Crecemos con Roland Garros en las venas. Así lo confirman las palabras de Carlos Alcaraz tras conquistar el título. Es la ilusión primera desde niños. Admirable la capacidad de adaptación que ha demostrado para ganar con 21 años tres grandes en distintas superficies. Un prodigio. Ha manejado muy bien las tres finales, tanto la primera en Nueva York frente a Casper Ruud, que le supuso también convertirse en el número 1 más joven de la historia, co
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Todo un lujo ver a Carlos Alcaraz en directo en la Central del All England Club. He podido constatar el poder cautivador del jugador español, su capacidad para conectar con el público gracias a un tenis diferente y ganador que le dota de un especial atractivo. Aquí, en Londres, fui testigo privilegiada del enorme valor de su victoria frente a Taylor Fritz, no sólo por alcanzar su tercera final consecutiva de Wimbledon sino por la plasmación de sus cualidades ante un gran sacador, al que es complicado leer el servicio y que ofrece poco ritmo.
Pero hasta en esa faceta, en la única que podría suponérsele por debajo de su rival, fue mejor Alcaraz, certero, hábil e inteligente con los saques al cuerpo de un gigante entre cuyas virtudes no destaca la movilidad. Se nota cómo trabaja este golpe medular sobre la hierba, cómo también se afana en hacerse fuerte con el segundo servicio.
Fortaleza, sí. La que demostró también en un desempate donde levantó dos pelotas que le hubieran conducido al quinto parcial. El desenlace en cuatro sets responde más a la realidad de un partido donde, como en cuantos le precedieron en este torneo, me atrevería a decir como en cuantos ha disputado a lo largo de los últimos meses, desde la victoria en Roma, se mostró muy superior.
La hierba explicita tus fortalezas y tus debilidades. No puedes engañar a la superficie. Cada vez que el punto alcanzaba un cierto grado de sofisticación caía del lado de Alcaraz, porque atesora más recursos, porque tiene más soluciones. Más que Fritz y más que el resto de los jugadores del circuito. El estadounidense sólo se sentía cómodo con un juego simple, directo, sin entrar en complicaciones.
Con tan sólo 22 años, el hombre que buscará este domingo su sexto título del Grand Slam se mueve con las certezas de todo un veterano, de un auténtico especialista. Serio, solvente, autónomo, sin necesidad de volver demasiado la vista hacia su rincón, sabe enfrentar el peso de las situaciones, la dimensión de un torneo como éste, en el que has de estar muy atento porque todo puede decidirse en un par de detalles imprevistos. Sabe también exhibir una valentía congénita, a la que jamás renuncia.
Carlos Alcaraz contra Jannik Sinner, el partido que todos los aficionados esperaban, el que más atención atrae hoy en día. Mi pronóstico es que ganará Alcaraz, creo que es favorito.
Habrá mucha igualdad, los dos están jugando de película, pero Alcaraz es más terrícola. Aunque su juego es agresivo, aunque no es tan defensivo como manda la tradición española, es una bestia físicamente y domina las dejadas, que son claves en la tierra batida. Alcaraz
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Recuerdo que la primera vez que me enfrenté a Aryna Sabalenka, hace más de seis años, ya jugaba como juega ahora: con esa agresividad, siendo esa tigresa que es. Entonces se volvía más errática, desaparecía durante varios puntos, pero en los últimos tiempos ha conseguido un control que me asombra. Arriesga mucho, lo mismo que antes, pero ya no envía ninguna bola fuera de la pista. Despliega un tenis realmente ofensivo y, al mismo tiempo, domina el tiempo de los partidos. Es una gran tenista y de ahí que pueda ganar mañana su tercer Open de Australia consecutivo.
Ante Paula Badosa este jueves estuvo genial, aunque el resultado fue doloroso. En mi opinión, no reflejó bien lo competido que fue el partido. Sabalenka empezó nerviosa, presionada porque era la favorita, tenía que vencer. Paula estuvo muy sólida desde el principio, concentrada, siempre dentro del juego, aunque con el paso de los minutos la balanza se fue decantando. Sabalenka fue afinando, tomando el control, y Paula no encontró la manera de hacerle daño. Pero pudo ser distinto si algún error hubiera caído aquí o allá.
En todo caso, no hubo nada que se le pudiera recriminar a Paula. Jugó contra la número uno, la clara favorita al título, e igualmente ofreció su mejor versión. Su inicio de año es esperanzador y tengo muchas ganas de verla en la gira de tierra batida. Ahora su objetivo debe ser mantener el nivel, que siempre ha sido su punto débil. Las temporadas son muy largas y suele vivir muchos altos y bajos. Ahora, ya dentro del Top 10 del ranking WTA, su meta tiene que ser alcanzar la regularidad y quedarse muchas semanas seguidas en esos puestos de honor. Llegará a los torneos de pista dura de Estados Unidos con buena inercia y después espero que encare el camino hacia Roland Garros con confianza y, sobre todo, sin problemas físicos. Si es así volverá a jugar partidos importantes y estará entre las favoritas al título en París.
JAMES ROSSEFE
Diría que lo único que le queda para derrotar a una rival como Sabalenka es igual esa agresividad, ese espíritu asesino. Sólo hay que ver el grito que pegó ayer la bielorrusa después de su primer winner. Dejó sordos a los espectadores de medio mundo. El juego de Paula suele ser más diésel, no tan agresivo, pero ante las mejores del mundo debe convencerse a atacar más, a jugarse más puntos. Puede salirle mal, pero el riesgo merece la pena.
El hambre ya lo tiene. En pista se nota mucho que viene de una lesión grave y que está motivadísima. Suele ocurrir con estos parones. Pasas mucho tiempo en casa pensando que quizá no vuelvas a jugar nunca más, te ves fuera del circuito, sufres mucho y vuelves cambiada. Con más ambición que nunca y, a la vez, con la cabeza baja, humilde, haciendo los deberes. Así está Paula ahora y con lo que hemos visto estas dos últimas semanas en el Open de Australia esta temporada puede ser su temporada.