Sifan Hassan gana el maratón y emula, en oro y bronce, la hazaña del legendario Emil Zatopek

Actualizado Domingo, 11 agosto 2024 - 10:58

El desafío de Sifan Hassan era descomunal. Si en Tokio corrió del 1.500 al 10.000, con dos oros y un bronce, el último en la distancia más corta, en París se había propuesto ampliar el reto a la maratón. Finalmente, lo redujo y eliminó el 1.500. No pudo ganar el 5.00 y 10.000, como hace tres años, pero subió al podio en ambas pruebas para colgarse el bronce. Tenía sentido, porque la neerlandesa había fijado su preparación en la distancia más larga. La última prueba del atletismo en París lo demostró, resuelta en un apretado sprint en el que Hassan aprovechó la velocidad que conserva de la pista para entrar en la recta de Invalides como se entra en la gloria. El legendario Emil Zatopek logró el oro en 5.000, 10.000 y maratón en los Juegos de Helsinki, en 1952. La neerlandesa lo emula en plata y bronce en París.

A los 31 años, esta mujer ha extendido su dominio del mediofondo al fondo, combinación que le sirvió para explotar el final que se adquiere en la pista, en la prueba más larga. Antes, sin embargo, demostró una resistencia y un sentido de la estrategia impecables, sin desgastarse en absoluto. Jamás perdió el control de la prueba y jamás la lideró. El momento estaba en el último kilómetro, en el que dejó atrás a la etíope Assefa, que intentó entorpecerla, como si estuviera en la recta del estadio, en el final de un 1.500.

La exigencia del recorrido no impidió a la atleta de Países Bajos correr la maratón más rápida de los Juegos, como ya había ocurrido en la categoría masculina, para acabar en 2.22.55 y superar el registro de Londres 2012 (2.23.08).

En la línea de salida, Hassan permanecía concentrada. Miraba al frente. A nadie más. En carrera hizo un ejercicio de administración de fuerzas impecable. La prueba se inició a un ritmo asequible, lo que permitió a la española Majida Maayouf permanecer en el grupo. En la meta fue la primera española, decimoséptima, seguida de Meritxel Soler (25) y Esther Navarrete (42).

Inclinada en la rampa

Maayouf y otras atletas pudieron resistir sólo hasta que las africanas quisieron. Al llegar a la rampa que seleccionaba el maratón olímpico, en el kilómetro 25, rompieron la prueba. Hassan no se inmutó por el ritmo de subida impuesto por etíopes y kenianas. Se inclinó hacia adelante y dejó que se distanciaran. Lo contrario podía arrebatarle toda la energía y la atleta de Países Bajos la necesitaba para correr el último cuarto de la maratón como si corriera un 10.000, otro más.

Las atletas africanas, las etíopes Assefa y Shankule y kenianas Obiri y Lokedi, sabían que Hassan podía ser imbatible en el final, por lo que atacaron con cambios de ritmo constantes, especialmente a partir del kilómetro 30. Cinco mujeres, dos de cada nacionalidad más Hassan, llegaron a un final que iba a exigir un sprint. Eso le beneficiaba. En realidad, la neerlandesa, nacida en Etiopía, es genéticamente una atleta de la altiplanicie africana, el paraíso del fondo, tanto por los biotipos como por la altitud.

El grupo de cinco mujeres pasó el kilómetro 40 sin que ninguna intentara despegarse. Obiri lo intentó primero, pero pagó el esfuerzo y se descolgó. Un poco antes lo hizo Lokedi. Hassan seguía a la expectativa. En su rostro, ni un ápice del sufrimiento que se podía apreciar en Obiri. El ataque final de la neerlandesa no pudo ser sostenido por Assefa, pese a sus maniobras. El oro más deseado esperaba a Hassan, que sólo entonces se permitió sonreír. La obra olímpica sobre el podio, del 1.500 al 5.000, con seis metales en dos ediciones, está completa pero no cerrada.

Las dos caras de Ingebrigtsen

Las dos caras de Ingebrigtsen

Última jornada de atletismo en el Stade de France. La abrió el salto de altura masculino. La prueba permanece embarrancada por debajo de 2,40. Gianmarco Tamberi, convaleciente de desórdenes renales la última semana, se quedó en 2,22. Mutaz Essa Barshim, en 2,34. A 2,36 subieron el neozelandés Hamish Kerr y el estadounidense Shelby McEwen. En un desempate inferior en 2,34 ganó Kerr.

Mientras se dilucidaba la altura, Jakob Ingebrigtsen (13:13

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Mohamed Attaoui acaba quinto a un ritmo frenético en el 800 del futuro

Mohamed Attaoui acaba quinto a un ritmo frenético en el 800 del futuro

Muy rápido para Mohamed Attaoui. Por ahora. A los 22 años y después de una fulgurante aparición en el atletismo, tiene tiempo para mejorar. El problema es que en el 800 va a tener una competencia brutal, con una de las mejores generaciones de los últimos tiempos.

Emmanuel Wanyonyi, de Kenia, es su líder y el nuevo campeón olímpico, a los pocos días de cumplir 20 años. Con 1:41.19 hizo la tercera mejor marca de todos los tiempos y se quedó a 28 centésimas del récord del mundo, en una prueba en la que hubo plusmarca de América, la del canadiense Marco Arop (1:41.20), y de Estados Unidos, a cargo de Bryce Hoppel (1:41.67). Jamás cuatro hombres habían bajado de 1.42. Moha fue el quinto (1:42.08). Es su siguiente barrera.

El español iguala el quinto puesto de Adrián Ben en Tokio, pero en pruebas muy diferentes. Ben acabó entonces en 1:45.96 en una final en la que el oro se ganó por encima de 1:45. "Me voy súper contento". Sabía Attaoui por qué lo decía. En esa coyuntura ofreció el máximo de lo que ha conseguido, metido en una criba histórica que le va a llevar a las mejores carreras en el circuito de la Diamond League y a las finales, si no se malogra. Está en buenas manos, afincado en Suiza y dirigido por Thomas Dreissigacker. Eso significa gloria y dinero.

Más piernas

"No he cometido errores, al contrario de lo que me pasó en la semifinal. Lo he dado todo y he tomado las decisiones correctas. Pero al final me han fallado un poco las piernas, a pesar de que casi he estado en mi marca personal. Corría contra grandísimos rivales. Esto me da muchos ánimos para seguir trabajando y entrenando", añadió este atleta nacido en Marruecos, pero afincado en Torrelavega desde los seis años, edad a la que llegó a España con su familia. Empezó atrás, pero en la cuerda para ahorrar metros, aunque la velocidad no le permitió realizar el 'cambio', porque el 'cambio' estaba activado desde el principio por Wanyonyi y Arop.

El 800 en el que tomaba parte Attaoui confirmó la expectativa que proclamaban los ránkings. No sólo el de la temporada, sino el de siempre. De los 10 atletas más rápidos de la historia en el 800, cuatro estaban en la pista, y no por lo que hubieran hecho en el pasado, sino este mismo 2024. Eran el argelino Djamel Sedjati, el francés Gabriel Tual, Wanyonyi y el español. Ahora lo está también Arop. Los tres primeros habían conseguido correr por debajo de 1:42. El español está a a cuatro centésimas, después de su récord de España (1:42.04). Ayer era una carrera para hacerlo, pero le faltaron piernas.

La marca la batió en la reunión de la Diamond League en Mónaco, en unos meses mágicos antes de París. La primera sorpresa la dio al colgarse la plata en el Europeo de Roma, celebrados el mismo año que los Juegos por los ajustes de fechas y campeonatos que provocó la pandemia. Las referencias de los podios, por tanto, hay que tomarlas con cautela. Las marcas, en cambio, valen lo que dicen.

Yulenmis Aguilar, durante la final de jabalina.

Yulenmis Aguilar, durante la final de jabalina.AFP

Moha pulverizaba los 1:43.65 de Saúl Ordóñez, anterior récord de España. Eso es darle un bocado a una marca, que es como ha aparecido este atleta en el atletismo español y como lo hizo en las series de París. En la semifinal en la que no supo ubicarse y fue, en su opinión uno de sus peores 800, hizo 1:43.69. La impresión, pues, es que tiene margen de mejora si consigue dominar algunos aspectos de la estrategia de carrera, con menos tráfico en el 800 que en el 1.500, pero sin tiempo y metros para corregir los errores.

Attaoui había subido al podio continental ya como sub'23, aunque inicialmente en los 1.500. La transición, incluso la compatibilidad con el 800, era más habitual en el pasado. El ejemplo es el presidente de la World Athletics, Sebastian Coe, que ha seguido las pruebas en Saint Denis. Sus 1.41.73 son todavía la sexta marca de todos los tiempos del único atleta con dos títulos olímpicos en 1.500. Coe y Steve Ovett alternaban las distancias, mientras que las generaciones posteriores se inclinaron por hacerlo en el 1.500 y el 5.000, desde Hicham El Guerrouj a Jakob Ingebrigtsen.

A Coe correspondió el honor, como anfitrión, de ver a David Rudisha bajar de 1:41 (1:40.91) en Londres, en los Juegos de los que era anfitrión. Entonces, en 2012, un récord del mundo del futuro, como lo había sido el de Coe en 1981. Hoy, un desafío para esta nueva generación del 800 de la que Attaoui forma parte.

Águeda Marqués, tras la final de los 1.500.

Águeda Marqués, tras la final de los 1.500.AFP

Más lejos de esa élite está Yulenmis Aguilar, pese a concluyó sexta en la final de jabalina (62.78) y obtuvo, asimismo, diploma olímpico. Esa marca difícilmente puede llevarla a un gran podio. Había lanzado este año 63.90, pero no pudo repetirlos en París. Thierry Ndikumwenayo, por su parte, sabía que el podio de los 5.000 estaba mucho más lejos que para Attaoui o Yulemnis, pero al menos tuvo el foco de liderar la prueba hasta que sucumbió al poder de los etíopes y a un poder superior, el del noruego Jakob Ingebrigtsen, que pasó al vuelo a los atletas de la altiplanicie africana para redimirse de su derrota en el 1.500. Águeda Marqués, undécima en la de 1.500, no alcanzó el diploma, pero sí marca personal (4.00.31). Eso es competir.

Tola domina de forma insultante un duro maratón que dice adiós al gran Kipchoge, retirado

Actualizado Sábado, 10 agosto 2024 - 10:47

La imagen de Tamirat Tola recordaba a la de Abebe Bikila, no por su correr descalzo en Roma, pero sí por su semblante, con su fino bigote, un rostro de otra época, pero un dominio, como su compatriota en 1960, incontestable. Sometió a los rivales y al durísimo trazado del maratón de París en solitario prácticamente desde la mitad del recorrido, con la misma suficiencia que lo hacía el hombre al que arrebata la corona, Eliud Kipchoge, desfondado desde que el ritmo endureció los primeros tramos. Acabó por retirarse a falta de cinco kilómetros para la meta. La hazaña de intentar lograr la tercera corona fue una utopía para Kipchoge. A los 39 años, uno de los mejores fondistas que ha conocido el atletismo cierra su epopeya olímpica.

Tola miraba hacia atrás en la meta. Abdi Bashir, de Bélgica, estaba a tantos metros que le costaba divisarlo. A pesar de ello, volvía a hacerlo, como si no pudiera creer lo que le ocurría. La imperial esplanada de Invalides le aguardaba con una recta azul y miles de personas. Tan imperial era el marco de su llegada como fue el de Bikila, bajo el Arco de Constantino romano. El mejor homenaje al pionero del atletismo etíope, que derrota a Kenia en el duelo particular de la altiplanicie africana. Benson Kipruto fue el primero de sus representantes, tercero.

El vencedor, de 32 años, no sólo ganó el oro, sino que realizó la maratón más rápida de la historia olímpica, al cruzar la meta en 2.06.26. Un registro de enorme valor, dado el recorrido y el tiempo que afrontó la prueba prácticamente en solitario. Mejoró en seis centésimas los 2.06.32 con que la prueba concluyó en Pekín, en 2008. Acercarse al récord del mundo (2.00.35) del fallecido Kelvin Kiptum es imposible en unos Juegos, sin una carrera preparada, con liebres, y en un recorrido ad hoc.

Rampa a los 25 kilómetros

Una subida en el kilómetro 25 aparecía frente a los corredores. Tola se inclinó hacia adelante para el esfuerzo. Era como colocar una rampa del Mortirolo cuando empieza lo más duro de la maratón, cuando empieza a asomar el "tío del mazo", como dicen los ciclistas y también los maratonianos. El esfuerzo agonístico los iguala. El físico, también.

El etíope encabezaba ya en solitario el maratón, después de haber acabado la aventura inicial del italiano Eyob Faniel, que endureció la prueba poco después del inicio, antes de que el grupo de teóricos favoritos lo esperaran. El recorrido del maratón de París, que salió de la engalanada puerta del Ayuntamiento para llegar a Versalles y regresar a París, ya era lo suficientemente duro, por lo que la la caza del italiano, pese a que no resultara entonces peligrosa, provocó una selección que incluyó a Kipchoge y Kenenisa Bekele, además de los representantes españoles. Tola, una vez superado Faniel, pasó el medio maratón por debajo de 1.05 horas, a un ritmo alto. Ni entonces ni en la rampa ni al final, Tola recibió la visita del "tío del mazo".

Bronce en Río

Los últimos metros encontraron sorprendentemente fresco al etíope, que podría haber arañado más centésimas a la marca. No tenía oposición ni necesidad. No es el lugar en el que buscar las marcas, y menos en el maratón. Es el oro y nada más que el oro. Tola había preparado muy bien estos Juegos, después de su última victoria, el año pasado, en el maratón de Nueva York. En Río, hace ocho, se había colgado el bronce, lo que aventuraba, a los 24 años, una progresión más rápida. Sin embargo, ha tenido que esperar para volver a un podio olímpico, esta vez a lo más alto. En los Mundiales ya había logrado el oro y la plata, también en el Mundial de cross, pero el oro olímpico es distinto. Es la gloria. Como Bikila, como Kipchoge, a pesar de este final que no se desea a ninguna leyenda.

La voluntad del keniano era acabar la prueba, pese a no ganar. Lo había dicho y en la meta el público lo esperaba. París le había visto ganar otras veces desde que lo hizo en la pista, con 18 años, para imponerse en un Mundial a Hicham El Gerrouj y Kenenisa Bekele en los 5.000 metros. Bekele, de 42, sí pudo acabar en París, en el puesto 39, por detrás del primer español, Ibrahim Chakir, en el 34. La espera leyenda no llega, pero pervivirá en el recuerdo del atletismo.

Ocho oros y siete banderas

Ocho oros y siete banderas

No estaba Jamaica en los dos relevos 4x100. Bueno, en el femenino sí. Pero como si no. Quinta, asistió, impotente y lejana, a cómo Estados Unidos (41.78) se imponía a Gran Bretaña y Alemania. Gabby Thomas sumó su segundo oro, acompañada de Melissa Jefferson, Twanisha Terry, Melissa Jefferson y Sha'Carri Richardson.

Enfermo o abatido, no figuraba Noah Lyles en el team masculino. Y por enésima vez los americanos estuvieron desastrosos. Ya en el prim

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¿Pudo el Covid llevar a la derrota a Noah Lyles en los 200? ¿Debió ser ocultado su positivo a los rivales?

Actualizado Viernes, 9 agosto 2024 - 10:07

Cuando Noah Lyles cayó al tartán de Saint Denis, exhausto tras perder el 200, un rumor en forma de pregunta se extendió por el estadio. ¿Tenía Covid? La delegación de Estados Unidos, inicialmente, no lo confirmaba. Por la noche, el propio atleta dijo en su perfil de Instagram que no disputaría el relevo de 4x100. "Pienso que esto será el fin de mi participación de los Juegos de París".

Para saber más

"Me sentí disminuido", señaló, antes, en la zona mixta de Saint Denis, hecho que contrastaba con la forma en la que entró en la pista al ser anunciado por la megafonía. Saltó, gritó, pateó el número sobre los tacos de los que debía salir, en el centro de las calles. No daba la impresión de ser un atleta enfermo. En meta, acabó tercero, en 19.70, una gran marca, aunque lejos del oro, ganado por Letsile Tebogo, de Botswana, con 19.46. Lyles había corrido esta temporada en 19.31, su mejor marca de siempre, en los 'trials' estadounidenses.

El campeón del 200 ya había derrotado a Lyles en las semifinales, hecho que provocó las miradas del estadounidense. Entonces, nada se supo de su presunta disminución física por Covid u otra razón. Finalmente, en la noche del jueves al viernes la Federación de Atletismo de Estados Unidos afirmó que el positivo de Lyles se produjo el martes, 6 de agosto, día de las mencionadas semifinales. "Se pusieron en marcha todos los protocolos para dar seguridad a su salud, el bienestar de nuestro equipo y la seguridad de demás competidores", dice el comunicado del organismo.

Mascarilla en zonas comunes

Los protocolos permiten competir a deportistas con Covid, dado que la prueba, además, no implica contacto, pero es necesario usar mascarilla en las zonas comunes, como la cámara de llamadas, donde los atletas esperan todos juntos para saltar a la pista, o los transportes comunes. La Federación, sin embargo, afirma que respetó su voluntad de competir, al tiempo que insiste en que respeta todos los protocolos.

Lyles regresa a Estados Unidos, pues, como el campeón de 100, pero sin haber podido cumplir su objetivo de alcanzar tres oros. Llegó a insinuar la posibilidad también de correr el relevo de 4x400 y sumar cuatro. "En estos Juegos no he podio cumplir todos mis deseos pero los llevaré siempre en mi corazón", dijo en su Instagram para despedirse.

Lyles cae en 200, Llopis es cuarto en 110 vallas y Saint Denis vive su segundo récord, en 400 vallas

Lyles cae en 200, Llopis es cuarto en 110 vallas y Saint Denis vive su segundo récord, en 400 vallas

El 'show' de Noah Lyles fue el 'show' de la derrota. No hubo victoria en el 200, donde más seguro se sentía, sólo bronce, metal que no consuela a quien se siente un icono, como puede leerse en su pecho. Ni oro ni récord, un récord lejano, mucho menos que el de 400 vallas femenino, batido por su compatriota Sydney McLaughlin-Levrone (50.37), una atleta que agita la plusmarca en los últimos años con un dominio abrumador. Es el segundo récord en Saint Denis tras los 6,25 de Armand Duplantis en pértiga. Quique Llopis, por su parte, se quedó a un puesto del podio, al ser cuarto en 110 metros vallas.

La forma en la que Lyles saltó al tartán, al ser anunciado como una 'primadona', fue el de alguien que ya celebra lo que todavía no ha ganado. Saltaba como un poseso ante la mirada, incrédula, de sus rivales. En especial la de Letsile Tebogo, su némesis y vencedor de un 200 muy rápido. Después de acreditar el récord de África, con 19.46, el atleta de Botswana se fue del mismo modo que lo hizo en semifinales, sin acelerar su paso, sin gesticular a nadie, con un autocontrol que no había tenido el estadounidense. Lyles, tercero y tendido sobre el tartán, se preguntaba qué había pasado.

El 'show' como terapia

El 'show' es parte del personaje y parte del atleta. La incógnita es si correría mejor sin semejante hiperactuación en la pista o si es precisamente al contrario. Después de su victoria en los 100, Lyles confesó a través de uno de sus perfiles en redes sociales: «Tengo asma, alergias, dislexia, TDAH, ansiedad y depresión. Pero te diré que lo que tienes no define lo que puedes llegar a ser. ¿Por qué no tú!?» Palabras propias de un libro de autoayuda. No es la primera vez que el velocista se refiere a problemas de salud mental padecidos en el pasado, lo que le convertía en un personaje vulnerable, presa incluso del 'bullyng' de niño.

Se puede ser fuerte y rápido, y al mismo tiempo débil. «La pista era el lugar donde todos esos problemas desaparecían», ha confesado el norteamericano. La pista es, hoy, el lugar donde puede permitírselo todo, pero donde no siempre gana. Después del bronce de Tokio en 200, sabía que en París llegaba su momento. La victoria en el 100 le reafirmó, pero quizás le vació de energía o le desconcentró, porque la realidad es que estuvo lejos de los 19.31 que realizó en los 'trials'. Fue tercero, en 19.70.

Las carreras y las bravuconadas van, pues, en paralelo, como si Lyles necesitara reafirmarse en todas partes. Es su forma de combatir la inseguridad, por lo que a las grandes victorias le han seguido grandes confesiones, no únicamente en París. Después de ganar su primer título mundial de 200, en Doha en 2019, escribió en Twitter: «He empezado a tomar medicamentos antidepresivos y ha sido una de mis mejores decisiones en mucho tiempo. Desde entonces, he sido capaz de pensar sin matices oscuros en mente, sin aceptar que nada importa. Gracias a Dios existe la terapia psicológica». Hay que ver si las derrotas, como la sufrida en esta final ante el atleta africano, inspiran las mismas reflexiones.

El título de 100 pertenece en París a Lyles, pero la forma de caer en el 200 no colma todos sus deseos. Le queda el relevo de 4x100. Veremos cuáles son los efectos físicos y morales de esta derrota.

Todos los grandes 'sprinters' han preferido el 100, aunque las características de algunos se adaptaran mejor al doble hectómetro. Incluso al dueño de ambas plusmarcas, Usain Bolt, le ocurría. El jamaicano tenía piernas para haber dominado del 100 al 400, pero decidió no afrontar la vuelta completa para concentrarse en la velocidad pura, en las distancias del rey y en el glamour. Lo era todo, atleta, campeón y 'showman'. Lyles y su equipo de trabajo han preparado mucho el 200, pero en París no han podido materializar lo que ya dicen sus registros.

Tercero del ranking de 200

Es el tercer hombre de la historia en el ránking del doble hectómetro, por detrás de Bolt (19.19) y Yohan Blake (19.26), pero no ha entrado en el top ten del 100 ni siquiera con los 9.79 de París. Está a 12 centésimas del récord mundial en 200. En estos Juegos, sin embargo, se quedó a 51. En el caso del 100, el tiempo que le separa de la plusmarca mundial es mayor (21), también en posesión del jamaicano con 9.58. Casi el doble de tiempo en la mitad de distancia.

Lyles está lejos, pues, de hazañas como las de McLaughlin-Levrono, que ha batido por cuarta vez el récord de 400 vallas desde Tokio, en 2021. Lo hace como lo hacía Bolt, como querría hacerlo Lyles.

LA OPORTUNIDAD DE LLOPIS

El cuarto puesto de Llopis en los 110 metros vallas es un excelente resultado para este atleta, aunque deje el mal sabor de boca de quedarse a un puesto de las medallas. Las medallas podrían haber estado a su acceso si hubiera realizado su marca de este año (13.09), que es con la que se repartieron la plata y el bronce. El oro olímpico, en general, exige bajar de 13 segundos. Grant Holloway lo alcanzó con 12.99.

El valenciano, de 23 años, acabó en 13.20, tres centésimas más que en la semifinal, y admitió que "he acusado el esfuerzo de la semifinal", además de lamentar haberse quedado tan cerca de las medallas por puestos, aunque para ello debería haber realizado su mejor carrera de siempre. Su margen de mejora es importante, especialmente en los primeros apoyos. Centésimas que le pueden acercar al podio en una prueba con un excelente nivel en España.

La universalidad del atletismo

La universalidad del atletismo

Cuando Mykolas Alekna, el plusmarquista mundial (74,35 desde el pasado mes de abril), entró en el círculo de fuego para disputar la final de lanzamiento de disco, estaba intentando ganar el oro y, de paso, si cuadraba, batir el récord olímpico (69,89) en poder, desde los Juegos de Atenas 2004, de otro Alekna. Su padre, Virgilijus.

En el segundo tiro se produjo el parricidio, uno de los pocos que pueden encantar a la víctima y no producir sentimien

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María Pérez y Álvaro Martín, la intrahistoria de un “matrimonio” de oro: una vomitona, un cambio de zapatillas y el “respeto” para la marcha española

Actualizado Miércoles, 7 agosto 2024 - 22:49

El Puente de Jena era una marea de banderas rojigualdas. María intentó agarrar alguna de ellas cuando ya afrontaba los últimos pasos hacia la meta, pero no lo logró. Un caminar rítmico y grácil, inolvidable. Técnicamente perfectos, sin una sola sanción. Él y ella durante los 42,195 kilómetros, un pacense y una granadina que son "matrimonio ya", bromean, o por lo menos familia, los lazos de un oro olímpico sobre el Sena. En mitad de las explicacio

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Attaoui asombra, Llopis se exprime para llegar a la final de 110 vallas y Jordan Díaz se clasifica sin sudar

Attaoui asombra, Llopis se exprime para llegar a la final de 110 vallas y Jordan Díaz se clasifica sin sudar

«¡Aquí estoy yo!» Un grito para sí mismo y para quien quisiera escucharle cuando observó que la victoria era suya. No había medalla de por medio, no había siquiera final, pero ganar sienta bien, da confianza, y especialmente si es la primera vez. Mohamed Attaoui se lo repitió, como si se tratara de la terapia de un ganador, después de los nervios que había pasado en la cámara de llamadas. Ahí es donde muchos atletas pierden la carrera. Attaoui lo temía. Por eso necesitaba correr, soltarse. La semifinal de 800, una de las pruebas más caras del atletismo en París, le aguarda.

Ganar una primera serie puede no decir nada o puede decir muchas cosas. La que ganó Attaoui habla de este joven atleta, de 22 años, como un tipo que a la calidad añade ya las marcas y la ambición. Levantó el dedo en la meta como hacen los que no temen a los desafíos personales. Los retos empiezan por uno mismo. Acabó en 1.44.81 y con mucho margen. De hecho, es de más de dos segundos, una barbaridad en el 800, ya que esta temporada ha establecido un nuevo récord de España con 1.42.04. Se trata de la cuarta mejor marca internacional de un curso en el que los tres que han corrido más rápido que el español lo han hecho en menos de 1.42. Hasta 11 se encuentran por debajo de 1.43, hecho que aventura una semifinal y una final rapidísimas. Los que tienen esos tiempos en las piernas no quieren tráfico en las dos vueltas. Al diablo la estrategia. A correr sin trampas.

Ben, a la repesca

Attaoui, nacido en Marruecos pero español desde 2021, a pesar de que reside en Torrelavega desde los seis años, se ha convertido en meses en una de las opciones al podio del atletismo español en una prueba tan selectiva que, en las primeras series de calificación, envió a la nueva repesca a Adrián Ben, quinto en Tokio, y Elvin Josué Canales. El 800 va demasiado rápido.

Este inesperado as de la pista se añade al hispano-cubano Jordan Díaz, formado deportivamente en la isla y nacionalizado por Carta de Naturaleza en 2022, que sólo se dejó ver en la calificación de triple. Un salto basta para entrar en la final. No es necesario desgastarse más. Con 17,24 rebasó la distancia exigida para entrar en la final (17,10) y se fue para la Villa Olímpica, al igual que los que serán sus principales rivales en la final, Pedro Pichardo (17,44) y Zango Hughes (17,16). Todos se dejaron muchos centímetros en la tabla, hasta 22 Pichardo.

La final va a exigir superar los 18 metros, como sabe Jordan, que ya ha llevado hasta los 18,18 su marca y nuevo récord de España. A los 23 años, tiene tiempo para atacar el récord del mundo (18,29). La rivalidad que mantiene con Pichardo, otro cubano nacionalizado portugués, es un buen caldo de cultivo.

Jordan Díaz saltó con un vendaje en su pierna derecha, aunque ya lo ha llevado en otras competiciones. «Tenía que soltar la adrenalina y ya lo he hecho, después de una semana en la Villa sin competir. Me he sentido bien, en forma», dijo. El triplista y Attaoui son los dos ases con los que el atletismo español cuenta para llegar al podio en la pista de Saint Denis, que, ayer, rindió homenaje al dúo de oro de la marcha española en la entrega de medallas.

Asier Martínez, fuera de la final

Hay otros que, como Jordan Díaz, definieron su acceso a las finales, aunque sus opciones de subir al podio sean muy complicadas. Es el caso del vallista Quique Llopis, segundo en su semifinal con 13.17. No lo consiguió, en cambio, Asier Martínez, finalista en Tokio, pero que ha llegado a París tras una temporada complicada. Las vallas españolas, sin embargo, mantienen a un finalista, en la tradición que iniciaron Javier Moracho y Carlos Sala en Moscú'80 y Los Ángeles'84.

Yulenmis Aguilar, también cubana nacionalizada, estará en la final de jabalina, con el objetivo de lograr un diploma, y Thierry Ndikumwenayo fue recalificado para la final de 5.000 de tras prosperar la reclamación del equipo español tras una caída que le impidió terminar la carrera.

En la única final de la jornada con participación española, los 3.000 obstáculos, Dani Arce concluyó décimo, a dos puestos del diploma, en una prueba a un ritmo alto desde el principio y que dominó el marroquí El Bakkali, que repite oro olímpico y una gran tiempo de 8.06.05.