David Ferrer ha insuflado al equipo español las señas de identidad que le caracterizaron en su formidable etapa como jugador. Esta España alternativa, sin Carlos Alcaraz ni Alejandro Davidovich, sus hombres más cualificados, buscará este domingo ante Italia su séptima Copa Davis a partir del espíritu y el trabajo colectivo, ése con el que se constuyen los éxitos en una competición distinta a cualquier otra.
El capitán transmite fortaleza a un grupo de tenistas que merecen mucho crédito. Ahí está Jaume Munar, capaz de derribar a un oponente como Jiri Lehecka en el cruce con la República Checa. Y ahí está Pablo Carreño, que lleva tiempo jugando a un nivel homologable al de su mejor época, aunque sus resultados no hubieran sido tan visibles hasta ahora. Qué decir de Marcel Granollers y Pedro Martínez, determinantes en el dobles.
Hay un equipo que compite y que plantará cara frente a los anfitriones, también privados de sus tenistas más destacados, Jannik Sinner y Lorenzo Musetti. Matteo Berrettini es un ex top ten que impone en este tipo de superficies, donde busca su mejor versión tras un largo período lastrado por las lesiones. Menos conocido para el gran público es Flavio Cobolli, a quien conviene tener muy en cuenta. Es el típico tapado al que nadie quiere encontrarse. No destaca con ningún golpe particular, pero tampoco exhibe flaquezas. Es serio y compacto. Busca y genera.
Si España está en la Final a Ocho de la Copa Davis, si desde este jueves (10.00 horas, Movistar) ante República Checa busca su séptima Ensaladera, es gracias a Pedro Martínez. Hace una eternidad, en febrero, ganó dos puntos en la primera ronda ante Suiza y, hace no tanto, en septiembre, hizo lo propio en la increíble remontada ante Dinamarca. En aquella eliminatoria salvó una bola de partido ante Holger Rune, número 15 del mundo, y recuperó un billete para Bolonia que ya estaba perdido. Ahora en el Bologna Fiere, más con la baja de Carlos Alcaraz, será una pieza clave. "Es una lástima, pero el ambiente del equipo es fantástico y todo se decide en la pista. También parecia imposible lo de Dinamarca", comenta Martínez, de quien no se debería olvidar su esfuerzo previo o, mejor dicho, su sacrificio.
Porque aquel éxito ante Dinamarca fue tan mayúsculo, tan tremendo fue el subidón, que desde entonces no ha vuelto a ganar un partido. Siete torneos —Bad Waltersdorf, Shanghái, Valencia, Bruselas, Basilea, París y Atenas— y siete derrotas en primera ronda. Ante un desconocido Marko Topo, ante Albert Ramos al borde de la retirada... Una crisis en toda regla. Hubo algunos problemas físicos, explica, pero sobre todo hubo un descubrimiento: qué difícil es bajar después de tocar el cielo.
¿Qué pasó?
No he jugado bien últimamente, esa es la verdad. Después de la victoria ante Dinamarca pegué un bajonazo de energía. Nunca había vivido emociones así: sacamos una eliminatoria que teníamos perdida, y en las semanas siguientes me faltaba la motivación. No sé. No era nada específico, pero me faltaba fuelle, no tenía muchas ganas. También se juntó con una pequeña pubalgia, que siempre es una lesión puñetera. Te permite jugar, pero nunca estás al 100%.
¿Y ahora cómo se siente?
Mejor, mejor. Físicamente me encuentro mejor porque he podido descansar y mentalmente me siento recuperado. Esta semana ya he entrenado con muchas ganas, quiero ayudar en lo que pueda en esta Davis y la temporada que viene estaré mejor. Tengo bastante ranking que recuperar, pero las sensaciones ya son otras.
Ha caído del número 36 al 93 del ranking ATP. ¿Vio peligrar su convocatoria para esta Copa Davis?
El capitán, David [Ferrer], siempre ha sido muy honesto con todos. Este año conseguí dos puntos, en individual y en dobles, tanto ante Suiza como ante Dinamarca, y él sentía que yo debía estar aquí. Es un premio por lo que hice en las eliminatorias. En ningún momento pensé que no estaría convocado.
Antes de la baja de Alcaraz, Alejandro Davidovich no fue llamado pese a ser el 14 del mundo y fue muy crítico con Ferrer.
El capitán es quien decide. Él considera quién llega mejor, quién llega peor, quién ha cumplido, quién no ha cumplido. Davidovich está jugando muy bien, con un tenis espectacular, y ha tenido buenos resultados, pero no ha jugado las dos eliminatorias previas. El capitán debe confiar en los tenistas que selecciona.
Ferrer era precisamente su ídolo de infancia.
Sí, claro, porque es de mi tierra. Crecí viéndole jugar y en mi etapa como júnior pude entrenar muchos días junto a él. Para mí siempre ha sido un referente y creo que sabe de la admiración que le tengo.
Usted forma parte de los olvidados, los tenistas españoles en el 'Top 100' de los que apenas se habla por el efecto Alcaraz.
No tengo claro si se hablaría más de nosotros si no estuviera Carlos o si se hablaría más de nosotros si fuéramos de otro país. No somos valorados, pero tampoco es algo que me preocupe. Es normal que Carlos atraiga los focos y el tenis, en general, vende poco a quienes no somos estrellas. Quizá la Davis sea una oportunidad para que más gente se aficione a otros tenistas.
Le patrocina OnlyFans. ¿Cómo es el acuerdo?
La plataforma me contactó porque querían que gente conocida abriera perfiles y lo vi como una buena oportunidad. En OnlyFans puedes compartir contenido de deporte, de cocina o de lo que tú quieras. Invito a que me siga quien quiera.
Hace nada estaba en su mejor momento tenístico y personal.
El año pasado me pasó un poco lo contrario que este año. Fui padre y eso me dio un chute de energía enorme: gané dos challengers, alcancé mi mejor nivel. Por resultados y por ranking, en 2024 viví mi mejor temporada. Esta temporada estuve bien hasta Wimbledon; luego tuve una roturita y, al final, el tema anímico.
Es de los tenistas que vive en Andorra. ¿Por qué?
Porque se vive bastante bien. Desde que llegué, hace cuatro años, han mejorado mucho las instalaciones y unos cuantos tenistas compartimos entrenamientos allí. Cuando tienes familia, hijos, ves que es un país muy seguro, que hay mucha tranquilidad. La gente va allí atraída por las condiciones fiscales, que son atractivas, dejan respirar, y se queda por la calidad de vida.
Tanto tiempo después, Björn Borg (Estocolmo, 1956), un tenista que trascendió como ningún otro hasta entonces las lindes de la cancha, ofrece su propia versión de los hechos en una autobiografía coescrita con su esposa Patricia. Los hechos fueron, telegráficamente: 11 títulos del Grand Slam entre 1974 y 1981, una profunda revolución en el concepto del juego, un colosal impacto mediático y popular, una fascinante rivalidad con John McEnroe, una abrupta retirada con tan sólo 26 años y un regreso fallido y fugaz. De todo ello, y de sus efectos nocivos, da cuenta, con estilo frío, quirúrgico, en Latidos. Björn Borg. Memorias, editado en España por Alianza Editorial. Atiende a EL MUNDO en conversación telefónica desde Estocolmo.
¿Por qué ha decidido escribir ahora su autobiografía?
Tuve muchas ofertas en los años noventa, de Inglaterra y Estados Unidos. Les dije que no estaba preparado. Luego las ofertas se sucedieron, pero seguía sin encontrarme listo. Aunque tenga a un gran periodista o escritor como interlocutor, si no tengo confianza con él no soy capaz de sincerarme. Mi mujer está muy vinculada al mundo universitario, es una gran lectora y escribe mucho. Una noche, cenando, le propuse la idea de escribir el libro. Se sorprendió, me pidió tiempo para pensarlo, y al día siguiente me dijo que sí. Llevamos 25 años juntos. Conoce mi vida, conoce el tenis y ha viajado conmigo alrededor del mundo. Nos llevó tres años completarlo.
Al final de la obra, desvela que padece cáncer de próstata. ¿Cómo se ha enfrentado a ello?
Me lo comunicaron en septiembre de 2023. Mentalmente fue durísimo. Tenía que ir a Vancouver como capìtán del equipo europeo de la Laver Cup a finales de mes. Me recomendaron que no fuera, pero acudí. Al regreso, fui al hospital en Estocolmo y me dijeron que estaba muy mal y que debía someterme a una operación en febrero. El tiempo que transcurrió hasta la operación fue terrible. No paraba de pensar. La intervención salió bien. Me someto a chequeos cada seis meses. Ahora me encuentro bien.
Volvamos al tenis. Un campeón indestructible como era usted se tornó vulnerable sin una raqueta en la mano.
Lo dejé a los 26 años porque no me divertía y carecía de motivación. Perdí a buena parte de mis amigos y la esencia de cuanto me rodeaba. Entré en una vida distinta, en años oscuros. Me preguntaba continuamente por qué no había seguido vinculado al tenis de otro modo en lugar de tomar decisiones estúpidas. Incluso ahora me lo sigo preguntando.
Parece un caso elocuente de alguien devorado por su propio éxito.
Encontrar un equilibrio en la vida resulta muy difícil. Cometí errores de manera contumaz. Cuando regresé en Montecarlo, en 1991 [perdió en dos sets ante Jordi Arrese en un acontecimiento que se tornó en decepción] no lo hice porque hubiese recuperado el deseo de competir, sino para encontrarme a mí mismo. Temía morir. Quería seguir viviendo. Tal vez si no hubiera vuelto ahora mismo no estaría hablando con usted. Parece que siempre he tenido a un ángel de la guarda a mi lado, que me ha permitido escapar de la muerte. Fueron años muy, muy oscuros, llenos de demonios.
¿Qué buscaba en las drogas?
Si no eres feliz, pretendes escapar. Drogas, pastillas o demasiado alcohol para huir de la vida. Estaba completamente perdido.
Cree que la necesidad de tener siempre una mujer a su lado tuvo que ver con la soledad que sintió en la pista.
Necesitar siempre compañía ha sido siempre un problema para mí. Empezaba una relación sin haber concluido la anterior. Pero, paradójicamente, cuando mejor me he sentido es cuando he saltado a una pista de tenis, allá donde nadie podía perturbarme, un lugar donde ser yo, estar tranquilo, sentir armonía.
Como explica en el libro, su generación cambió el tenis y lo convirtió en un deporte de masas.
Creo que hicimos mucho por el tenis. Además de llevar el juego a otro nivel, éramos personalidades distintas, capaces de enriquecer la competición. Hoy es un deporte completamente distinto, la pelota se golpea mucho más fuerte, pero también cuenta con muchos atractivos. Ahora mismo la rivalidad entre Alcaraz y Sinner es increíble, procuro no perderme ninguno de sus enfrentamientos. Me encanta seguir vinculado al tenis, porque es algo que está muy cerca de mi corazón.
¿Qué tenía de especial su rivalidad con McEnroe en comparación con la que ha citado o con la de Nadal y Federer o el mallorquín y Djokovic?
Cada vez que jugábamos ofrecíamos grandes partidos y disputamos finales inolvidables en Wimbledon. La gente las sigue recordando. La rivalidad es muy importante para elevar el interés por un deporte, pero no creo que fuera mejor ni peor que otras.
Además de su familia, hay dos personas de gran peso en su vida: Lennart Bergelin y Vitas Gerulaitis.
Fui de los primeros tenistas que viajaba con entrenador. Bergelin fue para mí como un segundo padre. Gerulaitis fue un gran amigo. Vino a visitarme varias veces a Estocolmo y trabamos una estrecha relación más allá del tenis. Era una gran persona. Todavía le echo de menos.
Admite que la codicia por el dinero le llevó a tomar decisiones equivocadas.
Cuando la fama irrumpe en tu vida, la gente espera mucho de ti y eso tiene un efecto perturbador. Puedo entenderlo, pero lo más importante para mí siempre ha sido mi familia.
¿Cuál es el principal consejo que le ha dado a su hijo Leo, que juega en el circuito profesional?
Le gusta el tenis, trabaja duro y tiene su propio equipo. Alguna vez vamos a verle jugar, mi esposa, Patricia, y yo, y sabe que si necesita cualquier cosa puede contar conmigo.
Al igual que Federer, usted era conflictivo en la pista en sus inicios...
Cuando tenía 12 años, rompía raquetas, protestaba, era muy malo. Me suspendieron durante seis meses y cuando volvi ya no abría la boca porque temía que volvieran a castigarme. Así, año tras año fui aprendiendo a no mostrar mis emociones. Me llevo tiempo aprender a comportarme. Luego me bautizaron como Ice Borg.
¿Ha pensado en hasta dónde pudo llegar en el caso de prolongar su carrera?
Tal vez hubiera ganado más títulos y quizás algunos majors más. Quién sabe. Cuando me retiré estaba jugando bien.
Fue en la noche del lunes cuando Carlos Alcaraz decidió junto a su equipo que el riesgo era demasiado grande. Ganar una Copa Davis seguirá siendo un sueño. Otro año será. El número uno del mundo no estará en la Final a Ocho que se disputa esta semana en Bolonia por culpa de una lesión en los músculos isquiotibiales de la pierna derecha sufrida en las ATP Finals.
Al finalizar el encuentro ante Jannik Sinner, Alcaraz esperaba que fuera solo una sobrecarga, una molestia subsanable en los días de descanso antes de la eliminatoria de cuartos de final ante la República Checa, pero la resonancia magnética realizada a su llegada a Bolonia descubrió un edema, líquido en la zona. Según fuentes cercanas al jugador, no hay rotura de fibras y es un proceso autolimitado, es decir, que se cura por sí solo, pero es doloroso y existe la posibilidad de que acabe en desgarro.
Existía la opción de dejar que el jugador reposara 48 horas para valorar la situación nuevamente el miércoles, pero era esperar un milagro. Una hinchazón así requiere más tiempo y, pasara lo que pasara, sería peligroso saltar a la pista. Al fin y al cabo, los músculos isquiotibiales de la pierna derecha —el bíceps femoral, el semitendinoso y el semimembranoso— son los que más sufren durante sus partidos.
Un músculo ya tocado
En el saque generan la fuerza que permite el salto de Alcaraz y, al golpear de derecha, son los que resisten el apoyo de todo el cuerpo. De hecho, a lo largo de su carrera el número uno ya ha padecido varias lesiones en la zona.
Hace dos años, justo después de su explosión, una dolencia muy parecida ya le obligó a renunciar al Open de Australia y le estuvo incordiando durante meses —venció en Wimbledon 2023 con un vendaje en ese muslo derecho— y, esta misma temporada, una sobrecarga similar en la final del Godó ante Holger Rune le llevó a la derrota y le obligó a renunciar al Masters 1000 de Madrid.
Según explican en su entorno, durante la fase de grupos de las últimas ATP Finals Alcaraz ya notaba la zona cargada y por eso se tomaron precauciones. Después de cada partido se aplicaba un tratamiento para liberar la zona y en los calentamientos utilizaba bandas de restricción sanguínea para aprovechar su efecto analgésico. Antes de salir a la pista colocaba una banda BFR en la parte superior de su muslo derecho, justo debajo del glúteo, y cinco minutos después se la quitaba para que la sangre volviera a fluir. Así aguantó hasta la final contra Sinner, cuando se acentuó el dolor.
Demasiados partidos por delante
En el formato clásico de la Copa Davis, con una final única, quizá habría opciones de que jugase, pues solo debería disputar uno o dos partidos como mucho. Pero en una Final a Ocho la exigencia es muy distinta. Si Alcaraz asumiese el riesgo, tendría que jugar dos encuentros —individual y dobles— para derrotar a la República Checa, luego hacer lo propio en las semifinales del sábado ante la Alemania de Alexander Zverev o Argentina y finalmente repetir la gesta en la final del domingo.
Aunque algún compañero pudiera liberarle del dobles, levantar la Ensaladera le exigiría completar entre tres y seis partidos en cuatro días, un imposible con una sobrecarga muscular. Por eso, al final, decidió que el riesgo era demasiado grande.
Carlos Alcaraz llegó este lunes a Bolonia, donde a partir de este jueves se disputará la Final a Ocho de la Copa Davis, y se confirmaron los peores pronósticos sobre su estado físico. Después de un viaje de 330 kilómetros en furgoneta desde Turín, el número uno del mundo pasó pruebas médicas para analizar la gravedad de su lesión en el muslo derecho y, según fuentes de su equipo, es muy complicado que luche por la Ensaladera.
Alcaraz sufre una sobrecarga en el isquiotibial: no tiene una rotura grave, pero se teme que pueda desembocar en una. Este martes no se entrenará con el equipo español como estaba previsto y el miércoles se decidirá finalmente si juega o no. La selección debuta el jueves ante la República Checa y estaba previsto que su referente jugara tanto en individuales como en dobles. Una solución podría pasar por reservarlo para la semifinal del sábado o la final del domingo, en caso de que España llegue, pero el margen de recuperación es igualmente escaso.
El número uno notó el problema en el primer set de la final de las ATP Finals ante Jannik Sinner y llamó hasta dos veces al médico de la organización para que le descargara la zona y poder seguir jugando. En la segunda intervención le colocó un aparatoso vendaje. Según el propio Alcaraz, el dolor no fue el motivo de su derrota, pero con la sobrecarga cambió su patrón de juego, subió más a la red para acortar los intercambios y eso le condenó en momentos clave como el tie-break del primer set.
Al fin y al cabo, no es una lesión desconocida para Alcaraz. Hace dos años, en pleno crecimiento, una dolencia muy parecida ya le obligó a renunciar al Open de Australia y le estuvo incordiando durante meses; incluso venció en Wimbledon 2023 con un vendaje en esa zona. Esta misma temporada, una microrrotura en el muslo derecho le afectó en la final del Godó ante Holger Rune y le obligó a renunciar al Masters 1000 de Madrid.
Novak Djokovic, ausente este año por problemas físicos, ha ganado siete veces las ATP Finals. Roger Federer lo hizo en seis. Hasta Andy Murray, campeón en 2016, se llevó un título en el torneo que reúne a los ocho mejores jugadores del año. De aquel grupo de élite que gobernó el tenis durante más de tres lustros (el escocés con mucho menor protagonismo) sólo Rafael Nadal fue incapaz de levantar la copa. El poseedor de 22 títulos del Grand Slam chocó año tras año con la mayor destreza de sus oponentes en pista cubierta y tampoco tuvo fortuna con las lesiones; fueron varias las temporadas en las que no pudo disputar el torneo, pese a que había reservado plaza con rotundidad.
Resulta difícil imaginar que Carlos Alcaraz no vaya a ganar las ATP Finals. A sus 23 años, con seis títulos del Grand Slam, ya se ha clasificado para cuatro ediciones, aunque en 2022 no pudo jugar por lesión. De sus 24 títulos, sólo ha ganado uno en superficie indoor, el pasado febrero, en Rotterdam. Sin embargo, su constante progresión, explicitada con su presencia en la final del domingo ante Jannik Sinner y la distancia establecida en cualquier tiempoy lugar sobre el resto de sus adversarios al margen del italiano le acreditan como un más que potencial campeón de la Copa de Maestros en los próximos cursos.
Finales a cinco sets
Expresaba Álex Corretja en las vísperas de la final su deseo de que Alcaraz se sumase a él y a Manuel Orantes como el tercer campeón español de un torneo poco amable con los tenistas de nuestro país. Orantes lo ganó en Houston,en 1976, tras superar en la final a Wotjek Fibak cuando la final se disputaba al mejor de cinco sets. Del mismo modo lo hizo en 1998 el hoy comentarista, quien neutralizó dos sets adversos en la final ante Carlos Moyà, en una réplica casi inmediata a su derrota meses antes en la final de Roland Garros.
Nadal perdió dos finales, la de 2010, ante Federer, y la de 2013, frente a Djokvovic. También entraron en la lucha directa por el título Juan Carlos Ferrero, superado por Lleyton Hewitt en 2002, y David Ferrer, neutralizado por Federer.
Semifinalista en 2023 (Djokovic) y eliminado en la fase de grupos un año después, Alcaraz ha dado un salto cualitativo después de llegar mejor que cualquier otro año al tramo final del calendario. Ganó el ATP500 de Tokio y su tropiezo de entrada en el Masters 1000 de Paris-Bercy tal vez hasta le viniese bien para evitar una cierta saturación competitiva antes de una cita en la que no anduvo demasiado lejos del éxito pleno.
El tenis ha normalizado una amistad que es extraña se mire por donde se mire. Jannik Sinner desesperó este domingo a Carlos Alcaraz en la final de las ATP Finals, le llevó al error, incluso celebró un punto con uno de sus gestos icónicos y minutos después ambos se fundieron en un abrazo. Rafa Nadal y Roger Federer, precedente y ejemplo, no llegaron a tanto mientras estuvieron en la cima. Pese a episodios como la remontada de Roland Garros, la relación de los dos mejores jugadores del mundo resiste ante todo, tanto que incluso en pleno partido, durante el primer set, se animaron a una tertulia improvisada mientras los sanitarios atendían a un aficionado indispuesto.
"Es un jugador increíble, siempre vuelve más fuerte de las derrotas. Una vez más ha demostrado a todos lo que es capaz de hacer. Especialmente con el saque, con el que siempre te presiona mucho. Es realmente difícil jugar contra él", alababa Alcaraz, cuyo equipo pasó al completo por el palco de Sinner para felicitar a sus entrenadores.
En cuanto acabó el partido, el número uno del mundo se sentó en su banquillo y pasó unos minutos mirando al vacío, serio, muy serio. Una derrota en una final nunca es fácil de asimilar, pero luego tampoco tardó tanto en recuperar la sonrisa. En cuanto se subió a la tarima de la ceremonia de premios, el público del Inalpi Arena de Turín empezó a corear su nombre y su alegría habitual regresó de inmediato.
Antonio CalanniAP
"Estoy contento. Creo que he hecho un torneo espectacular, yendo de menos a más, jugando un tenis increíble. En la final me he sentido muy bien. Jannik y yo hemos jugado a una velocidad que yo mismo decía: ¡Joder! No estoy ni dolido ni jodido. Tengo que dar valor a haber llegado a la final de la Copa de Maestros y de haberlo hecho bajo techo", valoró quien aceptó que había cometido "un par de errores" en momentos decisivos y que eso le condenó.
La duda con la Davis
Este lunes al mediodía, después de un merecido descanso, saldrá en furgoneta del Hotel Principi Di Piemonte de Turín para recorrer los 332 kilómetros hasta el Bologna Fiere, la sede de la Final a Ocho de la Copa Davis. No entrenará hasta el miércoles, pero se reunirá allí con sus compañeros del equipo español y probará su físico. En el primer set de la final ante Sinner notó un pinchazo en los isquiotibiales de la pierna derecha al realizar un saque y toca analizar la gravedad del asunto.
"Mi intención es jugar la Copa Davis y darlo todo con España. Creo que no me perjudicará, espero que no, haremos pruebas. Cuando te haces un poco de año empiezan los pensamientos, pero he acabado bien el partido. Quizá no podía hacer el loco, correr bolas imposibles, deslizarme varios metros, pero he podido jugar normal, con fuerza, llegando a los apoyos", comentó Alcaraz, que este domingo cerró su temporada individual, la mejor temporada de su carrera.
MARCO BERTORELLOAFP
Fueron dos Grand Slam, tres Masters 1000 y tres ATP 500, fue recuperar el número uno -y lo que le queda con él-, fue una consistencia que nunca había tenido. "No ha sido una temporada perfecta porque no he ganado todos los títulos, pero ha sido una temporada brillante. Le doy mucho valor al crecimiento. Desde el principio de año he sabido lidiar con todo tipo de momentos, he crecido como persona y como tenista", proclamó el español.
Después de la Copa Davis tendrá un par de semanas de vacaciones -aunque en medio juega una exhibición en New Jersey ante Frances Tiafoe y otra en Miami ante Joao Fonseca- y 13 de diciembre volverá a los entrenamientos para preparar 2026 con una tarea pendiente. "Voy a intentar ponerlo todo en esa pretemporada para empezar la próxima temporada aún más fuerte. Una de las cosas que haremos es analizar esta final, valorar el partido, ver qué he hecho bien y qué he hecho mal. Lo estudiaremos todo", finalizaba Alcaraz, con una cercanía realmente única con el único rival que le discute.
Empecemos admitiendo que el ATP Finals es, en sí, un torneo muy complicado. Especial. Corto e intenso, muy diferente a un Grand Slam, aunque cada partido puede ser, perfectamente, una final de uno de ellos. Sí que creo que Carlos Alcaraz y Jannik Sinner están por encima del resto de Top Ten. Hay una diferencia bastante clara: de nivel, de velocidad, de competitividad, de talento. De todo. Aun así, todo eso hay que plasmarlo sobre la pista. Sin bajar el nivel, siempre a un mínimo del 80 ó 90% de exigencia. Ganar este torneo viene a ser un poco como ser campeón del mundo. Te has enfrentado a todos, a los mejores, en una semana sin apenas descanso.
Mi siguiente reflexión, sobre la bonita final de anoche, es que el desenlace de la temporada en este ATP Finals de Turín nos ha deparado otro partidazo. Esa es la palabra. Un Sinner-Alcaraz nunca defrauda. Ha sido un estupendo colofón a la rivalidad, ya histórica, entre los dos. Y, siendo favorito el italiano en indoor, el nivel en la final ha sido altísimo en ambos.
Carlos realmente ha tenido muchas oportunidades, que se le han ido escapando. Ha estado ahí, un poco cansado, quizá mermado físicamente. Me sorprendió su vendaje, algo que no es nada habitual en él. Es posible que haya notado alguna molestia, sobre todo tras el largo primer set. Algo que también me ha sorprendido, para bien, es que, aun sabiendo que acababa como número uno del mundo, Alcaraz haya mantenido la concentración, algo que siempre es difícil. Cuando uno consigue el objetivo es razonable que la mente piense: «Ya está». Y puede jugarte una mala pasada. No ha sido el caso, cero relajación.
Sinner, con su tenis robótico, limpio, que le quita el tiempo a Carlos, se ha llevado el título. Ha jugado muy bien en general, diría. Concentrado, tocando la bola perfecto y sacando fenomenal. Eso ha sido la clave para sorprender a Alcaraz, el saque. Con el primero y también con el segundo, que le ha dado varios puntos importantes.
También le hemos visto algunos momentos tensos en el tie break, algunos fallos raros. Pero ha jugado buen tenis desde el fondo de la pista y desde la red. Le he visto siempre cómodo. Con presión eso sí, sabiendo la importancia del momento, de que jugaba en casa. De que no iba a poder acabar con el número uno, pero sí cerrar el 2025 con un título tan importante. Cerrarlo de forma positiva.
Terminemos repasando la temporada de Carlos. Ha sido una locura. Perfecta. Por dónde empezamos. Tantos títulos, tantas finales, en todas las superficies, sin bajar el nivel, firme siempre. Dos Grand Slams que pudieron ser tres. Es realmente impresionante. Un año de manual, de película. ¿Qué hay que hacer para ser el mejor? Lo que ha hecho Carlos.
El futuro debe ser su consuelo. Carlos Alcaraz tiene ahora nuevas razones para desvivirse, una derrota que recordar en sus entrenamientos, alimento para los días que vendrán. En su mejor temporada lo ha ganado casi todo y en ese casi crecen las leyendas. La final perdida en Wimbledon fue una rareza, pero la final de las ATP Finals demostró este domingo que Jannik Sinner es superior en ciertas condiciones. Cuando un techo cubre sus cabezas, cuando ni el sol ni el viento molestan, el italiano es imbatible, como confirmó su victoria por 7-6(4) y 7-5 en dos horas y 15 minutos.
Sin duda, una decepción para el español, que además acabó tocado. Al mismo tiempo un protector de estómago para el empacho de éxitos de este 2025. Si hubiera ganado a Sinner en su superficie y en su casa, ¿Qué le quedaría para el año que viene?
En su duelo, el sexto del año, hubo tensión, mandíbulas apretadas, hubo dudas, como siempre. Los encuentros entre Alcaraz y Sinner generan ‘highlights’ para la historia, puntos tan inverosímiles que parecen generados por IA, pero también guardan muchísimos nervios. Acostumbrados a ser muy superiores a sus rivales, frente a frente se agarrotan. Son demasiados días pensando el uno en el otro, analizando, preparándose. Este domingo si una genialidad les otorgaba un punto los dos resoplaban antes de celebrar. Sin ahondar mucho más, Sinner acabó con cinco dobles faltas.
Los saques vertiginosos y los errores no forzados en ambos lados hicieron avanzar el marcador hasta que se llegó al tie-break del primer set. Antes, con el 5-4, atendieron al español por primera vez por unas molestias en los isquiotibiales de la pierna derecha. Antes, con 6-5, él mismo contó con una bola de break y de set que se perdió con un revés desafinado. Los dos sucesos seguramente estaban en la mente de Alcaraz en plena muerte súbita cuando intentó dos precipitadas subidas a la red que le sentenciaron. Nuevamente estaba obligado a remontar, como aquella mágica tarde en Roland Garros. Pero esta vez en territorio hostil.
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Al acabar ese primer set, el Inalpi Arena de Turín se venía abajo. La afición italiana alucinaba con un Sinner inventor, capaz de sobrepasar a su rival con dos globos y sorprenderle con unas dejadas. El esquema de juego del italiano no fue radicalmente distinto al habitual -golpes veloces y planos en todos los intercambios-, pero en determinados momentos se vistió de Alcaraz para asombrar. En el segundo set incluso celebró uno de sus puntos señalándose la oreja como habitúa su rival generacional. Un gesto raro en él, propio de la importancia del momento.
La desesperación de Alcaraz
En ese periodo Sinner empezó cediendo un break por primera vez en estas ATP Finals -llevaba ganados 45 juegos al servicio consecutivos-, pero poco después le dio la vuelta y desesperó a Alcaraz. "Desahógate, desahógate", decía el entrenador Samuel López a su pupilo cuando, con 4-4 en el marcador, soltaba sus primeras quejas. Luego vendrían más. En el desenlace del encuentro, el número uno se fue desesperanzando hasta encadenar una serie de malas decisiones que fueron su sentencia. Cada vez que visitaba la red se iba trasquilado hasta que al final cayó derrotado. Al acabar pasó unos minutos sentado en su banquillo mirando a la nada, digiriendo lo que acababa de ocurrir.
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"Estoy muy contento, muy contento con mi actuación en el torneo. He jugado con alguien que no ha perdido un partido bajo techo en dos años. Jannik es un gran jugador y hace un gran trabajo con su equipo. Después de cada derrota vuelve más fuerte. Espero que descanse para el año que viene y esté preparado porque yo voy a estar preparado", advirtió Alcaraz en la ceremonia de entrega de premios a un adversario que hará que en 2026 sea todavía mejor. Ahora toca la Copa Davis, una competición que le obligará a rehacerse rápido, y luego empezará unas vacaciones que apenas durarán un par de semanas.
A mediados de diciembre, el número uno de la ATP volverá a los entrenamientos en Murcia con las subidas a la red falladas este domingo en la cabeza. E incluso antes del Open de Australia, el 10 de enero, se reencontrará con su querido enemigo en una exhibición en Seúl. "Has tenido una temporada increíble, dejas muchos recuerdos. Si no soy yo el número uno quiero que lo seas porque realmente te lo mereces", consoló Sinner, cuya afición italiana ovacionó a Alcaraz y le devolvió la sonrisa. La rivalidad entre ambos seguirá haciendo crecer el tenis mientras uno y el otro continúan creciendo por el camino. El futuro debe ser su consuelo. Si hubiera ganado a Sinner en su superficie y en su casa, ¿Qué le quedaría para el año que viene?
Corre, corre, corre. Desde que salió de la pista del Inalpi Arena de Turín, Carlos Alcaraz inició una carrera contrarreloj para meterse en la cama de su habitación del hotel Principi di Piemonte lo antes posible. La única parada obligatoria fue la bicicleta estática, donde estuvo apenas 15 minutos. Antes ventiló las entrevistas con las televisiones a toda prisa y después hizo lo mismo con las radios y la prensa escrita. En lugar de la conferencia habitual, con un protocolo fijo y todos sentados, la organización improvisó unas preguntas en zona mixta.
Al final, tras pasar por la ducha, Alcaraz salió del pabellón antes de la medianoche, cruzó la ciudad en un coche oficial en apenas 15 minutos, cenó y se echó a dormir. El objetivo era acostarse antes de que la madrugada se le echara encima. Conseguido. Este domingo (18.00 horas, Movistar), ante Jannik Sinner, en la sexta final del año entre ambos, necesitará estar lo más descansado posible para levantar su primer título de las ATP Finals.
El enésimo enfrentamiento entre ambos permite centenares de análisis distintos, factores a favor de uno y de otro, pero Alcaraz proclamó este sábado que el favorito es su rival generacional. Esta vez, que a él no le presionen. "Jannik juega mejor en pista indoor y estaremos delante de su público, así que es el favorito", aseveró el español, que pese a ello no renunció en absoluto al triunfo: "Eso no quiere decir que no pueda ganarle. Si pensara que voy a perder ni siquiera saltaría a la pista. No me jugaría el físico, no me jugaría nada. Sé de lo que soy capaz y sé que será complicado, las dos cosas. Veremos qué pasa".
ALESSANDRO DI MARCOEFE
Ambos han demostrado que el recuerdo de sus enfrentamientos pasados no les influye, aunque en los momentos tensos Sinner quizá recuerde que ya perdió cuatro veces esta temporada. No fue con intención —seguro que no lo fue—, pero este sábado Alcaraz apareció en el calentamiento de su semifinal ante Felix Auger-Aliassime con una camiseta que evocaba su épica victoria en el último Roland Garros.
El tercer español
Los precedentes son una buena herramienta para decantar la previa. Porque el español se presentará en la final con un gran hándicap: el público. Ya le ocurrió en Roma, donde venció, y esta vez será peor. Más de 15.000 italianos se entregarán a animar a Sinner mientras que por Alcaraz solo estarán sus amigos recién llegados de Murcia. "No es ningún secreto, el público juega. Jannik ha hecho mucho por Italia y es normal que se lo devuelvan. Si yo cometo un error, le ayudarán a venirse arriba. Por eso debo ponerlo todo sobre la mesa", analizó Alcaraz, que podría ser el tercer español en entrar en el palmarés de las ATP Finals.
Desde que se empezó a disputar en 1970, solo Manolo Orantes (1976) y Álex Corretja (1998) se proclamaron campeones, mientras que otros —Carlos Moyà, Juan Carlos Ferrero, David Ferrer y Rafa Nadal, dos veces— se quedaron a las puertas. "En la última parte del año he trabajado muy duro y me he concentrado especialmente para llegar en forma a este torneo. Levantar el trofeo significaría mucho para mí. Estar en la misma lista que Orantes y Corretja sería genial", finalizó Alcaraz antes de despedirse con prisas.
MARCO BERTORELLOAFP
Sabía el español que Sinner llevaba ya horas descansando en el mismo hotel después de ganar su semifinal con la placidez con la que siempre derrota a Álex de Miñaur. Como Alcaraz, el italiano no sufrió lo más mínimo para vencer, aunque durante el partido hubo un instante que alertó a los periodistas de su país. Los aficionados apenas se dieron cuenta, pero en la tribuna de prensa hubo incluso quien se llevó las manos a la cabeza. A medio partido, Sinner se echó una toalla a la cara, como si estuviera jugando en verano a pleno sol. La calefacción del Inalpi Arena funciona bien —a veces demasiado bien—, pero la única razón por la que el número dos del mundo podía sentir tanto calor era que estuviera constipado.
"¿Yo? ¿Resfriado? No, no, solo lo hacía para refrescarme porque hay mucha humedad en el pabellón. No me he sonado la nariz ni una vez", respondió Sinner, sorprendido por la alarma encendida entre la prensa. Este domingo habrá duelo entre Sinner y Alcaraz, el sexto del año, y los dos llegan en sus mejores condiciones.