Juan Antonio, el profesor de matemáticas que busca trampas en las bicicletas del Tour: “Nunca he visto nada sospechoso”

Actualizado Miércoles, 23 julio 2025 - 22:46

Cada mañana, en el atribulado enjambre que es una salida del Tour de Francia, donde se amontonan autobuses y coches de equipos, miles de aficionados, patrocinadores y ciclistas que esquivan todo eso como si de una gymkhana se tratase en su ida y vuelta al control de firmas, un pequeño grupo de comisarios de la UCI pasea por el paddock y se detiene de tanto en tanto a revisar con sus tablets las bicicletas de los corredores. Entre ellos Juan Antonio Aragonés, un profesor de matemáticas de Córdoba que cumple en la Grande Boucle parte de un sueño.

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«Fui ciclista desde los 11 años hasta empezar la universidad. No era malo, pero no era un ganador nato. Llegué a correr un campeonato España cadete y coincidí con Purito Rodríguez», rememora quien hoy mismo celebra su 46 cumpleaños mientras no pierde detalle de la Colnago de Pogacar y apunta en su libreta. Una lesión de rodilla le apartó de la carretera, pero no del ciclismo que le venía de cuna. Su padre fue director de equipo durante dos décadas y, mientras él completaba brillantemente sus estudios -acabó el instituto con matrícula de honor y fue arquitecto hasta que la «crisis» le hizo tomar el camino de la docencia, «cuando ya era padre de dos hijos»-, le animó a convertirse en árbitro de ciclismo «para intentar superar mi timidez y conseguir algún dinero para costearme la carrera universitaria». «A día de hoy, como profesor y todo lo que ello conlleva, puedo decir que cumplí mi objetivo», cuenta.

La jornada de Aragonés en el Tour es frenética. Nada que ver con otras carreras, ni siquiera con la Vuelta (estuvo en las de 2017 y 2021). «Los días aquí son largos. Llegamos a la zona de salida unas tres horas antes del comienzo de la etapa. Allí, los comisarios tenemos una breve reunión donde repasamos aspectos de la etapa anterior y planificamos el trabajo de la del día. Tenemos en cuenta muchos factores, al igual que hacen los equipos cuando diseñan sus estrategias», describe. Entonces, comienza su caminata por el paddock, con su camiseta de la Federación (también hay otro español, Pedro García), donde cada mañana escanean exhaustivamente las bicicletas de varios equipos.

Aragonés, analizando con su tablet una de las bicicletas del pelotón.

Aragonés, analizando con su tablet una de las bicicletas del pelotón.L. S. B.

Desde hace unos años la UCI estableció un protocolo para la lucha contra el dopaje tecnológico. Los comisarios usan un escáner de rayos X de última generación. Se buscan imanes, motores ocultos, cualquier cosa que haga levantar suspicacias. «Yo nunca he visto nada sospechoso», admite Juan Antonio, que confirma, entre risas: «Evidentemente, en la bici de Pogacar no hay ningún motor».

Nunca se ha demostrado que algún ciclista profesional se haya ayudado de la tecnología. Aunque sí que ha habido sospechas virales. Ninguna como aquella de 2010, cuando Fabian Cancellara dejó de rueda a Tom Boonen en el Kapelmuur durante el Tour de Flandes. Tal fue su potencia que parecía un acelerón artificial. O las acusaciones directas de Jean Pierre Verdy, ex jefe de la agencia francesa antidopaje, quien en un libro de 2021 afirmó que Lance Armstrong, además del dopaje declarado, también usaba un motor en su bici. El único caso detectado fue en el ciclocross, durante el Mundial 2016. La belga Femke Van den Driessche era la favorita para llevarse la prueba sub'23: fue sancionada por seis años y multada con 20.000 francos suizos.

Con el escaneo de las bicicletas no se acaba la labor de Aragonés, que lleva 23 años como árbitro -tiene categoría Nacional Élite- y que debuta en el Tour durante sus vacaciones escolares en el IES Trassierra de Córdoba. Lo hace gracias a un intercambio a tres bandas que se ha retomado entre La Vuelta, el Giro y el Tour. Tras una breve comida le toca subirse a la moto. «Este año, como novedad, llevamos chaleco airbag con posicionamiento GPS incluido», detalla.

En carrera los árbitros controlan que todos los equipos cumplan con el reglamento y con la circulación. «La UCI y su comisión de trabajo para la mejora de la seguridad en carreras (Safer), ha establecido este sistema de añadir estas tarjetas a acciones que ya se sancionaban (si un corredor recibe dos, es expulsado), para intentar disminuir las acciones peligrosas y sus consecuencias. De momento, parece que podemos ser optimistas», cuenta sobre unas sanciones que conllevan «tensión en momentos puntuales», con directores y corredores, «pero ni más ni menos que en cualquier otro deporte en competiciones de muy alto nivel».

Entre acusaciones de arrogancia, Pogacar regresa a su peor pesadilla, el col de la Loze: “Algunos deberían callarse”

Actualizado Miércoles, 23 julio 2025 - 19:29

Aquel 19 de julio, hace poco más de dos años, Tadej Pogacar dejó una estampa tan inolvidable como cada una de sus victorias. A los héroes se les recuerda por la gloria y tantas veces más por el sufrimiento, por los lugares donde fueron humanos. Camino del Col de la Loze y sus 2.304 metros de altitud (la cima más alta de este Tour), atravesando los trampolines olímpicos de Courchevel con el alivio y la ayuda de Marc Soler, el esloveno dejó una frase para siempre: "Estoy muerto, se acabó". Este jueves, tan diferente todo, el líder del Tour de Francia regresa a aquella pesadilla con ánimo de revancha.

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"Quiero vengar mis piernas. Estoy ansioso", desafía, gorro de lana tras cada etapa, bajo la lluvia de Valence. La etapa reina del Tour parte este jueves desde Vif, salida inédita, y atraviesa varios de los puertos más icónicos de los Alpes. Primero el Glandon (21,7 kilómetros al 5,1%), después la Madeleine (19,2 al 7,9%) y, como colofón los 26,2 del col de la Loze (6,5 de media) hasta el monumento a Henri Desgrange. Más de 5.500 metros acumulados en el antepenúltimo día del Tour. "Podemos esperar que Visma trate de filtrar gente en las escapadas y que suba todos los puertos a tope. Después, en el Col de la Loze, harán todo lo posible por descolgarme. Voy a estar preparado", admitió Tadej, reconociendo que La Loze "es una subida preciosa y una de las más duras que he hecho nunca". "Quizá este lado (se asciende por uno diferente esta vez) sea menos complicado que el que subimos en 2023...", explicó.

Pogacar, que ahora acude seguro de sí mismo, decidido y todopoderoso tras reinar en los Pirineos, enterró aquel Tour ante Jonas Vingegaard camino de Courchevel, una pájara en la que se dejó 5:45. Sus derrotas son sus acicates y ya se quitó la mala espina de Hautacam hace unos días. Incluso en el Mont Ventoux, donde no ganó, aguantó esta vez sin problemas al danés.

Más allá de lo deportivo, a Pogacar y, sobre todo a su equipo, le persigue la polémica. Les acusan de arrogantes, actitudes de kapo como la que mostró Nils Politt el martes, abroncando los intentos de escapa del Movistar al comienzo de la etapa. El esloveno, que no rechaza ninguna pregunta en la rueda de prensa de cada día por ser líder, defendió a sus compañeros del UAE Emirates. "La arrogancia es una cosa, intentar ganar el Tour es otra", pronunció contundente. Y explicó, señalando especialmente al ex ciclista francés Thomas Voeckler, quien se enfadó con Politt en plena retransmisión de la televisión gala: "Intentamos calmar los ánimos, controlar el ritmo de la carrera. No pretendemos ser arrogantes, sólo intentamos facilitarnos al máximo la carrera para ganar. Algunos deberían callarse; esto sonará muy arrogante, pero bueno".

El asombroso récord del Mont Ventoux de Pogacar, los cuatro ataques sin suerte de Vingegaard y una caída por un fotógrafo: “No sé qué hacía ahí”

Actualizado Miércoles, 23 julio 2025 - 00:34

Prometía el Mont Ventoux, cómo no. Escenario de leyendas, rampas como alucinaciones, agonía hacia una cima descarnada donde los héroes llegan exhaustos hasta límites insospechados por la falta de oxígeno: al noruego Tobias Johannessen, octavo en la general, le tuvo que rescatar la ambulancia tras sufrir un colapso y desplomarse. El fantasma del drama de Tom Simpson en el 73. Prometía el Gigante de la Provenza otro combate a dos, pues Vingegaard, tan aparentemente derrotado en este Tour, no se rinde aún. Ni con sus palabras ni con sus actos.

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Resultaron en vano sus cuatro ataques, toda la estrategia del Visma y sus efectivos por delante (Benoot, Campenaerts...), el equipo que busca insistentemente otro Granon. Porque Tadej Pogacar no afloja: los resolvió, todos, sin aparente sufrimiento, atentísimo sin compañeros, sentado, sin perder un milímetro la rueda de su oponente. Incluso, a falta de dos kilómetros, lanzó su potencia, desatada también en la meta, para arañar otros dos segundos más a su ventaja, otro clavo psicológico, también en sus palabras de después, pura suficiencia: «Lo ha intentado con todo, pero sabía que podía seguirle la rueda, no necesitaba comprometerme demasiado. La escapada era fuerte, así que no quería arriesgarme a un contraataque de Jonas por detrás. He sufrido en algún punto, pero le aguanté, intenté contraatacar una vez, tampoco quería exponer demasiado. Mantuve mi ritmo y controlé la carrera».

A Tadej le aguardaba el abrazo y los besos de Urska Zigart, su pareja, en la cumbre. Ciclista profesional también ella, había completado la ascensión al Mont Ventoux un rato antes. A Jonas, como si todo en este Tour le jugara malas pasadas, lo que le esperaba era un incidente: un choque con un fotógrafo despistado le hizo caer al suelo. «Se me metió corriendo justo después de cruzar la meta. No sé qué hacía ahí. Creo que la gente en la zona de meta debería prestar más atención», se quejó, irritado, el danés.

Que, sin embargo, volvió a mostrarse esperanzado. «No he ganado tiempo, pero he ganado en motivación. Me siguió, le seguí, no sé si tuvo alguna debilidad. Lo seguiré intentando», lanzó. Le quedan dos oportunidades en los Alpes para intentar recortar una distancia que se dispara ya a los 4:15. El jueves, la etapa reina entre Vif y el Col de la Loze (con el Glandon y la Madeleine de aperitivos) que tan buenos recuerdos le trae. Y el viernes, cinco puertos y cima en La Plagne.

En su desafío permanente, Pogacar y Vingegaard elevan el ciclismo a límites de rendimiento como no se conocen. Cuando comenzaron a ascender el Mont Ventoux la victoria de etapa parecía una quimera para cualquiera de los dos, con los fugados, entre ellos el bravo Enric Mas y el vencedor Valentin Paret-Peintre, a casi siete minutos. Sin demasiado rastro del UAE Emirates, el Vista tocó pronto a rebato, primero Van Aert, luego Kuss. El ataque inicial de Vingegaard, el que ya los dejó mano a mano, fue a falta de ocho kilómetros. Fue tal el ritmo de ambos que llegaron a apenas 43 segundos del francés.

Y, de paso, fulminaron un récord de esos imposibles, el que Iban Mayo tenía en la ascensión (45 minutos y 47 segundos desde St. Esteve), desde 2004. Aquella etapa del Dauphiné era una cronoescalada. Pogacar, que recordó su «mal día» en este escenario en 2021, dijo que esta vez «disfrutó»: lo completó en 44:48, dos segundos menos que Vingegaard. Contando un poco más atrás, desde Bedoin (21,2 kilómetros al 7,5% de desnivel), también desplumaron al vasco en más de un minuto: 55:51 Iban Mayo entonces, 54:31 Pogacar ayer.

«No creo que hubiéramos podido rodar mucho más rápido. Jonas y su equipo han marcado un ritmo muy bueno desde la base del puerto, y también más adelante con los dos hombres que venían de la fuga. Este es el límite de lo rápido que podíamos rodar, más allá de haber trazado mejor alguna curva», razonó. El récord en el Tour del Mont Ventoux lo tenía Marco Pantani desde 1994: Tadej esta vez ascendió casi tres minutos más rápido.

Paret-Peintre despierta a Enric Mas de su sueño en el Mont Ventoux

Actualizado Martes, 22 julio 2025 - 17:08

En la cima del Mont Ventoux, el icónico paisaje lunar que reina en la Provenza, como un monstruo en el horizonte, visible desde decenas de kilómetros, el espigado Valentin Paret-Peintre, cintura de avispa, pone su nombre entre lágrimas. La victoria de una vida, orgullo francés en este Tour que ansiaba un triunfo local y exploraba sus propias miserias, ahora que se cumplen 40 años de la última corona de Bernard Hinault. En el Mont Ventoux también Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard prolongan su interminable duelo, como condenados para siempre a estar cerca, a desafiarse hasta que uno quede en pie. [Narración y clasificaciones]

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Fue una subida como un thriller, como un calvario, con la batalla por delante por la victoria, con Enric Mas en cabeza, sólo, soñando, sufriendo, más de 10 kilómetros, hasta que despertó sin un gramo de fuerza en sus piernas (acabó séptimo). Con Ben Healy y Paret-Peintre, tan livianos, barbudos, dos hipsters con poco más de 100 kilos entre ambos, golpeándose con ataques continuos, nerviosos, inquietos, como escaladores de antaño. Hasta que un inesperado Van Wilder, compañero del francés, salió de la nada y fue determinante en los últimos metros, donde también se había presentado Santiago Buitrago, para que el Soudal del arruinado Remco Evenepoel celebrara un triunfo que vale por 10.

Y más atrás, amenazantes, Jonas y Tadej. Agresivo el danés, más pleno que en los Pirineos. Conservador el esloveno, menos potente. Lejos los escapados del día, el Visma puso ritmo desde abajo, primero Van Aert, luego Kuss. Pogacar se quedó sin compañeros, ni rastro de Narváez. Y, a falta de ocho kilómetros, aún zona boscosa, probó por primera vez Vingegaard. Que repitió dos kilómetros después, cuando Benoot le echó una mano. Y una tercera, tras el impulso de Campenaerts. Todas contrarrestadas por el líder, siempre sentado.

A falta de dos, Pogacar atacó y también respondió con solvencia Vingegaard. Sólo en los últimos metros, para otra muesca mental, el esloveno puso otro par de segundos de ventaja.

Enric Mas y Alaphilippe, en la escapada.

Enric Mas y Alaphilippe, en la escapada.ANNE-CHRISTINE POUJOULATAFP

A Enric Mas, tan decaído en otro Tour más, tan lejos del Top 10 y hasta de cualquier opción de victoria de etapa hasta ahora, intenciones proclamadas tras sus primeros desfallecimientos, se le había presentado, al fin, una oportunidad de esas únicas. Atentísimo en los cortes del día, todo llano hasta las faldas del coloso, lo estuvo aún más para plantarse en el sexteto que iba a iniciar la subida con un minuto y medio de adelanto sobre otro grupo de 30 y casi siete con el pelotón, que comandaba el UAE con pocas ambiciones, aparentemente, de llevar a Pogacar hacia el triunfo en el lugar icónico.

Mejor aún el balear anticipándose con colmillo, atacando a falta de cuatro kilómetros a Thymen Arensman, el más peligroso de sus compañeros, el ganador en Superbagnères, al que acompañaba Julien Alaphilippe. Ya sólo le quedaba un calvario, pero qué calvario. En solitario hacia la cima del Gigante de la Provenza, rampas pedregosas, paisaje lunar. Allá donde Tom Simpson perdió la vida en 1967, donde Chris Froome corrió a pie desesperado en 2013, donde otros españoles coronaron en cabeza (Julio Jiménez, Gonzalo Aja y Juanma Gárate), donde hace cuatro Vingegaard se presentó al mundo dejando de rueda a Pogacar. La cima que exploró Petrarca en 1336. Hacia todos esos mitos y leyendas cabalgó el balear.

Que se quedó en la orilla, porque los menudos escaladores le atraparon. Porque Paret-Peintre, ganador el año pasado de otra bonita etapa de montaña en el Giro (Bocca della Selva) aprovechó una oportunidad maravillosa a casi 2.000 metros de descarnada altitud.

Ricky Rubio vuelve al lugar donde todo empezó: jugará en el Joventut la próxima temporada

Ricky Rubio vuelve al lugar donde todo empezó: jugará en el Joventut la próxima temporada

Ricky Rubio volverá a jugar al baloncesto. Y lo hará en el lugar donde todo empezó. En la mañana de este martes, el Joventut de Badalona ha anunciado que el base, de 34 años, regresará 16 después a lo que fue su cuna profesional. Ha firmado por una temporada.

"Me gustaría jugar al baloncesto sin ser Ricky Rubio, pero es imposible", pronunciaba el base hace unos días en una entrevista con Jordi Évole. En ella, tras confesar y detallar los problemas de salud mental que había ido padeciendo durante su carrera -hasta el punto de incluso pensar en el suicidio cuando anunció su parón en el baloncesto en plena concentración de la selección española para el Mundial 2023-, Ricky parecía enterrar también las posibilidades de volver a jugar profesionalmente al deporte que le encumbró, en el que alcanzó hitos tan altos como ser el MVP de todo un Mundial."Quiero jugar al baloncesto, pero no puedo. Estoy exprimiendo el máximo para ver si puedo. La respuesta cada vez es más clara".

Sin embargo, semanas después, la buena nueva. El del Masnou se concederá un último baile, una vuelta a los orígenes para cerrar el círculo. Según ha confirmado oficialmente el club, Rubio regresa al Joventut, allá donde se formó, donde debutó con 14 años, en 2005, en la ACB de la mano de Aíto García Reneses. Al club que abandonó a los 19 para firmar por el Barça, ser campeón de Europa y dar posteriormente el salto a la NBA. 16 años después, Ricky vestirá el verdinegro de la Penya.

Lo hará camino de los 35 años, a las órdenes de Dani Miret, un entrenador sólo cinco años mayor. En un equipo que viene de disputar los playoffs de la ACB y en el que ya no estará su amigo Pau Ribas, al que el propio Ricky despidió en su último partido. Sí otros viejos conocidos como Ante Tomic y Guillem Vives.

El último partido oficial que disputó Ricky fue el pasado 2 de junio de 2024, el tercero de semifinales ACB, con la camiseta del Barça, en el Palau ante el Real Madrid. Había regresado (fueron 15 partidos de la Liga Endesa y 13 de la Euroliga) tras despedirse de la NBA, con la que llegó a jugar más de 700 partidos en 12 temporadas. "Durante este año he echado de menos el baloncesto y he querido jugar sin nada externo. El partido que he jugado es una Liga de amigos para divertirse, pero no lo he terminado de disfrutar. Quiero intentar ver la forma en volver a jugar al baloncesto, en volver a divertirme porque al final no lo disfrutaba". Ricky parece dispuesto a volver a disfrutar.

Joxean Fernández 'Matxin': "Pogacar no sólo es un campeón, es un puto líder"

Joxean Fernández ‘Matxin’: “Pogacar no sólo es un campeón, es un puto líder”

Del hotel del UAE Emirates a las afueras de Montpellier parten a media mañana Tadej Pogacar y sus compañeros, seguidos de un enjambre de ciclistas amateur que no tardan en perder comba. Es el día de descanso, pero las piernas no pueden parar en seco. Un par de horas suaves, un café y vuelta al cuartel general, que comparten con el Lidl y el Bahrein, y en el que Joxean Fernández Matxin despacha su frenética rutina: sponsors, periodistas y agentes.

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¿Le mosquea que todo vaya tan bien?
Intentas disfrutarlo. He aprendido a hacerlo, porque yo personalmente también he pasado por malos momentos. Te das cuenta de que nada es ni efímero ni eterno.
Como el constipado de Tadej.
Hay tantos cambios de temperatura... En el podio está el aire acondicionado a tope, en las ruedas de prensa, el antidoping y luego de golpe el calor. Afecta. Pero está bien.
¿Llegó a pasar miedo en la caída de Toulouse?
No te da tiempo pensar. Actúas rápido e intentas acudir a la caída para cambiar la bici... Yo siempre tengo dos frases que repito mucho y que ellos me bromean. Una es: "Hoy tenemos que ganar sí o sí". Y la otra: "Cualquier problema tiene solución". Y yo siempre busco la solución.
La sensación es que sólo algo extraordinario, un accidente o una enfermedad, puede hacer que Pogacar no gane su cuarto Tour.
Puede haber más circunstancias. Las hemos vivido y las recordamos. El Granon (2022) fue un día fatal, el col de Loze (2023) otro. Esas cosas no podemos olvidarlas. Hay que tener memoria para los momentos malos.
Matxin y Pogacar, durante el pasado Tour.

Matxin y Pogacar, durante el pasado Tour.UAE

Hautacam, Mont Ventoux, la Loze... Este Tour se ha empeñado en volver a los lugares donde Pogacar ha sufrido. ¿Es otra motivación?
Sí, sin duda. Cuando tú consigues algo y acumulas muchas victorias, tienes una memoria general de ellas. Pero cuando tienes un mal día, eso no se olvida. La mejor forma de motivar a alguien es solucionar esos malos recuerdos. El estímulo de alguien como Tadej es eso. Ya se vio en Hautacam. Sólo nos falta Granon en este tríptico. Algún día habrá que quitarse esa espina.
¿Cómo se hace para mantener el hambre de quien gana todo?
Eso es lo más fácil. Sinceramente. Cuando compites te das cuenta de que hay otros 200 corredores que quieren ir para adelante y ganarte. La diferencia entre el yo puedo y yo lo hago es la calidad. Él es consciente de que la tiene y siempre es competitivo. Lo que buscamos con él es variar los objetivos, cambiar de carreras. Está el objetivo prioritario y luego nos aproximamos con otros, como este año con las clásicas.
¿Tadej mira mucho a la Historia?
Se lo ponéis los periodistas en bandeja. A veces yo le digo algo. Él me escribe o me llama más por el tema de los puntos UCI, de los ránkings... Ahora últimamente ya no tanto, porque siempre va primero, así que no hay mucho que mirar.
¿Se está granjeando una mala imagen por ganar tanto?
Si algo tiene Tadej es que no es arrogante. Él se moja y dijo: "Este equipo me paga para ganar". No le pagan para regalárselo a un rival. Y no creo que fuera justo para ellos. Si yo fuese su rival no me gustaría que me lo regalase. Él compite para ganar. Otra cosa es que pueda correr ahora más tranquilo, como el otro día. Posiblemente en Superbagnères, en vez de esperar a que atacara Vingegaard, lo hubiera hecho él. Pero las circunstancias son así, ahora no tiene desasosiego, no hace falta que haga sobreesfuerzos cuando queda una semana tan dura.
Joxean Fernández Matxin, durante la entrevista, en el hotel del UAE.

Joxean Fernández Matxin, durante la entrevista, en el hotel del UAE.EL MUNDO

Cuando un ciclista domina de forma tan abrumadora no tardan en salir las sospechas de dopaje. ¿Cabrea?
Sinceramente, yo analizo quien habla del tema del dopaje y son gente de hace 20 años. Les diría: "mirad el ciclismo de hoy en día, no tiene nada que ver". Son periodistas que han vivido una época que les ha marcado. Les pediría que vivan el día a día. Hace unos días, David Lappartient (presidente de la UCI) sacó en un medio como Le Figaro una información con la perfomance completa de Pogacar. Se lo agradezco.
¿Nota a Tadej más maduro?
Sí, en todos los aspectos.
¿Por ejemplo?
Ya sabe que tiene que, en vez de 18 autógrafos, firmar sólo cuatro o cinco. Porque si hace 18 hay otros 200 aficionados que se van a enfadar. También en carrera, sabe tener la pausa para estar en el pelotón. Y en cuanto a la motivación de sus compañeros. La diferencia es ser líder o ser campeón y él es un líder. Se preocupa por los compañeros, por el staff... Predica con el ejemplo. Eso es lo que más me gusta de él. Y se lo digo personalmente: "No eres un campeón, eres un puto líder". Cada vez que viene al autobús agradece a sus compañeros y ellos se dejan la vida por él. Estaba más contento por la victoria de Wellens que por las suyas.
¿Y un líder se cabrea?
Sí. Normalmente sabe canalizar bien, pero es muy directo. Tiene valor y huevos para decirme las cosas.
¿Qué le queda por mejorar?
Ser un sprinter masivo y ganar a un pelotón de 200. Pero ni trabajamos ni pensamos en ello.
¿Victoria en Mont Ventoux, en la Loze o París con Montmartre?
Conociéndole, full equipe.

Vingegaard amenaza con “atacar” y Pogacar responde: “Estoy preparado para luchar contra todos, especialmente contra Jonas”

Actualizado Lunes, 21 julio 2025 - 17:57

La jornada de descanso del Tour de Francia también forma parte de la propia guerra. Aparcado el pelotón este lunes en sus cuarteles generales, todos en los alrededores de Montpellier, es momento de repasar el estado de la tropa y de mirar lo que viene, que no es poco: el martes, el Mont Ventoux. Jueves y viernes, los Alpes. También es tiempo de batalla psicológica, de recados al adversario. Visma Lease a Bike y UAE Team Emirates no han dejado de hacerlo.

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El primero en disparar este lunes fue Jonas Vingegaard, quien en su comparecencia ante los medios no dudó en advertir que no tira la toalla, pese a que su distancia con respecto a Tadej Pogacar en la general es ya de más de cuatro minutos. "Es una gran diferencia, pero mi punto fuerte es la tercera semana", advirtió el danés, mirando de reojo algunos precedentes. Tanto en 2022 (Granon) como en 2023 (col de la Loze), los Alpes y sus jornadas maratonianas fueron sus aliados. No así el año pasado.

El Visma tiene un plan. Siempre lo tuvo y siempre fue la última semana. Otra cosa es que pueda llevarlo a cabo, porque la fortaleza de Pogacar asusta. "Estoy preparado para la lucha contra todos, especialmente contra Jonas", respondió después el esloveno, que habló de seguir concentrado y de confiar en sí mismo, como hasta ahora. Y que tiene un par de cuentas por saldar, empezando por el Mont Ventoux (15,7 kilómetros al 8,7%). En el gigante de la Provenza, en 2021, el esloveno fue incapaz de seguir la rueda de un Vingegaard que dejó su primera gran exhibición, avisando de lo que venía. Bien es cierto que luego lo atrapó en la bajada.

Jonas dejó otra frase interesante que habla de sus ambiciones: "Estoy dispuesto a sacrificar mi segundo puesto para intentar ganar". Porque, no muy lejos de él y luciendo una plenitud que asombra, acude el joven alemán Florian Lipowitz. "Tenemos que atacar, intentar algo. Perdí tiempo en dos días malos, pero sé que mi nivel real es mucho mejor, lo que me ayuda a mantener la fe en mí mismo", pronunció el danés.

La amenaza de uno y la seguridad del otro. La lucha eterna, esta vez con Pogacar como claro dominador. "Tengo confianza en mí mismo.Seguro que Jonas también, porque está en buena forma. Lo vimos en la contrarreloj y en la etapa a Superbagnères. Tendré que mantener la concentración cada día. Dormir bien, comer bien. Y mantener el ánimo que tenemos con el equipo. Va a ser difícil, pase lo que pase", razonó el líder.

De dislocarse el hombro a celebrar su no victoria, el día más surrealista de Alaphilippe: “Como un idiota”

Actualizado Domingo, 20 julio 2025 - 23:10

En la meta de la medieval Carcassonne, Tadej Pogacar entró sonriente y feliz tras conocer que Tim Wellens -no sólo su gregario, también uno de sus más cercanos en el UAE Emirates- había conseguido una extraordinaria victoria en solitario tras atacar antes del descenso (aunque Quinn Simmons, uno de sus compañeros de fuga, le acusara de haberse ayudado del rebufo de una moto para abrir hueco). El belga no fue el único, sin embargo, que entró con los brazos arriba. La anécdota de la jornada la protagonizó todo un veterano, para escarnio francés. Julian Alaphilippe, día para olvidar, festejó con rabia lo que no era.

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"Por desgracia, mi radio no funcionaba después de la caída. Intenté hacer el mejor sprint y, como un idiota, levanté las manos mientras había otros delante (Campenaerts había sido segundo). Podría haber terminado mejor, pero también podría haberme ido a casa, así que no pasa nada", confesó Loulou, ídolo de masas en el Tour.

La cosa había empezado realmente torcida para el del Tudor, que al poco de salir desde Muret se vio implicado en una caída en la que se le dislocó el hombro derecho. Sentado con las piernas cruzadas en mitad de la carretera, aturdido, fue atendido por el equipo médico y al poco regresó al pelotón. Según admitió después, él mismo había colocado su articulación: "Recordé lo que me habían hecho en el hospital y logré recomponerlo".

Alaphilippe, tras su caída.

Alaphilippe, tras su caída.LOIC VENANCEAFP

"Hizo un clic fuerte y todo volvió a la normalidad. Después, fue una contrarreloj para remontar". Julian siguió batallando como de costumbre y logró meterse en la numerosísima fuga que hizo camino. Después se quedó cortado y, finalmente, ya en los últimos kilómetros, enlazaron con el grupo en el que iban los españoles Carlos Rodríguez e Iván Romeo. Alaphilippe pensó que nadie más había por delante y, sin radio, nadie le avisó. Esprintó con su infinita clase y superó a un ojiplático Van Aert y a su compatriota Axel Laurence. Y alzó los brazos con rabia. Pensaba que había conseguido su séptima victoria de etapa en el Tour, menudo broche a sus 33 años. Pero no.

No es el primer ciclista al que le ocurre algo parecido. Ni siquiera a él mismo, que ya en 2020 levantó los brazos en la Lieja-Bastoña-Lieja, sin darse cuenta de que Primoz Roglic le había superado en la línea de meta.

Ni etapas, ni podio, ni la montaña... las razones del inmenso vacío español en el Tour: "Nos toca una época en la que es súper complicado"

Ni etapas, ni podio, ni la montaña… las razones del inmenso vacío español en el Tour: “Nos toca una época en la que es súper complicado”

La etapa entre Muret y Carcassone fue un buen síntoma de la frustración permanente del ciclismo español, del querer y no poder del que otrora era la envidia del resto, ahora relegado a las migajas. Carlos Rodríguez no pudo intentarlo con más ahínco y ambición en la fuga del día. Fue protagonista total, sumando su esfuerzo al de la jornada anterior camino de Superbagnères (donde ganó su compañero Thymen Arensman), pero cada vez que había una selección, el granadino perdía comba.

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Algo parecido a Iván Romeo, "etapa marcada", sacrificio suyo y de todo el Movistar que acabó en las lágrimas del prometedor ciclista en meta, en la escapada pero lejos de la victoria. "Era un día para mí, pero fui siempre a contrapié. Terminar el 14º no es lo que quería. Tengo mucha rabia dentro porque había piernas para estar más adelante", se sinceró.

Rodríguez finalmente sacó un buen pellizco de ventaja para la general (« no era lo principal»), en la que ascendió a la novena plaza. Las migajas. No quebró ninguna de las maldiciones que persiguen a los nacionales en el Tour. Precisamente él fue el último en alzar los brazos, 42 etapas atrás, brillante en Morzine 2023, donde hizo lo que casi nadie, sorprender a Pogacar y Vingegaard. Ese mismo año, días antes, Pello Bilbao había roto una racha que había puesto alarmantemente el contador de la sequía en 100. Otro dato para reflexionar: España no se queda sin al menos un top cinco en las primeras 15 etapas desde 1980. Para encontrar otro caso similar, hay que remontarse a 1950.

Y más. En lo que llevamos de siglo, España sólo se ha quedado una vez sin representación en el top 10 final del Tour. Fue en 2022, cuando Luis León Sánchez sólo pudo ser 13º a casi 50 minutos de Vingegaard.

Rodríguez, que habló de sus «mejores sensaciones» y de «seguir intentándolo», y Enric Mas, son los señalados. Por contrato, por talento y por galones. Ambos amanecieron mirando a la general y ambos han acabado pensando en otra cosa. Una escapada, una etapa que alivie las críticas. Mientras que el del Ineos admite ir a más, el balear, con tres podios de la Vuelta en su palmarés, parece bloqueado mentalmente con el Tour, en el que ya cumple siete participaciones (quinto en 2020 y sexto en 2021). «Cuando vienes a intentar hacer la general y tienes la mala suerte, por llamarlo de alguna manera, de salir de esa clasificación, asimilarlo cuesta un par de días», analiza su director José Joaquín Rojas después de la decepción de las jornadas alpinas. «Es más psicológico que físico, es más mental que otra cosa. Tiene que pasar el duelo. En los Alpes veremos al Enric de siempre», augura.

Carlos Rodríguez, en el Tour.

Carlos Rodríguez, en el Tour.CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE

Rojas, que presenció bien de cerca los éxitos de su inseparable Valverde, de Contador y Purito, cuando ganar era norma, es consciente de la presión sobre el ciclismo español. Que no gana un Tour desde 2009 (Contador, el último en vestir de amarillo también), que no pisa un podio desde 2015 (Valverde), pero que tampoco lucha por la Montaña (el último fue Samuel Sánchez, en 2011) o por la Regularidad (Freire en 2008). Rojas se ciñe al Movistar, un equipo que no se lleva una etapa desde Nairo Quintana en Valloire, en 2019. «No nos sentimos presionados. Somos un equipo de la mitad de la tabla para atrás en cuanto a presupuesto y no se pueden hacer muchas maravillas. Cualquiera del UAE estaría en el podio. Nosotros con lo que tenemos estamos satisfechos. Sabemos cuáles son nuestras posibilidades», confiesa.

Esta vez fueron 10 los españoles de inicio, cada uno con diferentes misiones. Por suerte, ninguno ha tenido que retirarse. Marc Soler brilla en su preciada labor de sombra de Pogacar. Los jóvenes Iván Romeo y Pablo Castrillo se divierten (y sufren) en su debut. Ion Izagirre (que también ganó etapa en aquella edición de 2023) y Alex Aranburu, compañeros en el Cofidis, pasan desapercibidos. García Cortina y su espíritu disfrutón cumple en su labor de protección y apunta a jornadas más propicias: «En la tercera semana hay un par de etapas que me gustan y también habrá más fatiga en todo el mundo. Ojalá».

Luego está la pareja del Arkea, dos tipos bajo el radar que están rindiendo. Pues ambos, Cristián Rodríguez y Raúl García Pierna, tienen la misión de proteger a la esperanza francesa, Kevin Vauquelin. El almeriense es el segundo mejor español en la general (19º), espoleado por el fin de su contrato en el equipo galo. «Para mis aspiraciones personales no es el momento. Con la edad y la experiencia que tengo, me gusta más trabajar para un compañero así, que hace buenos resultados. Que por ejemplo, ser el 15 de la general, que podría», confiesa en EL MUNDO quien pronto tuvo que buscarse la vida fuera de España. «Fue lo mejor que pude hacer. En Francia estoy súper bien y no sé si volveré, porque se me valora más. Cuando voy a España siempre me piden más, no me valoran lo que hago. Es un poco raro», protesta.

A su lado, también de rojo Arkea (aunque el año que viene le espera el Movistar), la sonrisa inseparable de García Pierna, estirpe de ciclistas (su padre es Félix García Casas, su hermano Carlos corre en el Caja Rural). El año pasado fue su debut, este vuela con sensaciones estupendas. «Me noto mejorado y tengo más interiorizado el ritmo de carrera», admite, brillante en los Pirineos (12º en Hautacam, 26º en Superbagnères).

«El ciclismo ha subido a niveles estratosféricos con Pogacar, Van der Poel y todos estos genios. Es una época gloriosa y es súper difícil. Tuvimos la suerte de tener a Contador, a Valverde a Purito. Antes a Indurain, a Perico. Ahora hay jóvenes con talento que no están para ganar el Tour pero sí para hacer cosas grandes. Hay que seguir insistiendo con la cantera», concluye con el análisis Rojas. "Nos toca una época en la que es súper complicado conseguir victorias y luchar por algo, pero a la vez estás compartiendo pelotón con el que quizá sea el mejor de la historia y hay que saber disfrutarlo también", añade García Cortina.

Pogacar no deja de sonreír: su gregario Tim Wellens vence en solitario en Carcassonne

Actualizado Domingo, 20 julio 2025 - 17:30

Como si siempre avanzara con el viento a favor, como si el Tour de Francia fuera para él una fiesta permanente. Atrás ya, casi enterrados en el olvido, los desvelos de 2022 y 2023, Tadej Pogacar sólo disfruta. O gana o deja ganar. Camino de Carcassonne, calma antes de la calma del día de descanso y todo lo que vendrá después (Mont Ventoux, Alpes...), el líder se dio el gustazo de comprobar cómo se imponía uno de sus más fieles pretorianos. Tim Wellens, vaya lujo de gregario, aprovechó la jornada de permiso y se llevó un triunfo de poderío. [Narración y clasificaciones]

Para saber más

Hizo la fuga de la fuga, un clasicómano de quilates, experiencia de años y años en el pelotón para no dejar pasar la oportunidad de una vida, su quinto triunfo parcial en una grande, dos en el Giro y dos en la Vuelta (ambas en 2020). Pero no hay nada como el Tour, donde se estrenó en solitario. Y eso que los que acompañaban a Wellens eran tigres como Storer, Campenaerts o Simmons, petrificados todos cuando antes del descenso infinito hacia la medieval Carcassonne el belga se anticipó con uno de esos ataques de no mirar atrás. Llegó con minuto y medio de ventaja.

Campenaerts, otro belga, fue segundo, anticipándose a los perseguidores. Y Carlos Rodríguez e Iván Romeo, que se dio el gustazo de remontar junto a Van Aert, llegaron en el segundo grupo.

Es la victoria 65 ya del UAE Emirates en lo que va de año. Inmisericordes en busca del récord del HTC Columbia de 2009, 85 con los velocistas Greipel y Cavendish.

Tras la tortura del tríptico pirenaico y justo antes del alivio de la jornada de descanso en Montpellier, el Tour afrontaba una nerviosa etapa desde Murat. Que pronto cumplió las expectativas, las de tipos hambrientos en busca de las pocas migajas que deja Tadej Pogacar. En los primeros kilómetros llanos, mientras se sucedían los ataques como si de un avispero agitado se tratara, una caída aumentó más la locura.

Porque en ella estuvo implicado Florian Lipowitz, el joven alemán, ex biatleta, que ha puesto todas sus cartas en el podio de París. Y también se quedó cortado Jonas Vingegaard, entre otros. Pogacar intentó calmar los ánimos, pero Van der Poel quería rock and roll.

Carlos Rodríguez, comandando la escapada del día camino de Carcassonne.

Carlos Rodríguez, comandando la escapada del día camino de Carcassonne.CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE

Los rezagados lograron volver y de nuevo el tiroteo. Que no iba a cesar hasta que llegaran las tres cotas del día, especialmente la última, el muro de Pas du Sant, tres kilómetros por encima del 10% de desnivel, seguidos de un falso llano tortuoso de asfalto roto. Todo eso a 50 kilómetros de meta.

Troceados en pequeños grupúsculos, hasta 30 escapados lograron sobrevivir a las dos primeras subidas. Y un grupo de siete que luego fue de nueve se anticipó a la jugada. Entre ellos, siempre atentísimo, valiente, con más ganas que fuerza, Carlos Rodríguez. Ellos iban a ser los elegidos, incluso tras volver a saltar por los aires en el muro con el ataque de Storer. Y el latigazo de Wellens antes del larguísimo descenso. Siempre el granadino sufría y perdía comba y finalmente se le marchó la oportunidad. Al menos, la etapa le sirvió para pellizcar terreno en la general, donde asaltó el noveno puesto de Ben Healy, que puso a tirar al Education First cuando la ventaja con el pelotón superó los seis minutos.