Dos clásicos, dos herederos de la grandeza de Zeljko Obradovic, regresaban a una Final Four. Una semifinal con aroma de tiempo recobrado, con tanto sello también de sus entrenadores, pues las verdaderas estrellas de Panathinaikos y Fenerbahçe, como lo fue en su día el genio de Cacak, son ahora Ataman y Jasikevicius. Se fundió a verde la tarde en Berlín, un histórico de vuelta a la lucha por el cetro, por aquello que fue suyo hace no tanto. En una semifinal marcada por el caos, los atenienses, reyes de la defensa, del rebote con el poderoso Lessort y de la genialidad con Nunn y Grant, se impusieron de principio a fin.
La Final Four amaneció con una tensión que hacía años que no se vivía, con tres de las aficiones más calientes de Europa presentes en Berlín. Caos en los alrededores del Uber Arena, conatos de pelea, aficionados que se colaban y detenciones. La primera semifinal se tuvo que retrasar media hora, con los jugadores del Panathinaikos y Fenerbahçe sin saber muy bien qué hacer ese extraño rato, unos prolegómenos que lo enfriaron todo. Y que a los turcos no les sentaron nada bien, para desesperación de Jasikevicius. Cinco años de espera para esto.
Un 12-0 de salida, más de cinco minutos para la primera canasta del Fenerbahçe, al que la entrada de Sanli dio algo de oxígeno. Aunque el verdadero tipo al que agarrarse era otro ex del Barça, Nigel Hayes-Davis, que se marchó al descanso con 12 puntos y su equipo más cerca que nunca (38-36). Fue una remontada paulatina pero que no se iba a consumar, con los fuegos artificiales de Ataman apagándose poco a poco (16 puntos en el segundo acto).
Sloukas, defendido por Dorsey, en el Uber Arena de Berlín.Andreas GoraAP
Pero el lastre era pesado y el PAO, con su rotación escasa -Juancho apareció en el segundo cuarto con un triple, pero tras un par de fallos y una bronca de Ataman no volvió más-, respondía a los acercamientos turcos, cada vez más peligrosos (51-50). Fue en ese impás cuando los griegos apretaron el acelerador para encaminarse a aquel lugar que ocuparon tanto tiempo, cuando eran los reyes (seis Euroligas de 1996 a 2011). Precisamente aquel título del Sant Jordi fue su última final.
Un parcial de 9-0, con el poderío de Lessort apareciendo en Berlín y Giannis Antetokounmpo observando a su hermano Kostas en primera fila -también Bill Murray estaba entre los vips-, hundió definitivamente a los de Jasikevicius. Cuando Kendrick Nunn asestó un dos más uno y puso la máxima por entonces (65-52), el Fenerbahçe estaba ahogado en su propia frustración ya y restaban cinco minutos. Saras, el único de los cuatro técnicos presentes en la Final Four que sabe lo que es ganarla como jugador, seguirá siendo el único de los cuatro que la sigue sin haber ganado como entrenador y eso que ha estado presente en cuatro de las últimas cinco.
Dos gigantes para derrotarlos a todos. Pero, ¿cómo lograr que los egos no confluyan? Que los dos pívots más dominantes de Europa convivan en armonía cuando casi siempre el éxito de uno supone el ostracismo del otro. Edy Tavares (2,20 metros) y Vincent Poirier (2,13) asombran y no sólo por su talla. Chocan una y otra vez en cada entrenamiento y nunca estalla el incendio. Han interiorizado que ahí, en ese día a día de competencia, está la mejora de ambos. El jugador más determinante de la pasada Copa del Rey y el MVP de la última Final Four tienen este viernes en Berlín el enésimo desafío, porque si hay un rival cuya pintura pueda asemejarse a la del Real Madrid, ese es el Olympiacos.
Moustapha Fall (2,18), Nikola Milutinov (2,13), Moses Wright (2,07), Filip Petrusev (2,11), Luke Sikma (2,04)... Y tantos guerreros a las órdenes de Bartzokas con ganas de revancha. "Dicen que somos la mejor pareja de pívots de Europa, pero eso hay que demostrarlo en cada partido". Tavares y Poirier son la envidia del continente. Juntos en el Madrid desde que el francés llegara en 2021, renegados ambos de esa NBA que ya no quiere a los gigantes que no amenazan desde el perímetro. Y que en estas tres temporadas apenas han sido utilizados a la vez ni por Pablo Laso ni por Chus Mateo. Si uno brilla, el otro observa sentado. Y si se carga de faltas o no tiene su día, se relame dispuesto a entrar en juego. Lo que podría ser un problema, es realmente una bendición.
La clave de la coexistencia reside en la personalidad de ambos. "Se quieren", explican desde un vestuario que cuida a sus guardianes, los que con su intimidación esconden los errores defensivos del resto (casi cuatro tapones por noche entre ambos, los dos líderes en Euroliga) y a los que los bases conectan en las alturas para finalizar los pick and rolls. "Tienen una relación extraordinaria entre ellos, veo cómo se ayudan en cada entrenamiento. Cada uno tiene su espacio y han sabido aprovecharlo. Me alegro por los dos, que son extraordinarias personas", concede Chus Mateo, el tipo que tiene la responsabilidad de encontrar el momento de cada uno. Tavares siempre es titular. Poirier actúa como revulsivo desde la segunda unidad.
Hasta el presente curso parecía evidente quien estaba por delante. Pero el rendimiento del africano, que es ya el segundo extranjero con más partidos en el Real Madrid (persigue a Jaycee Carroll), ha experimentado un pequeño bajón que ahora, llegado el momento clave, repunta. Un verano ajetreado con Cabo Verde en el Mundial, una neumonía, un esguince de tobillo... "Al ser tan grande, me supone un gran trabajo recuperar la forma. Me cuesta muchísimo arrancar", se excusa quien ya se observa de nuevo en plenitud y quien comprobó que, sin él a tope, el Madrid no se resintió.
Los números bajaron para uno y subieron para otro. En Euroliga, Tavares descendió en puntos, rebotes, tapones y minutos. Y Poirier, al contrario (de 6,1 a 8,9 puntos, con casi cuatro minutos más en cancha). El francés, que se perdió la pasada Final Four por lesión, fue fundamental en la reconquista de la Copa y, como admite su entrenador, "viene de un año excepcional".
Podía Poirier sentirse con ganas de más y poner malas caras cuando no aparece. O Tavares reivindicar su galones. Y, sin embargo... "Todos sabemos lo que ha hecho Edy por este equipo, todo lo que nos ha dado. Ahora ha estado lesionado y yo estoy aquí para suplirle", dijo en el Carpena Poirier. "Cuando él juega bien, yo soy el tío más feliz del mundo. Tengo que entender que si un día un partido no es para mí, no es para mí. Es para él. Y si es para mí, él está animándome. Es el mejor compañero de pareja de cinco que he tenido, porque no tenemos egos. Nunca hay malas caras", pronuncia un Tavares al que Vincent "adora".
Poirier, después de un entrenamiento.Javier LizonEFE
"Aprendemos el uno del otro. Jugar cada día con Edy te pone en dificultad, tienes que buscar soluciones. Nos ayuda mucho entrenar contra el otro. Y se ve en los partidos, que estamos preparados, listos y ayudamos al equipo", admite el ex del Baskonia, cuyo futuro (no ha renovado y tiene importantes ofertas de equipos Euroliga), sin embargo, no parece demasiado cerca de seguir a la estela de Tavares. El próximo año, en vez de compañeros, podrían ser otra vez rivales: de 2017 a 2019 se vieron las caras en ACB y Euroliga, uno ya de blanco y el otro de azulgrana.
"Ojalá no se vaya. Compaginamos muy bien. Es un tío increíble, un tío muy cercano. Siempre está dispuesto a ayudar en lo que sea. Nos ayudamos mucho, tanto dentro como fuera de la cancha. Ojalá que se quede con nosotros y podamos llegar los dos otra vez a final de temporada con mucha energía y con muchas ganas de dar lo mejor al equipo", pide un Tavares cuyo contrato también finaliza en unas semanas, aunque todo parece indicar que llegará un entendimiento con el club blanco. Esa es, al menos, su intención: "Siempre lo he dicho, llevo un año negociando mi contrato, y pienso luchar por quedarme aquí".
Una vida juntos. Tres isleños, dos baleares y un canario, unidos por el talento y el destino. Carreras cruzadas para Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y Sergio Llull, quienes un 9 de octubre de hace 13 años disputaron por primera vez un partido defendiendo la misma camiseta (en el Palacio, contra el Fuenlabrada, victoria y 34 puntos del tridente) y cuya parada final, antes de los playoffs ACB, será en el Uber Arena de Berlín, la quinta Final Four juntos, del trío del que todos hablan, los veteranos, los que marcan la diferencia y no sólo en la cancha. Los guardianes de las esencias, los que, como dice su entrenador, «lideran con el ejemplo».
«Como si fuera la primera», proclama el que 100% no estará en otra Final Four más. Sin pronunciarlo, Rudy confirmó que están siendo sus últimos partidos como profesional. Cumplidos los 39 años, resistiendo al paso del tiempo y las lesiones, el de Palma mira sus desafíos finales, su cuarta Euroliga, su séptima ACB y sus sextos Juegos como nadie hizo jamás (acumula ya 11 medallas con España), palmarés de vértigo.
Y también hace repaso, de los debuts y de las herencias. De lo que ahora intentan dejar como legado al resto. «Los que vienen nuevos ven que esto es una familia y el escudo va por delante de cualquier cosa. Para eso estamos los veteranos», admitía estos días un Rudy que, mirando al porvenir del club, al impostergable relevo generacional, compara la identidad del vestuario blanco con la de España. «Cuando llegué en 2004 me arroparon y me hicieron saber la filosofía de la selección. Es parecido a lo que intentamos hacer aquí. Lo dijo Ancelotti, todos nos sentimos una familia, fútbol femenino, masculino y baloncesto», explicaba antes de partir hacia Alemania.
Uno de esos alumnos aventajados fue Luka Doncic, quien hace poco más de un año, cuando el trío de veteranos se erigía en protagonista en la remontada insólita de cuartos ante el Partizán de Obradovic, se rendía a sus maestros en redes sociales. «Me encantan los viejitos», bromeó igualmente otro ex compañero, Andrés Nocioni. Aquel fue el penúltimo baile, coronado con la Undécima en Kaunas. Han pasado 11 años desde que los tres juntos disputaron su primera Final Four, en 2013 en Londres, donde precisamente perdieron la final contra Olympiacos.
El lockout y Laso
El destino les había hecho coincidir de blanco primero. Fue durante el lockout de la NBA en 2011, cuando Rudy fichó temporalmente por aquel Madrid de Pablo Laso que daba sus primeros pasos (él terminó ese curso en Denver y regresó). No disputó aquella Supercopa en Bilbao por lesión y esa mañana de octubre contra el Fuenlabrada (unos días después, en Charleroi, jugaron juntos su primer partido en Euroliga, también con victoria) fue el capítulo iniciático de un libro extraordinario.
Después, coincidieron en cuatro Final Four más y levantaron tres. Si alzan la de Berlín entraran en un selecto grupo y sólo serán superados por Dino Meneghin (siete títulos) y Clifford Luyk, Aldo Ossola y Alvertis (cinco).
Llull ha disputado 10 de las últimas 13 Final Four -«intentamos cuidarnos un poquito más que el resto»- y Rudy, que no estuvo en 2011, nueve. El Chacho las mismas, aunque repartidas con el CSKA (también fue campeón) y el Armani Milán. También con la selección compartieron una trayectoria de aventuras y éxitos. De la primera vez que coincidieron, en los Juegos de 2012, hasta el 2016. Protagonizaron los tres un periodo en el que lograron cuatro medallas en cinco veranos: la plata olímpica en Londres, el bronce continental en Eslovenia, el oro de Lille y el bronce en los Juegos de Río, con el único traspié del Mundial patrio de 2014.
Rudy y el Chacho fueron ya campeones del mundo en 2006 y Llull y Rudy lo hicieron en 2019. Existencias entrelazadas, como cuando el Chacho y Rudy jugaron a la vez en los Blazers. Pero hambre intacta, a pesar de que si se suman todos sus títulos, la cifra asusta: han ganado 90, casi tantos como años (112) entre los tres. «La sensación es tan buena y bonita cuando ganas, que quieres perseguirla constantemente. Pones mucho esfuerzo, quieres que merezca la pena. Eso es lo que nos mantiene», explicaba el base esta semana, sin aclarar todavía si se retirará al final de la presente temporada (en unos días cumplirá 38 años): «No he profundizado en la decisión que tomaré. Puedo tener una idea, pero lo que pase en Berlín no será decisivo. Quiero estar centrado en competir bien y disfrutarlo».
Rudy Fernández, Sergio Rodríguez y SergioLlull, antes de su primera Final Four.
«Son los que guían y transmiten a los jóvenes cómo funciona esto», había dejado dicho su entrenador, quien sigue contando con los tres en cada partido, situaciones críticas o momentos de sentenciar, casi siempre al comando de la segunda unidad. A los tres esta temporada han respetado las lesiones. O, evidentemente, si hay que jugarse la última bola. Para eso, no hay dudas, Llull. «Me la volvería a tirar. No me voy a esconder en esos momentos», proclamaba, recordando la histórica canasta ante el gigante Fall de hace un año en Kaunas, tan presente para todos este viernes en la pretendida revancha de Olympiacos.
A tres días de la Final Four de la Euroliga, la tercera consecutiva que disputará el Real Madrid (semifinales contra el Olympiacos el viernes a las 21.00 h.), en busca de revalidar el título, algo que no logra desde 1968, el media day del club antes de partir a Berlín dejó un novedoso episodio en lo que al futuro de Mario Hezonja se refiere. El 'culebrón' de rumores tuvo un enorme giro en las propias palabras del croata que, lejos de verse con otra camiseta a partir de junio, habló sobre las intenciones comunes para su continuidad.
"No tengo ni p* idea. El señor Florentino me amenaza cada vez que me ve en el comedor con que tengo que quedarme aquí. Ojalá. Estoy hablando con Juan Carlos (Sánchez), con Alberto (Herreros). Tenemos todos el mismo pensamiento", aseguró el alero, que también aclaró que la decisión se tomará, en cualquier caso, en las próximas semanas: "No es el momento para molestar al equipo con cosas que son individuales. Llegará el momento perfecto. Porque ganar la Liga también es importante, que el año pasado la regalamos. Hay que competir y ojalá luego lleguen las buenas noticias".
Panathinaikos y Barça
En las últimas semanas se especuló sobre la posible salida de Hezonja del Madrid tras dos temporadas. El Panathinaikos y una supuesta oferta mareante parecía ser el destino. Pero incluso su retorno al Barça, en el que debutó en Europa, se habló como posibilidad.
Mario siguió hablando del porvenir. "Hace meses dije que este equipo tiene el potencial de ser el mejor de la historia de la Euroliga. Lo pienso de verdad. Mucho va a depender de la gente de arriba [renovaciones]. Muchas cosas se van a decidir en el verano". "Estamos luchando los dos lados. Hacemos lo máximo para que este equipo tenga continuidad, éxitos y trofeos. Ojalá llegue este momento después", agregó.
"Gracias al staff y mis compañeros, especialmente a la viaja guardia, me han calmado mucho, en temas de liderazgo y madurez. Estoy lejos de mi mejor versión de baloncesto, eso llegará en el futuro. Creo que esto sólo podía llegar en el Real Madrid, no en otros equipos", concluyó Hezonja, que, sin Deck por lesión, volverá a moverse entre las posiciones de tres y cuatro en el momento clave del curso para el equipo de Chus Mateo.
Por primera vez en la historia, España estará en los Juegos Olímpicos en la modalidad de baloncesto 3x3, que se estrenó hace tres años en Tokio. Será en París y será gracias a la selección femenina, que ha logrado su billete este fin de semana en el Preolímpico de Debrecen (Hungría). Lo consiguieron de la forma más increíble posible. Ganando la semifinal a Canadá (19-18) con una 'imposible' canasta sobre la bocina y de espaldas de Gracia Alonso de Armiño.
La jugadora bilbaína, ex del Canoe, del Estudiantes, del Araski y del Zaragoza, entre otros, no perdió la fe a pesar de su propio fallo y de que el reloj apremiaba. Se lanzó a por el rebote ofensivo y, consciente de que la bocina iba a sonar con el final del partido, lanzó de forma acrobática como último recurso. Para sorpresa de las canadienses -que luego lograron su pase ganando a Hungría por el tercer puesto- y alegría total de las españolas, el balón entró.
España, equipo que forman Vega Gimeno, Sandra Ygueravide, Gracia Alonso y Juana Camilión, ha firmado un Preolímpico perfecto, con cinco victorias (Mongolia, Japón, Egipto, Polonia y Canadá) hasta meterse en la final, ya con el billete a París conseguido.
La que no pudo lograr su objetivo fue la selección masculina. En el partido clave de cuartos, el equipo integrado por Javier Beirán, Carlos Martínez, Unai Mendikote y Fallou Niang, fue arrasado por Lituania (21-9).
«Que nazca algo del caos que sembré», escribió ella misma cuando transitaba por el abismo. Sandra Piñeiro (Boiro, 1996) rememora sus nubes negras con una franqueza que pone los pelos de punta. El lado tenebroso del deporte, el que no se quiere ver pero ahí está. La anorexia adueñándose por completo de una remera de elite, ganadora por dos veces de la Bandera de la Concha con el Club Orio Arraunketa Elkartea. «Poco a poco, estaba matándome, me iba consumiendo», recuerda ahora, ya todo superado, de vuelta a sus 70 kilos (llegó a bajar de 50), al apetito, y con tantos horizontes, retos que le devuelven a la vida. El pasado 21 de abril completó el IRONMAN 70.3 de Valencia y a mediados de julio afrontará el más difícil todavía, la distancia completa (3,8 kilómetros de natación, 180 de ciclismo y un maratón) en Vitoria.
Sandra es pura vitalidad, pero ahí está su historia como lección, como ejemplo y como aviso. Cuando pidió ayuda y escapó de sus propia mente, resurgió la salud, la física y especialmente la mental, y sus ganas de todo. Probó crossfit, hizo carreras de montaña, aprendió a escalar -«cuatromiles, tresmiles, todos los Pirineos me los conozco de pe a pá...»- y ahora le apasiona el triatlón. También se ha empeñado en ayudar a los demás, en visibilizar un tabú que en su caso estuvo a punto de arruinarlo todo. Además de trabajar como entrenadora y readaptadora en San Sebastián, colabora con la Fundación Juntos e Invulnerables, para que los niños no tengan que atravesar por lo que ella pasó.
Sandra relata su historia no tan lejana en EL MUNDO, como muestra de hasta donde puede llevar la mente cuando todo se enturbia. Sus inicios en el remo en Galicia, en el club Cabo de Cruz su Boiro natal, «la primera y única chica», ya con ese «punto obsesivo por el deporte» que lo ponía incluso por delante de los estudios. De ahí a Riveira y pronto «el sueño de venir a remar al País Vasco, que era como jugar la Champions League en fútbol. Ganar la Concha, ganar la Liga... las competiciones más importantes en el mundo de las traineras», aunque ya entonces había brotado algo peligroso dentro de ella.
Piñeiro, en la carrera del IRONMAN 70.3 de Valencia, en abril.@ironmanspainMUNDO
«El problema psicológico con la comida venía de más atrás. Yo era una niña que se refugió en el deporte, encontré ahí un punto de paz y de control dentro del descontrol que tenía, de la mala gestión emocional de problemas en casa. Nació una relación tóxica: me gustaba, me hacía feliz, pero había algo que no era sano con él. Eso es lo que más me costó ver», se inculpa, aunque admite que a los 10 años ya la habían subido a una báscula y enciende la crítica hacia esos entrenadores, sobre todo en deportes minoritarios, «que hacen de Dios, sin conocimientos ni capacidades, jugando con la salud de las personas». Cuando dio el gran salto y fue fichada por Orio, donde pudo compatibilizar con sus estudios y prácticas de la carrera de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, la «obsesión fue a más». «En mi cabeza ya no había otra cosa que no fuese entrenamiento y restricción de comida. No comer, cada vez tenía que pesar menos. Menor peso, mayor rendimiento...», detalla.
Y llegó el infierno. «Normalizar cosas que no son normales». Y mejor escucharla despacio.
«Evitaba los eventos sociales, salir a cenar, porque sabía que iba a haber comida. Medía siempre las calorías a los alimentos, todo tenía que ser verde. Pensaba que entrenar más era sinónimo de rendimiento: cuanto más sufres, más te castigas, mejor. Es una rueda en la que te aíslas de tu entorno y cada vez estás más encerrado con esa voz obsesiva de tu cabeza. y encuentras una satisfacción, porque piensas que estás ganando con esa fuerza de voluntad la batalla a tu cabeza. Y te empoderas. Dices, qué fuerte soy, lo que soy capaz de hacer. Estás atentando contra tu salud, pero te cuesta verlo de forma racional».
Sandra Piñeiro, en San Sebastián.Jose Ignacio UnanueAraba
«Si sabía que había pesaje, vomitaba. Pensaba 'me da igual comer hoy, porque vomito y ya está'. Me dolían las manos de vomitar, me hacía heridas. Todavía tengo las cicatrices en los nudillos. Ves que tus compañeras también normalizan esas conductas. Estar dos días sin comer. Crees que tienes el control. Pero en realidad es la voz que tienes en tu cabeza la que te está obligando a hacerlo».
«Tenía miedo a toda la comida, al arroz, la pasta.. Pesaba la fruta y me comía la más pequeña, la que menos azúcar tenía... Nivel muy obsesivo. Lo único que veía comer bien era lechuga y tomate. Unos garbanzos, arroz con pollo... era inconcebible».
Piñeiro, durante la bici del IRONMAN 70.3 de Valencia, en abril.@ironmanspainMUNDO
«Hubo episodios duros. Hay uno que fue bastante fastidiado [Resopla]. Ahí ya llevaba sin comer unos días... Vomitaba agua. Estás tan obsesionada que hasta el peso del líquido tienes que expulsarlo. No quieres nada que pese dentro de tu cuerpo. Llegas a vomitar hasta 10 veces en un día. Estaba desnutrida, me levantaba de la cama y me temblaban las piernas. No sé ni cómo llegaba a entrenar, iba como un esqueleto, un muerto andante».
Sandra, que en 2019 se hizo viral en un episodio en plena competición que recuerda con mucho cariño -se le rompió el remo y, tras el pánico, siguió balanceándose con sus compañeras para mantener el ritmo hasta acabar ganando aquella regata-, tocó fondo. «Te planteas el querer morir. Es un sufrimiento y un dolor tan grande que no quieres estar», admite. Pero fue capaz de ir en busca de auxilio, en la Asociación de Anorexia y Bulimia de Gipuzkoa. Conoció a su psicóloga y «empezó el proceso con mi entrenador, mi médico y mi nutricionista, un trabajo sinérgico». Y hasta escribió un libro, 'Remando en la oscuridad', con las anotaciones que tenía en su diario del tiempo de recuperación. Una herramienta que su psicóloga le aconsejó que, si lo daba a conocer, podría ayudar a mucha gente, porque «es una enfermedad tabú, de la que cuesta hablar y pedir ayuda. Hay miedo a sentirte juzgado».
«Todo eso ocurrió en mi último año de remo, en 2021. Tuve que parar unos meses, había bajado tanto la masa muscular que tenía riesgo de fallo cardíaco», se sincera. Se retiró y aprendió a hacer «todo lo que siempre me ha apetecido, desde una forma saludable y de ocio». Completar un Ironman, con el lema de su Fundación en el pecho, es también una forma de darle visibilidad a la importancia de la salud mental. Porque Sandra aún sigue teniendo sus «días malos», pero ahora ya posee las «herramientas» para no volver a eso que ella llama «mundo requeteoscuro».
Llegada la hora de la verdad, el Real Madrid se empeñó en no dejar lugar a dudas. Si encajó casi 200 puntos en los dos últimos partidos de la temporada regular, se ató los machos en el primer duelo de cuartos de final contra el Dreamland Gran Canaria para dejar una noche de esas en el WiZink en las que se muestra arrollador. Dzanan Musa fue el estilete de un colectivo con una pretensión clara: finiquitar cuanto antes el asunto para centrarse en la Final Four. [105-70: Narración y estadísticas]
Podrá certificar su pase a semifinales (donde se las podría ver contra el Barça a la mismísima vuelta de Berlín) el viernes en Gran Canaria, históricamente, un rival propicio. Se ha visto cinco veces en playoffs contra el Madrid -la última, el año pasado-, y ha sido como estamparse contra un muro: ha perdido los 12 partidos disputados. 13 con el de anoche. Y aún así, esta serie de cuartos al mejor de tres no deja de ser una trampa para los de Chus Mateo con el reto de volver a levantar la Euroliga a la vuelta de la esquina. Jaka Lakovic era consciente, pero su equipo se diluyó de mala manera en la segunda parte.
Aunque sufrió tres derrotas consecutivas que le abocaron al séptimo puesto y al cruce contra el segundo, el Granca acudía con la teoría aprendida. La importancia del rebote, de abrir el campo contra las torres rivales, de no conceder transiciones... Y de no derretirse ante los parciales del Madrid, que pronto encontró el acierto desde el perímetro y la inspiración de Musa (14 puntos en el primer acto). Aunque cargaba a sus interiores de faltas y no acudía al tiro libre, los amarillos seguían en la batalla, entre otras cosas por la extraña debilidad defensiva de últimamente de los de Chus Mateo.
En el primer acto había recibido el Madrid -entre el Valencia y el Baskonia le hicieron 199 puntos-, ya 25. Mejoró en defensa (45 ya hasta el final) y pronto amenazó con demarraje, con dos impresionantes triples de Llull (39-29). Tavares lo condicionaba todo y el Granca empezaba a mostrar resquicios de flaqueza. La mala noticia para los blancos fue sin duda la lesión de Rudy Fernández. No podía ser de otra forma, al arriesgar su mano en un robo a Slaughter se dañó la muñeca y se marchó directo a vestuarios. En poco más de una semana se celebra en Berlín la Final Four, la última para la leyenda balear. Afortunadamente, volvió tras el descanso, pero no participó más por precaución.
Poirier, siete mates
A la vuelta apretó a fondo el Madrid, con ansias de resolver cuanto antes. Pero fue casi más demérito visitante, porque a los tres triples completamente liberado errados por AJ Slaughter (fueron un claro punto de inflexión) contestaron Yabusele, Musa y Hezonja para estirar peligrosamente la máxima (70-47). Cuando nada entorpece a los blancos, cuando logran sentirse cómodos, cuando convierten la pista en un correcalles -hubo un par de alley oops extraordinarios y siete mates de un poderosísimo Poirier-, suelen convertirse en inabordables. El Granca, tan competidor 20 minutos, había desaparecido por completo del WiZink.
Y la distancia, con todo roto, tornó en escandalosa, llegando a la treintena tras un triple de Ndiaye que también participó en la fiesta y después casi a los 40. "Mis jugadores han entendido muy bien la importancia del partido. Pero no podemos confiarnos. Les hemos ganado por 35 y van a estar heridos. No hagamos tonterías", pidió Chus Mateo al finalizar.
Sólo tres veces en su historia ha logrado el Real Madrid la perfección, el triplete. Conquistó Euroliga, Liga y Copa por primera vez en 1965, repitió en 1974 y, más de 40 años después, con Pablo Laso en 2015, lo volvió a hacer añadiendo también la Supercopa. Fue un póquer único de títulos al que después sumaría la Intercontinental, lo que nadie. A esas cumbres vuelve a aspirar a partir de este miércoles (20.30 h.) con el arranque de los playoffs de la Liga Endesa, en los que se las verá con el Dreamland Gran Canaria, un equipo que nunca le ha conseguido ganar ningún partido en una eliminatoria ACB (el balance es de 10-0).
Como mucho, a los de Chus Mateo les restarían 15 partidos para terminar el curso. Además de los rivales, claro, el calendario, extenuante de por sí, se presenta como uno de los grandes hándicaps. Porque, con el Preolímpico en el horizonte, el Madrid tendría poco más de un mes para resolver todo. «No podemos poner excusas ni cambiar el calendario ni pensar que sería mejor. Es lo que hay y afrontarlo como viene», desafío ayer el técnico, consciente de que no es lo más conveniente un duelo contra los de Lakovic justo antes de afrontar en Berlín al temible Olympiacos, en la reedición de la pasada final de la Euroliga
Como viene haciendo desde 2019, el Madrid amaneció ganando la Supercopa en septiembre y en febrero, en el Carpena, reconquistó la Copa. En ambas finales derrotó al Barça. Evidemente, a partir de ahora les queda lo más difícil -especialmente la Final Four de la semana que viene, donde aspira a repetir título 58 años después-, pero el bagaje respalda su candidatura: han ganado casi el 83% de los partidos disputados. Su hoja de servicios no es inmaculada, pero casi. Prácticamente idéntica en Euroliga y ACB (27-7 y 28-6) y sin conocer la derrota ni en Supercopa ni en Copa. En total, 63 triunfos por 13 derrotas para plantarse en la lucha por los títulos.
Dzanan Musa.ACB Photo
Otra cosa son las sensaciones. La consistencia de comienzo de temporada no se ha mantenido estos últimos meses, aunque cuando tuvo que apretar, el Madrid dio la cara. En la Copa de Málaga y en el playoff contra el Baskonia, el único que se resolvió por la vía rápida. No logró, eso sí, mantener el primer puesto en la temporada regular de la ACB ante la pujanza del Unicaja. La derrota el pasado viernes en La Fonteta le aboca a un posible cruce contra el Barça en semifinales y a no tener el factor cancha en una hipotética final contra los malagueños.
Deck
Las lesiones han respetado en gran medida a los blancos, que han ido «repartiendo minutos todo el año», aunque acaban de perder una pieza fundamental. Como ya le ocurriera el año pasado, Gaby Deck -rotura de ligamento colateral interno de la rodilla derecha- no estará en la Final Four. «Le vamos a echar mucho de menos. Este vestuario le adora y si algo puedo hacerles ver a los chicos que quedan sanos es que vamos a hacer un esfuerzo extra para hacerle ver que le agradecemos todo el trabajo que ha hecho previamente, porque nos ha traído también hasta aquí», elogió ayer al argentino su entrenador, que tiene alternativas en el puesto de tres-cuatro: Yabusele, Hezonja y un Eli Ndiaye que ya fue recurso clave en 2023.
El otro asunto extradeportivo que inquieta el idílico panorama del Madrid es el mercado. A estas alturas, sigue con medio equipo sin renovar. Jugadores tan referenciales como Tavares, Poirier o Hezonja están en la marejada de los rumores a mes y medio de que acabe su vinculación. Algunos tan polémicos como el interés del Barça por el croata.
"Millones de niños en todo el mundo han aprendido a montar en bicicleta con Decathlon y millones de adultos usan nuestras bicicletas todos los días, así que estar ahora en un equipo WorldTour es motivo de gran orgullo". Con esta frase de Barbara Martin Coppola, la CEO de la marca deportiva, se confirmó a finales de 2023 el retorno de Decathlon al pelotón ciclista, donde ya había estado de 2000 a 2007. Y de repente, sus bicicletas y sus cascos Van Rysel, tan denostados por el ciclista amateur, se han puesto de moda. Porque, como hizo este martes Valentin Paret Peintre en la cima de Bocca della Selva, sus corredores ganan. El Decathlon AG2R La Mondiale es el equipo revelación de 2024.
Tras la etapa de descanso, el Giro volvía con fuegos artificiales. Una etapa corta desde Pompeya y un puerto larguísimo para terminar. A la cima de Cusano Mutri, se llegaba tras 18 kilómetros a una media del 5,6%. Pogacar se dio una tregua -«estos días estoy más calmado porque tengo otra gran vuelta por delante. Hoy tuvimos calor, luego 20 grados, después en la última subida hacía mucha humedad... Para mí eso es también un buen entrenamiento»- y el UAE permitió una numerosísima escapada, con alguna amenaza incluso para la general (Romain Bardet llegó a ser maglia rosa virtual). Entre los más de 20 fugados también estaba Juanpe López, al que un perro en mitad de la carretera casi le cuesta un disgusto, aunque al lebrijano la caída de los días previos parece haberle debilitado.
Tratnik pronto fue por delante en solitario, en esas cabalgadas de pura fuerza de las que gusta el esloveno. Pero cuando empezaron las primeras rampas, un cuarteto le amenazó. Entre ellos, el menudo y jovencísimo escalador francés. El pequeño de los Paret Peintre -su hermano Aurelian ya ganó una etapa la pasada edición, en Lago Laceno- se estrenó profesionalmente con una exhibición, un huracán hasta la meta, dejando de rueda a su compatriota Bardet y remontando a Tratnik, segundo y tercero respectivamente. Confirmaba el de Annemasse el poderío de la escuadra de moda, pues es la segunda victoria parcial para el AG2R Decathlon tras la de Benjamin Thomas en Lucca.
La exhibición de los corredores franceses, con sus Van Rysel de casi 10.000 euros, tan tope de gama como cualquier S-Works o Colnago, continuó por detrás. El hermano de Valentin también marchaba en la fuga y entró en meta con los brazos en alto, en la quinta plaza. Y, más de tres minutos después, comandando a los favoritos, llegó pletórico Ben O'Connor por delante de Pogacar. El australiano es cuarto en la general.
Entre 2003 y 2004, las bicicletas de Decathlon en las que montaban los corredores del AG2R y el Cofidis lograron más de 100 victorias. En este asombroso retorno, las Van Rysel ya suman 15, sólo por detrás este año de UAE, Lidl Trek y Visma. Los hermanos Paret Peintre, Cosnefroy, el propio O'Connor, Paul Lapeira o Dorian Godon han puesto al equipo galo, que el año pasado con el nombre de AG2R Citroën Team apenas sumó nueve, en la cresta de la ola.
La Liga Endesa aguardó a su último suspiro para resolver la mayoría de sus asuntos, desde el liderato de la temporada regular a un puesto de descenso, otro de playoff... Horarios unificados para potenciar el drama y las emociones en una tarde de domingo que resultó frenética. Y que dejó al Unicaja, por segunda vez en su historia, en lo alto de la tabla, al Monbús Obradoiro de vuelta a la LEB Oro tras una increíble remontada en Granada y al Baxi Manresa en la lucha por el título que comienza este mismo miércoles.
El Martín Carpena es una fiesta permanente, un equipo lanzado que no falló ante el descendido Zunder Palencia (93-69, con 22 puntos de Melvim Ejim y 17 de Kendrick Perry) y selló el título honorífico de campeón de la temporada regular, algo que sólo había logrado una vez en su historia, en 2006 con Sergio Scariolo en el banquillo, un año antes de levantar la única ACB de su historia. El reciente y flamante campeón de la Basketball Champions League ha firmado una trayectoria estupenda, con 28 victorias y seis derrotas, algunas tan clave como la del pasado viernes en el Palau.
Acabó igualado en todo lo alto con el Real Madrid, mismo balance pero mejor 'basket average' para los de Ibon Navarro, que se las verán con el Baxi Manresa en cuartos y gozarán de ventaja de campo en todas las eliminatorias que disputen, incluida la final si es que llegan. Los blancos cumplieron (106-100) contra un Baskonia al que dejaron sin playoffs (también les eliminaron hace unos días en cuartos de la Euroliga). Porque de haber ganado en el WiZink, los de Dusko Ivanovic -que no contaron ni con Markus Howard, ni con Moneke...- hubieran ocupado la octava plaza al caer el Manresa en Tenerife.
El Madrid, segundo, jugará en primera ronda contra el Dreamland Gran Canaria. El Barça, tercero tras vencer en Bilbao, se enfrentará al Lenovo Tenerife (sexto). Y el Valencia, cuarto, al UCAM Murcia (séptimo).
Pero si el domingo dejó emociones inolvidables, esas se dieron en Granada y Santiago. Del drama al éxtasis aquí y allá. Porque los andaluces seguirás siendo equipo de ACB tras una histórica remontada ante el Gran Canaria (74-67). Será el Obradoiro, pese a su victoria cómoda contra el Joventut (97-71), el que acompañe al Palencia en LEB Oro (pese al ascenso del Leyma Coruña, no habrá tres gallegos en la máxima categoría el próximo curso).
El Granada gusta de tardes de infarto. Ya ocurrió el año pasado, cuando consiguió salvarse remontando a la Penya. Esta vez los de Pablo Pin fueron más allá. Caían por 16 al comienzo del tercer cuarto en el Palacio ante el Gran Canaria. Y el veterano Jonathan Rousselle encendió la épica. El base francés se echó el equipo a la espalda y en un abrir y cerrar de ojos los locales habían dado la vuelta al marcador. Pero el Granca de Lakovic luchó hasta el bocinazo final. Un 0-10, con dos canastas sobre la bocina incluidas de Lammers y Albicy, igualó de nuevo. Finalmente, un tapón clave de Valtonen a Brussino desató la fiesta en Granada. Y las lágrimas en Santiago. "Hemos seguido creyendo, luchando, trabajando... como toda la temporada. No hemos perdido la fe", resumió Pablo Pin.