel Granollers. Será la primera vez que Alcaraz y Nadal, que compitieron juntos en dobles en los Juegos de París, coinciden en la Davis. Nadal tenía previsto participar en la Laver Cup, que se ha disputado este fin de semana en Berlín, pero decidió no hacerlo sin especificar los motivos. España tendrá como primer rival a Países Bajos en cuartos de final.
Desde hace tiempo se especula con la retirada de Nadal. A sus 38 años, y después de un curso donde sólo ha disputado uno de los cuatro grandes, con derrota en primera ronda de Roland Garros ante Alexander Zverev, la Copa Davis, donde presenta un registro de 29 victorias y una sola derrota en partidos individuales, podría ser el escenario elegido para ello, si bien el mallorquín en ningún momento ha dejado caer una fecha concreta para el adiós. Nadal cuenta con cinco títulos de la Copa Davis: en 2004, 2008, 2009, 2011 y 2019.
Era un torneo de exhibición, el último de una serie de partidos amistosos, pero se convirtió en algo más. Desde su derrota en la final de los Juegos Olímpicos de París, Carlos Alcaraz estaba exhausto, quemado por la competición, los viajes, las obligaciones, incluso harto. Hace unos días llegó a reconocer que no le apetecía jugar el US Open, menos aún -se supone- el Masters 1000 de Cincinnati en el que rompió una raqueta. Por eso el desenlace de la Laver Cup, con todo su jijí y todo su jajá, se convirtió en algo más.
Hasta su partido ante Taylor Fritz, Alcaraz había estado todo el fin de semana de risas en el Uber Arena de Berlín. En la pista, tanto en sus encuentros de dobles junto a Alexander Zverev y Casper Ruud como en su duelo previo de individuales, se había entregado al espectáculo y fuera de la pista todo eran risas. Animadísimo, conectado con compañeros como Grigor Dimitrov, sonreía, bromeaba, disfrutaba. Pero ante Fritz todo era distinto.
En un empate técnico entre el equipo de Europa y el equipo del resto del mundo, estaba en juego el título. Pero sobre todo Alcaraz arriesgaba su propia recuperación. La mejora que demostró una semana atrás en la Copa Davis y estos días en la Laver Cup podía arruinarse si ante Fritz volvían los fallos, las imprecisiones, el desánimo. Era importante ganar y más importante era jugar bien, con todo lo que eso conlleva para Alcaraz. ¿Y qué pasó? Que lo consiguió todo y de la mejor de las maneras.
La exhibición ante Fritz
Si horas antes junto a Ruud ya lució con triunfo sobre Ben Shelton y Francis Tiafoe por 6-2 y 7-6(6), en el desenlace el español fue el de las mejores citas para vencer a Fritz por 6-2 y 7-5 y darle a Europa su quinto título. Dibujó el español otro cuadro con toda su paleta de recursos, colores bonitos, figuras exóticas mientras el público de Berlín, Roger Federer incluido, sólo podía abrir la boca y aplaudir. Ante un tenista tan potente y robótico como el estadounidense, Alcaraz bailó con su juego de red, sus dejadas y su variedad de golpeo y cuando tuvo que aguantar, aguantó.
En el segundo set, después de una hora de impoluta belleza, el español se relajó, su rival se liberó y el desenlace se complicó de alguna manera. Fritz devolvió un set en contra e incluso empujó a Alcaraz al abismo de un tercer set injusto y del todo innecesario. En ese momento, un mes atrás se hubiera enredado. Pero, al contrario, esta vez resolvió con seriedad y se marchó a celebrar con sus compañeros de equipo. La Laver Cup era un torneo de exhibición, pero al final para Alcaraz fue algo más.