El miedo de Pogacar en el Tourmalet y otro récord imposible a su alcance: “El Tour me trae a los lugares donde peor lo he pasado. Estoy impaciente”

Actualizado Sábado, 19 julio 2025 - 23:02

"Gracias por no lanzar el ataque desde abajo. Cuando escuché lo de los tres minutos, pensé que no sería suficiente". Thymen Arensman acaba de lograr la victoria de su vida en Superbagnères, un corredor cinco estrellas que nunca cumplió todas las expectativas pero que ahora, sentado a la vera de Tadej Pogacar en el podio, le pide un selfie y le agradece su clemencia.

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La suficiencia del esloveno es tal que el Tour de Francia escapa de los Pirineos no cuestionándose quién lo ganará, más bien intentando colocar a Pogacar en la historia, especulando hasta dónde puede llegar, qué no podrá conseguir de lo que se proponga. Tras la enésima exhibición en la cronoescalada de Peyregudes del viernes, cuarto triunfo parcial en 13 etapas disputadas, L'Equipe directamente se preguntaba si el esloveno alcanzaría el récord de ocho en una misma edición logrado por Charles Pélissier en 1930, Freddy Maertens en 1976 y Eddy Merckx en el 70 y el 74.

El tríptico pirenaico, tres de tres (¿quién fue el último que ganó tres etapas seguidas de montaña?), era demasiado goloso, otro alarde más. A por él pudo acudir Pogacar, tan poderoso después cuando Jonas Vingegaard le probó -«esperaba que Tadej atacara en la última subida. Luego me di cuenta de que no era el caso. Así que decidí ir a por todas», admitió el danés-, cuando Arensman, bravísimo ganador después, afrontaba Superbagnères con tres minutos de diferencia y una paliza en sus piernas. Podría haber pedido un punto más a Marc Soler o gas a Jonathan Narváez, como en Hautacam, y haberse lanzado a otra gesta. Pero Pogacar esta vez optó por contradecir su instinto, por «defender el amarillo, por no atacar».

«Jonas ha estado realmente bien. En realidad, esperaba que atacara un poco antes», aseguró el esloveno, que amagó con el contraataque, pero se dio cuenta de que sus piernas no estaban esta vez para demasiadas fiestas. «Por eso he optado por controlar la etapa, mantenerme a su rueda y esperar al sprint final. Éste es probablemente el día de Pirineos en que le he visto más fuerte. Estoy seguro de que seguirá atacándome en los Alpes», anticipó.

Quizá también en su mente daban vueltas las reflexiones del día anterior, cuando fue cuestionado por eso de dejar algo a los demás, por la imagen que puede labrarse en un pelotón quien arrasa sin compasión. Y él razonó, como en otras ocasiones, que cómo iba a hacer eso a sus compañeros del UAE Emirates que se dejan la piel por él, que cómo no iba a pelear por un triunfo «si se presenta la oportunidad», y que eso de los amigos y los enemigos, cuando acabe su carrera, «probablemente ya no hable con el 99% del pelotón».

Pero el deporte profesional pocas veces entiende de magnanimidad y tipos como Miguel Indurain quedan pocos. Lo de ayer desde Pau fue cuestión más de precaución. «De mantenerse seguros. Estábamos asustados cuando bajábamos el Tourmalet con la niebla cerrada. Apenas se veía la carretera, 20 metros delante...», confesaba Tadej, que se acercó con honor y cariño a tender la mano al vencedor Arensman cuando el neerlandés estaba tendido en el asfalto completamente exhausto. «No he venido a hacer enemigos...». Y realmente no se percibe en el pelotón ningún síntoma de odio contra quien lo domina.

Pogacar, por delante de Vingegaard en Superbagnères.

Pogacar, por delante de Vingegaard en Superbagnères.Thibault CamusAP

Pogacar, pese a la tregua del sábado y la que el domingo camino de Carcassone también se dará, seguirá teniendo oportunidades de ampliar su palmarés de victorias parciales mientras asegura su cuarto Tour (ya aventaja a Vingegaard en 4:13). La próxima, que sería la quinta (el año pasado estableció su récord, con seis, las tres últimas seguidas), será el martes en Mont Ventoux, cima mítica, etapa monopuerto ideal para un ataque definitivo. Allí pusieron su nombre Bobet, Charly Gaul, Poulidor, Julio Jiménez, Merckx, Thevenet, Pantani, Froome... Apetecible. Y todavía con dos de alta montaña por delante en los Alpes (la venganza de La Loze...) y la última en París, que este año introduce la novedad de Montmartre que seguramente eliminará a los sprinters. "Parece que este año el Tour ha querido traerme a los lugares donde peor lo he pasado. Hautacam, el Ventoux, el Col de la Loze, donde exploté en 2022. Son tres puertos que me gustan y estoy impaciente por volver a subirlos", amenaza.

Pogacar amontona ya 21 victorias de etapa en el Tour, algo que a su edad, 26 años, sólo habían logrado Merckxs y el velocista Mark Cavendish, y 30 en grandes vueltas (el Caníbal sumó 64 en toda su carrera). Y se le intuye tanta cuerda que, cuando ayer le preguntaron en la televisión francesa por la candidatura de su país, Eslovenia, de acoger la salida del Tour de 2029, cuando él ya tenga 30, se mostró realmente ilusionado. . "Siempre he tenido un poco de envidia de los ciclistas franceses que pasan por sus pueblos o ciudades de origen. Espero que en 2029 todavía esté en la bicicleta, al inicio de ese Tour. Sería un sueño", expresó.

Pogacar da tregua, aguanta los ataques de Vingegaard y Arensman pone su sello en Superbagnères

Actualizado Sábado, 19 julio 2025 - 17:30

La noticia en Superbagnères, donde el Tour regresaba 39 años después, -memorias de aquellas batallas ya a color, con Hinault, Lemond y Fignon como protagonistas; del último triunfo, el de Robert Millar en 1989 por delante de Perico Delgado...-, es que Tadej Pogacar no ganó. Concedió tregua el tirano del Tour, permitió el UAE una fuga, de la que el más fuerte y el más bravo, Thymen Arensman, se llevó un triunfo bajo la niebla de los que queda para siempre. [Narración y clasificaciones]

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El líder se limitó a observar esta vez, a ignorar su hambre voraz, a poner pausa a la historia, a apenas marcar con una suficiencia demoledora los intentos de Jonas Vingegaard. El danés, inquieto en la calma de los favoritos, olvidó humillaciones previas y lo probó justo en el momento que cruzaba por debajo de la pancarta de cuatro kilómetros para la cima, con no demasiado que perder. Consiguió marcharse en pareja con Pogacar y se respetaron, apenas un par de acelerones cada uno, el último, con el que el esloveno le rebasó en meta para otro bocadito a su ventaja en la general, que ya se dispara a 4:13.

Por detrás de ellos, no demasiado lejos, Felix Gall y un Florian Lipowitz que asalta el podio por méritos propios y también por el abandono de Remco Evenepoel en las primeras rampas del Tourmalet, la otra noticia del día. Carlos Rodríguez, que ayudó a su compañero en la escapada y que se mostró combativo toda la jornada, asciende al Top 10, objetivo de mínimos, y recupera sensaciones, más importante.

En el tercer día en los Pirineos se marchó el sol y llegó el otoño, niebla y llovizna para refrescar el ambiente y hacer los descensos cautelosos. El sábado venía marcado por los dos recitales previos de Pogacar, dos mazazos que dejaron al Tour boquiabierto. Y por sus palabras tras la crono en Peyragudes, cuando fue cuestionado por su carácter insaciable, tres etapas ya en su zurrón en la presente edición. Algo así como no estoy aquí para hacer amigos en el pelotón: "Esto es el Tour. No puedes aflojar si se te presenta una oportunidad de pelear por un triunfo de etapa. Nunca sabes cuándo va a ser tu último", aseguró, poniendo en valor el trabajo de su equipo.

Pogacar, al llegar a la cima.

Pogacar, al llegar a la cima.MARCO BERTORELLOAFP

Desde la salida de Pau se intuía oportunidad para la fuga, para escaladores, y a ello se afanaban en el bus del Movistar por la mañana, conscientes de que la actuación de su líder Enric Mas necesitaba mostrar algo más. Atentos estuvieron de inicio, con hasta cinco hombres en los primeros vaivenes, los que ya no resistió Evenepoel, los que acabaron también con Skeljmose tras una caída.

Y tres Movistar, Einer Rubio, Muhlberger y el propio Mas estaban en la escapada que hizo camino, donde también buscaba puntos para la Montaña el bravo Lenny Martinez (puso su nombre en solitario en la cumbre del Tourmalet), pero también Sepp Kuss y Simon Yates por el Visma y Arensman y Carlos Rodríguez por el Ineos. Sin embargo, pronto el balear confirmó que no está para demasiado.

Fue en el Peyresourde donde Arensman, en cuyo palmarés lucía la etapa en la Vuelta de 2022 en Sierra Nevada, inició su ofensiva. La que le iba a llevar a la gloria, un fuori classe que nunca mostró en las generales lo que prometía. Su esfuerzo desde ahí hasta la estación de esquí de Superbagnères fue extraordinario, manteniendo las distancias con un grupo de favoritos en calma, con el ritmo de Marc Soler primero y Narvaez y Adam Yates después, hasta que Vingegaard intentó lo que parece imposible. Le honra, al menos.

Remco Evenepoel abandona en el Tourmalet y abre la lucha por el podio

Actualizado Sábado, 19 julio 2025 - 14:51

Las sensaciones para el campeón olímpico no podían ser peores. Se había chocado Remco Evenepoel con los Pirineos como si fueran un muro. El jueves, camino de Hautacam, ya perdió comba en las primeras rampas del Soulor. En la cronoescalada del viernes en Peyragudes fue incluso doblado por Jonas Vingegaard. Llegó desencajado. El sábado, bajo la lluvia fina y la lluvia de las primeras rampas del Tourmalet, el belga ha dicho basta.

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Tercero en la pasada edición en su debut en el Tour y claro aspirante a escoltar a Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard en el podio de París de nuevo, Remco se ha retirado después de sus malísimas prestaciones. "No he tenido las piernas que hubiera querido. Todo ha ido bien en la parte llana pero, después de tres o cuatro minutos de subida, me he sentido vacío. No encuentro explicación", adelantaba en el altiplano de Peyragudes tras una horrible contrarreloj en la que perdió casi tres minutos con Pogacar.

Tras la salida de Pau, el belga, que se marcha de su segundo Tour con la victoria parcial en la crono de Caen (en la que aventajó a Pogacar en 16 segundos), perdió comba con el pelotón principal, donde ya se desataban las escaramuzas. Acompañado en primera instancia por su compañero en el Soudal Pascal Eenkhoorn, pronto se quedó en solitario y decidió bajarse de la bici después de un bonito gesto entregándole su bidón a un pequeño aficionado.

Dice adiós marchando tercero en la general y como líder de la clasificación de jóvenes. Un puesto de honor en el podio para el que ahora se abre la lista de aspirantes. Desde el poderoso Florian Lipowitz a su compañero Primoz Roglic, que mostró ya muy buenas sensaciones en Peyragudes. Vauquelin y Onley están también muy bien situados. Mucho mejor que cualquier español, pues tanto Carlos Rodríguez como Enric Más parecen más centrados ya en buscar una victoria de etapa. Los primeros kilómetros de la tercera etapa alpina también dejaron el abandono de otro de los mejores escaladores. Mathias Skeljmose dijo adiós tras una caída.

Sin cabra, sin cinta en el manillar, sin bidón, sin pinganillo y con la bici negra: los detalles “cómodos” con los que Pogacar arrasó en la cronoescalada de Peyragudes

Actualizado Viernes, 18 julio 2025 - 23:15

«Era la gran decisión, con qué bici empezar», expone Tadej Pogacar en el altiplano de Peyragudes, mientras sacude en el rodillo el ácido láctico de sus piernas, que han realizado un esfuerzo como si de un test se tratara, 23 minutos clavados desde el lago de Loudenvielle, 10,9 kilómetros a una velocidad de 28,4 por hora, lo impensable para cualquier mortal. Habla el tirano del Tour de los detalles de su enésima exhibición (el cuarto triunfo ya en lo que va de carrera), basada esta vez en el puro sacrificio sin más estrategias, alejado de alardes técnicos y hasta de consejos de pinganillo que le pudieran despistar de lo único que le preocupaba: «Ir a tope desde el principio hasta el final».

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La gran decisión era cómo afrontar una cronoescalada en la que, tras unos primeros metros de terreno menos áspero, después de girar a la derecha en el pueblo de Estarvielle, se afrontaba un infierno, coronado por un muro rectilíneo e interminable de asfalto negro y rampas del 16% donde tantos hacían zigzag en una crono que apenas 'disputaron' un puñado de corredores. Tadej optó por lo más simple, su Colnago aerodinámica de siempre, con el característico manillar en forma de Y. Y con doble plato. A diferencia de Vingegaard, Evenepoel, Roglic o Lipowitz, no uso la cabra de contrarreloj. El danés incluso llevó el llamativo casco aero. Dio igual, en el primer punto intermedio, situado en Escadaoux, el único relativamente llano, ya marcaba el mejor tiempo el líder.

«Competimos todo el año con este tipo de bicicleta. Hicimos nuestros cálculos. Quería ir más cómodo y fue la decisión correcta. Salí sin auriculares porque la táctica era sencilla. Podía ver los tiempos en los puntos intermedios de las pancartas. Desde el primero, vi la luz verde y los cinco segundos de ventaja, lo que me dio impulso. Abrí un hueco y mantuve un buen ritmo hasta el final», explicó con detalle lo que por la mañana se gestaba en el autobus del UAE Emirates. «Siempre tenemos un plan, pero no siempre sale. Bueno, con Tadej sale más veces de lo habitual», bromeaba a esas horas de calma su director Josean Fernández Matxin.

El ejercicio de Pogacar fue de una precisión exquisita, incrementando paulatinamente su distancia con Vingegaard hasta los 36 segundos finales que ya le dan un colchón de más de cuatro minutos antes de la etapa de hoy, una de las reinas de este Tour, entre Pau y Superbagneres (con el Tourmalet a la mitad). En la última cuesta, mientras Jonas se motivaba doblando a un Evenepoel que padeció muchísimo, incluso problemas mecánicos, Tadej reconoció que «casi» explota. Explorar los límites.

Pogacar, durante la cronoescalada.

Pogacar, durante la cronoescalada.Mosa'ab ElshamyAP

Sí hubo otros detalles que llamaron la atención en el esloveno. Por ejemplo, no llevaba bidón en su bicicleta (ni siquiera soportes para ello). Es decir, no le iba a hacer falta beber en el tiempo transcurrido, pese al calor reinante en los Pirineos, algo menos ayer que en la jornada previa. Tampoco había pintura amarilla en su montura, habitual cuando es la bici del líder. Reinaba el negro: cualquier gramo de más sobra para escalar. Incluso Pogacar fue sin cinta en su manillar, algo que se había visto pocas veces. «Llevaba pensando en esta contrarreloj desde diciembre; quería que todo saliera perfecto. Y en el último momento, el equipo lo gestionó todo a la perfección», concedió sobre la exhaustiva preparación.

Fueron 36 segundos al final con Vingegaard, una distancia asumible si no hubiera sido por lo sucedido el jueves en Hautacam. El danés, que guardó absoluto silencio ese día, sí que reflexionó ayer. Y se mostró más esperanzado sobre su rendimiento de lo que cabría pensar. «El jueves fue un día realmente decepcionante. Esperaba más, pero al final me quedé sin fuerzas, estaba vacío. Fue una de mis peores actuaciones. Hoy (por ayer) una de las mejores. Es bueno reaccionar así. Hice todo lo que pude», concedió. Y habló sobre que "todo ha vuelto a la normalidad», de que «el Tour está lejos de terminar» y de que seguirá intentándolo. «No he perdido la fe en mí mismo. Sigo creyendo en nivel. Todo el equipo está muy fuerte, solo tenemos que demostrarlo en los próximos días», concluyó.

De asombro en asombro, Pogacar vuelve a exhibirse en la cronoescalada de Peyragudes

Actualizado Viernes, 18 julio 2025 - 17:43

Bordeando el precioso lago de Genos-Loudenvielle, hace tres años marchaban a una velocidad que cuesta asimilar Pogacar y Vingegaard, que desde entonces no han dejado de escribir capítulos en su rivalidad. Se siguen persiguiendo y se perseguían entonces, el danés a rueda, pues tenía su primer Tour a tiro y al día siguiente en Hautacam lo iba a sentenciar. Y que no se iba a despegar del esloveno hasta la cima de Peyragudes. [Narración y clasificaciones]

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Mismos escenarios, días cambiados, rivalidad del revés. Ahí donde volvió a exhibirse este viernes Tadej, esta vez sin brazos arriba, apenas el puño derecho apretado con rabia, como los dientes en esa lucha contra el crono en la que también es el rey. De amarillo, aventajó en otros 36 segundos a Jonas, en 1:20 a Roglic, en 2:39 a un desesperado Evenepoel y en otra barbaridad al resto de los mortales. Otro paso más hacia lo que parece una evidencia, su cuarto Tour de Francia.

Pasa el tiempo, cambian los escenarios y las tendencias, se acumulan afrentas y se desatan revanchas. De aquellos días de derrotas en los Pirineos, aunque en el altiplano venciera entonces Tadej, a estos de plenitud y dominio. De cuentas saldadas. Aún con el regusto a épica de la jornada anterior en Hautacam, la cronoescalada puso todavía más distancia entre ambos. Otra pequeña gran afrenta en la moral ya torturada de Jonas, quien no intuye resquicio por donde inquietar al todopoderoso Pogacar.

Por esas laderas que son territorio en invierno del esquí y en verano de los descensos vertiginosos en longboard, Pogacar desató de nuevo su tormenta. Como si nunca tuviera suficiente. Su victoria 21 en el Tour, la 30 en grandes vueltas (Merckxs sumó 64 en toda su carrera), a los 26 años. Cuatro ya en la presente edición que tiraniza, aunque aún sienta dolor en las quemaduras de su brazo izquierdo, en el golpetazo en la cadera tras la caída de Toulouse sólo 48 horas antes.

Hasta en el muro final, esa pared infernal que remata a los que antes no han calculado bien y hacen zigzag en la rampa recta de asfalto negro, como una escena de terror, al 16%, terreno agreste y desértico donde los aficionados aguardan a los héroes. Hasta ahí, donde los demás se retuercen, el amarillo de Tadej reluce, como si hiciera guiños al sol, a más de 1.800 metros de altitud. Y pedalea con alegría y rabia, consciente de que va a volver a ganar.

En 10,9 kilómetros aventaja a Vingegaard, que salió con cabra de contrarreloj y remató un gran final persiguiendo para doblar a Remco, en 36 segundos. No hay muchas batallas entre ellos en cronoescaladas puras como referencia. Hace cinco años el danés aún no compareció en el Tour cuando Tadej lo reventó en La Planche des Belles Filles. Sí en 2023 en Combloux, otra historia, una exhibición como no se recuerda, 1:38 de ventaja para Jonas en poco más de 22 kilómetros.

La contrarreloj apenas la disputaron los 30-40 mejores de la general. Luke Plapp había sido la referencia, todos lejos de él. Roglic fue la sorpresa y Lipowitz, que ya amenaza el podio de Evenepoel, volvió a rendir a gran nivel. Los españoles cumplieron algo mejor que en las jornadas previas. Con Carlos Rodríguez 13º, Enric Mas 15º y Cristián Rodríguez 18º.

Pogacar y otro capítulo en Hautacam para su leyenda, entre la venganza y el homenaje al fallecido Samuele: “Pensaba en él durante el último kilómetro”

Actualizado Jueves, 17 julio 2025 - 22:44

Cuando todavía faltaban dos kilómetros para poner su nombre para siempre estación de esquí de Hautacam, en tal nivel de esfuerzo que hasta el pinganillo le sobraba, Tadej Pogacar intuyó un elemento extraño en la moto de televisión que marchaba justo a su lado, intentando captar cualquier detalle de su rostro sufriente. Mientras encaminaba su cuarto Tour de Francia, mientras firmaba la enésima exhibición de su ya inigualable carrera, el esloveno tuvo a bien advertir al cámara de que llevaba enganchado un cartón en su rueda trasera.

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Fue la anécdota surrealista de una jornada de ciclismo para el recuerdo. Otra más. Porque en la mente de Tadej durante el sacrificio, durante el pedaleo sin tregua con el que destrozaba a su rival Jonas Vingegaard, iba un pensamiento más profundo, el dolor por el compañero caído, la dedicatoria al cielo que acogió a Samuele Privitera, el joven ciclista italiano fallecido el día anterior tras un accidente durante la disputa del Giro del Valle de Aosta sub-23. «Esta etapa es para Samuele y para toda su familia. Esta mañana fue muy duro enterarme de lo sucedido. Pensaba en él durante el último kilómetro, en lo duro que puede ser este deporte», pronunció emocionado.

También, cómo no, en su ataque sin preludios, en su acelerón brutal nada más arrancar ese puerto que inauguró Luc Leblanc para el Tour en 1994, coronando el recital de Miguel Indurain, estaba el ánimo de venganza. Son esas cerillas las que encienden a los campeones, las postales que cuelgan en sus habitaciones para no olvidar lo padecido. «Todo el mundo me decía que era la hora de la revancha y blablabla». En estas mismas rampas, tan soleadas como entonces, hace tres años fue torturado por el Visma y por el propio Vingegaard, que ayer sólo podía admitir la inferioridad en palabras de su director Grischa Niermann:«Creo que Jonas se sintió bien, pero en la última subida, Tadej fue claramente el mejor. Teníamos una estrategia y vimos a Matteo abandonar [Jorgenson, con problemas toda la etapa, acabó perdiendo más de 10 minutos]. No fue lo que esperábamos, pero Jonas sigue siendo el mejor de los demás». Aquí el danés había sentenciado aquel Tour inolvidable, labrado colectivamente en el Granon, ante un Pogacar que lo intentó una y otra vez hasta quedarse sin fuerzas. «Cuando nos acercamos a la subida final, era el mundo al revés respecto a 2022. Volvía a haber un belga en cabeza, pero esta vez no era Wout van Aert sino Tim [Wellens] y era nuestro equipo quien marcaba el ritmo. Ha sido un día muy, muy duro y yo también tenía el 2022 un poco en la cabeza... pero nos ha tocado el lado feliz de la historia. Hemos hecho un gran trabajo con el equipo y estoy muy contento de ganar aquí y de sacar tiempo a mis rivales», se congratulaba el esloveno, que por supuesto recuperó el amarillo tras el temprano desfallecimiento de Ben Healy.

Pogacar celebra su victoria en Hautacam.

Pogacar celebra su victoria en Hautacam.POOL LUCA BETTINIMUNDO

Y por último está el acicate de las heridas, de la mala noche por los rasguños de la caída llegando a Toulouse. Pogacar lucía hematomas por dentro y por fuera, un aparatoso vendaje en su brazo izquierdo. Que no le impidió volar por los Pirineos. «Nunca se sabe cómo reacciona el cuerpo después de una caída, pero ésta no ha sido tan grave. Sólo siento el dolor cadera si hago estiramientos acrobáticos, pero con el dorsal puesto me limito a pedalear. El Tour no ha terminado», resumió, avisando de la cronoescalada de hoy en Peyragudes y del etapón del sábado con final en Superbagnéres, Tourmalet incluido.

Pogacar saludó a Emmanuel Macron y habló algo cansado en sala de prensa después, donde reconoció que se encuentra en el "mejor momento de su carrera", un pico que intentará alargar lo máximo posible. Durante la etapa había tidado de intuición, agazapado entre los miles de movimientos que hubo entre Soulor y Borderes, desatando su furia lanzado por Narváez en Hautacam. Lo ascendió a 20'6 kilómetros por hora, para completarlo en 35:08, lejos eso sí del mejor registro -el del dopado Bjarne Riis en 1996 (34:40)-, pero más de dos minutos y medio mejor que su ascensión de hace tres años (Vingegaard lo hizo esta vez 56 segundos peor). Su victoria es además única por otro motivo: nunca había completado una etapa de una gran vuelta con una ventaja tan amplia sobre el segundo.

Pogacar dinamita el Tour en Hautacam

Actualizado Jueves, 17 julio 2025 - 18:04

Tantas veces las afrentas pasadas son acicates. Hautacam estaba marcado a fuego en la lista de cuentas por saldar de Tadej Pogacar, aquel querer y no poder en el Tour de 2022 para acabar rindiéndose ante Jonas Vingegaard. Como si esas nubes negras y el dolor de las abrasiones de la caída de Toulouse del día anterior fueran gasolina, el esloveno despejó todas las dudas en las primeras rampas del coloso pirenaico. Nada quiso saber de nadie. Su compañero Jonathan Narváez le lanzó como si de un sprinter se tratara y para la cima se fue en solitario, para su enésima exhibición, un despliegue bestial, un golpe a la moral de todos, su cuarto Tour encaminado, pues distanció en más de dos minutos a su rival danés, que ya está a 3:31 en la general. [Narración y clasificaciones]

Alzó los brazos con rabia, con rostros de esfuerzo máximo, la grandeza de un ciclista único que no sabe de estrategias. Tadej sólo entiende de ciclismo ofensivo, de tumbar a su rival como si de un combate de boxeo se tratara. El ring eran los Pirineos y el calor el artista invitado. Todo lo antes, el Soulor que pareció una escabechina temprana, fue un preludio de la obra maestra. Esta vez no le falló el equipo a Pogacar, pero tampoco lo hubiera necesitado.

Lipowitz fue el tercero de los mortales, muy cerca de Vingegaard. Por detrás, diferencias de otra época, de ciclismo en blanco y negro, de escaladores de leyenda. Pogacar honra su deporte.

En la salida de Auch, ya mañana soleada y una pequeña y dura cuesta desde los autobuses de los equipos hasta la zona de firmas, como para abrir boca, Pogi era el centro de todas las atenciones. Lucía un vendaje en su brazo izquierdo y cara de póquer. Dormir con semejantes quemaduras por todo el cuerpo siempre es un incordio. Él y Vingegaard, también como anticipando lo que vendría después, acudieron juntos hacia la presentación.

Escapada

La alta montaña, el primer contacto mezclado con el intenso sopor, fue como un bofetón para los ciclistas. En las primeras rampas del Soulor, que se ascendía por la vertiente de Ferrieres, ya todo era un rosario de sufrientes, incapaces de seguir la rueda del rival. En el grupo de 50 que marchó de inicio por delante, entre ellos Carlos Rodríguez, el Ineos apostó fortísimo. El ritmo de Axel Laurence pronto adelgazó la escapada, pero en un momento ya tampoco había ningún compañero: coronó Woods el primero, seguido de un grupito con Skejlmose, Einer Rubio, Storer y Armirail.

Más llamativo era lo que sucedía por detrás, entre los favoritos. El primero en tirar la toalla fue Remco Evenepoel, de nuevo incapaz de rendir en la exigencia de las rampas duras, aunque iba a saber dosificarse con mucha inteligencia ('sólo' acabaría perdiendo 3:31). También Enric Mas pronto firmó su tragedia, la de cada año. Incluso el líder Ben Healy (crisis total) se fundía al intentar seguir el ritmo de los Visma, primero Campenaerts, luego Benoot y después Kuss.

Sin embargo, al equipo de Vingegaard la táctica le saltó por los aires cuando su comodín Matteo Jorgenson se vio en problemas. Ahí tuvo que amainar la tormenta y calmar el ritmo. Fue como un golpe de calma repentino para todos. Que incluso se mantuvo en el siguiente puerto, el preludio de Hautacam, cuando hasta Remco se acercó para enlazar después en la larga bajada.

Al comienzo de Hautacam, la estación de esquí que Luc Leblanc inauguró para el Tour, seguido de Miguel Indurain, en 1994, ya todo lo anterior daba igual. Wellens había puesto el ritmo y Narvaez dio el acelerón. Vingegaard esta vez no hizo ni amago de seguir el pedaleo de poder de Pogacar, que fue aumentando poco a poco su distancia hasta la meta. Un cabalgar celestial, otra de sus tardes para el recuerdo.

Lenny Martinez, el nieto del “francés de Burgos” que aspira a emular a su abuelo Mariano con el ‘maillot’ de la Montaña: “Se sentirá orgulloso de mí”

Actualizado Miércoles, 16 julio 2025 - 22:11

El árbol genealógico de Lenny Martinez (Cannes, Francia, 2003) esconde un apasionante repaso por los últimos años de la historia del ciclismo francés. Estirpe de pequeños escaladores. Su abuelo, su padre, su tío fueron ciclistas profesionales, pero hasta los hermanos de su abuela disputaban carreras. Con su maillot de puntos rojos que atrapó en los puertos encadenados del lunes por el Macizo Central, se ha propuesto una misión, honrar a Mariano, el «francés de Burgos», el escalador con gafas ganador de la Montaña en el Tour de 1978.

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Porque todo se remonta a Burgos, a los 60, a la emigración. Cuando tenía cinco años, la familia Martínez, que ya perdió el acentos en el apellido, puso rumbo a la Borgoña en busca de trabajo y oportunidades y en Nevers crecieron los pequeños Martín y Mariano, que encontraron la pasión en una bici que su padre guardaba pero que tampoco les dejaba usar. «A los 20 años ya había sido campeón de Francia júnior, pero trabajaba en la cadena de montaje de la fábrica de Fiat, reconstruyendo motores de camiones», rememoraba Mariano, todavía con el palmarés más lustroso de toda la saga, que a los 15 ya tenía la nacionalidad francesa, aunque siempre le iban a llamar «el francés de Burgos».

Martín llegó a ganar una etapa en la Vuelta del 74, pero Mariano, dos años más pequeño, fue mucho más allá. En el 78 conquistó la clasificación de la Montaña en el primer Tour de Bernard Hinault, aunque, curiosamente, él siempre pensó que no lo mereció, pues hubo varias irregularidades que acabaron por expulsar de la carrera a Michel Pollentier y Antoine Gutiérrez. Ese mismo Tour levantó los brazos en Pla d'Adet, su primer triunfo de etapa en la Grande Boucle, ya con 30 años. Dos después lo repitió en Morzine. También fue bronce en el Mundial del 74, donde compartió podio en Montreal con Merckx y Poulidor, nada menos. Y fue sexto en la general del Tour del 72, el cuarto de Merckx, uno de los logros que más valora.

A sus 78 años, desde su casa de Garchizy, sigue sin perder detalle a las andanzas de su nieto, como antes lo hizo con sus hijos Miguel, que disputó el Tour de 2002 con el Mapei y triunfó principalmente en el mountain bike, donde fue campeón olímpico en Sydney y del mundo, y Yannick. «Hablábamos de ciclismo constantemente y Lenny estaba harto de pequeño. No le gustaba. ¡Es un maldito Martinez! El hijo del profesor no puede ser el último de la clase», recordaba Mariano en L'Équipe.

«Es meticuloso y aprende muy rápido»

El pequeño Lenny, predestinado, se crio con su madre en Cannes y de niño no optó precisamente por la bici. Lo que le gustaban eran las volteretas en los edificios industriales en ruinas y practicando Urbex se rompió dos veces la clavícula. «Al final, lo inscribimos en una carrera, sin darle instrucciones, y ganó. Desde entonces, sólo ha mejorado. Es meticuloso y aprende muy rápido», contaba el abuelo. Fue cuando se trasladó con su familia paterna a Borgoña cuando el ciclismo le acabó conquistando.

Y, con sus 168 centímetros y poco más de 50 kilos de inquieto grimpeur no tardó en despuntar. Tras dar el salto al profesionalismo con el Groupama, ganó la clásica del Mont Ventoux. Y con poco más de 20 años debutó en la Vuelta, donde se convirtió en el líder más joven de la historia, arrebatando el honor nada menos que a Miguel Indurain. Puso su sello precoz en el Observatorio de Javalambre, donde sólo Sepp Kuss llegó por delante de Lenny.

Lenny Martinez, con el maillot de la Montaña del Tour.

Lenny Martinez, con el maillot de la Montaña del Tour.MARTIN DIVISEKEFE

Tras un 2024 en el que debutó en el Tour, el Bahrein le firmó un jugoso contrato y los éxitos no han tardado en llegar. Su temporada incluye ya tres triunfos parciales brillantes en París-Niza, Tour de Romandía (quedó, además, segundo de la general) y Dauphiné. Y ahora, la Grande Boucle le aguarda en sus montañas, donde lucirá el polka dot con pretensión de conservarlo hasta París (el último francés en lograrlo fue Romain Bardet, en el 2019), como Mariano en 1978.

«Me resulta raro llevar este maillot que mi abuelo ganó hace tanto tiempo... Se sentirá orgulloso de mí», admitía en Le Mont-Dore, donde resultó llamativo verle tirando de Pogacar y Vingegaard en los últimos metros de la etapa «sólo fue porque quería terminar entre los 10 primeros de la etapa». Hoy, en los Pirineos seguirá buscando puntos para honrar a Mariano: "La etapa es larga y las subidas están dispuestas en la parte final, pero aun así voy a intentar meterme en la escapada. Procuraré no quemarme en los primeros repechos. Necesito sumar el máximo de puntos para conservar este maillot el mayor tiempo posible. Lo haré lo mejor que pueda, y si un día estoy en condiciones de ganar la etapa, por supuesto que iré a por ella".

Pogacar cae, el Visma frena y Abrahamsen se lleva otra etapa loca en Toulouse

Actualizado Miércoles, 16 julio 2025 - 17:44

Llegando a Toulouse, a falta de seis kilómetros (fuera de la zona protegida), los nervios desatados por los desconcertantes aguijonazos de Vingegaard y Jorgenson en el muro de Pech David y sus rampas del 20%, Tadej Pogacar saliendo en primera persona a falta de compañeros por la labor, un despiste, un toque de ruedas, un rival que se cruza, y el esloveno al suelo. De pronto, unos segundos de alarma total. Se levanta, se sacude los rasguños, recompone su bicicleta y vuelve a la carrera. Un Tour en un fogonazo. El Visma, tan agresivo un rato antes, levanta el pie y respeta a su rival, que no tarda en volver. [Narración y clasificaciones]

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Habrá que valorar el golpe y cómo Pogacar se lame las heridas, que llegan justo antes de la hora de la verdad, de bajar a los Pirineos, de tres etapas para despejar dudas. En una etapa que fue de todo menos de transición, el triunfo fue para el noruego Jonas Abrahamsen, que culminó una maratoniana fuga desde las mismas calles que le vieron alzar los brazos un rato después, en la etapa de su vida, en un poderoso sprint contra Mauro Schmid.

Ellos fueron los más fuertes de los que resistieron. Ellos fueron capaces incluso de no flaquear y ceder ante el empuje de Van der Poel, que acudía desde atrás como un lobo, otra vez a las puertas de la proeza.

Antes de la primera hora de la verdad del Tour, de la llegada a los Pirineos y un tríptico para empezar a poner claridad en la general, la etapa de Toulouse, enclave clásico con hasta 28 metas (entre ellas la de 2003, con victoria de José Antonio Flecha), se antojaba un impás de calma o bien para la escapada o hasta para los sprinters que lograran esquivar la única trampa del trazado, los 800 metros de la Cota de Pech David, tan empinada que por momentos pasa del 20% de desnivel.

Y, sin embargo, como si el día de descanso hubiera insuflado de energías al pelotón o el calor hubiera trastornado sus pensamientos, todo resultó un bendito caos desde la salida en el Estadio del Toulouse. Como todos aventuraban allí, la escapada pronto logró formarse con cinco rodadores de nivel (Schmid, Ballerini, Abrahamsen y después Fred Wright y Burgaudeau), pero por detrás hubo un zafarrancho permanente.

Van Aert no paró quieto ni un momento. Se formaban grupos y subgrupos, en un caos permanente. Y hasta hubo un instante que el propio Jonas Vingegaard pegó un acelerón en el llano al que tuvo que responder el líder en persona, un Ben Healy que de no ser por el amarillo hubiera gozado en la batalla. Pogacar y el resto llegaron un rato después y justo entonces, con poco más de 50 kilómetros ya a la meta, se estabilizó la carrera, con otro quinteto de renombre por detras (Van Aert, Van der Poel, Simmons, Laurence y De Lie). El Movistar volvió a llegar tarde: cuando reaccionó con Oliveira ya no había nada que hacer para alcanzar a los fugados.

Los dos grupos se mantuvieron kilómetros y kilómetros con 20 segundos de diferencia. En las dos últimas cotas, Abrahamsen y Schmidt se compenetraron, se reivindicaron y se jugaron un bonito y merecido triunfo. Pero la noticia estaba por detrás, en el susto de Tadej, en el gesto deportivo de sus más enconados rivales, que no quisieron sacar tajada de la desgracias ajena.

El ‘hipster’ Ben Healy, el inclasificable líder del Tour que se nacionalizó irlandés por sus abuelos

Actualizado Martes, 15 julio 2025 - 22:17

En las pedaladas desacompasadas de Ben Healy (Birmingham, Gran Bretaña, 2000) no se intuye rastro de eso que en el ciclismo se llama clase. No resulta agradable verle avanzar, casi siempre agarrado a las manetas superiores del freno y con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha. Pero, más allá de la estética, lo del nuevo líder del Tour de Francia, un pequeño irlandés con pelo largo, barba y pendientes, se veía venir.

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Desde incluso antes de llegar al profesionalismo en 2022, era famoso por sus locuras. Por intentar escaparse lo antes posible y, a poder ser, sin compañía. Con 18 años, Healy se convirtió en el ganador más joven de una etapa del prestigioso Tour del Porvenir. En solitario, claro. Como no había ningún equipo irlandés en la carrera de 2019, Healy y su compatriota Daragh O'Mahony fueron seleccionados para un combinado UCI junto a un peruano, un marroquí y dos corredores de la República Checa. Un año después, volvió a sorprender al mundo proclamándose campeón de Irlanda por delante de Nicolas Roche.

A Healy, puro carisma, el ciclismo le viene por su padre Bryan, que tampoco nació en Irlanda. Cuando era adolescente y ya comenzaba a despuntar en el equipo Wiggins, Ben decidió obtener la ciudadanía del país de sus abuelos paternos -que habían llegado a Londres desde Cork por motivos laborales en los 60-, donde veraneaba de niño. «Sentí que fue una buena decisión y, siendo sincero, al principio fue por las oportunidades, pero la conexión familiar estaba ahí, y ahora me siento realmente parte de Irlanda. Esa parte de la familia también está orgullosa de lo que he hecho. Vuelvo de vez en cuando, pero no tan a menudo por las carreras», reconocía recientemente.

Tras Elliott, Kelly y Roche

El aventurero Healy, un tipo que acostumbra a martirizar a sus compañeros de fuga y que cuenta entre sus hazañas la victoria de etapa en el Giro de 2023 (50 kilómetros en solitario), la de la última Vuelta al País Vasco (57) y la del pasado jueves, su estreno en el Tour, en Vire (43), pretende ahora conservar lo máximo posible el amarillo. «Esto es un cuento de hadas, un sueño hecho realidad. A partir de ahora, me centraré en la general para respetar el maillot amarillo e intentar conservarlo el mayor tiempo posible», lanzaba el lunes.

Healy es el cuarto irlandés que lo consigue y el primero en 38 años, desde Stephen Roche, el único ganador (aunque con sólo tres etapas con el liderato), por delante de Perico Delgado y completando en 1987 un histórico doblete con el Giro. Antes, Sean Kelly en el 83 (una etapa) y Seamos Elliott en 1963 (cuatro). «Es un poco hipster, pero sabe lo que quiere y tiene las piernas para conseguirlo. Es un verdadero luchador y un trabajador incansable», le reivindicaba Roche tras lograr el liderato.

Healy, que vive entre Girona y Andorra junto al ciclista profesional Tom Gloag, pedalea feo y mide poco más de 170 centímetros, pero es la forma de acoplarse en la bicicleta uno de sus puntos fuertes. «Es increíblemente aerodinámico y tiene una potencia increíble», le elogiaba ayer su compañero en el Education First- EasyPost, Harry Sweeny. En la lucha contra el crono lo demuestra.

Healy, el pasado lunes, camino de Le Mont-Dore Puy de Sancy.

Healy, el pasado lunes, camino de Le Mont-Dore Puy de Sancy.AFP

Es posible que hoy, en la etapa con inicio y final en Toulouse, logre mantener el liderato. Pero está por ver cómo rinde en la alta montaña. Es la gran pregunta que se hacía el Tour en el día de descanso. En cualquier caso, Healy es toda una incógnita, un tipo inclasificable que se formó en el velódromo, que de adolescente brilló en mountain bike y que este mismo año fue podio en la Lieja-Bastoña-Lieja (décimo en la Amstel y quinto en la Flecha Valona).

«El nivel de Pogacar y Vingegaard es increíble. Tendré que mejorar muchísimo si quiero reivindicarlo. Vi a Tadej después de la meta: súper fresco, mientras que yo estoy agotado. Pero espero poder volver al Tour algún día con mayores ambiciones», concedía en la llegada de Le Mont-Dore, donde observó con suspense y escoltado por su madre cómo su ventaja le daba el liderato. Porque, a sus 25 años, es sólo la tercera Gran Vuelta para Healy tras el Tour del año pasado y el Giro del 23. Hautacam, el jueves, pondrá a prueba al hipster irlandés nacido en Birmingham y los 29 segundos de ventaja que tiene con Pogacar.