El Dortmund maniata al PSG y apaga el último sueño de Mbappé en París

El Dortmund maniata al PSG y apaga el último sueño de Mbappé en París

Lloró París. Se quedó helado Kylian Mbappé. Se acababa una era sin el título más deseado. No habrá visita a Wembley, ni adiós glorioso para el mejor jugador francés, que se marchará con el dolor de dejar una tarea pendiente. La gloria se la robó Hummels, líder de un Dortmund arremangado, capaz de asaltar un lugar que nadie le reservaba: la final de la Champions. [Narración y estadísticas (0-1)]

El Parque de los Príncipes se vistió de fiesta convencido de que nadie podría aguársela, sin embargo, la realidad fue otra: sufrió y mucho. El Dortmund se agarró a su ventaja con uñas, dientes y mucha cabeza. Ni se les pasaba por la mente ser los colaboradores necesarios en la noche de un PSG que no pudo avasallar. Y es que todos en el estadio sabían que darle la vuelta al guión de estas semifinales pasaba por las letras que escribiera Mbappé, siempre vigilado con disciplina germánica.

Quiso Luis Enrique que luciera su estrella acomodándole donde más le daño hace, escorado en la banda izquierda, estirando a la defensa e inquietándola con sus movimientos. A Gonçalo Ramos lo reclutó para que recogiera sus centros y los de Dembélé o Hakimi, que fue el primero en servirle un balón. Con ese remate y una volea de Mbappé sin complicaciones para el meta Kobel quiso meter el miedo en el cuerpo al Dortmund. También lanzó un aviso Vitinha de que, incluso mirando a la grada, es capaz de dejar a su compatriota Ramos en posición de disparo a puerta.

Aún así, los alemanes ni se inmutaron. Es cierto que ni tenían el control del partido ni podían correr, pero estaban cumpliendo con el plan de Edin Terzic. Era cuestión de esperar que la ansiedad de los parisinos le abriera los espacios. Empezaron a aparecer mediada la primera parte, aunque Adeyemi ya había avisado rematando una asistencia con el pecho de Füllkrug, que mantenía entretenidos a Marquinhos y Beraldo. Menos protagonismo tuvo Jadon Sancho porque Nuno Mendes aprendió de su sufrimiento en el Wetsfalenstadion y Luis Enrique le puso ayuda.

Providencial Hummels

El duelo derivó en un intercambio de golpes. Otra vez Füllkrug hizo de pared en la línea de fondo para, de espaldas, fabricarle a Ryerson un remate franco que no atinó a colocar entre los tres palos.

Mbappé tenía que aparecer y lo hizo conduciendo desde la orilla al corazón de área hasta encontrar el agujero por donde servirle a Dembélé una ocasión más. La oportunidad para romper el empate la tuvieron los dos equipos en el minuto 34. De una portería a otra. Fue primero el astro francés quien, asociado con Vitinha y Fabián, se coló en el punto de penalti y, cuando armaba la pierna, vio cómo un imperial Hummels aparecía para arrebatarle el balón.

La jugada continuó en una carrera endiablada de Adeyemi desde su campo hasta toparse con Donnarumma. No perdía el orden el Dortmund pero tampoco la más mínima ocasión de aumentar su ventaja viendo que el PSG no se desataba. Probó Vitinha desde fuera del área y Mbappé hasta cambió de banda buscando la forma de hacer daño al filo del descanso. No sólo no lo lograron sino que fueron castigados al regreso del vestuario.

Estrellado en los postes

Subió las revoluciones del partido el PSG y un centro de, otra vez, Mbappé lo intentó cazar Ramos en el primer palo y acabó desviándolo para que Zaïre-Emery, en el segundo, estrellara su remate en el poste. Era un primer paso que se volvió insuficiente cuando el Dortmund golpeó. Brandt botó un córner para que el cómodo testarazo de Hummels en adelantaba a los alemanes y obligaba al PSG a hacer dos goles para forzar, al menos, la prórroga.

No podían rendirse aunque la decepción fue un lastre inevitable no tanto en las botas como en el ánimo. El acoso era la única vía posible y lo vio venir Terzic, que renunció al peligro de Adeyemi para amurallarse colocando a Süle como tercer central. Ni una grieta podría abrirse en el muro, porque los franceses la pensaban encontrar, como hizo Nuno Mendes con un disparo que, de nuevo, se estrelló en el palo. La madera fue una aliada del Dortmund en toda la eliminatoria.

Probaba si fortuna Ramos, a quien Luis Enrique envió al banquillo buscando el genio de Marco Asensio, y no desistía Mbappé, primero aprovechando una asistencia de Dembélé para poner un centro sin rematador y después un disparo que salvó la mano de Kobel. Entretanto vio cómo a Hummels le anulaban otro gol por fuera de juego mientras que él, con el equipo de su espalda, no podía hacer más. La desesperación aumentó cuando, con el campo inclinado hacia Kobel, primero Mbappé y Vitinha se estrellaron con el larguero. Fue imposible derribar el muro.

El último desafío de Mbappé: la herida de Lisboa, la preparación mental y el deseo de una despedida triunfante

El último desafío de Mbappé: la herida de Lisboa, la preparación mental y el deseo de una despedida triunfante

«Quiero hacer historia para mi país. Esta es mi misión: ganar la Champions». Las palabras de Kylian Mbappé sonaron a premonición aquella tarde del 22 de agosto de 2020 en Lisboa. En esa inusual Champions pandémica, huérfana de público en las gradas y desplazada en el calendario, el PSG, liderado por el francés escoltado por Neymar y Di María, se deshizo del Atalanta y el Leipzig para plantarse en la final ante el Bayern Munich. Todo parecía indicar que los parisinos iban a convertirse en el segundo equipo francés en proclamarse campeón tras la gesta del Olympique de Marsella en 1993.

Sin embargo, no tuvieron opción. El Bayern de Hansi Flick se llevó su sexta Copa de Europa con un 0-1 de Kingsley Coman en el minuto 50 ante el que el equipo de Thomas Tuchel no pudo reaccionar. Aquella derrota dejó huella en Mbappé, el sentimiento de que no había cumplido con la tarea que le encomendaron cuando le ficharon en 2017 por 180 millones de euros- 35 de ellos sujetos a variables- y le rodearon de estrellas.

No pudo cobrarse venganza en 2021, porque el Manchester City le apeó en semifinales de manera inapelable. Pero busca hacerlo esta noche, arropado por el Parque de los Príncipes en la que será, seguro, su última gran noche europea en ese estadio. «Llegaré al partido con buen humor, dispuesto a defender los colores y llevar al equipo a la final. Ya estoy preparado», advirtió el domingo en un acto con su fundación con decenas de niños. No será fácil ante un Dortmund que llega con la ventaja del gol de Füllkrug, pero no hay escapatoria.

Liderar a los jóvenes

No habrá otra oportunidad, como no la ha habido desde 2021 de pelear por llegar a la final, algo que sólo habían conseguido una vez en toda su historia un año antes. Antes de la irrupción del flujo millonario catarí, el PSG había pisado en una ocasión las semifinales de la máxima competición. Fue en 1995 con Luis Fernández en el banquillo y con George Weah como estrella, pero el Milan de Fabio Capello les apartó de la final que acabaría llevándose el Ajax de Louis Van Gaal.

Con ese peso de la historia a sus espaldas, para que Mbappé acabe su misión tendrá que hacerse más presente que el duelo de ida, donde le costó dañar al conjunto alemán. Lo tendrá que hacer con sus incuestionables condiciones, pero también ejerciendo el liderazgo de la plantilla más joven que queda en la competición. Con una media de 24,5 años, casi ninguno de los que estará en el once ha vivido una situación similar. Se lo puede contar el propio Mbappé y el capitán Marquinhos, protagonistas en el once titular de aquella noche de lágrimas en Lisboa, como también de la decepción ante el City en 2021. También se mantiene en la plantilla de aquellas derrotas Keylor Navas y de la última, lesionado en el tendón de Aquiles, Kimpembe.

Los campeones, del Madrid

Achraf Hakimi llegó después con una Champions bajo el brazo que ganó con el Real Madrid en 2018, pese a haber jugado sólo dos partidos en la fase de grupos y haber ido convocado a otro, la ida de los octavos precisamente ante el PSG.

Son algunos de los menos protagonistas para Luis Enrique los que mejores recetas tienen sobre cómo jugar, y ganar, la Liga de Campeones. Uno de ellos es el guardameta costarricense, que alzó tres con el Real Madrid. Las mismas ha conquistado Marco Asensio, con un rol residual para el asturiano, pero fue campeón en 2017, 2018 y 2022.

La máxima de que todos los campeones de Europa que hay en el PSG lo fueron con la camiseta del Real Madrid la rompe Lucas Hernández. Él supo lo que es ser campeón precisamente en Lisboa, pero jugando para el Bayern. La opción de ayudar a poder devolver a la afición parisina la euforia arrebatada en 2020 se esfumó hace una semana. El central francés no estará hoy en el césped del Parque de los Príncipes y es una de las principales bajas de Luis Enrique. En el intento por evitar el gol de Füllkrug se rompió el ligamento cruzado de la rodilla izquierda.

Todos ayudarán a empujar contra los alemanes, pero las miradas serán para Mbappé. En sus botas estará si la despedida se alarga hasta Wembley buscando que la relación acabe con buenos recuerdos y una bonita amistad, o si el final de una leyenda empieza a llorarse en París.

Christian Rivero, el portero ‘veterano’ que debuta como capitán

Actualizado Domingo, 5 mayo 2024 - 21:13

No fue el debut soñado en Primera División para Christian Rivero, pero ya podrá decir que jugó minutos con la camiseta del Valencia. A sus 26 años y tras cinco años en la primera plantilla, el canterano no había tenido ocasión de ponerse nunca bajo palos en Mestalla. El destino se lo ofreció a poco más de dos meses de que finalice su contrato y su futuro vuelva a estar en el aire. Por eso entendió Thierry Correia que debía cederle el brazalete para provocar una imagen sin precedentes: debut en Primera como capitán.

Fue en el minuto 31 del duelo ante el Alavés cuando supo que pisaría el césped. Jaume Domenech, guardameta y capitán del Valencia, ponía en juego un balón con la pierna izquierda y se echaba la mano al muslo. Había resistido al pisotón de Kike García en el primer minuto, pero se tenía que ir del campo entre lágrimas.

En ese momento, con Mamardashvili en la grada sancionado, le tocaba a Rivero volver a la portería y convertirse, pese a sus 26 años, en el jugador valencianista de más edad sobre el campo. El rendimiento del 'baby' Valencia de Baraja ha sido su grandeza y, en ocasiones, su condena.

Thierry le coloca el brazalete de capitán a Rivero.

Thierry le coloca el brazalete de capitán a Rivero.LALIGA

Rivero recuperó sensaciones que no vivía desde el 27 de enero de 2021. Ese fue su último partido con el Valencia. Esa temporada, después de tres en el club, suya había sido la Copa del Rey y jugó ante el Terrassa, el Yeclano, el Alcorcón y el Sevilla, que le marcó tres goles y puso fin a su oportunidad. Aún así, no salió cedido hasta enero de 2022, cuando irrumpió el georgiano en la titularidad y decidieron enviarlo a Alcorcón.

En Segunda División jugó sólo tres partidos. El último el 24 de abril de 2022 ante el Real Oviedo (1-2). En total son siete partidos en los últimos cuatro años, un bagaje que puede antojarse pobre para el guardameta aún joven que nada pudo hacer en el gol del Alavés pero tuvo dos intervenciones ante Giuliano Simeone agradecidas por la grada de Mestalla.

Con la continuidad de Mamardashvili en manos de las ofertas que le lleguen a Peter Lim y los problemas físicos que lastran a Jaume pese a su reciente renovación, el futuro valencianista de Rivero se escribirá antes del 30 de junio.

El Valencia pierde sus alas europeas ante el Alavés

Actualizado Domingo, 5 mayo 2024 - 20:42

Pensó el Valencia que tenía alas suficientes para volver a Europa. Rubén Baraja había conseguido que un vestuario púber creyera que podía volar alto, hacia aquellos lugares que la historia casi siempre le reservó al club. Los rozó y se acercó tanto que, como a Ícaro, esas alas aún tiernas se le derritieron. El triunfo del Alavés en el fortín de Mestalla fue el calor que derritió los sueños. Enredado en la maraña que tejió García Plaza, precipitado y ansioso, fue capaz de evitar una derrota tan inesperada como justa. [Narración y estadísticas]

Al Valencia el partido se le atragantó desde el arranque. No se dibujaba un duelo cómodo por la capacidad del Alavés de amurallarse y desesperar rivales, y aún se complicó más por circunstancias aumentaron la sensación de que se empinaba aún más. La principal fue la lesión de Jaume Domenech. Sin Mamardashvili, sancionado, era el primer partido que jugaba como titular en Mestalla después de una racha de lesiones. En el primer minuto, un pisotón involuntario de Kike García acabó llevándose la bota derecha y dejando secuelas que, 30 minutos después, le obligarían a dejar el campo entre lágrimas. Para entonces el Valencia ya podía haber tenido ventaja en el marcador.

Había visto Thierry el hueco para la carrera de Peter Federico pegatido a la orilla derecha que acabó en un centro que no encontró rematador en Hugo Duro y que, al segundo palo, Diego López envió a la grada. De ese error nació la mejor ocasión del Alavés en toda la primera parte con un cabezazo de Kike García que escupió la cepa del poste derecho de Jaume. Al fallo de Diego López le siguió el de André Almeida, que se empachó de balón pisando el área sin ver que podía dejar a Hugo Duro en un mano a mano con Sivera.

Al Valencia le faltaba precisión. Guridi mordía los tobillos de Pepelu y obliga a Javi Guerra a esfuerzos extra en tareas defensivas. Complicado así enganchar con Almeida, desdibujado con Antonio Blanco de sombra. Y por las bandas crecía Peter Federico, poco acompañado. Sabía el equipo de Baraja por dónde meter el cuchillo, especialmente especialmente con el dominicano, pero no hacía sangrar a un Alavés muy acostumbrado a esperar su momento. Con la salvación en el bolsillo, con no romperse era suficiente ante un rival que daba síntomas de precipitación cuando encaraba la frontal del área.

La lesión de Jaume volvió a pausar el duelo y dio oportunidad al debut de Christian Rivero a sus 26 años tras cinco en la plantilla y con el brazalete de capitán. Siete partidos ha jugado en cuatro temporadas. No hubo impacto emocional en el equipo de Baraja pero siguió obtuso. Tanto que en una escapada por banda de Javi Guerra acabaron estorbándose en el remate Duro y Peter.

El Alavés estaba cómodo y a García Plaza le bastó con reforzar el mensaje, algo que no ocurrió en el vestuario valencianista. Europa se alejaba y desde el banquillo se buscó la electricidad de Sergi Canós para la segunda parte. A punto estuvo de funcionar cuando cazó un centro de Peter para estrellarlo en el palo.

Desde ese susto crecieron los vitorianos hasta tener el premio del gol en el minuto 68. Saque de esquina larguísimo al segundo palo donde apareció solo Javi López para marcar el primer gol de una tarde que se tornó fea, más aún cuando Melero anuló el gol de Diego López por la influencia de Peter Federico en fuera de juego.

Tocó arrebato Mestalla, pero no fue suficiente y hasta en dos ocasiones rondó el 0-2 Giuliano Simeone en los estertores del partido. Al Valencia le habían cortado las alas europeas.

La criptonita alemana del Dortmund frena a un humano PSG con Mbappé desorientado

La criptonita alemana del Dortmund frena a un humano PSG con Mbappé desorientado

A Londres se va por París. Ese es el consuelo que le queda a un PSG humanizado y huérfano de Mbappé que fue incapaz de golpear a un siderúrgico Borussia Dortmund cuya perfecta maquinaria alemana sigue asustando en esta Champions. Van a sufrir aún más los franceses para doblegar a un rival descarado y eficaz que siempre tuvo un plan.

Le bastó un destello, una imagen que bien podría ser un souvenir del fútbol alemán, para inclinar el partido. Un balonazo larguísimo de Schlotterbeck desde la defensa para que Füllkrug, aprovechando la salida de Marquinhos, cogiera la espalda de Lucas Hernández y, tras un control celestial, batiera a Donnarumma.

Ese gol fue un martillazo en el ánimo de los parisinos que, además, perdieron a Hernández por lesión. Había avisado más el Dortmund empujado por la enloquecida grada. Adeyemi le mostró a Achraf Hakimi que no iba a poder subir la banda con alegría y Sabitzer se aprovechó de un error de Nuno Mendes para plantarse en un mano a mano, muy escorado, eso sí, ante el guardameta italiano. No estaba cómodo el PSG, con Mbappé deambulando por el campo sin apenas entrar en juego.

Quiso estirar al equipo Dembélé con dos disparos en el área sin demasiado peligro a los que respondieron los alemanes enseñando las uñas. Empezaban a empujarles hacía la portería de Kobel, pero tenían capacidad para dar zarpazos. Eso hizo Brandt desde la frontal para estrellarse en la cabeza de Marquinhos.

Asfixiado sin poder mover la pelota con comodidad, las recuperaciones de Vitinha no llevaban con fluidez a las bandas, donde Barcola apareció sin ventaja ni espacios que atacar. El Dortmund les estaba conteniendo de manera agresiva y con ayudas solidarias a sus laterales. Los dos equipos sabían cuáles eran sus debilidades y se protegían.

Luis Enrique quería más circulación de pelota para encontrar la grieta en el muro alemán, esa por dónde Mbappé, otra vez como delantero centro, pudiera asestar el mazazo. Edin Terzic quería anular eso y sacar provecho de la falta de firmeza de un rival que le han marcado en todos los partidos de Champions. Con la pelota en los pies y mirando hacia adelante, es temible. Sin ella, sus jugadores se humanizan y Donnarumma tuvo que emplearse para atajar otro ataque de Sabitzer antes de que el PSG se reseteara en el vestuario.

Dos palos

Volvió al césped con más velocidad y más descaro. Un remate Barcola fue el preludio de la primera aparición peligrosa de Mbappé. Buscándose el hueco escorado a la izquierda armó un disparo que estrelló en el palo largo y el rechazo lo envió Achraf Hakimi a la cepa del potro poste. Se crecía el PSG conforme se hacía más imprevisible para el Dortmund. Aceleraba Barcola y hasta Marquinhos tiró de jugada ensayada para colocar un balón al punto de penalti donde apareció para cabecearlo sin fortuna Fabián.

Necesitaban reaccionar los alemanes y eso provocó que el duelo se enloqueciera y se volviera de nuevo más amarillo. Un veloz desborde de Jadon Sancho acabó con un paso atrás del inglés que dejaba en clara ventaja a Füllkrug, que no pudo rebañar ese balón. El delantero, quebradero de cabeza de la defensa francesa, reclamó incluso un penalti de Nuno Mendes.

El PSG volvía a languidecer, incapaz de presionar, recuperar y jugar. Por eso Luis Enrique echó mano de Kolo Muani para permitir más movilidad a Mbappé. Aunque los ataques eran trastabillados, volvió a aparecer para atraer a tres defensas al borde del área pequeña y dejar a Dembélé un remate que, pese a ser forzado, salvó la mano de Kobel. Si encontraban a su mejor recurso aún había alguna esperanza de igualar aunque fuera a trompicones.

Eso pensó Vitinha al ver escaparse a Hakimi por la banda. Lo buscó y el marroquí asistió a Dembélé en el punto de penalti, pero su disparo fue a la grada. Estaba siendo extraño que el PSG no fuera contundente, como si le pesara demasiado la responsabilidad y sin ni siquiera poder morir acosando. Y es que los alemanes no se agarraban al marcador y Sancho buscaba una y otra vez cómo quebrar más al rival. Sabían que la renta puede ser corta ante un apurado PSG. Si reaparece.

Barcola, el tercer mosquetero de Luis Enrique que sigue los consejos de Mbappé: "Ve al uno contra uno y no te hagas preguntas"

Barcola, el tercer mosquetero de Luis Enrique que sigue los consejos de Mbappé: “Ve al uno contra uno y no te hagas preguntas”

«Quien tiembla un segundo deja escapar quizá el cebo que, precisamente durante ese segundo, la fortuna le tendía». La frase de Alejandro Dumas guía los pasos de Bradley Barcola, el joven de 21 años que comparte el ataque el PSG con Mbappé y Dembélé sin temblar. Son los Tres Mosqueteros que tienen embelesada a Francia y que pretenden conducir al equipo qatarí, repudiado por la élite por su falta de pedriguí y acostumbrado a comprar talento a golpe de talonario, hacia la final de la Champions League, si el sorprendente Borussia Dortmund se lo permite.

Le faltaba a Luis Enrique una pieza que aumentara la letalidad de su ataque y la encontró el pasado verano en un jugador pícaro que, si bien tiene números discretos en cuanto a goles, sumar cuatro y ocho asistencias en 37 partidos, quiebra defensas con facilidad y abre partidos. Bien lo saben Hamari Traoré y Ronald Araujo, a los que avergonzó en los octavos y los cuartos de final de la competición.

El PSG pagó 50 millones de euros por esta joya que creció en la cantera del Olympique de Lyon. La complicada situación económica del club y el cambio de propietario provocaron que se aceptara su salida pese a los lamentos de los aficionados. El director deportivo del PSG, Luis Campos, y un recién llegado Luis Enrique sabían que tendría hueco en la idea de juego del asturiano, pero además tuvieron la paciencia necesaria para facilitar su adaptación y le fueron buscaron un hueco.

La idea de centrar a Mbappé fue un espaldarazo, pero su aparición ante los focos europeos fue el 13 de diciembre precisamente ante el Dortmund buscando una primera plaza del grupo. Un empate a uno que les servía a los dos equipos para pasar a octavos y fue suficiente. Fue una sanción de Dembélé la que le llevó a un once del que Luis Enrique se resiste a bajarle. Por la orilla izquierda o por la derecha, Bradley Barcola es un arma que, además, alimentan sus compañeros.

Como una esponja recibe y acepta los consejos de los dos estrellas con las que comparte ataque. «Ousmane [Dembélé], por ejemplo, es el que me dice 'coge el balón, ve a jugar uno contra uno, no te hagas preguntas'. Y lo mismo Kylian: 'Busca el uno contra uno. Si puedes disparar, dispara. Y si puedes ponerlo, pónmelo a mí", reconocía el jugador en una entrevista a los medios oficiales del club parisino.

Con esta compañía, Barcola está haciendo un máster, que suma a su picardía natural, determinante en la eliminatoria ante el Barça. Tenía estudiado cómo iba a sacar de quicio de Araujo y lo consiguió. «Sabía que era muy rápido. En el partido de ida hice un movimiento similar, pero no le superé muy bien y me alcanzó. Esta vez le iba a adelantar y sabía que o me hacía falta o me quedaba mano a mano con el portero», explicó hace unos días.

Talento Mendes

Pese a su juventud, lleva mucho fútbol visto. Su madre, que también jugó, le reclutó como entrenadora en el equipo de su pueblo, el As Buers Villeubanne, pero a los ocho años dio el salto al Olympique. Allí estaba ya su hermano mayor Malcom, tres años mayor que él y portero. Bradley le acompañaba a cada sesión, observaba y se aprovechaba para regatear y chutar a puerta. La suerte de Malcom ha sido distinta a la de su hermano, que del filial del Lyon pasó al Tuzla de Bosnia y ahora está sin equipo tras debutar como internacional con Togo, el país de la familia. Donde va Bradley va todo el clan a arroparle y darle estabilidad para que su fútbol brille.

Su fortaleza en las ayudas en la banda, el dominio de las dos piernas y, sobre todo, su velocidad le auguraban un futuro y Jorge Mendes, cazador de talentos, no dudó en incorporarlo a su cartera de representados. Cómo se iba a negar si su ídolo reconocido es Cristiano Ronaldo, «por no darse nunca por vencido y trabajar mucho».

El PSG es el mejor escaparate posible y le ha consolidado en la selección francesa sub-21 . Nadie duda que estará en los Juegos de París y, de momento, ése será el reto de su verano porque Didier Deschamps aún no le ha llamado con los bleus. Podía haberlo hecho en marzo, pero no lo hizo. El crecimiento de Barcola acabará por abrirle un hueco sin tardar demasiado.

La cabeza de Lewandowski rescata la segunda plaza para el Barça ante un Valencia en inferioridad

La cabeza de Lewandowski rescata la segunda plaza para el Barça ante un Valencia en inferioridad

Para sobrevivir a una temporada en que no hay más en juego que la honra, el Barça necesitaba cabeza. Mucha cabeza. Por tres veces se lo recordó al Valencia para mandarlo a la lona a fuerza de saques de esquina, rehaciéndose ante su propio esperpento con el testarazo de Fermín y el hat trick a balón parado de Lewandowski. [Narración y estadísticas (4-2)]

Querían los culés celebrar la continuidad de Xavi en una noche desapacible que lo que deparó fue una retahíla de errores que se iban alternado de área a área. El Valencia buscaba resistir fiándolo todo a encontrar las grietas a la espalda de la defensa culé, cuando pudiera y a trompicones. Fue así como Peter Federico hurgó en la orilla por donde Cubarsí cubre los despistes de Cancelo y se plantó ante Ter Stegen con la fortuna para los azulgranas de que no supo qué hacer.

Mucho más claro lo tuvo Fermín, que voló para rematar de cabeza un preciso centro de Raphinha. Al Barça le había costado 22 minutos descifrar los planes de Baraja y ahora sólo tenía que manejarlos. En lugar de eso, se descosió por donde menos se esperaba.

Si hay un jugador de rendimiento seguro en el Barça es Ter Stegen, pero sus 12 porterías a cero no evitaron que hiciera un mal despeje con los pies fuera del área que acabó convertido en una asistencia a Hugo Duro para que, mansamente, enviara la pelota al fondo de la red. El partido empezaba de nuevo pero, antes de caer en la cuenta, llegó otro mazazo. Esta vez fue Araujo quien arrolló a Peter Federico y provocó un penalti que Pepelu no falló. En diez minutos y por errores no forzados, el Valencia parecía haberse metido el partido en el bolsillo.

avi corregía el agujero en su banda izquierda enviado a Koundé a taponar mientras pedía una intensidad que fue apareciendo. Probó Cancelo con un derechazo al palo corto que salvó Mamardashvili. Los síntomas indicaban que al Valencia le podía costar sostenerse en el añadido, como así fue. Asediado por saques de esquina, uno de ellos rematado por Araujo al palo, cuando se desató llegó el error del Mamardashvili.

Se apoyó en él Yarek para dormir el duelo esperando el final de la primera pero cuando al georgiano, presionado por Lamine Yamal, se le escapó. Su reacción, fuera del área, fue tapar con el cuerpo... y la mano. Tuvo que revisar el VAR, pero el meta sabía que su partido había acabado. Al Valencia, encomendado a Jaume Domenech, le tocaba sufrir.

Polémica y asedio

Lo confirmó cuando, tras el descanso, volvió el asedio. No vio De Burgos penalti en un choque de Iñigo Martínez con Peter Federico y Lewandowski hizo el empate a dos, otra vez aprovechando una jugada a balón parado desde la esquina con una polémica posición en fuera de juego y de influencia de Fermín.

Se había protegido Xavi apuntalando la defensa vasco y la medular con Sergi Roberto. Era necesario mientras Raphinha, Fermín y la estrategia está enganchando al Barça en cada partido. El Valencia, apenas tiene armas para sobreponerse al más mínimo contratiempo.

Corre, pelea, trata de forzar errores, algo que con inferioridad es una tarea titánica, imposible hasta para el incombustible Hugo Duro, con el único auxilio de puertorriqueño cedido por el Real Madrid. Aún así, intentó que el Barça no corriera y no lo hizo. Pero había que resistir ante la lluvia de saques se esquina.

Salvó Jaume el remate de Araujo, Yarek el disparo de Gündogan pero tuvo que aparecer Pedri a la carrera para rebañar el balón a Diego López cuando encaraba a Ter Stegen. Pero el Valencia no tenía opción. Apareció Lewandowski con otro testarazo y un último gol de falta que los condenó.

El Sevilla pone lastre a las alas europeas del Betis

El Sevilla pone lastre a las alas europeas del Betis

El Betis necesitaba tanto ganar como no perder y se encontró con que el Sevilla le colocó un lastre en las alas europeas. Se revolvió el equipo de Quique Sánchez Flores ante el dominio verdiblanco y sacó un punto que, sin servirle de nada, le permite salir airoso de un derbi que se disputó al ritmo que marcó Isco. [Narración y estadísticas]

Ni se acordó de su pasado sevillista cuando gritó su gol como si hubiera nacido verdiblanco. No fueron buenos tiempos los que pasó en Nervión y se vengó quebrando al eterno rival en horas bajas. Llegaba el Sevilla al Villamarín con tres victorias y dispuesto a pinchar el globo europeo de los vecinos, el único consuelo que les queda en una temporada mediocre, pero se encontró con demasiados frentes que atender. Había medido Quique cómo intentar colapsar a Isco, el carburador de todo el juego del Betis, cuando se encontró con la lesión de Isaac Romero y la obligación de echar mano de un despistado Lukébakio, que arrancó estrellando un cabezazo a puerta vacía en Ocampos tras recoger el remate de En-Nesyri escupido por el poste. No sería el único error increíble del belga.

El Sevilla trataba de estirarse hacia la portería de Rui Silva pero, a la media hora, el Betis entró en calor. Justo cuando empezó a encontrar la brújula de Isco. Un preciso centro con el exterior buscando a Bakambu obligó a Nyland a despejar a los pies de Fornals, que vio cómo Sergio Ramos le arrebataba el gol sobre la línea. El veterano central veía como el Betis le iba hundiendo cada vez más hacia su portería sin que su equipo fuera capaz de reaccionar. El golpe definitivo lo provocó Lukébakio, girándose ante otro centro de Fornals que le golpeó en la mano. Pese a las dudas, no dudó Sánchez Martínez, ni el VAR, en señalar el punto de penalti ni Isco en marcar.

Se fue el Sevilla al descanso noqueado y pudo recibió el golpe definitivo cuando Bakambu corrió desde su campo a buscar un pase larguísimo de Miranda y encarar al meta sevillista. No lo frenó Nyland sino un tirón que le obligó a salir del campo. Sí tuvo que intervenir el noruego para salvar un disparo de Ayoze tras bailar con Badé hasta quebrarle la cintura.

Se encendió el duelo cuando la respuesta de Quique fue ir a por el empate y se lo dio Kike Salas con un testarazo incontestable. El Betis quiso agarrarse a otro penalti por manotazo de Badé a Isco, pero el VAR esta vez aclaró que no era punible.

Más que conformarse, el Sevilla se volcó en contener el impulso que no tenían más remedio que dar los béticos empujados por 55.000 gargantas. El victoria pasó primero por las botas de Isco, que se nubló ante Nyland tras una asistencia al corazón del área de Fekir le dio al Betis. Después por la cabeza de Abde, que estrelló el remate en el larguero, y por último en el ensayo de Chadi Riad. Nadie pudo ganar este derbi porque nadie lo quiso perder.

Christian Mosquera, el muro del Valencia al que siempre pedían el DNI: “Es una esponja”

Actualizado Domingo, 28 abril 2024 - 22:51

«Traed siempre el DNI de Christian, porque nos lo van a pedir». Este fue el consejo que recibieron los padres de Christian Mosquera (Alicante, 2004) cuando entró en la escuela del Hércules. Nadie se creía que con su envergadura pudiera ser alevín y cada semana sus entrenadores tenían que enfrentarse al mismo comentario: «Ese niño no cumple la edad». Apenas han pasado nueve años y su crecimiento como futbolista sigue provocando la misma pregunta: ¿Cómo puede liderar la defensa del tercer equipo menos goleado de la Liga, un chaval de 19 años?

Este Valencia de la 'Quinta del Pipo' está en el top 5 de las grandes ligas en minutos jugados por menores de 21 años. Un escaparate perfecto para que luzca un talento como el que tiene Mosquera, el defensa sub-19 con más minutos de Europa, nominado al Golden Boy y en el foco de media Premier... y del Atlético. Con contrato hasta 2026, el futuro en Mestalla lo marcará de Peter Lim.

Este chico que llegó al fútbol por casualidad. Christopher Mosquera y Loreydis Ibargüen dejaron Colombia hace 23 años y, tras un breve paso por la lluviosa Vilagarcía de Arousa, decidieron instalarse en Alicante, donde acabaron trabajando como conserje y cocinera de un colegio en San Vicente del Raspeig.

A Christian, un niño alto y muy espigado, le llamaba más la canasta de baloncesto hasta que un día su tío James se lo llevó a jugar al San Blas Cañavate, un equipo de fútbol sala de su barrio. De allí pasó al Carolinas y el Hércules no perdió la ocasión de ficharlo, aunque se cuestionara su edad en cada partido. Era una joya que pronto vio el Valencia.

Con 12 años, aquel niño tímido al que no le gustaba dormir fuera de casa, tenía que dejar a su familia y vivir en la residencia de Paterna. Dos meses tardaron sus padres en proponérselo. Pero ni un minuto él en decir que sí.

El pulido de Mosquera pasó por trabajar su coordinación y su elasticidad, pero el chico mostraba una predisposición y una humildad impropia. El detalle lo cuenta Javier Lafora, ex seleccionador valenciano sub-16, que lo dejó sin jugar los primeros partidos del Campeonato Nacional de Selecciones Autonómicas en diciembre de 2019 porque no podía alinear a tres del mismo club. «Y eso que era el capitán. Lo entendió y fue uno más animando desde el banquillo», recuerda. En ese momento, Mosquera, internacional en todas las inferiores con España, se estaba perfilando como central viendo desde el juvenil cada día a Ezequiel Garay y siguiendo de cerca a Varane. «Siempre me he fijado mucho en él», ha confesado.

Lejos de una familia sensata y protectora, que acudía cada fin de semana a verle jugar, a Mosquera le curtió la pandemia, que vivió en la residencia de Paterna y lesionado en el pubis tres meses. La recuperación tuvo como premio el debut en el filial y, a los tres meses, en el primer equipo con Bordalás ante el Atlético Baleares en la Copa del Rey de 2022, aquella que el joven central vio en la grada de La Cartuja cómo se la llevaba el Betis en los penaltis.

«Se veía que tenía mucho nivel, pero sobre todo es que era una esponja, siempre atento», recordaban el técnico. De esa dinámica ya nunca se bajó, pero la explosión llegó con Baraja, que le tiene absoluta fe.

Los Juegos de París y la saga

Ni sus errores le han penalizado para mantenerse en la titularidad y seguir asombrado con su madurez fuera del campo -donde estudia Ciencias de la Actividad Física y trata de sacarse el carnet-, y dentro, cuando confiesa que le encanta «defender a campo abierto y los duelos uno contra uno» y espera que le llegue la única reto que le falta: el gol de cabeza. Y es que el otro ya lo ha logrado.

Las puertas de la selección se le han abierto. Primero la Sub-21 y el sueño de los Juegos de París, donde le encantaría encontrarse con Mbappé o Messi. Colombia le ha tentado, pero no quiere anticipar ninguna decisión. Sus colores ahora son los de España.

No es el único Mosquera que asombra. Su hermano Yulian, de 13 años, es un clon, en el físico y en el campo. Ambos jugaron juntos en la Liga Promises, cuando el pequeño tuvo que elegir jugar con un ídolo y escogió a su hermano mayor. Una historia que, quién sabe, podría acabar como la de los hermanos Williams.

Isco y Ayoze desatan al Betis en la batalla europea de Mestalla

Actualizado Sábado, 20 abril 2024 - 20:43

Mestalla silbó mucho a Isco cuando saltó al campo. Sabe esta parroquia mejor que nadie de lo que es capaz un futbolista con quien vivió idilio juvenil fugaz. El malagueño es talento, magia y por él pasa cualquier aspiración de Betis. Asociado con el letal Ayoze devolvieron a los andaluces a la pelea por Europa ante un Valencia respondón que nunca quiso rendirse pero al que le cuesta cara su falta de acierto. [Narración y estadísticas]

La ilusión que tiene el púber equipo de Baraja por pisar Europa hizo que saliera al campo respondón y, a empujones, metió al rival en su área buscando con más fe que criterio tomar ventaja en el marcador. Peinó un centro Mosquera y subió Cenk a inquietar sin que la forma de dañar a los verdiblancos estuviera muy clara. De hecho, se apagaron en cuanto Isco rompió a sudar. Se sostuvieron en el arreón siempre saliendo con más criterio y buscando la chispa del malagueño.

Isco se convirtió en una aparición ante la que los valencianistas temblaban. Lo encontró Guido escorado a la banda izquierda con un larguísimo pase que, de primeras y con el exterior, convirtió en un centro preciso que Ayoze, ante el resbalón de Mosquera, convirtió en un disparo orientado que no pudo evitar Mamardashvili.

El gol noqueó al equipo de Baraja, que empezó a temblar cada vez que el malagueño tocaba pelota. Aceleraba y veía hueco por donde nadie imaginaba. Es la brújula que dirige a los sevillanos y la bisoña defensa valencianista sintió el miedo, incapaz de anticiparse a un jugador que más asistencias, regates y acciones de gol crea para los andaluces. Su faro y su guía que, además, suma 5 goles con los que golpea con fuerza la puerta de Luis de la Fuente en vísperas de la Eurocopa.

La presión de Isco y la de Bakambu ahogaba el empeño del Valencia por jugar, condenado a perseguir sombras y enredado cada vez que intentaba correr hacia Rui Silva. Sólo en el último suspiro de la primera parte pudo sacar provecho de una embarullada jugada en el área que, tras los intentos de Almeida y Hugo Duro acabó franca para que Cenk la rebañara y no pudo.

Reacción y penalti

Buscó Baraja espabilar a su equipo con la pólvora de Sergi Canós, que no pareció suficiente cuando el Betis encadenó saques de esquina que hicieron lucirse a Mamardashvili, especialmente para desviar un testarazo de Pezzella. Sin embargo, por lograban despertar, Pellegrini miró al banquillo y decidió sacrificar a Isco, protegerlo para el derbir, y morder más con Fekir.

Lo que el ingeniero se temía, ocurrió. Después de que el poste escupiera un remate de Fornals, el Valencia se enrabietó, Buscó el área y después de forzar dos córners consecutivos, se encontró un penalti que le daba vida. Miranda golpeó con el codo a Hugo Duro, Busquets Ferrer no dudó y Pepelu no falló. Fue, en el minuto 65, la mecha que prendió la traca.

Tuvo Rui Silva que salvar el segundo rechazando un disparo de Peter Federico desde la orilla derecha del área que apunto estuvo de cazar Hugo Duro.

Pero el Betis se encontró rápido con la reacción. Asistió Guido a Ayoze para que cabalgara tranquilamente hacia el área, fuera esquivando a Pepelu, Mosquera y Cenk hasta que se vio con un disparo que rozó en el talón de Jesús Vázquez para descolocar a Mamardashvili. Otra vez tenían los puntos en el bolsillo porque al golpe, aunque quiso con un cabezazo de Alberto Marí y asediando a Rui Silva, el Valencia no pudo reaccionar.