Andrea Lasheras, la boxeadora que noqueó a un tumor cerebral: “Me operaron cinco veces en un mes. A mi familia le dijeron que me quedaba vegetativa, muerta en vida”
La primera vez que se subió a un ring, Andrea Lasheras (Barcelona, 1994), temblaba. «¿Qué hago yo aquí? No vuelvo a hacer esto jamás». Cuando se bajó, la plenitud le recorría: «No lo cambio por nada del mundo». El golpe más fatídico en el boxeo es aquel que no se ve venir. También en la vida. A Andrea, púgil por vocación, estudiante de arquitectura y mosso d’esquadra en el Raval, le aguardaba un gancho de los que tumban a gigantes. Un control rut
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La imagen será recordada. El temible Koppenberg bajo la lluvia, los adoquines húmedos, las ruedas patinando en la tortura de la rampa. Fue Iván García Cortina el primero en echar el pie a tierra, cuando retaba a sus sueños, escapado para apurar las opciones de esas clásicas que adora. Todos los que le perseguían le imitaron, incapaces de mantenerse sobre las bicicletas. Todos menos el nuevo dios de la primavera, imponente en el punto clave donde ya nadie iba a ser capaz de seguirle. Mathieu Van der Poel se encaminó entonces hacia Oudenaarde en solitario, más de 45 kilómetros para lograr su tercer Tour de Flandes.
La habilidad sobre el barro, la potencia, la inteligencia. Van der Poel ya es historia, igualando a los seis (Adrial Buysse, Eric Leman, Johan Museeuw, Tom Boonen, Fiorenzi Magni y Fabian Cancellara) con tres triunfos en De Ronde, aumentando su leyenda, siempre en años pares (2020, 2022 y 2024), cuarto en su debut en 2019 y segundo en 2021 y el año pasado por detrás de Tadej Pogacar. El primero en toda la historia en encadenar cinco podios seguidos. El más rápido también, pues completó los más de 270 kilómetrso desde Amberes a 44,5 kilómetros por hora, superando el récord del año pasado. Cuando coronó el Koppenberg, con Matteo Jorgenson a unos segundos que pronto fueron más de un minuto, fue un paseo de vatios y agonía hacia la gloria. Vacío mientras los demás le perseguían.
La ausencia, por la caída sufrida en A través de Flandes hace unos días, de Wout Van Aert, marcaba todo en la previa. "Ahora tendré más presión", confesaba el líder del Alpecin, el equipo que apostó todo a su dominio, dejando esta vez fuera a Jasper Philipsen, ganador en San Remo. Y tras un inicio algo calmado, con los valientes del día, pronto le llegaron balas desde todos los lugares al nieto de Poulidor, con Mads Pedersen y los Visma especialmente intensos.
Van der Poel, en acción en Flandes.DAVID PINTENSAFP
Pero no lograron aislarle, ni siquiera cuando en el Viejo Kwaremont, con Oier Lazkano en cabeza, se hizo un grupo selecto. No había ningún resquicio en Van der Poel, que pasea por los adoquines de Flandes como por el patio de su casa. Tan seguro de sí mismo que asusta. Sólo Gilbert en 2017 se marcó un 'solo' más largo que el suyo (entonces, el belga atacó a 56 de meta).
Ni siquiera le hizo falta insistir demasiado. En ese impás del Kopperberg, aceleró mientras todos trataban de mantenerse en pie. Sólo él, Jorgenson y Pedersen lo salvaron sobre la bicicleta. "No tenía nada de grip. No fui el único. Era imposible", confesaba un impotente García Cortina, que finalmente sólo pudo acabar 25º cuando por momentos tuvo tan cerca un puesto mucho más noble. El arcoíris hacia la meta, como lo hizo la última vez Peter Sagan (2016). Antes, otros míticos: Louison Bobet en 1955, Rik Van Looy en 1962, Eddy Merckx en 1975 y Tom Boonen en 2006. Es ya el quinto Monumento para Van der Poel, con sólo 29 años. A 1:02 llegó el grupo perseguidor, en el que sorprendió el velocista Luca Mozzato (Arkea), segundo por delante de Michael Matthews.
El Wizink, cual arbusto frondoso, escondió los problemas. Cuatro victorias de carrerilla al calor del Palacio, dos en Euroliga ante rivales complicados como Panathinaikos y Estrella Roja y dos en Liga Endesa ante oponentes a priori 'sencillos', Girona y Manresa. Pero la vuelta a la carretera volvió a destapar las carencias. El remozado Real Madrid no se encuentra y ya va un mes de competición. Sigue sin saber lo que es ganar a domicilio.
Cada noche tuvo sus peculiaridades. El tropezón en Múnich sin Hezonja, encajando casi 100 puntos. El de Vitoria sin el sancionado Campazzo. Y esta semana, en Atenas ante un Olympiacos necesitado también y en Belgrado ante un Maccabi que resolvió en la última acción Sabon Lee y con las bajas de última hora de Ibaka y Musa (que se unían a las ya conocidas de Garuba y Andrés Feliz).
Mantiene la calma Chus Mateo. "Nuestro equipo lo intenta, pero no llegamos al objetivo, que es ganar fuera de casa". Habla de impotencia, de querer y no poder, un equipo que también perdió en La Coruña y en Bilbao e incluso en Murcia en la final de la Supercopa Endesa contra Unicaja. Demasiados borrones tan temprano.
"Tenemos que seguir luchando, es un momento en el que debemos mantenernos juntos. Tenemos que seguir peleando, juntos, creyendo. En estos dos partidos fuera de casa, creo que jugamos muy bien durante tres cuartos y medio en ambos", pronunció el técnico, dejando entrever uno de los problemas identificados. Las cuatro derrotas de Euroliga están marcadas por nefastos desenlaces. Sintomático de un equipo en busca de rumbo.
El balance de los cuatro cuartos finales fuera de casa del Madrid en Euroliga es de 108 puntos del rival por 60 del propio. Ya se hundió ante el Bayern, con un inaceptable 33-16. En las tres últimas salidas europeas el Madrid no ha sido capaz de llegar a los 80 puntos. En Vitoria, sin el Facu, encajó un 28-20. Mucho peor esta semana. 23-10 en el Pireo y 24-14 ante el Maccabi. "En los últimos cuartos debemos ser más inteligentes, creo que es cuestión de tiempo porque ahora nos sentimos un poco verdes en estas situaciones", había avisado Hezonja en la previa.
Con un balance de tres victorias y cuatro derrotas, uno de los peores arranques que se le recuerdan en Europa, el Madrid provisionalmente está incluso fuera de los puesto del Play-in (fuera de los 10 primeros). Su porcentaje de triples (34,5%) es de los más pobres y también está lejos de la cabeza en rebotes (11º, 33,4 por partido), dos síntomas de poca competitividad. Su próximo envite, la semana que viene en Milán ante un Armani que sólo ha ganado dos partidos (el último el jueves en el derbi italiano ante la Virtus) no sólo será la oportunidad de romper ese maleficio fuera del Wizink. También parece todo un examen, como el del domingo en Murcia ante el subcampeón de la ACB.
En la misma Fonteta que ocho años atrás había comprobado el éxtasis de la primera ACB del Valencia Basket y una de las mayores afrentas sufridas por el Madrid en los últimos tiempos, en la Fonteta que anoche se despidió para siempre del baloncesto después de 37 temporadas taronjas (a unos metros aguarda a su estreno el impresionante Roig Arena), el equipo de Chus Mateo alzó su Liga número 38, la segunda consecutiva, la tercera en cuatro años, para reivindicar a un colectivo sobre el que pendía la amenaza del año en blanco. [70-81: Narración y estadísticas]
Lo logró con un contundente 3-0 en la final, sin resquicio ni opción para el Valencia de Pedro Martínez y su juego frenético, completamente apagado en la final por un Madrid sólido como una roca, otro recital defensivo que dejó en 70 puntos a los que no es raro que pasen de 100. Un Madrid que no tuvo un héroe y sí muchos esta vez, mérito de un Chus Mateo que terminó logrando lo que no tuvo a principio de curso, una rotación amplia y de garantías. Y así, protagonistas de la final fueron Andrés Feliz o Bruno Fernando. Y no tanto pero también Hezonja (16 puntos y nueve rebotes), Campazzo, Llull, Tavares o un Musa que pudo jugar su último partido de blanco.
Al Valencia le sobró ímpetu y le faltó concentración y pausa defensiva. También acierto. Mucho (2 de 15 en triples en la segunda parte). Le ocurrió en el arranque y después. Lo emocional se agolpaba en la Fonteta, también el calentón del error arbitral en su contra en los minutos decisivos del segundo round. Y el Madrid, experto en estos terrenos y ambientes, fue todo lo contrario. Bajó la temperatura al juego, impuso la intimidación de Tavares y empezó a herir ofensivamente con demasiada facilidad. Su despliegue no iba a resultar brillante, pero sí muy efectivo.
Bien temprano se hizo con eso que llaman el tempo del choque. Dos triples de Llull estiraron la ventaja en el amanecer y el segundo dos más uno de Bruno Fernando, especialmente acertado e incisivo el angoleño -también en defensa con sus tapones-, pusieron la máxima por entonces (19-29). Ocurrió justo después de una antideportiva de Llull a la que siguió una técnica en la tangana para Garuba. Una primera alarma roja que el Valencia logró apagar antes del descanso, espoleados por Puerto y López Aróstegui. Un triple final, sobre la misma bocina, del alero vasco llevó incluso con ventaja a los locales a los vestuarios (40-39).
Bruno Fernando, ante el Valencia Basket.ACB Photo
El Madrid había echado de menos el protagonismo de Campazzo y Tavares, apenas un punto entre la pareja que no deja de ser el pilar de su baloncesto. Y de más sus pérdidas y sobre todo los rebotes ofensivos del Valencia.
Pero todo eso se iba a solucionar de un plumazo a la vuelta, cuando el Facu arrancó como mejor rinde, ritmo de vértigo para un tremendo 0-15 que dejó helada a la Fonteta y también a Pedro Martínez, quien tardó de más en parar el parcial con un tiempo muerto. Se estrenó Campazzo y también Tavares, ya en la batalla. En apenas tres minutos, al Valencia se le había plantado una montaña delante.
Llull celebra una de sus canastas, en la Fonteta.ACB Photo
Iba a resultar el momento clave del duelo, pues ya todo fue un querer y no poder taronja (nueve puntos en el tercer cuarto), un remar contra corriente contra un Madrid que no lograba romper del todo la noche, pero tampoco dejaba resquicios para la remontada local. Y que abrochó el título con un parcial de 2-12 en los últimos minutos en una Fonteta ya en silencio.