Álvaro Morata fue dueño de un partido oscuro, pero completísimo. Poco antes de que Luis de la Fuente lo sacara del campo, se tiró al suelo para cortar un contragolpe de Koundé que hubiera cogido en inferioridad a España. El capitán, uno de los jugadores que más kilómetros corre en cada partido, se fue al banquillo, derrengado, en el minuto 75.
El delantero vivió, pues, el último cuarto de hora en el banquillo, sin las espinilleras, y preso de los nervios, como todos. Cuando el árbitro pitó el final, comenzó la celebración y, en mitad de ella, uno de los miembros de seguridad del propio equipo español, que trataba de impedir que un espontáneo que había saltado al campo llegase a los jugadores, se le cayó encima. El hombre, que perseguía al espontáneo, se resbaló y dobló de mala manera la rodilla derecha del capitán de la selección.
Enseguida se llevó la mano a la pierna con evidentes gestos de dolor. Cojeando, David Raya se interesó por su estado, pero no parecía haber consuelo para Morata, cuyo estado de salud es de momento una incógnita. Los médicos le estaban haciendo una primera valoración en el propio vestuario del Allianz mientras sus compañeros se acercaban a preocuparse por él.
"Creemos que no es nada, pero vamos a esperar. Ha sido un golpe y creemos que no va a ser nada, pero mañana veremos", dijo después el seleccionador, Luis de la Fuente.